Las dos estancias de Luis de Góngora y Argote en Salamanca

Por Jesús Málaga

Durante su ingreso en el Centro de Estudios Salmantinos, el poeta Antonio Colinas, a través de un recorrido literario, histórico y artístico, reivindicó la figura de Góngora y su legado en la cultura hispánica, así como su conexión con destacados personajes y espacios salmantinos

Antonio Colinas, durante el acto de ingreso en el Centro de Estudios Salmantinos. / FOTO: Puparelli

El poeta, narrador, traductor y ensayista leonés Antonio Colinas hizo su entrada en el Centro de Estudios Salmantinos el 30 de octubre de 2024 con una conferencia titulada Luis de Góngora entre Córdoba y Salamanca. Fue el encargado de realizar la contestación al discurso de ingreso el catedrático de Geografía de la Universidad de Salamanca, Valentín Cabero Diéguez. Colinas rompió con su intervención el silencio que sobre Góngora ha sobrevolado siempre en Salamanca; al valorar su figura, se le ha dedicado escasa atención, al igual que a otros muchos genios de las letras españolas que engrandecieron la ciudad del Tormes y que no han sido tratados por los salmantinos como se merecía su contribución a la cultura hispana.

Nadie comprende que, hasta finalizando el siglo XX, la ciudad no tuviera un monumento de recuerdo y agradecimiento a uno de los poetas señeros de España. El mismo recorrido del olvido han sufrido otros prohombres de la literatura. Citaré solamente algunos que merecen estar entre los recordados en nuestras avenidas y plazas: Calderón de la Barca, Juan del Enzina y Lope de Vega. Ninguno de ellos ha pasado al bronce o ha sido esculpido en piedra para recuerdo de los salmantinos de hoy. Quizás Salamanca y los que en ella vivimos estamos tan acostumbrados a acumular tanto talento a lo largo de su historia que pasa por ser desagradecida, cuando lo que padece es una saturación de singularidades a lo largo de su devenir universitario.

El 20 de septiembre de 1994 tuve la suerte de cortar la cinta de la lona que cubría la magnífica obra del escultor de Escurial de la Sierra, Severiano Grande García, dedicada al poeta cordobés Luis de Góngora y Argote, dejando al descubierto los símbolos y figuras de la fábula de Polifemo y Galatea, pertenecientes a uno de los poemas más conocidos del poeta, y la representación de los amores del pastor Acis y la ninfa Galatea. Entre las representaciones de los personajes míticos surgidos de la gubia de Severiano emerge la impresionante figura de Góngora como creador de un mundo poético singular. El bloque de piedra de Novelda (Alicante), de doce mil kilos de peso, fue tomando forma en el taller-museo que el autor poseía hasta su muerte en su casa de Mozárbez.

En la calle Juan de la Fuente, la escultura de Luis de Góngora vino a ocupar uno de los espacios de transición entre la zona ajardinada de la plaza de Colón y la franja verde de los jardines de la plazuela de los Basilios y la calle del Rosario.

Una docena de monumentos aportan al recorrido un halo especial. Saliendo de la plaza de Santo Tomás Cantuariense se recorre un camino en el que van apareciendo a nuestro paso los colegios menores de Santo Tomás, San Ildefonso y Santa Catalina; las iglesias de Santo Tomás Cantuariense y San Esteban de los padres dominicos; los conventos de dominicos y dominicas Dueñas; el puente del arroyo de Santo Domingo; la iglesia de San Pablo, con anterioridad iglesia de los trinitarios descalzos; las esculturas de Francisco de Vitoria, Luis de Góngora y Colón; la Torre del Clavero, y los palacios de Orellana y la torre de Abrantes. Pocos lugares de la Salamanca antigua aportan tanta belleza. El poeta leonés nos descubre en su exposición por qué surge en él la curiosidad y admiración por el lírico cordobés. Los avatares de la vida llevaron a Colinas a la capital andaluza donde nació Luis de Góngora. En Córdoba recaló a los 15 años, permaneciendo hasta los 18, una edad semejante a la de Góngora cuando llega a estudiar por primera vez a Salamanca para matricularse en la Universidad. Rememora en su conferencia los recorridos por la ciudad del Guadalquivir, los itinerarios gongorinos, el descubrimiento de su poesía y el conocimiento de la biografía del poeta a través de sus profesores de literatura en el instituto Luis de Góngora, donde estudió el bachillerato. Reproduce en la publicación el soneto dedicado a Córdoba, inmortalizado en un muro en la entrada al puente romano de la ciudad andaluza.

