¿En qué momento surgió la inspiración para escribir este libro?
Siempre me interesó la física, porque es una disciplina básica para entender cómo funciona el mundo, pero lo cierto es que nunca tuve facilidad para las matemáticas, que son su lenguaje, por lo que siempre constituyó un territorio vedado para mí. Pero en los últimos años todos hemos dispuesto de excelentes libros de divulgación a este respecto y, sobre todo, de podcasts y conferencias en YouTube sobre el tema que me han permitido escuchar de primera mano a profesores muy cualificados y me han abierto un camino emocionante para entender los conceptos básicos de la física. Esto ha sido el punto de partida para llevar a un nivel más profundo mis conocimientos de biología y tratar de entender qué es la vida al nivel de las partículas, los átomos, las moléculas y la energía. Además, como médico siempre he sentido la necesidad de reflexionar sobre el concepto esencial de la vida, es una parte de mi trabajo, y de entender lo que diferencia la materia viva de la inanimada.
¿Qué encontrará el lector en sus casi 200 páginas?
En el libro presento un análisis profundo y actualizado sobre las bases fisicoquímicas de la vida, pero desde un punto de vista conceptual, huyendo de exposiciones académicas y en exceso técnicas. Me interesa, además, saber de qué está compuesta la materia viva, cómo funciona, cómo gestiona la enorme cantidad de información que necesita para desarrollarse y reproducirse, cómo evoluciona hacia la complejidad y por qué y, sobre todo, cómo se ubica en este enorme Universo en que vivimos. Me ha interesado también exponer el inusual comportamiento de la materia viva frente a la inanimada en cuanto a su amor al orden y la organización. Todo en el Universo tiende al caos y a la uniformidad, y es muy posible que el Universo acabe siendo un enorme mundo tibio y uniforme donde nada destaque. Pero una parte mínima de su composición busca el orden y diferenciarse del resto utilizando todos los recursos energéticos que tiene a su alcance. Eso es la vida. En fin, todos aspectos muy importantes para situarnos en este gigantesco Universo de casi 14.000 millones de años de existencia, en el que la vida parece haber aparecido no hace mucho, al menos en nuestro planeta. Y este es otro asunto que me ha interesado, el de analizar las posibilidades de que haya vida en otros planetas, y la dificultad que eso supone, porque el Universo es, en realidad, un lugar muy inhóspito en casi todos sus rincones.
¿Escribir un libro sobre algo tan inmenso e inabarcable como es “la vida” no resulta abrumador?
Es cierto, es un objetivo monumental y titánico. Pero, por primera vez en la historia, tenemos mucha información científica sobre la vida. Es el mejor momento para abordar un tema que sin duda nos supera por su complejidad, pero que podemos empezar a mirar con seriedad. Se ha publicado mucha información al respecto, pero está muy dispersa y sesgada. Cada ámbito científico mira a la vida desde su propia perspectiva. Quizás hace falta gente como yo, que no sea física ni bioquímica, para mirarla desde una perspectiva más general y llevarla al gran público. Me interesa mucho la vida como ser humano, pero especialmente como médico, porque me enfrento a diario a diversas maneras en que una forma de vida compleja como la nuestra falla. Los médicos tenemos muy claro que somos máquinas, eso sí, de una complejidad abrumadora, pero solo máquinas biológicas que han ido evolucionando a través de impulsos evolutivos de ensayo y error. Y con esto no quiero decir que no haya nada más que materia y energía como sustrato de la vida. Dejo abiertas otras posibilidades. No pongo en duda ninguna visión religiosa sobre la vida ni sobre su posible trascendencia, más allá de lo que podemos ver y medir, pero me ciño a los hechos, a lo que, con toda nuestra capacidad investigadora, hemos podido averiguar sobre ella y sobre el Universo en que tiene lugar.
Dice que, para escribirlo, ha necesitado tres años para documentarse “y una pandemia”.¿Qué ha sido lo más difícil en este periodo y qué le ha animado a seguir avanzando en el proyecto?
Llevaba tiempo interesado en el tema por mera curiosidad intelectual. Pero lo que había aprendido en los últimos 3-4 años sobre la vida a través de libros e internet me había suscitado tal interés que tenía la necesidad de escribirlo y ordenarlo todo. Hasta que no escribes lo que piensas y reflexionas sobre ello, no puedes decir que lo entiendes. Por eso empecé a escribir algún pequeño ensayo, que se convirtió después en una conferencia que impartí un par de veces ante un público sanitario. Pero la llegada de la pandemia y los confinamientos me brindó el tiempo necesario para empezar a escribir con más calma y a planificar el desarrollo del libro. Así que, en ese tiempo de incertidumbre, empecé la redacción del libro y pude avanzarlo lo necesario para reforzar después la documentación y explorar los aspectos complementarios. De hecho, el libro me ayudó a ver la pandemia como una expresión más de la vida, que es cambio y competencia constantes, pero también cooperación y ayuda. Tenemos que entender que formamos parte de un mundo vivo muy complejo cuyas relaciones debemos respetar si queremos actuar con sensatez.
