Por Javier VIEJO
El toreo, es verdad y así lo dice la biografía de Belmonte cuando era adolescente1, se hace alguna vez, más antes que ahora, a campo abierto y a la luz de las estrellas. Una tarde después de una tienta, contaba Aurora Lamamié de Clairac que a Belmonte le gustaba mucho montar a caballo, en el suyo, que le guardaban allí, en La Moral de Castro, provincia de Salamanca. Y le gustaban además los tentaderos a campo abierto. Leopoldo, su hermano, animaba la tertulia apuntando este dato. Siendo yo muy joven una tarde me dijo Belmonte que las becerras que embisten acariciando el suelo con el morro son las verdaderamente bravas. ¿Te acuerdas, Leo, sigue Aurori, de la tarde que lo tiró su caballo y lo llevamos al hospital en Salamanca para que lo atendieran como él merecía? ¡La de tardes que pasé ahí, en el porche de entrada, enseñando primero y jugando después al ajedrez con su hijo Juanito2! Porque su padre, que no quería que el niño fuera torero, lo dejaba aquí, en el campo, a nuestro cuidado pero sin que le dejáramos torear.
Toreo y tentaderos en campo abierto a pesar de tener la finca una vieja placita de tientas, como las que hoy existen en las fincas ganaderas de bravo. Pero donde se torea de veras, sin probaturas, es en las plazas de toros.
Los poetas llaman circo a las plazas de toros, sinónimo empleado siempre y sobre todo en los principios de la poesía taurina. ¿Es fruto este apelativo de la tradición de los antiguos espectáculos romanos trasladado en España al lugar donde se celebran las corridas de toros? Así lo sugiere Cossío3 cuando se asimilaba la fiesta de toros a los juegos gladatorios y ferales que diría Góngora. Pero este autor atribuye más a la época neoclásica de la poesía española y, en concreto, a don Ignacio Luzán, preceptista del neoclasicismo, esta terminología. El mismo Cossío cita poesías en las que a la plaza se la denomina estadio, aunque en un soneto del Duque de Frías se habla del circo español4. Circo llama a la plaza Maury en su poema Esvero y Almendora5.También Díaz Canedo denomina la plaza como circo6. Y el mismo nombre le atribuye más recientemente Fernando de Lepi7 en su Epístola a Ignacio Sánchez Mejías. Pero, ya casi en la actualidad, Felipe Cortines Murube, que sugiere la mitología del toro bravo8, lo llama redondel9.
Sea la que fuere la razón desde la historia de la literatura por la que a las plazas se da el apelativo de circos, Quevedo llamó a la plaza de toros sencillamente plaza10, lo mismo que Góngora hiciera11, aunque también la llame coso12; y plaza llama a la plaza de toros Lope de Vega: “Sale a la plaza Cardiloro triste”13 como luego haría José Tafalla14.
Nicolás Fernández Moratín, llama indistintamente a la plaza coso15, anfiteatro16, plaza17 o circo18. También Félix María Samaniego atribuye a la plaza de toros la denominación de circo19, y Lord Byron lo hace sinónimo del término arena20.
Salvo Felipe Sassone, que llama escudilla o sartén a la plaza de toros21, Santos Chocano, que lo llama coliseo22, y Unamuno que denomina a las Cuevas de Altamira “santo coso”23, el término circo predomina entre los poetas para designar a la plaza de toros. Así lo hacen SantosChocano24, Pablo Neruda25, Rafael Duyós26 y Gabriel Celaya27.
Además de llamarla circo, en la poesía taurina denominan a la plaza de toros arena. Así hemos visto hacerlo a Lord Byron28; utilizan el mismo vocablo el Duque de Rivas29, Ángel Ganivet30, Felipe Sassone31, Gerardo Diego32, RafaelAlberti33, Agustín de Foxá34, Antonio Oliver Belmás35, Rafael Duyós36, José María Fernández Nieto37 y Lorenzo Gomis38 entre otros.
En la poesía llaman también a la plaza redondel, anillo, patio circular, muro en círculo, coso y, sobre todo, ruedo. Así lo hace Unamuno39, para quien “van a correr toros en acoso, / el buen pueblo ha de saltar al foso / del redondel”. Y redondel llama a la plaza Felipe Cortines Murube40. “¡Qué bastedad de ruedo / de blancas nubes grises!”, dice Pedro Salinas41. Igual denominación de la plaza emplean Gerardo Diego42, JuanSoca43, Pedro Garfias44, Roy Cambell45, Rafael Alberti46, Rafael Duyós47, Miguel Hernández48, Alfonso Canales49, para quien el toro “se sabe monumento, / eje del patio circular…”; Luis López Anglada50, Mario López51, “¿Por qué este muro en círculo y este pozo de cielo?”, se pregunta José María Valverde52 y Luis López Álvarez llama a la plaza loba?53. Un anillo dice que es la plaza Joaquín Márquez54.
Esta serie de citas, indudablemente molesta, pone de manifiesto que la plaza de toros, posiblemente también o quizá por ello, por las exigencias del verso, tiene entre los poetas variados sinónimos, simbolismos aparte. Además sugieren, cuando no la expresan directamente, la imagen tan frecuente de la redondez. ¿Por qué nos transmiten esta imagen circular de la plaza de toros? ¿Hay en ello algún sentido distinto de la exactitud geométrica de lo que puedan ver?
Además, las plazas de toros sugieren a los poetas otras imágenes. Así, Unamuno la llama foso55. “Nunca vi un abismo más negro / ni embudo que así sirviera / para tragarse con sangre /verde hiel y amarga pena”, dice Manuel Altolaguirre56. La plaza, pues, evoca penas y amarguras; y miedo también para Liorenzo Aguilar57. Pero el redondel, título de su poema, es para Juana Castro símbolo de una esperanza: “La sangre correrá. Bendita sangre / tanto tiempo esperada en la noche. / Es un rubí la luz… /…/. Ya no se detendrá. Ha triunfado / su color sobre el miedo / y pasa por el aire / y empapa la hierba / y es premura y arroyo y tinta toda / la voz que me adelanta. / Regalo del adiós…/…/. Es rito redondo que florece y te baña. La oscura libación / de mil gozosas lenguas subterráneas. Ya corre / por el mundo. Son la vida / sus labios. Ya no / se detendrá”58. Es una esperanza difícil por reseca como el desierto para Agustín de Foxá, que pone en boca del toro estos versos: “Para qué salir de los toriles? /…/ No debiera salir a este desierto/ con su nube de caras que me gritan”59.
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