Por M. Puertas
Iniciamos en este número el repaso a destacadas trayectorias profesionales, aún por acabar, pero que ya han reunido éxitos más que suficientes para brillar con luz propia. Es el caso de nuestro primer invitado, el catedrático de Microbiología José Ángel García Rodríguez quien a lo largo de estas páginas nos descubre una vida dedicada en cuerpo y alma a la docencia y la investigación. Su verbo tranquilo nos permite acercarnos a una mente despejada, a un absoluto apasionado por su trabajo, por Salamanca, por su Universidad y por los problemas que rodean a ambas.
¿Cómo se presenta el nuevo curso? ¿Alguna novedad importante?
En estos momentos la Universidad tiene un reto, que es la integración en el espacio europeo de educación superior y los nuevos planes de estudios, en lo que es un intento de unificar los estudios en el espacio europeo, cambiando más al sistema interrogativo, de mayor contacto con los alumnos, enseñanza en grupos pequeños, etc.
¿Cómo afectará a Medicina?
Va a traer muchas dificultades, porque exigirá un aumento de profesores y en el caso de Medicina además veo difícil que pueda reducirse la Licenciatura, partiendo de la base de que la formación médica en España en general es muy buena, al menos desde el punto de vista teórico, y la red hospitalaria muy importante. Tenemos un sistema de salud envidiable en el mundo, no sólo por prestaciones sino también por la tecnología puntera, de tal manera que es muy difícil que un proceso visto en los hospitales españoles pueda ser mejorado, aunque exista el papanatismo, que no comparto, de que todo lo que se hace fuera es mejor.
¿La crisis le está afectando?
No hay dudas de que existe y la crisis económica arrastra al resto de actividades. Afecta en tanto en cuanto puedes disponer de menos medios. En la Universidad en docencia debería afectar poco, en investigación sí afectará y en sanidad también puede afectar en cuanto a prestaciones.
¿Ve la situación tan mal como dicen?
De crisis muy profundas ya ha salido este país. La generación entre 50 y 70 años es la que ha sacado a este país del marasmo, es la generación de la postguerra, una generación de sufrimiento, somos luchadores y pensamos que de esto se puede salir.
¿Alguna solución o eso se lo dejamos a los políticos?
Los políticos canalizan, pero la solución tiene que partir de los ciudadanos, la sociedad tiene que ayudar, no con luchas estériles sino intentando aunar voluntades, percibiendo primero que existe y planteando la salida con la búsqueda de unos objetivos comunes. Creo que no se debe hacer política con la crisis.
Se acercan los 70, ¿continuará en activo?
Seguiré activo hasta esa edad de jubilación obligada, tanto en la Universidad como en el hospital. Después, si cabe la posibilidad de ser emérito, si consideran que puedo serlo durante dos años, lo seré, pero en situación de apoyo al Departamento.
¿Cómo afronta la etapa de la jubilación?
Una vida tan activa, de muchos años de viajes, relaciones, reuniones, etc., se puede continuar, pero en menor medida, y naturalmente hay otras cosas que hacer y una de ellas es leer más. Una vida tan activa te obliga a leer mucha ciencia, y dejas un poco la lectura de novelas, historia…Esto hay que retomarlo, al igual que hacer más viajes de placer que de trabajo. La lectura creo que es mi gran asignatura pendiente. Por supuesto, oír música y también disfrutar con los nietos.
¿Qué proyectos de vida tiene a corto y medio plazo?
Continuar lo que he venido haciendo en este tiempo y trabajar con la misma ilusión que hace 25 años. Intentar que la escuela se amplíe, lograr que haya jefes de servicio que procedan de aquí, mejorar el servicio… y así hasta el final. Siempre he pensado las cosas a largo plazo, siendo más partidario de una película que de una foto, y por tanto, este es un proyecto que tuve hace muchos años y que continuo.
¿Qué balance hace de lo andado?