También ha comentado que “el viaje ha sido revelador”. ¿Qué “descubrimientos” destacaría en este sentido?
En primer lugar, ha sido revelador porque ahora tengo un conocimiento de la naturaleza de las cosas vivas mucho más profundo y dispongo de algunos conceptos básicos que me permiten entender el mundo, a nivel físico y biológico, de una forma que antes no me era posible. Mi acceso actual a artículos y libros de muy diversos temas se ha facilitado mucho. Tengo, sobre todo, una idea más interconectada y versátil del mundo que nos rodea, de lo que nosotros somos como entes vivos y de cómo todo está relacionado de una forma muy íntima. El Universo es algo sorprendente, y esa excepción que es la vida lo es aún mucho más. Y como suele suceder, este viaje también me ha abierto muchas preguntas y generado incertidumbres nuevas, pero ese es el objetivo del conocimiento, abrir nuevos horizontes.
En el libro, aborda la vida desde el punto de vista de la física, la química, la biología molecular y evolutiva, pero también desde otras perspectivas menos “médicas o biológicas, como la astrofísica, la historia o la filosofía. ¿Diría que todas ellas son determinantes entre sí? ¿Le ha resultado fácil interconectarlas?
Como decía antes, en el Universo todo está muy interconectado y muestra una complejidad sobrecogedora. Nuestros sistemas de conocimiento actuales solo pueden acercarse a la frontera de lo que el Universo es en su esencia. Y yo te diría que la vida es el asunto de mayor complejidad. Por eso tenemos que tirar de todas las herramientas disponibles para abordar al tema. A mí me gusta mucho mirarlo todo con métodos de estudio diferentes y desde trasfondos distintos. En mi libro, he usado información de muchos ámbitos, como bien dices, y no ha sido nada difícil integrarla. La física y la astronomía siempre han estado muy relacionadas, y después se unió a ellas la biología; la historia siempre ha estado ahí, intentando analizar el comportamiento de esa forma de vida que somos los seres humanos. Y gravitando sobre todas esas ciencias está la filosofía, que es la primera y la última ciencia, la que, con los datos de las demás, elabora teorías globales sobre lo que somos y sobre la esencia de nuestro mundo. El conocimiento solo es posible si es multifacético, porque el Universo lo es.
¿Qué ‘poso’ le gustaría que dejara este libro en el lector cuando llegue a la última página?
El libro ha sido un ejercicio de conocimiento para mí, pero también una forma de compartir todo lo aprendido con los demás. Me he esforzado por sintetizar mucha información y hacerla sencilla para el lector. En algunas partes del libro, trato aspectos complejos, pero siempre he tratado de ser claro y facilitar su comprensión. Además, creo sinceramente que todo el contenido está muy bien hilado, aportándole unidad. Y todo esto lo he hecho pensando en cualquier persona que tenga curiosidad por la vida, pero debo confesar que he pensado, sobre todo, en los profesionales sanitarios, un grupo demasiado tecnificado y sesgado por sus propias áreas de interés. Me gustaría que en todos ellos quedara el poso de lo compleja que es la vida, de su excepcionalidad en el Universo, de lo interconectados que están todos los seres vivos entre sí y con el resto del Universo, del valor de la competencia, pero también de la cooperación, y de la necesidad de cuidar nuestro planeta único para que pueda seguir siendo nuestro hogar en un Universo en general poco hogareño. Y confío en que lleguen a la última página sintiendo que han aprendido todo eso y que el viaje ha sido placentero.
El libro ‘La vida: una organización diferente de la materia’ puede adquirirse en ESTE ENLACE
“Cuando llegué a casa de los abuelos, el cuerpo de mi madre yacía inerte sobre la cama de la alcoba en la que ellos dormían habitualmente. Lo envolvía una sábana blanca, a modo de sudario, cubriéndole incluso la cara. Yo no reaccioné. Había agotado mi capacidad de sentir algo, bueno o malo, a mis 16 años. Pero hay una imagen muy concreta, una foto fija que retengo muy viva en mi memoria y que aumenta el dramatismo de aquel momento: una mancha color rojo púrpura, rectilínea, de amplitud irregular y de sentido descendente, tiñendo la parte de la sábana que cubría el costado izquierdo de su cuerpo. Como una puñalada. Como una cornada (…). Solo permanecí allí unos minutos. Ya no volví a ver más a mi madre”.
Poco podía imaginar ese muchacho que, cinco décadas después de aquel 3 de septiembre de 1965, volvería a encontrarse con ella. A conocerla. A sentirla y admirarla durante una búsqueda casi detectivesca que ha plasmado en su primera creación literaria, El silencio de una artista. La pianista Sara Guzmán, una “novela de no ficción” con la que quiere “revitalizar” la figura de la protagonista, su madre.
