La polémica en torno a los valores familiares

Por Saturnino GARCÍA LORENZO
Doctor en Medicina

En Estados Unidos, como en otras muchas partes del mundo, el término “valores familiares” enciende la mecha de una viva polémica. Mientras unos defienden la familia tradicional, otros la consideran como el resto de un pasado patriarcal que es preciso enterrar, en beneficio de las conquistas individuales modernas.

Al margen de este debate teórico, la gente corriente sigue prefiriendo la familia tal como básicamente ha sido siempre, sin por eso aferrarse a formas de vida trasnochadas. Lo que demuestra que la familia es una institución natural que permanece en medio de los cambios sociales. Esto es lo que sostiene James Q. Wilson publicado originalmente en una de sus obras, Comentary en abril de 1993. Wilson comienza señalando que existe una discrepancia entre la gente común y los expertos. Para el público estadounidense, la familia es la institución donde se inculca a los niños los valores más básicos. Sin embargo, en los últimos años, la familia se ha debilitado, lo que ha afectado a la transmisión de esos valores. Una de las causas principales del debilitamiento de la familia es el aumento de niños que viven en familias de un solo progenitor. Otra razón es que los padres pasan menos tiempo en casa con los hijos.

 No es esa la opinión unánime entre los expertos. No pocos especialistas en “ciencias sociales” sostienen que considerar necesaria y normal la familia «tradicional» es una postura nostálgica, no una verdad científica, que arroja un estigma entre los niños -cada vez más numerosos- que se crían en los hogares de un solo padre, la inmensa mayoría de los niños -casi el 73% en todo el país- vive en hogares donde los padres están casados.

En recientes investigaciones se ha observado la evolución de diversos grupos de niños según los tipos de familia en que se han educado. Los niños que vivían con una madre divorciada o que nunca se habían casado, estaban claramente peor que los que vivían con sus dos progenitores. En comparación con los niños que convivían con sus dos padres biológicos, los niños de las familias de un solo progenitor eran dos veces más propensos a ser expulsados o suspendidos en la escuela, a sufrir problemas emocionales o de conducta, y a tener dificultades con sus compañeros. También eran mucho más proclives a tener una conducta antisocial.

La pobreza es nociva para los niños, así como vivir en un barrio miserable, y se puede asegurar que tener padres fríos e indiferentes les hace daño. También les perjudica el hecho de desconocer a sus padres y de vivir a expensas de la asistencia pública. También es malo para los adolescentes ser sus madres solteras. Así lo demuestra un estudio dirigido por Frank Fustenberg, sociólogo de la Universidad de Pensilvania, sobre la vida de 300 madres adolescentes. Además, sus hijos suelen tener más dificultades en la escuela y, sobre todo en los varones, se muestran más agresivos y con menos dominio de sí mismos.

Los estudios recientes, concluye Wilson, corroboran la intuición de la gente. “Educar bien a un hijo es una responsabilidad enorme que a menudo exige todas las energías de sus progenitores; pero para uno solo de ellos, lo más seguro es que la tarea sea abrumadora”.

Las medidas económicas no bastan, se necesitan soluciones de otro tipo, advierte Wilson. “Sospecho que va a ser preciso edificar de nuevo la cultura de la familia, de principio a fin. A mi juicio, la mayoría de los estadounidenses entienden muy bien la diferencia entre la familia tradicional y la familia opresiva; desea la primera y no le gusta la segunda. Supongo también que la mayoría de las mujeres pueden distinguir con gran facilidad entre los derechos que se han conquistado y los deberes que no han dejado detener; sienten gran aprecio por ambas cosas y no ven un conflicto básico entre ellas, salvo el problema innegable de que no tiene tiempo para ocuparse de todo y tienen que seleccionar sus actividades”.

El hecho es que, en una época en que tantos medios de comunicación y expertos ridiculizan el tipo de vida familiar que la mayoría de los padres y madres desean, éstos han logrado resistir admirablemente bien.

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