Desde el punto de vista profesional, muy positivo, no sólo por lo que afecta a mi persona. Lo más grande que me ha sucedido es casarme con Mari Carmen Sáenz, excelente madre y profesional. El balance es muy positivo tanto desde el punto de vista personal, profesional y académico. Me he dado al cien por cien en estas actividades y esto me ha permitido crear una escuela importante, una familia con gran rendimiento académico, y en mi carrera como microbiólogo he hecho muchas publicaciones, libros, etc. Que quede una labor ahí, reconforta.
¿Satisfecho por tanto con la trayectoria?
Creo que sí. He sido un profesor universitario dedicado en cuerpo y alma a la Universidad, mi paso por ella ha sido de compromiso absoluto, me ha gustado mucho enseñar, formar escuela, llevar el nombre de la Universidad de Salamanca por todos los rincones del mundo, pensando y diciendo que es modélica. Creo que me he convertido en un pequeño embajador tanto de Salamanca como de la Universidad. Los salmantinos tenemos que manifestar el orgullo de vivir en esta ciudad y tener esta Universidad allá donde podamos. Eso es ser un pequeño embajador.
¿Alguna espina clavada?
En general, las espinas las suelo olvidar pronto. Pequeñas en cuanto a algunas calificaciones que consideraba cortas en mi época de estudiante. Sí quizás es una espina clavada el que a pesar de sacar la Cátedra a los 32 años, pude sacarla a los 28, porque honradamente, no dicho por mí, sino por todos los que acudieron a aquellas oposiciones, en aquella ocasión que se juzgaba la Cátedra de Santiago, había sido el mejor. Quedé el segundo, pero en general las cosas llegaron cuando tenían que venir. Creo que no hubiese sido mejor el rendimiento que se ha obtenido.
¿Arrepentido de algo?
Creo que no. No tengo sensación. Quizás de una incursión que hice por la comunidad valenciana, cuando en el 75 opté a la Cátedra de Valencia. Entonces existía la idea, que no comparto, de que había que acabar la carrera en una universidad grande, Madrid, Barcelona o Valencia. En el 75 siendo catedrático de Salamanca, opté a la Cátedra de Valencia por concurso, me la concedieron en muy pocos meses. Al llegar allí, me di cuenta que no había puesto en una parte de la balanza mis amigos, mi casa, mi ciudad, mi Universidad, y eso hizo que nada más tomar posesión solicitara la vuelta y concursar de nuevo a la Cátedra que había dejado en Salamanca. Todo entre octubre y diciembre. Fue una carrera de ida y vuelta, Franco muriendo, el país parado, las leyes no se publicaban, los pasos para concursar a Salamanca iban saliendo rápidamente. Me ayudó muchísimo a la vuelta el rector Julio Rodríguez Villanueva y volví al sitio del que nunca debí haber salido.
En su lista de agradecimientos, ¿a quién o quiénes destaca?
Primero tengo que agradecer al profesor Cuesta Dutari, a pesar de ser catedrático de matemáticas, que fuera el que me empujó a estudiar una carrera universitaria. Entonces era difícil acceder a la universidad para personas no económicamente poderosas. Este profesor me impulsó a solicitar una beca y a que hiciera la carrera de Medicina. Después, de la etapa de estudiante guardo muy buen recuerdo del profesor Agustín Pumarola, catedrático de Microbiología. Él me abrió a una nueva ciencia, que en principio era bastante desconocida, casi oculta, y la verdad es que encontré en la Microbiología el objetivo de mi vida profesional. Me hice médico para ser microbiólogo, conocer la infección, la manera de luchar contra ella. Él me llamó a formar parte de su equipo y por tanto a iniciarme en este campo. La otra persona que me asombró fue Balcells Gorina, rector y catedrático de Patología General. Sus clases eran un modelo de claridad, de atracción, tenía una personalidad fuera de lo común, embelesaba y a mí me embelesó. Son los dos mejores profesores que he tenido a lo largo de mi carrera. También estoy agradecido a mi segundo maestro, el profesor Bravo, que me inculcó la idea de dedicarme a la universidad y ser catedrático. Luego hay agradecimientos múltiples pero deseo resaltar a los rectores Julio Rodríguez Villanueva y Pedro Amat.
