La Plaza Mayor / Atención primaria

por Alberto Estella

Coordinador de Salamanca 2005, Plaza Mayor de Europa

La Plaza Mayor, corazón de la ciudad

No he elegido el título –cardiológico-, por escribir para una revista médica. Ni siquiera por haber hecho las primeras ilustraciones del Manual de electrocardiografía del Dr. Estella (por lo que presumo no sólo de hermano, sino pedantemente de “coautor”). La elección obedece a una imagen acuñada por Unamuno, allá en septiembre de 1932, en un artículo dedicado al ágora salmantina. Escribió don Miguel: “Este es el corazón, henchido de sol y de aire, de la ciudad”. Setenta y cuatro septiembres más tarde, el autor del más importante libro sobre este Monumento Nacional, Alfonso Rodríguez Gutiérrez de Ceballos, escribiría: “lo que ha sido y por ventura sigue siendo (la Plaza), corazón vivo y palpitante de la ciudad, ágora ciudadana, foro comercial y anfiteatro festivo en una pieza”.

La comparación me parece afortunada. En castellano, porque la sexta acepción de la palabra corazón es precisamente “centro de algo”. Efectivamente la Plaza, está ubicada en medio del tórax de la ciudad, ese perímetro de la vieja Salamanca (de la muralla hasta la Puerta de Zamora, de Carmelitas a Canalejas); y es, además, el músculo impulsor de la sangre ciudadana. Hasta la misma fluyen o de ella salen, por sus arterias principales –San Pablo, Rúa, Zamora, Toro-, torrentes de forasteros, estudiantes, jubilados, mendigos, cambistas, haraganes…El pulso de toda la urbe puede tomarse aquí. Sus latidos delatarán la hora del día o de la noche, los periodos en que el bullicio o la calma se apoderan de ella. El tiempo, los acontecimientos y los festejos desde luego alteran su frecuencia.

“Está ubicada en medio del tórax de la vieja Salamanca y es el músculo impulsor de la sangre ciudadana”

Algo parecido expresó de forma poética Vicente Aleixandre en su libro Historia del corazón, en el poema titulado En la Plaza, que concluye: …” Entra en el hervor, en la plaza. /Entra en el torrente que te reclama y allí sé tú mismo. / ¡Oh pequeño corazón diminuto, corazón que quiere latir/para ser él también el unánime corazón que le alcanza”.

Escribo ciertamente de corazón, es decir, con verdad, seguridad y afecto. Con la grata responsabilidad que he contraído de organizar las celebraciones de los doscientos cincuenta años de la conclusión de nuestra bellísima Plaza Mayor, antes y siempre corazón de la ciudad. Estoy seguro que el colectivo al que estas líneas van dirigidas, sabrá comprender la importancia del acontecimiento, la necesidad de que entre todos –no sólo los médicos-, cuidemos nuestro órgano vital por excelencia.


por D. José Manuel Iglesias Clemente

Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Salamanca

Entropía de la atención
primaria

Es tiempo de elecciones generales, así que es muy probable que tirios y troyanos hagan acopio de los lemas sanitarios que sus asesores de mercadotecnia consideren de mayor impacto. En algunos casos serán atinados; en otros, los habituales fuegos de artificio que iluminan tan solo la noche electoral. Así que se puede decir que es ahora cuando nuestro sistema público de atención primaria de salud alcanza su máxima entropía, tanto por sus acepciones físicas en cuanto medida de la parte no utilizable del sistema o del desorden del mismo como por su acepción informativa, es decir: en el sentido que determina la incertidumbre existente ante un bosque de mensajes que impedirá discernir el verdadero.

 No deja de ser curioso que uno pueda enterarse desde casa, con detalle y sin gran esfuerzo, de las estrategias con las que afrontan los problemas de la primaria en la Columbia Británica (Canadá) o en el Reino Unido (National Health Service) en 2004 y sin embargo no pueda conocer cuáles son ni siquiera los grandes trazos de los proyectos de SACYL, salvo que uno se lea (de forma harto incómoda) la comparecencia del consejero de Sanidad en las Cortes. Aunque no se ven grandes precisiones, algunas hay; por ejemplo: empezar a estudiar en este año la carrera profesional o normalizar la función directiva de los coordinadores de los equipos de primaria (¡va de retro!). Confiemos en que los programas sanitarios de los distintos partidos sean eso, programas, que definan objetivos, fechas, presupuestos, y procedimientos. La gran ventaja que tienen unos y otros es el vastísimo territorio donde proponer mejoras en este páramo de la atención primaria en Salamanca.

La simple enumeración de las tareas pendientes sería tediosa. Desde las más elementales como la pintura de los centros o no consentir que se almacenen equipos informáticos durante meses y años, hasta las más complejas que tienen que ver con la organización profesional, los salarios cicateros y los sistemas de incentivos, los sistemas de medición de la atención prestada y de su calidad o la normalización de los procedimientos de concurso a las plazas vacantes del sistema que impida la actual sangría de profesionales cualificados. Por tanto dedicaré el resto del artículo a un aspecto concreto que parece relevante para todos: la carrera profesional.

La carrera profesional es un sistema de incentivación basado en el reconocimiento expreso de categorías obtenido por la dedicación y cualificación alcanzada por el médico de familia en el ejercicio del conjunto de funciones que le son propias. No es todo el sistema de incentivos sino sólo uno de ellos y que tiene una serie de características muy específicas.

No premiará de forma directa el rendimiento o la obtención de determinados objetivos puntuales de la organización: para ello existen otros incentivos formales (económicos) más idóneos; recompensa aspectos menos coyunturales: la calidad de la atención prestada en primer lugar y en segundo lugar el conjunto de actividades relacionadas con influencia más o menos directa en la misma: formación continua, docencia, investigación e intervención en actividades de organización y participación. Debe de ser homogénea en el conjunto del SNS, con normas generales comunes para todas las especialidades, sin perjuicio de considerar los aspectos diferenciales de cada una de ellas; basada en principios de igualdad, mérito y capacidad, con criterios y procedimientos de valoración claros, normativos, explícitos y transparentes, evitando al máximo el riesgo de actividades de influencia. Tiene que diferenciar la vertiente asistencial de la organizativa y gestora. Se organiza en categorías (que no son cargos que conllevan jerarquía demando) con periodos mínimos de permanencia en cada una de ellas y con una progresión creciente en el esfuerzo para alcanzarlas. Es voluntaria, en función de las propias aspiraciones, y hay que diferenciarla de la certificación periódica pues ésta se refiere a las condiciones mínimas de capacitación que la organización exige para la práctica profesional. Aspecto muy importante es que pueda ser asumida, tanto financiera como organizativamente. La consideración de las cargas burocráticas en el reconocimiento de categorías es un asunto que debería tenerse muy en cuenta pues puede que los costes de transacción sean tales y la judicialización de los reconocimientos tan frecuente que transforme un sistema de incentivos en un continuo conflicto de modo que se pierda la acción incentivadora buscada.

En fin, hacen falta más de dos “Pes” para asumir esta y tantas otras tareas pendientes y no vendría mal un amplio consenso que olvidara los oportunismos y afrontara participativamente (1), políticas eficientes (2), con presupuestos incrementados (3) y considerando a los profesionales (4) y a los pacientes (5). Porque nunca han sido nuestros usuarios y clientes – ¡mira que tener que llamarlos así, cuando son los propietarios (6) de la empresa! -más pacientes que ahora.

Si uno no intenta cambiar las cosas, puede estar seguro de que irán a peor. Si intenta cambiarlas, quizá haya una oportunidad para que sean mejores, aunque sea pequeña.”

Noam Chomsky

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