La maternidad no es una obligación

“Hay millones de niños en las cuatro esquinas del mundo que no tienen familia y viven en condiciones infrahumanas, y tales niños tienen derecho a tener unos padres adoptivos, ya que los naturales no han podido o querido ocuparse de ellos”

Es muy legítimo el deseo de los cónyuges de ser padres, pero no se puede confundir un deseo legítimo con un derecho. No existe un derecho a tener hijos. Un hijo es una persona como los padres y, por tanto, un sujeto de derechos y, por ello, no puede ser objeto de un derecho.

La fecundación ‘in vitro’ presenta problemas para el hijo, como se está mostrando en recientes averiguaciones, al producir al niño fuera de su ambiente natural. La FIV hace sufrir a las mujeres que se someten a la misma, tanto desde el punto de vista físico –se han producido muertes debidas a la hiperestimulación ovárica– como desde el punto de vista psicológico. La mujer se siente culpable después de cada fracaso sin ninguna justificación, ya que la maternidad no es ninguna obligación. Por ello, el dinero que se destina a la fecundación ‘in vitro’ debería destinarse a estudiar los verdaderos remedios contra la infertilidad y a facilitar las adopciones.

Aproximadamente la mitad de las fecundaciones ‘in vitro’ que se llevan a cabo han tenido que recurrir a donación de óvulo o esperma de terceras personas. Pues bien, puestos a acoger a niños en cuya producción han participado genes extraños a los cónyuges, me parece más razonable adoptar un niño.

Hay millones de niños, en las cuatro esquinas del mundo, que no tienen familia y viven en condiciones infrahumanas, y tales niños tienen derecho a tener unos padres adoptivos, ya que los naturales no han podido o querido ocuparse de ellos. Frente al miedo del gen extraño, hay que recordar que somos más ambiente que genética, ya que nuestra personalidad la modela el entorno en que vivimos, la educación y el cariño que recibimos cada día de nuestros padres, sean naturales o adoptivos.

Se investiga en tratamientos menos agresivos para la madre, en cómo lograr un equilibrio entre los éxitos de la concepción y los riesgos y el debate alcanza al CESI, método más agresivo que la FIV con una década de vigencia y que consiste en inyectar un espermatozoide directamente en el ovocito para obtener ‘in vitro’ un embrión.

Alberto Laberot también sitúa la ICSI como un nudo gordiano del debate. Dice que hay datos contradictorios y escasas certezas. Como hipótesis, sugiere que quizás los problemas que están sa￾liendo a la luz no tengan que ver con la técnica, sino con el semen utilizado. Lo más probable es que con la inyección de ese semen de mala calidad en el óvulo estemos introduciendo también alguna anormalidad cromosómica. No es, a nuestro parecer, un motivo de alarma, pero sí de vigilancia.

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