Más que vocación, el doctor José Carretero habla de una tendencia precoz hacia la biología y el deseo de ayudar a la gente como lo que le llevó a estudiar Medicina. Pronto encontró a su “primera novia”, la Anatomía, y a un padre y un abuelo, los doctores Ricardo Vázquez y Pedro Amat, con los que fue de la mano en la docencia, la investigación y la gestión. El resultado son más de 40 años ligado a la Facultad de Medicina de Salamanca, en la actualidad como catedrático de Embriología y Anatomía Humana y viviendo sus primeros meses de su segundo mandato como decano. Conoce cada uno de los rincones y los tesoros de una facultad de la que se siente “muy orgulloso”, y quiere abrir sus puertas para compartirlos con la sociedad salmantina, y, al tiempo, incrementar la oferta de grados con las titulaciones de Audiología General y Biomedicina Experimental, junto a las ya existentes de Medicina y Odontología. El camino, sobre todo durante este último año pandémico y con un nuevo plan de estudios en ciernes, que ha exigido un sobreesfuerzo burocrático, no ha sido fácil, pero él se siente privilegiado.
¿Por qué este regreso a la responsabilidad máxima de la Facultad de Medicina?
El paso para volver al decanato se debe a que muchos compañeros de peso que yo considero relevantes dentro de la Universidad me lo han pedido. A pesar de haber tenido posibilidades de elegir otros destinos, siempre he tenido una idea, mezcla intelectual mezcla corazón, que es hacer todo lo que pudiera por la facultad en la que yo estudié para que fuera mejor. Esa es mi intención y la razón de volver.
¿Qué objetivos prioritarios tiene en esta nueva etapa?
Hay tres aspectos fundamentales que espero que redunden en unos resultados todavía mejores de los que tiene la facultad, siempre en beneficio de nuestros estudiantes. Por un lado, tanto el edificio principal como el de la Clínica Odontológica, que también pertenece a esta facultad, necesitan una redistribución de espacios, una tarea que ya hemos iniciado con la renovación de la sala de disección y depósito de restos humanos y la mejora de las cubiertas del edificio. Por otro, algo que siempre he querido hacer es abrir al público algunos tesoros patrimoniales que tiene la facultad, pero que la población desconoce, como una colección maravillosa de microscopios que ha donado el profesor Carrascal, que fue catedrático de Histología, o un conjunto de figuras de cera y escayolas que van desde 1880 a 1915 –algunas de ellas van a hacer 150 años–, que tiene el Departamento de Anatomía y que, obviamente, ya no utilizamos en las prácticas. Ahora van a ser expuestas en el hall de Medicina en dos zonas acristaladas. Mi idea es que los salmantinos sepan más de la facultad, que conozcan los auténticos tesoros que tenemos, porque incluso hay profesores de la propia Universidad que no saben todo lo que guardamos. Por último, yendo directamente a lo que es el funcionamiento de la facultad, aparte de la labor cotidiana de la gestión, queremos aumentar la internacionalización, de manera que, dentro del Espacio Europeo de Educación Superior y de la mano del Vicerrectorado de Relaciones Internacionales, trabajamos en un nuevo Máster Europeo en Ciencias de la Salud, que ahora se está diseñando. En la oferta académica, también me he fijado un pequeño objetivo personal, que plantea algunos problemas, pero que creo que vamos a ser capaces de resolverlos en el plazo de un año o año y medio: yo me encontré la facultad con dos titulaciones, y mi idea es dejarla con cuatro. Aparte de Medicina y Odontología, ahora estamos empezando a diseñar la de Audiología General y la de Biomedicina Experimental, en la cual es posible que vayamos de la mano, en algunas asignaturas, con profesores de la Facultad de Farmacia y la de Biología.