Fue ella quien, en cierto modo, guió el tránsito del Dr. Francisco Javier Laso hacia la medicina. Porque él siempre había querido ser ingeniero. Hace dos años, en una entrevista publicada en Salamanca médica con motivo de su reciente jubilación, el hasta entonces jefe de Medicina Interna del hospital de Salamanca contaba cómo le había marcado la trágica muerte de su madre, que falleció por un error médico justo cuando él debía decidir sobre su futuro, “entre sexto curso y el PREU de aquellos tiempos”. Desde ese momento, afirmaba, “en mi vida siempre ha habido cosas que no he entendido mucho”. Cosas que él nunca ha considerado “coincidencias”.
Pocos meses después de aquella charla, otra de esas casualidades mágicas que han determinado las encrucijadas de su vida le puso ante un descubrimiento fortuito que le ha llevado a recorrer un camino tan apasionante como emotivo. En junio de 2019, su sobrino Javier le dejó un libro en el buzón: El gran piano de la Amistad. Carl Rönisch Nº 8015, el ocaso de una eterna melodía, escrito por Norberto Francisco Moreno y publicado por la Diputación de Soria. En una de sus páginas, anotada por su sobrino, observó la fotografía de “una mujer joven, con atuendo propio de los años veinte del siglo pasado”. El pie de foto aportaba una información desconcertante: “Sara Guzmán, eminente violinista y compositora, hija de D. Manuel Guzmán, socio de honor del Círculo de la Amistad, del que fue casi cuarenta años primer violín”.
Inicialmente, el Dr. Francisco Javier Laso, hasta hace poco catedrático emérito de la Universidad de Salamanca, pensó que se trataba de un error. Sabía que su madre tocaba el piano, porque de ella heredó su propia vocación musical, pero nadie en la familia conocía que, en su juventud, había sido una reconocida violinista, precoz compositora e incluso directora de orquesta.
Jamás habló de ello. “Nunca se puso un violín al hombro”, a pesar de que era un instrumento habitual en casa, porque su marido lo tocaba en un pequeño grupo con el que ambos ofrecían alguna que otra actuación en el casino de Santoña para ganar “unas pesetillas” con las que completar el sueldo de maestro del cabeza de familia. El hallazgo de aquel puñado de datos le absorbió hasta el punto de despertarse cada mañana con ganas de seguir indagando, movido por el afán de redescubrir a su madre a través de un mosaico de piezas con las que ha logrado reconstruir la sorprendente vida secreta de Sara Guzmán entre 1923 y 1929, un periodo de intensa actividad cultural recogido de forma extensa en la prensa soriana de la época.
Con apenas 13 años, su madre –de la que resalta “su discreción absoluta” y su capacidad de ofrecer un cariño incondicional, “sin esperar nada a cambio”– ya figura como precoz pianista, violinista y directora de orquesta. Durante su meticuloso rastreo por periódicos, archivos e instituciones, el Dr. Laso ha descubierto cinco de sus composiciones, de las que ha logrado recuperar dos. El pasado 25 de noviembre sonaron de nuevo en el salón Gerardo Diego del Círculo Amistad Numancia de Soria, “el lugar donde ella tenía su principal actividad musical”, durante la presentación del libro. No pudieron tener mejor intérprete, el reconocido pianista Javier Laso, su nieto, heredero de su espléndida vocación musical.
De aquella prodigiosa joven se pierde la pista en 1931, año en el que contrae matrimonio, un hecho con el que resulta fácil establecer una relación de causa-efecto. Si embargo, Francisco Javier Laso no está convencido de que la vida de casada fuera la razón –al menos, no la única– de ese brusco silencio. “En los años 30 del siglo pasado, es lógico pensar que su destino como mujer era el hogar, pero tenía una formación musical mucho más amplia de lo que yo suponía. ¿Por qué nos ocultó a todos esa vida musical tan activa? ¿Por qué la metió en su exilio interior?”, se pregunta este especialista en Medicina Interna, quien piensa que quizás hubo algo de ese mundo “que le disgustó” o que no la hacía “tan dichosa”.
Confiesa que el tiempo dedicado a bucear en el pasado más desconocido de su madre y el posterior proceso de escritura le permitieron vivir “un doble confinamiento espléndido” en el que, con cada descubrimiento, experimentaba “un estado de excitación constante” que le ayudaba a abstraerse de la pandemia exterior.
El resultado es un libro que invita al lector a recorrer el mismo camino transitado por Francisco Javier Laso hasta el reencuentro con una madre que perdió demasiado pronto, pero que “siempre ha estado presente” para él. Al tiempo, ofrece una revisión de sus propias vivencias y emociones personales y familiares, reinterpretadas a la luz de sus hallazgos sobre Sara Guzmán, una mujer en la que se intuye una profunda vida interior que prefirió guardar para sí. De ella quedan algunas incógnitas, pero también numerosas huellas que han orientado el itinerario vital de sus descendientes y han forjado su espiritualidad.
El libro ‘El silencio de una artista. La pianista Sara Guzmán’ puede adquirirse en librerías, en la página web de la editorial AMARANTE y en numerosas plataformas digitales
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