Juegos Paralímpicos / Percentile / Cardiopatía isquémica y cardiopatía coronaria

Por Fernando A. Navarro

Traductor médico, Cabrerizos (Salamanca)

Textos seleccionados por el autor a partir de su Laboratorio del lenguaje; reproducidos con autorización de ‘Diario Médico’

DUDAS RAZONABLES

¿Juegos Paralímpicos, Paraolímpicos o Parolímpicos?

Estas últimas semanas, televisión, radio y prensa escrita nos recordaron de modo constante que entre el 7 y el 18 de septiembre se celebraron en Río de Janeiro, con la participación de una nutrida delegación española ganadora de 31 medallas, los XV Juegos Paralímpicos (¿o deberíamos decir tal vez Paraolímpicos o Parolímpicos, como también se ve escrito?).

El Movimiento Paralímpico se inició con los Juegos Olímpicos de Londres 1948, cuando el neurólogo alemán Ludwig Guttmann, judío refugiado de los nazis en Inglaterra, organizó en el Hospital de Lesionados Medulares de Stoke Mandeville una competición deportiva en silla de ruedas para ex combatientes parapléjicos de la II Guerra Mundial. El término Paralympics (o ParalympicGames), pues, se acuñó en inglés por contracción de paraplegic y Olympics.

Cuando, a partir de 1960, la competición se amplió a personas con amputaciones, ceguera, parálisis cerebral, síndrome de Down y otras discapacidades físicas o psíquicas, la partícula inicial para- se equiparó al griego παρα- (al lado de, junto a), en el sentido de «competición paralela a los Juegos Olímpicos». En ese momento debió haberse cambiado el nombre de la competición a Juegos Paraolímpicos o, mejor aún, a Juegos Parolímpicos (o Parolimpíadas, puesto que el prefijo de origen griego para- pierde su a final cuando precede a una raíz que comienza por vocal (como es el caso, en medicina, de tecnicismos de origen griego como ‘parencefalia’, ‘parenteral’, ‘parestesia’, ‘paroniquia’,‘parorexia’, ‘parosmia’, ‘parosteítis’ y ‘parótida’, que los médicos conocemos bien).

Debido a la presión del inglés, no obstante, la forma histórica impropia Juegos Paralímpicos, pese a lo políticamente incorrecto de su origen, es la que se ve de forma abrumadora en los medios de comunicación, y es también la que reclaman oficialmente tanto el Comité Paralímpico Español como el Comité Paralímpico Internacional.

¿Y qué dice a todo esto la Real Academia Española (RAE), máxima instancia normativa en nuestra lengua? Pues duda, como todos. Y en el año 2001 admitió de forma simultánea los adjetivos ‘paralímpico’ y ‘parolímpico’, así como los sustantivos ‘paralimpiada’ (o ‘paralimpíada’) y ‘parolimpiada’ (o ‘parolimpíada’).


¡QUÉ DIFÍCIL ES EL INGLÉS!

Percentile

Estoy seguro de que prácticamente todos los lectores de Salamanca Médica conocen el concepto estadístico y lo han oído alguna vez me refiero al término inglés percentile, claramente derivado de percent (por ciento).

Entre nosotros es habitual traducirlo –calcarlo, más bien–como percentil. Tan frecuente es su uso, que la propia Real Academia Española le dio ya entrada en el diccionario académico en la edición del 2001. Pero no por ello deja de estar mal formado.

Del mismo modo que para percentage decimos ‘porcentaje’ (y no *percentaje*) o que para percent decimos ‘por ciento’ (y no *per ciento*), lo natural, de no haber mediado la enorme presión del inglés, hubiera sido traducir porcentil.

Claro que, en puridad, ni ‘percentil’ ni ‘porcentil’ cuadran bien en el seno de su familia léxica. Porque si a los dos valores que permiten dividir una distribución en tres partes iguales los llamamos ‘terciles’ (y no *perterciles* ni *porterciles*); si a los tres valores que permiten dividir una distribución en cuatro partes iguales los llamamos ‘cuartiles’ (y no *percuartiles* ni*porcuartiles*); si a los cuatro valores que permiten dividir una distribución en cinco partes iguales los llamamos ‘quintiles’ (y no *perquintiles* ni *porquintiles*); si a los nueve valores que permiten dividir una distribución en diez partes iguales los llamamos ‘deciles’ (y no *perdeciles* ni *pordeciles*), no se entiende bien por qué a los noventa y nueve valores que permiten dividir una distribución en cien partes iguales habríamos de llamarlos ‘percentiles’ o ‘porcentiles’, cuando la lógica nos dice que lo más natural sería llamarlos centiles.

Al principio nos sonará, tal vez, extraño. Pero, al igual que sucede con cualquier neologismo, es seguro que el uso habría de ir ablandándolo, y después de leer dos o tres veces eso de ‘centiles’, a todos nos resultaría de lo más natural oír a un pediatra decir que tal o cual niño está en el centil 90 de estatura, y tal o cual otro, en el centil 75 de peso.


AL PAN, PAN

Cardiopatía isquémica y cardiopatía coronaria

Leyendo nuestras revistas especializadas, observo con frecuencia que muchos médicos utilizan de forma intercambiable, como si fueran sinónimos, términos como ‘coronariopatía arterioesclerótica’, ‘cardiopatía arterioesclerótica’, ‘arteriopatía coronaria ateroesclerótica’, ‘arterioesclerosis coronaria’, ‘enfermedad arterial coronaria’, ‘cardiopatía coronaria’ o ‘cardiopatía isquémica’.

Y es una lástima que, por costumbre o comodidad, no aprovechemos la claridad de expresión que nos brinda nuestro lenguaje especializado, de extraordinaria precisión. Porque, en sentido estricto, deberíamos distinguir claramente entre:

a) ‘arteriopatía coronaria’ o ‘coronariopatía’ (en inglés, coronary artery disease), para referirnos a cualquier enfermedad de las coronarias, con o sin repercusión cardíaca;

b) ‘ateroesclerosis coronaria’ (en inglés, atherosclerotic coronary artery disease o coronary atherosclerosis), para referirnos a cualquier arteriopatía coronaria de origen ateroesclerótico, con o sin repercusión cardíaca;

c) ‘cardiopatía coronaria’ (en inglés, coronary heart disease),para referirnos a la cardiopatía isquémica secundaria a arteriopatía coronaria;

d) ‘cardiopatía ateroesclerótica’ (en inglés, atherosclerotic coronary heart disease o atherosclerotic heart disease), para referirnos a la cardiopatía isquémica secundaria a ateroesclerosis coronaria, y

e) ‘cardiopatía isquémica’ (en inglés, ischemic heart disease), para referirnos a cualquier cardiopatía secundaria a isquemia cardíaca, sea ésta o no de origen coronario.

Sé bien, desde luego, que en la mayor parte de los casos la cardiopatía isquémica obedece a una arteriopatía coronaria, pero corresponde en realidad a un concepto más amplio, que engloba también los casos, infrecuentes pero reales, de cardiopatía isquémica secundaria a estenosis valvular aórtica o a anemia. Y el lenguaje especializado debe reflejar tal distinción con claridad.

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