Aunque desde 1974, cuando el doctor José Carretero pisó por primera vez la Facultad de Medicina de Salamanca, hayan pasado nada menos que 47 años, su “mitad corazón, mitad intelecto” siguen entregados en cuerpo y alma a estos estudios, ahora, por segunda vez, al frente del Decanato. Doctor en Medicina y Cirugía (1984), desde 2007 es catedrático de Embriología y Anatomía Humana de la Universidad de Salamanca. Realizó dos estancias predoctorales en 1982 y 1983 en el Servicio de Endocrinología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, y tras la defensa de la tesis realizó tres estancias postdoctorales en Basilea (Suiza), Ulm (Alemania) y Nantes (Francia). Tiene ocho quinquenios docentes (los dos últimos, con calificación de excelencia) y seis sexenios de investigación, siendo Premio María de Maetzu por la USAL (2015). Ha sido también presidente de la Sociedad Anatómica Española y evaluador en la Comisión de Acreditación de Profesorado en la ANECA, donde también ha participado en la elaboración de los libros blancos para las titulaciones de Odontología y Medicina. En la Facultad de Medicina no solo ha sido decano en 2008 y en la actualidad, también fue secretario, vicedecano de Investigación, de Docencia y de Relaciones Institucionales y Odontología. En la Universidad, ha ocupado la vicepresidencia y la presidencia de la Junta Electoral. Es, además, el investigador principal del GIR Neuroendocrinología y Obesidad y director del laboratorio de Neuroendocrinología del INCYL y del Laboratorio de Neuroendocrinología y Obesidad del IBSAL. Ha participado en 29 proyectos de investigación y en siete proyectos de innovación docente. Tiene publicados 158 artículos científicos en revistas científicas de alto nivel, 19 capítulos de libro y ha sido revisor técnico de tres libros internacionales. Le han concedido siete premios de investigación y es académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Valladolid.
¿Existen en otras universidades?
Audiología General no existe en España, pero sí en otros países, y aquí alguna universidad catalana está detrás de nosotros a ver cómo lo hacemos, porque saben que llevamos el diseño un poco más adelantado y también están interesados en implantarla. Respecto a Biomedicina Experimental, que ya la ofrece algún centro español, lo más importante es aclarar que no es una mini Medicina, no incluye nada de diagnóstico ni de tratamiento, sino que es un grado dirigido a formar investigadores para la medicina. Tampoco es Biotecnología ni tiene nada que ver con el diseño de terapias avanzadas. La idea, obviamente, es incluir la formación básica que hay que tener sobre la medicina, pero luego se trata de centrarnos en la formación en investigación. De hecho, las prácticas serán en laboratorio, no en centros sanitarios. Serían dos titulaciones que nos darían un pequeño número de alumnos. No son titulaciones masivas, porque eso sería casi una estafa, ya que los puestos de trabajo a los que se puede acceder son limitados.
¿Qué balance hace de estos primeros meses como decano?
El primer balance es de agradecimiento, porque nos ha tocado vivir un curso académico con pandemia, en el cual hemos tenido que ser muy creativos de cara a diseñar material didáctico que no existía y hacer una docencia semipresencial que no bajara la calidad docente y que fuera lo más completa posible. La reducción de los aforos también ha obligado a que determinadas prácticas no pudieran impartirse. Ha sido un año complicado y ha habido un esfuerzo, tanto por parte del profesorado como del estudiantado, que hay que agradecer, porque si un decano tiene que enfrentarse a una situación como la que hemos vivido y se encuentra con que no hay colaboración, realmente hubiera sido imposible. Estoy contento de cómo ha transcurrido el curso. Dentro de mi ámbito, si nos fijamos, por ejemplo, en una asignatura como Neuroanatomía –que si no es la más difícil de la carrera, está entre ellas–, en primera convocatoria ha superado la asignatura el 87% de los alumnos: de 206, solo hay 17 que no la han pasado y de esos, 11 no se presentaron, así que en realidad solo han suspendido seis, sin modificar el nivel de exigencia. Ha sido una temporada de mucho trabajo, muy burocrática, con muchos documentos, informes, tablas de organización y distribución, reuniones de todo tipo, sobre todo online… Una temporada intensa con logros importantes, como fue conseguir pronto la vacunación de nuestros estudiantes, gracias a la labor del Rectorado, para que pudieran acceder al hospital.
