Los médicos de familia y el trabajo comunitario

por Alfredo MARTÍN SERNA

Médico. C.S. Miranda del Castañar

Pertenezco a un grupo, a una tribu, que se atrevió hace años a salir de su cápsula-consulta y comprobó que el aire científico era respirable, que también podía desarrollar su profesión de una manera cercana a la comunidad donde trabaja, conociendo así de primera mano su vida cotidiana, lo que le permite descubrir el pensamiento, las contradicciones, los recuerdos, las miserias humanas, los tabúes, anhelos, necesidades, los hábitos y estilos de vida de sus cupos de tarjeta sanitaria.

Somos una gente de tropa que ha encontrado en la salud comunitaria, un lugar por donde crecer en su profesión, que cuando hace años leyó el Piédrola, entendió que dentro de su quehacer diario era importante su aportación para nivelar el enorme desfase entre la importancia del medioambiente y el estilo de vida (determinantes de salud), y el tiempo que se dedica a mejorarlo. Somos una tribu que lo mismo se les encuentra a las 7 de la tarde en un Campeonato del Mundo de Cortadores de Embutido (Premio a la Rodaja más fina) pues aún reconociendo la importancia de su control en la dieta, también reconocemos que es un producto consustancial a la comunidad en que trabaja, por lo que quitar gramos a una rodaja, permite una mezcla más sanitariamente correcta con el pan para disminuir su ingesta.

También pueden aparecer a media mañana con un grupo de gimnasia de mantenimiento, pues hace tiempo nos permitió ese grupo convencerles de que el ejercicio era importante como entrenamiento para ser los mejores cogiendo cerezas, y aquellos dolores de temporada, entesitis, tenosinovitis, tendinitis, sobre todo del supra espinoso, aquellos calambres nocturnos, y, sobre todo, las lumbalgias y braquialgias de repetición, disminuirían y a algunos hasta les desaparecerían.

En alguna quincena del invierno, se les puede encontrar a algunos de esa banda, practicando la cocina equilibrada y sana con un grupo de amos de casa, que viven solos (de momento), a los que previamente les insuflan dosis de autoestima, o en la organización de una cata-concurso del vino, pues aun conociendo la importancia de los caldos como factor causal de enfermedades, no es menos cierto que el vino es parte de la cultura de esa comunidad, y creemos que mejorando su elaboración y aptitudes de cata, su ingesta disminuirá al ser saboreado más pausadamente.

También a algunos de esta panda de autodidactas, de corredores de fondo a veces de francotiradores, se les puede ver en aulas de padres, escuelas para la tercera edad, en los barrios marginales, en las escuelas taller o en asociaciones de vecinos, o inventarse una Concejalía de Respeto y Tolerancia (antes llamada de Orden Público y que anteriormente se llamaba de Gobernación), para mejorar el diálogo en todo conflicto de esa comunidad.

Este grupo de médicos de atención primaria, se entrelaza, se enreda en diferentes colectivos profesionales, enfermería, pedagogos, maestros, asistentes sociales, pero también con responsables de bodegas cooperativas, almazaras, con curas o monjas, o con los que llevan la voz cantante en parroquias, en una palabra, con personas de la comunidad que actuarán como agentes de salud, para montar programas comunitarios en torno al tejido social de la comunidad.

En la agenda de contactos que tiene el grupo, casi nunca aparecen sindicalistas del siglo XIX o mediados del XX, funcionarios (en el sentido cruel de la palabra), catedráticos (más crueldad), profetas, fundamentalistas, ni “talibanes”, autoritarios ni paternalistas, ni personas irritables, ni rígidas. Por el contrario, para este trabajo se busca gente científica e investigadora, dinámica, motivada, entusiasta, ilusionada, creativa e imaginativa, equilibrada y madura, comprometida, exploradora de la vida cotidiana, respetuosa y tolerante, con flexibilidad mental, crítica, empática y responsable. Gente lúdica, con credibilidad, con prestigio, sin poder. Sabios en la percepción y escucha, arquitectos sociales.

Esta gente, un poco rarilla, no tiene recetas para llevar a buen puerto su quehacer comunitario, pero confía en lo que llamaríamos fórmulas magistrales: 1 vaso de programación (objetivos, plan de actividades, temporización, evaluación), una pizca de contenidos, 2 vasos de motivación, 1 cucharada de estrategia y marketing, cucharadita de dinámica de grupo, “chorrito” de credibilidad y prestigio sin poder. (las proporciones no son rígidas). Removerlo todo en respeto por el paisano, al mismo tiempo que se espolvorea con polvos lúdicos y a continuación M.S.A. (mézclese según arte). Sírvase con alegría y desparpajo.

Para finalizar, dos consideraciones:

El médico hace pocas décadas tenía prestigio y poder. Era dueño exclusivo del saber acerca de la enfermedad y de su curación, y podía marcar el destino sanitario de la población. Hoy ha perdido ese poder y debe competir con otras fuentes del saber. Hade ganarse el prestigio día a día.

El hecho de salir de la consulta a conocer la realidad de la vida cotidiana de la comunidad, y el esfuerzo para su mejora, además de permitirnos saciar nuestra vena cooperativista y solidaria (sería como pertenecer a una ONG, desde aquí para los de aquí), nos da a cambio la alegría de vivir, un tono vital alto, no deprimido, nos vacuna contra la enfermedad transmisible del “síndrome del sanitario quemado”, tan de actualidad y nos ofrece una salud laboral funcionarial no contaminada, aunque sí quisiéramos que fuera contagiosa.

Toda acción sanitaria en la que no se contemplen prácticas comunitarias para la promoción de grupos de autoayuda, y queden mensajes de que la salud también es transmisible, no será completa; pues sin cambios y promoción social y sin control de los factores ecológicos negativos (hábitos sanos-medio ambiente), será muy difícil que el sistema de salud pública pueda modificar de forma positiva el nivel de salud de la comunidad, en el próximo siglo.

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