A título más íntimo, hablemos de José Ángel García. ¿A quién se enfrenta el lector?
Se enfrenta a un profesional de la universidad y de la Medicina, creo que bastante honesto, se enfrenta a un padre de familia que intenta mantener la familia unida y se enfrenta a un marido muy agradecido a la mujer con la que me casé, a un padre muy agradecido con sus hijos, a una persona muy amigo de sus amigos y a una persona creo que bastante cordial. Pienso que soy buen conversador y alguien preocupado no sólo por la Medicina, sino por todo lo que ocurre en el país, en el mundo, un gran observador de todo lo que sucede a nivel político, económico, social, quizás porque somos una generación que nos hemos dedicado al esfuerzo.
José Ángel hombre, ¿cómo se define?
Todo lo anterior, una persona amable, cariñosa, cordial, buen conversador, que disfruta de la vida, una persona muy positiva… Me considero una buena persona.
José Ángel profesional de la medicina, ¿cómo es?
Por mi especialidad no estoy tan a la cabecera del enfermo. Siempre me gustó una medicina positiva, para ayudar a la sociedad en general. La labor docente e investigadora las he potenciado más por mi especialidad, pero siempre que se me ha recurrido para un paciente, he estado ahí.
¿Y el profesor y catedrático?
Siempre he sido muy serio. Algunos alumnos decían que era duro, muy exigente. No creo. Siempre me gustó que conocieran bien la infección, por su importancia. No creo que la mía sea la asignatura más importante de la carrera, pero sí importante, muy plástica, y mi objetivo es que los alumnos estén al día de una Microbiología del siglo XXI. He procurado ser un buen profesor y explicar siempre con claridad. En este ámbito siempre me he opuesto a las recomendaciones. Lo cierto es que como profesor se reciben presiones de distinta naturaleza a las que siempre me he intentado sobreponer. Si ha habido algún caso en el que la presión ha sido tan grande y he tenido que atenderla, lo que he hecho, no sé si de forma totalmente correcta, es que todos los demás alumnos que se encontraran en la misma situación también superaban la asignatura. Eso quizás suponía una debilidad, pero era una tranquilidad de conciencia.
En general, ¿cuál ha sido su filosofía de vida?
Dedicación plena a la familia, a la universidad, a la ciencia en general y después a mis familiares y amigos.
Ya en el plano profesional, su opción por la Medicina, ¿cómo se fraguó?
Curiosamente creo que fue mi madre la que realmente pensó que podría ser médico. Le gustaba. No había ascendientes médicos en la familia, pero le hacía mucha ilusión tener un hijo médico. No lo pudo ser ninguno de mis hermanos, porque el único universitario era yo. Por tanto, más que vocación en sentido apriorístico, tuve esa inclinación maternal desde que era estudiante de bachillerato.
¿Siempre quiso ser médico?
Gracias a mi madre, no pensaba en otra cosa. ¿Y por qué la Microbiología? Porque realmente quería hacer una especialidad que fuese muy positiva. La infección siempre me pareció un problema gravísimo y era posible de combatir con la investigación. Me hice médico por eso.
¿Sus maestros?
Los profesores Pumarola Busquets y Bravo.
¿Qué le ha dado esta profesión?
Muchas satisfacciones. Quizás la mayor de todas, la creación de una escuela de discípulos maravillosos, algunos con una categoría profesional incluso superior a la del propio maestro. De Salamanca han salido siete catedráticos de universidad, muchos profesores titulares, múltiples jefes de servicio y especialistas. Eso es la satisfacción más grande que he tenido. Una escuela de discípulos que ha podido ser porque un maestro jamás debe tener celos de sus discípulos. Eso lo he llevado a rajatabla y de ahí que haya discípulos con más categoría profesional que el maestro.
¿Le ha quitado algo?
No cabe duda, que mucho tiempo, el poderme dedicar más a mis hijos, amigos, hobbies, ir a más festejos, pero lo he hecho con muchísima satisfacción. He hecho siempre lo que me ha parecido que estaba bien.
¿Lo mejor de ser microbiólogo?