“Mi balance es de agradecimiento por la colaboración de toda la facultad en un año de pandemia muy difícil”
¿Se ha logrado entonces mantener el nivel?
Yo me siento muy orgulloso de nuestra facultad, porque tenemos que considerar el entorno en el que las universidades se mueven. Salamanca es ciudad universitaria, pero pequeña y sin industrias, algo bueno en muchos aspectos, pero de cara a conseguir apoyos empresariales para proyectos de investigaciones trasnacionales estamos muchos más limitados de lo que pueden estar Madrid, Valencia, Barcelona o Sevilla. Teniendo en cuenta el coche que tenemos para correr en Fórmula 1, estamos los quintos, según el ránking de la Fundación Conocimiento y Desarrollo (CyD), lo que supone un esfuerzo muy importante por parte de todos los que integramos la facultad: los profesores, pero también los alumnos, y el apoyo del personal de administración y servicios. El punto débil es el problema que ha creado la tasa de reposición cero en profesores. Nos hemos envejecido sin darnos cuenta a lo largo de los últimos diez o doce años, y no se han ido reponiendo las jubilaciones, necesitamos un renovación total.
Lleva más de 40 años ligado a los estudios de Medicina y puede ser una de las voces más autorizadas para analizar la evolución de esta carrera a lo largo de los años, como alumno, profesor, decano y colaborador de la ANECA. ¿Salió usted mejor formado de la facultad que los egresados de ahora?
No, imposible. En los años 70 (74-80 es mi promoción) entrábamos 800-900 alumnos. Mis primeras dos prácticas las hice en el Hospital Provincial y en tercer curso, cuando empezó a funcionar el Clínico. No olvidaré nunca jamás al Dr. Sisinio de Castro diciéndonos: “¡Qué suerte han tenido los que han hecho ya dos prácticas, porque como ahora todos van a hacer 15 en el Clínico, ustedes van a tener 17”. Éramos muchísimos y había menos profesores que ahora. Y todos eran buenos estudiantes. Fuimos una generación muy castigada, en el sentido de que a los 9 años ya teníamos que hacer una primera prueba de toda la Primaria, que se llamaba examen de ingreso al Bachillerato elemental. Luego teníamos la reválida de cuarto, que era una prueba de los cuatro primeros años de Bachillerato, y en sexto, reválida otra vez. Después el PREU o el COU, que ya me tocó a mí, y finalmente, un examen para entrar en Medicina con una nota que no podía bajar del 7,5.
“El expediente de nuestros primeros 50 alumnos no lo hay en ninguna otra titulación de España”
Ahora también son estudiantes con notas muy altas…
Nuestros alumnos son muy buenos estudiantes. Si nos planteamos el expediente que traen los 50 primeros de la lista que ingresan en Medicina, no hay notas iguales en ninguna otra titulación, no solo en Salamanca, sino en toda España. Pero antes era imposible organizar un rotatorio en el hospital… Y a nivel de formación, pues siempre depende un poco del profesor, antes y ahora. Yo tuve magníficos profesores en algunas asignaturas, y en otras espero no volver a tener uno igual, en particular un catedrático de una asignatura, y no voy a decir ni el nombre ni la asignatura, al que no vimos nunca en todo el curso académico.
La vocación en una carrera como ésta es casi imprescindible, aunque ahora se hable más de salidas profesionales. ¿Cuál fue su caso? ¿Tiene algún referente familiar?