Fue en aquellos años cuando Antonio Colinas conoció algunos datos que rememorará al venir a vivir a Salamanca. El padre de Luis de Góngora, Francisco de Argote, hombre culto y sensible, también estudió Derecho Canónico en la USAL, donde obtuvo el título de licenciado que seguramente su hijo Luis no llegó a obtener.

El progenitor de Góngora, juez de bienes confiscados por la Inquisición, con pocos recursos económicos, poseía una magnífica biblioteca en la que su hijo pudo consultar y hacerse con una amplia cultura humanística que le sirvió para su destacada producción poética y para cursar con éxito los cursos en la Universidad. Siendo un niño, el pequeño Luis tuvo un accidente: se cayó desde una de las barbacanas de la muralla de la ciudad, produciéndosele un traumatismo craneal que estuvo a punto de conducirle a la muerte. Los médicos desahuciaron al pequeño, pero sus padres recurrieron a llevar junto al enfermo una reliquia de san Álvaro, santo de origen cordobés que obró el milagro de devolverle la vida que se escapaba sin remedio.

Colinas hizo referencia en su conferencia a las dos estancias de Góngora en Salamanca. Una, a los quince años, cuando se traslada desde su tierra natal para estudiar en la Universidad de Salamanca. Son los años que transcurren entre 1576 y 1579. En aquella permanencia en la ciudad charra, el poeta cordobés se dedicó al juego y al ocio más que a recoger de las aulas salmantinas las enseñanzas que se le ofertaban. Colinas, sin embargo, considera que, sin negar que Góngora disfrutó de lo lindo de las oportunidades de ocio que se le ofrecían en la ciudad del Tormes —entre las que se encontraba la tauromaquia—, también sacó provecho de las enseñanzas que se le aportaban desde las aulas.

Góngora entró en contacto y posteriormente perteneció a la Cofradía de Estudiantes Cordobeses en Salamanca, con sede en el convento de San Agustín, en pleno barrio judío. Este hecho hizo que seguramente coincidiera con el agustino calzado fray Luis de León, liberado por la Inquisición poco antes de que Góngora abandonara Salamanca. También conoció a Francisco Sánchez de las Brozas, el Brocense; a Lope de Vega, y, entre los nobles salmantinos, a los Monterrey. Racionero de la Catedral de Córdoba, recibió una amonestación del obispo por su mal comportamiento en el coro y en las obligaciones como clérigo.

Monumento a Góngora en Salamanca, obra del escultor Severiano Grande. / Wikimedia Commons – Zarateman (CC0 1.0 Universal)

Colinas se hace eco de la segunda de las estancias de Góngora en Salamanca, en 1593, en pleno verano, de julio a septiembre, y de la grave enfermedad que le aquejó, tan grave que se vio morir. Vino a Salamanca con un mensaje para el prelado salmantino que había sido nombrado obispo de Córdoba. Tan enfermo se encontró que vio llegada su hora e hizo testamento en la capital charra.

Góngora fue el referente de la generación del 27. Según Colinas, destacó por hacer una poesía de la palabra nueva, aglutinando en su entorno figuras universales como Federico García Lorca, Rafael Alberti y Gerardo Diego, y entre sus seguidores, y dentro de los Novísimos, Carlos Clementson y el propio Colinas, entre otros muchos.

Muere Luis de Góngora en su tierra natal, arruinado por las deudas; tuvo que vender sus muebles, entre los que se encontraba su escritorio, para poder comer durante unas semanas más. No está demostrado que Quevedo comprara la casa donde vivía de alquiler Luis de Góngora en Madrid. El gran poeta muere de un ictus cerebral, siendo enterrado en la Catedral de Córdoba.

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