Desarrollar una especialidad optimista. El saber que hoy día los procesos infecciosos se controlan casi en el cien por cien de los casos y eso se ha logrado gracias a la investigación tan potente que se ha hecho en el siglo pasado y lo que va de este. En Medicina ha habido muchos progresos, pero el descubrimiento crucial fue el de la penicilina, que supuso la puesta en marcha de una nueva era, el tratamiento de las infecciones con antibióticos. Eso es propio de mi especialidad, por tanto, estoy en una de las especialidades princess de la ciencia médica.
¿Lo peor?
La administración no ha reconocido la especialidad en los niveles que tiene, de hecho sigue habiendo hospitales sin ella y tampoco está en los centros de primaria. Es una reivindicación en la que no hemos tenido éxito, y aunque la situación ha mejorado, la mejora ha sido escasa.
¿Ha echado de menos un contacto más directo con el enfermo?
No, realmente cuanto tenía que estar lo he estado. Como he dicho, mi objetivo era una Medicina mucho más de soporte y dedicada a la investigación y ahí me he centrado para contribuir a la asistencia. No he echado en falta ese contacto.
¿Cuál cree que han sido sus aportaciones desde el punto de vista profesional?
Creo que ha habido varias cosas en las que he influido en la ciencia. El estudio de nuevas moléculas de antimicrobianos, el profundizar en el conocimiento de la tuberculosis y el dedicarme por entero a un tipo de infección por anaerobios, bacterias misteriosas en ausencia de oxígeno, un campo en el que Salamanca ha sido referente a nivel mundial. También hemos trabajado paraque todas las técnicas de biología molecular estén implantadas y mejoradas.
¿Las señas de identidad de su escuela?
Se siguen las mismas líneas que en el punto de partida. La mejora de las técnicas de biología molecular, los nuevos antimicrobianos, el estudio de anaerobios y la tuberculosis. Esto se ha enriquecido después con estudios epidemiológicos y nuevos procesos.
¿Las razones de su éxito?
No sé si lo he tenido, pero creo que es el trabajo y trabajar, con humildad, pero al mismo tiempo con una presunción científica hacia fuera, de dar a conocer que en un sitio como Salamanca se estuvieran haciendo cosas importantes. Eso nos ha permitido el reconocimiento a nivel nacional e internacional.
¿Su visión de la Medicina y la sanidad en la actualidad?
Mejorable, pero el Sistema Nacional de Salud de España es uno de los mejores del mundo. Eso sí, sigo pensando que ser el único país de gratis total supone un coste extraordinario al presupuesto nacional. Soy partidario de algún tipo de regulación, para evitar que se conviertan hospitales y ambulatorios en peregrinaciones sin necesidad. Debe ser gratis siempre y cuando el paciente lo necesite. Gratis, pero con un ticket regulador. Más tarde o temprano se va a tener que abordar, porque en Sanidad es imposible bajar presupuestos, siempre irán a más.
Usted fue de los que contribuyó activamente al nacimiento del Hospital Clínico. ¿Cómo ve la proyectada reforma?
Ha habido una polémica sobre si hacer uno nuevo, o mejorar este. Entonces, el hospital se instaló en un sitio que no es el más adecuado. Hace 35 años podía parecer bien, pero ahora creo que tienen que mejorar mucho los accesos y así se puede llevar a cabo el plan director.
UN LIBRO
La guerra del general Escobar de José Luis Olaizola.
UN DISCO
La quinta sinfonía de Beethoven.
UNA PELÍCULA
La trilogía El Padrino.
UN PLATO
El bacalao a la vizcaína.
UN DEFECTO
Me gusta ser muy meticuloso.
UNA VIRTUD
La puntualidad.
UN AMIGO
José Prieto Prieto.
UN ENEMIGO
De tener, permanecen anónimos.
UNA RELIGIÓN
La católica.
UN CHISTE
Un chiste de leperos. (No escurrió el bulto y lo contó)
¿Llega tarde el nuevo hospital?
Nos hubiera gustado un poco antes, pero si realmente en cuatro años lo hacen, no llega tarde. Llega cuando los presupuestos lo permiten.