No, vengo de una familia de comerciantes. Mi padre tenía un comercio de tejidos y no tengo ningún otro antecedente relacionado con la medicina. Yo creo que no se puede tener vocación de algo que se desconoce, tienes tendencia a… y cuando sumas la tendencia a la biología con la tendencia a “me gustaría ayudar a la gente”, pues a eso lo podemos llamar vocación por la medicina. Pero cuando uno empieza estos estudios ni sabe lo qué es la carrera ni lo qué es la profesión… Esas dos tendencias sí las tenía prácticamente ya claras desde cuarto de Bachillerato. Luego, al acabar segundo de Medicina, cuando ya me había gustado mucho la Neuroanatomía y la Neurohistología, le pedí al profesor Ricardo Vázquez entrar en el departamento y, con el visto bueno de Pedro Amat, empecé a colaborar. En tercer curso, al estudiar Patología General, la fisiopatología del sistema nervioso me encandiló, más desde el punto de vista quirúrgico que del médico, y entonces pensé en ser neurocirujano, y para ello había que conocer muy bien la anatomía. Por este motivo, también me presenté al año siguiente a las oposiciones de alumnos internos que se publicaban en el Boletín Oficial de la Provincia, con un número muy limitado de plazas y un sueldo de 25 pesetas que nunca vimos, pero bueno, teníamos ya obligaciones docentes y de investigación. Yo tuve que colaborar en la docencia práctica con un grupo de más de 200 estudiantes, en 4º, 5º y 6º de carrera y, de hecho, tengo reconocida la antigüedad de esos años como docente. Al empezar ya como alumno interno, me empezó a entrar todo el conocimiento como el agua entra en una esponja, y me inicié en la investigación. Ricardo Vázquez y Pedro Amat fueron dos magníficos maestros, y también recuerdo a Luis Santos, con sus singularidades, pero con algo maravillo, que era su dominio de la técnica del dibujo. Me enseñó cómo dar clases dibujando y, de hecho, yo sigo haciéndolo así, muy pocas veces utilizo medios audiovisuales; siempre digo que los medios audiovisuales son mi voz, el audio y lo visual, los dibujos, y a los estudiantes les gusta.
Para eso hay que dibujar bien…
Para dibujar bien solo hay que echar horas en el encerado. La mayor dificultad solo está en guardar las proporciones…Un alumno precoz en la docencia, en la investigación y en la gestión. Empecé mi trabajo de tesina de licenciatura año y medio antes de acabar la carrera, porque de interno se podía hacer, y lo hice con otros compañeros, como Paco Pastor o Sixto Carrero, en una etapa que nos permitió acercarnos a la microscopia electrónica siendo estudiantes, y de hecho, obtuvimos dos premios de investigación y un par de publicaciones. Me considero una persona privilegiada, porque he podido contactar con profesionales muy buenos que me han enseñado mucho, tanto del mundo de la anatomía como del mundo de la investigación; en esta facultad y en mis estancias predoctorales, como la que hice en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, en las que me fui encontrando a compañeros que empezaban, como yo, con muchas ganas de trabajar y de enseñar. Una etapa que culminó con la tesis doctoral, cuando ya tuve más que claro que la neurocirugía se quedó en un sueño de verano al que no me iba a dedicar nunca jamás y seguí con la docencia y la investigación… En 1986, Ricardo Vázquez fue elegido decano, y como el secretario de la facultad era un profesor clínico y necesitaba ayuda, se inventó un cargo para mí que no existía, el de vicesecretario, uno de esos de mucho trabajo y poco dinero, pero resulta que me permitió, en año y medio, aprender qué era la gestión. De hecho, en el 88 pasé a ser el secretario de la facultad (nueve años), después vicedecano (11 años) y luego decano.
Se conocerá cada rincón de esta Facultad…
De este edificio le podría decir hasta el lugar donde Ricardo Vázquez y yo vinimos con el casco puesto para decir: “Sí, aquí se va a ubicar un laboratorio, tiene que haber agua y desagüe… no puede ser como está diseñado en el plano”.
Sin duda, Ricardo Vázquez ha sido una de esas personas, en lo humano y en lo profesional, que te hacen crecer, maestros que muchas veces se convierten en una referencia vital.
