Por Germán Payo Losa
Director de Educahumor
A veces, inesperadamente, la vida te alegra el día. Voy por el paseo de Canalejas de Salamanca en bici. Es una cuesta abajo en la que pocos coches respetan el límite de velocidad. Rotonda enfrente. Para tomar la tercera salida lo mejor es tener un buen ángel de la guarda si quieres salir vivo y sin infarto, soñando que los conductores no son ciegos a un chaleco reflectante en pleno día. Sobrevivo y voy por un trecho de unos cien metros, por la acera, ya que no hay otro medio de enlazar con el carril bici. Al entrar en ese ansiado pavimento verde, noto que delante de mí hay una niña en bici. Me acerco. Tiene uniforme escolar, su mochila en la espalda y un bonito casco blanco. ¿No me digas que mi sueño de toda la vida se ha cumplido? He visto como algo que sólo pasa en el extranjero, que los niños se aficionen a las bicis, que puedan ir en ellas al cole, sin peligro, y sigan siendo ciclistas de jóvenes, veinteañeros y adultos. Sigo tras la niña, cruzamos el puente, en el que han puesto carril bici en un lado, y en el semáforo paramos. Me dice que tiene 10 años. Yo sigo parpadeando, porque me siento como si tuviese una alucinación. ¡Una niña sola! Sola, porque de su casa al cole tiene carril bici. Disfrutando, pedaleando y, sobre todo, segura.
He conocido a una familia que llevaba a los tres hijos en bici al cole. Claro, arriesgando el tipo. Eran alemanes, y los dos protegían la prole escoltándola.
Cada poco vemos ciclistas atropellados. Aquí el Ayuntamiento anima a alquilar bicis. Es bueno que tomen en cuenta las bicis, pero empiezan la casa por el tejado. Primero deberían hacer carriles para que la gente no se juegue la vida. Luego, impulsar el uso, porque nuestra ciudad es plana en su mayoría, tiene tres cuestas. Me refiero a moverse por la ciudad, de un sitio a otro, que es peligroso.
Yo lo hago diariamente y no se lo recomiendo a nadie, porque veo lo que pasa. Pocos respetan la distancia para adelantarte, y como tengas a un estresado y con prisa al volante, tras de ti, vas apañado. Y el que abran puertas sin mirar es otro de los placeres ciclistas. Sé de lo que hablo, porque me han tirado al suelo seis veces. No me quejo. Sé que es un deporte del que sigo disfrutando y, como otros, tiene su peligro.
Soy consciente de que estorbamos: “Mira ese puto viejo. Un día lo paso por encima”, dijo un conductor de autobús al hombre del asiento de al lado, que resultó ser amigo mío, cuando íbamos por el único tramo de la ciudad que compartimos bicis, taxis y autobuses. Tengo una teoría. Creo que cuando voy en coche miro a un lado y a otro tratando de averiguar si viene alguien. Y mi vista escanea buscando objetos de cierto volumen, coches o motos, y los ciclistas no ocupan tanto, luego como si no estuvieran. Es semejante a lo que Ortega y Gasset decía: “A cierta edad, las mujeres no es que no nos miren, es que no nos ven”. A las bicis igual.
Yo circulaba en una rotonda. Un coche se preparaba para entrar. La conductora me estaba mirando… Bueno, pensaba que me miraba. Era mediodía. Yo llevaba chaleco reflectante. Da un acelerón para entrar y yo, que ya no me suelo fiar, frené. Quedé a un palmo de su coche. “¡Ay, perdón! No le había visto”, dijo. El mismo día, al atardecer, voy en coche. Para salir a la calle tengo que cruzar un carril bici. Miro a un lado, miro a otro y acelero. Una bici que venía embalada frena en seco y el ciclista cae al suelo. Afortunadamente no fue nada. Luego pensé que llevaba ropas oscuras y se fundían en el paisaje. ¡En el mismo día! Según mi teoría, me debía de haber pasado eso: buscaba un objeto de mayor volumen. Todo esto me lleva a pensar que a veces soy invisible y he de ser precavido.
Los carriles hechos como circunvalación a la ciudad son estupendos cuando, en días de buen, tiempo sale a pedalear toda la familia. Dan gusto. Yo los disfruto. ¿Os imagináis que todas las bicis, miles, que salen el día de la bici, pudieran ir seguras a diario, no sólo un día?
Leo que hay municipios donde los nuevos gobiernos han anunciado recortes en carriles bici. En esto de no contaminar el planeta, hay gente que no cree. Y que cree que la tierra es plana. Difícil es que cambien de opinión. Cuando construyeron el campus Unamuno yo pensé: “está pegado a la ciudad”. Ideal para ciclistas. Vanos sueños. Los primeros días ya tenían los aparcamientos de coches a tope.
No intento santificar a los ciclistas. Hay muchos que van por las aceras a toda velocidad y no es que pillen, sino que asustan, y eso causa una mala impresión en todos. Igual que patinetes eléctricos.
Conozco a una mujer que se enfurece cuando encuentra personas mayores en el carril bici. Yo no. Freno. Espero a que se aparten y ni las pillo ni las riño. Sé que en el carril bici no hay baldosas sueltas que les hacen tropezar.
Os dejo con este texto atribuido falsamente a una autoridad bancaria. Aun así, tiene un toque de verdad y alguna inexactitud, pues la industria ciclista da dinero y empleos, pero me parece una perspectiva interesante:
Un ciclista es un desastre para la economía de cualquier país. No compra autos y, por consiguiente, no solicita créditos al banco para comprarlo. No paga pólizas de seguro. No compra ni consume combustible, no paga el mantenimiento del auto y las reparaciones necesarias. No paga estacionamientos. No causa accidentes graves ni costosos. No requiere carreteras de varios carriles.
Las personas que utilizan la bicicleta como medio de transporte son sanas y en buen estado físico. Esas personas no compran medicinas. No van a hospitales ni a médicos con tanta frecuencia. No requieren de nutriólogos ni realizar dietas costosas.
En resumen, los ciclistas NO APORTAN NADA AL PIB del país (Producto Interior Bruto).
PD.: Caminar es aún peor. Ni siquiera compran bicicleta.
Deja una respuesta