Las dos personas que me empujaron hacia la anatomía como estudiante fueron Pedro Amat y Ricardo Vázquez. Como profesor, sin duda, Ricardo Vázquez, que también me introdujo en la gestión; siempre fue como un padre en el trato y, obviamente, hasta hemos discutido muchas veces, como cualquier padre con su hijo. Respecto a Amat, cuando hablaba conmigo siempre me decía: “Tú eres como un nieto y te quiero mucho, pero que te aguante tu padre”.
“Los doctores Pedro Amat y Ricardo Vázquez han sido dos auténticos maestros en mi vida”
Siempre que vemos en la ficción clases de medicina aparecen las prácticas de anatomía. Supongo que son las primeras, las más emocionantes, el primer contacto con el cuerpo humano, una especie de principio de una gran amistad…
La anatomía ha sido mi primera novia, y de esas novias que existen pocas, porque nunca me ha dado disgustos, sino muchas alegrías. Por otro lado, la morfología, la imagen, es algo que me ha atraído siempre. Cuando yo tenía 10 años, revelaba fotos de una manera totalmente casera con mi padre, y me ha gustado siempre dibujar, y eso que era malo, incluso suspendía en Bachillerato, por eso me esforcé más. Cómo es el cuerpo y cómo funciona es algo maravilloso, el que profundiza en ello se encadila, impepinablemente, cualquier persona. ¿Por qué me fui a la anatomía en vez de a la fisiología? Culpo de eso a mis profesores, me gustaba más el planteamiento de Amat y Vázquez que el de Marcos Sopena. Al igual que hicieron con usted, también es y será referente para varias generaciones de médicos. Ha dirigido 50 tesis doctorales, 16 tesinas de licenciatura o trabajos de grado, ocho trabajos fin de grado (TFG) y seis trabajos fin de máster (TFM). En la actualidad codirige un TFG y dos TFM y dirige tres tesis doctorales. ¿El buen relevo está asegurado en la anatomía humana? Ojalá tuviéramos el relevo asegurado. Es difícil. Ahora entrará un ayudante doctor joven; el concurso se celebra en menos de un mes, pero es el primero en 18 años.
Le veo aquí con 80 años, de ‘súper emérito’…
Sí, con la cachava. Yo confío en que puedan entrar más profesores, y espero convencer al nuevo vicerrector de Postgrado para que podamos tener alguna plaza de ayudante no doctor. Pero el relevo es complicado, porque si un estudiante se tiene que ir a hacer el MIR, ya es difícil que vuelva. De esas 50 tesis que has mencionado, algunos han tardado cinco o seis en acabarlas, porque la empezaron siendo residentes, luego se fueron a trabajar y les tocaba venir los fines de semana o en las vacaciones. Yo les agradezco a muchos de ellos el esfuerzo que han hecho, teniendo en cuenta, además, que dentro de la carrera profesional ser doctor cuenta muy poco, que es una de las cuestiones que las autoridades sanitarias deben plantearse. La carrera sanitaria y la carrera académica deben ir en paralelo, no pueden ser divergentes, porque entonces no podemos pretender que el profesorado de la Facultad de Medicina sea el mejor posible.
También fue presidente de la Sociedad Anatómica Española (SAE), ¿qué retos debe afrontar esta sociedad en la actualidad?
En la sociedad preocupa mucho la edad avanzada del profesorado, y también el hecho de que en bastantes departamentos universitarios, al no haber personal sanitario disponible para la docencia, ha entrado personal no sanitario en el mundo de la anatomía. Y así nos hemos ido a la virtualización de la enseñanza. No estoy en contra de este proceso; de hecho, he programado simuladores y los he colgado en la plataforma de la Universidad de Salamanca para trabajar con los alumnos y permitirles algo así como llevarse la sala de disección a casa, estudiar con fotos reales y poder ver, por poner un ejemplo, las arterias coronarias del corazón. No estoy en contra del uso de la tecnología, pero el cadáver tiene dos cosas: una, la muerte y otra, que lo tocas y lo ves. El experto en anatomía tiene que aprender a enfrentarse a la muerte, porque es algo que se va a encontrar en la carrera profesional. Siempre digo que el estudiante de anatomía debe haber tenido en sus manos la arteria femoral.
Y Salamanca es pionera en el programa de donación de cadáveres.
Sí, en estos momentos, la SAE está diseñando un Programa Nacional de Donación de Cuerpos (PRONADOCU), en el que están la Universidad Complutense y la Universidad de Salamanca. Esto nos ha supuesto una reestructuración completa en cuanto a las infraestructuras de prácticas, pero ahora tenemos una habitación absolutamente aclimatada a 3 grados con más de 40 cadáveres, con un sistema de conservación puntero. Nosotros solo aceptamos cadáveres de donantes; se hacen su carnet y, si se nos avisa, mandamos a la funeraria, los traemos, los embalsamos y lo srefrigeramos para conservarlos debidamente. El PRONADOCU se basa en la idea de que no donas tu cuerpo a una facultad en concreto, sino al programa nacional.
¿Como si fuera el Plan Nacional de Trasplantes?
Exactamente igual, la idea del diseño es la misma. Y contar, como nosotros ahora, con 40 cadáveres, permite diseñar cursos de formación de postgrado de formación continua. Esto es sumamente interesante, y se lo vamos a plantear a Sacyl para poder formar incluso a médicos residentes, o para que cuando alguien haga una estancia y aprenda una técnica nueva, la pueda explicar en Castilla y León utilizando un cadáver.
En este punto también parece que la sociedad española es generosa. En 2014 hubo en nuestro país 1.682 donantes de cadáveres.
Sí, tenemos un gran número de donantes, aunque a veces se pierde la posibilidad de donar porque los familiares no lo saben. Solo hay que venir a la facultad, firmar un impreso y le hacemos el carnet. Los restos cadavéricos, después de que se han utilizado, se incineran, y dependiendo de su uso, de si es una disección completa o no, podemos conservarlos más o menos tiempo, pero como mínimo están dos años en la facultad.
Es el investigador principal del GIR Neuroendocrinología y Obesidad y director del laboratorio de Neuroendocrinología del INCYL y del Laboratorio de Neuroendocrinología y Obesidad del IBSAL. Sus áreas de trabajo no pueden ser más necesarias y actuales. Se habla de la obesidad como otra pandemia del siglo XXI, con países donde la situación es verdaderamente preocupante, pero de la que España tampoco se libra. El último Estudio Nutricional de la Población Española (ENPE) pone de manifiesto que el 53,6% de los españoles tiene obesidad o sobrepeso. ¿Estamos ante un escenario grave de salud pública?
Estamos ante un escenario grave de mala educación alimentaria, es fundamentalmente eso, aunque no siempre, porque hay personas con problemas de obesidad por diferentes síndromes o con una enfermedad metabólica de base y, por lo tanto, no son responsables. Además, el sobrepeso de base es muy engañoso. Fíjate que después de estar 38 años investigando la hipófisis, el hipocampo, el tejido graso, el páncreas y la insulina, en una revisión en noviembre descubro que soy hiperglucémico por primera vez en la vida, cuando cuatro meses antes tenía una analítica perfecta. Soy diabético tipo 2, estoy en tratamiento y he perdido 16 kilogramos. Así, de repente, hago una resistencia periférica a la insulina. Lo que quiero decir es que, a la vista de mi propia experiencia, creo que hay una gran cantidad de personas con un sobrepeso leve con diabetes tipo 2 no diagnosticada. Cuando analizas las cifras de Sanidad, yo siempre digo: “Multiplica por 1,8 para que nos hagamos una idea de la casuística real”.
¿Cuáles son las principales líneas de investigación?
Nosotros llevamos nueve años trabajando, y con algunas evidencias, en la relación de la resistencia periférica a la insulina a nivel cerebral como factor más que de riesgo para la aparición de enfermedades neurodegenerativas. En el laboratorio, las dos líneas de trabajo que tenemos son efectos neuroprotectores de las hormonas, sobre todo trabajamos con insulina, estradiol y prolactina, y la regulación del tejido graso.
¿Cómo afecta entonces al desarrollo de esa neurodegeneración?
La aparición de la resistencia periférica a la insulina puede ser por diferentes motivos, y el problema que ocasiona es que la señalización intracelular de proteínas que se van a fosforilar desaparece. Por poner un ejemplo, si la proteína que se llama sustrato receptor insulínico 2 no se fosforiliza para desencadenar su ruta de señalización intracelular, uno de los resultados a relativamente corto plazo es la hiperfosforilación de tau, que es el paso inicial previo a la producción del péptido beta amiloide y su depósito anormal en la enfermedad de Alzheimer. En el sistema neuroendocrino está todo muy relacionado y a veces en el rango del picogramo: la modificación de una muy pequeña cantidad de algo puede provocar alteraciones generales grandes. Desde hace once años ya hay publicaciones en las que, dentro de la diabetes, además de la tipo 1, porque no se produce insulina, o la tipo 2 por la resistencia periférica a la insulina, se habla de una tipo 3, que sería la resistencia periférica a la insulina solo en el cerebro, lo que puede derivar en enfermedades degenerativas no genéticas, pero sí provocadas por factores ambientales relacionados con los malos hábitos de vida.
¿Qué podemos hacer como sociedad para reducir estos riesgos claramente evitables?
Hacer más caso a los científicos y menos a los políticos. Hace tiempo leí una frase de Asimov y, desde entonces, la empecé a llamar el principio de Asimov; la recuerdo muchas veces, sobre todo cuando voy a hablar de algo de lo que sé poco: “En un mundo libre y democrático, todo el mundo tiene derecho a opinar, pero la opinión del experto no tiene el mismo peso que la opinión del ignorante”.
Claro…
Eso es lo que todo el mundo dice cuando la escucha, “claro, es evidente”, pero luego la realidad es que los tertulianos de la radio lo mismo hablan de la covid que de la crisis del petróleo, y son » Entrevista las mismas personas. Hay un componente muy importante que a veces se desprecia, y es la capacidad formativa que tienen las enfermeras en los centros de salud. La educación comunitaria que puede dar una enfermera es muy buena, porque está muy próxima al paciente, y durante mucho tiempo. Pueden contribuir, por ejemplo, a que la gente deje de automedicarse o de pensar que el deporte es bueno para la salud, porque solo es bueno si se hace bien; llevar el cuerpo al límite no beneficia ni al sistema cardiovascular ni al muscular ni al articular. La formación sanitaria y la formación en alimentación a nivel de la Educación Secundaria debería ser más obligatoria que la gramática y las matemáticas. Sigo sin entender que en los países civilizados no haya educación sanitaria en la formación integral de las personas de entre 12 y 16 años, a las que se les puede explicar todo, no solo el uso del preservativo. Ha tenido que venir una pandemia mundial para que sepamos la importancia de lavarnos las manos cuando llegas a casa desde la calle, es incomprensible.
El decálogo
Un libro. ‘La vida es sueño’, de Calderón de la Barca.
Un disco. ‘El himno de los esclavos’ en ‘Nabucco’, de Giuseppe Verdi.
Una película. ‘La diligencia’, de John Ford.
Un plato. Algo que ya echaré siempre de menos, el mousse de chocolate casero que preparo yo mismo.
Un defecto. La arrogancia.
Una virtud. La empatía.
Una cualidad que valora en los demás. La sinceridad.
Un sueño. Ser abuelo.
Una religión. La católica.
Un chiste. Contar un chiste yo, imposible.
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