¿Qué supondrá para Salamanca este nuevo centro?
Que Salamanca continúe siendo referente, pero más que por la construcción, por las personas que trabajan en él. Aquí hay unidades de muchísimo prestigio que son las que mantienen el hospital y lo hacen referencia regional y nacional.
El médico hoy lo tiene, ¿mejor o peor que antes?
Creo que lo tiene peor, porque tiene mucha más competencia, el número de plazas es pequeño, las remuneraciones son muy bajas y estamos a la cola en retribuciones. Es curioso que no se piense que el médico portugués gana bastante más que el español.
El doctor José Ángel García Rodríguez nace en Alba de Tormes el 10 de abril de 1940. Es el último de seis hermanos. Cuando tenía diez meses, la familia se traslada a la capital salmantina, donde su padre continuará con su labor de transportista “modesto” y su madre como ama de casa.
Su contacto oficial con los libros comienza en la escuela del Príncipe, situada en el Paseo Canalejas donde hoy está el Colegio Padre Manjón. De esos estudios primarios guarda muy buen recuerdo del maestro don Francisco, “que fue el que indicó a mis padres, en aquellos años muy difíciles, que sería muy interesante que pudiera estudiar el Bachillerato”. Así lo hizo, en el Instituto Fray Luis de León entre los años 50 y 57. De esa etapa mantiene muy buen recuerdo del catedrático de matemáticas Alberto Cuesta Dutari y de “un gran profesor de literatura”, Gabriel Espino.
Cursa los estudios de Medicina entre 1957 y 1964, año en el que se licencia con Premio Extraordinario, la misma distinción que obtuvo en el Doctorado en 1967.
Desde 1972 es catedrático de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Salamanca y Jefe de Departamento de Microbiología Clínica del Hospital Clínico Universitario.
Durante su trayectoria ha desempeñado distintos cargos académicos: Vicedecano de la Facultad de Medicina (1972-1973); Secretario General de la Universidad (1973-1975); Decano de la Facultad de Medicina (1975-1977); Vicerrector de Investigación (1978-1981); Vicerrector de Acción Hospitalaria y presidente de la Junta de Gobierno del Hospital Clínico (1981-1984).
En el plano científico ha sido becado por múltiples instituciones y cuenta con varios premios de investigación. Ha participado como ponente en más de 200 congresos nacionales e internacionales de la especialidad y ha presidido distintos encuentros de este tipo. Pertenece a varias sociedades científicas nacionales y extranjeras y es miembro del comité de redacción unas treinta revistas extranjeras y nacionales. Ha publicado 10 libros, 21 monografías y más de 400 trabajos en revistas de la especialidad con gran impacto. Ha participado como investigador en múltiples proyectos de investigación financiados por diferentes entidades oficiales. Ha dirigido numerosas tesis doctorales.
En la actualidad es presidente de la Real Academia de Medicina de Salamanca; miembro de la Comisión Nacional de la Especialidad de Microbiología desde 1985; presidente de la Sociedad Española de Quimioterapia; presidente de la Comisión de Coordinación de la Investigación (Univ. de Salamanca-Insalud) y miembro del Comité Ejecutivo de la Sociedad Europea Quimioterapia. Entre2000 y 2002 presidió la Federación Europea de Sociedades de Quimioterapia e Infección (FESCI). En 2003 fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Coimbra (Portugal).
En el ámbito personal, en 1968 se casa con María del Carmen Sáenz, aragonesa hija de médico, a la que conoce durante la carrera, ya que ella estudiaba en Salamanca con motivo del traslado de su padre a Mijares (Ávila). Del matrimonio han nacido cuatro hijos, tres médicos (dos oftalmólogas y un oncólogo médico) y una farmacéutica, todos ejercientes en Madrid. Tiene dos nietas mellizas, que le han permitido entender “lo importante que es ser abuelo y el soplo de juventud e ilusión que irradia esta generación pequeña, es un regalo”.
Entre sus aficiones destaca el seguimiento de los deportes, especialmente el fútbol y del Real Madrid, aunque reconoce que este deporte se “ha mercantilizado demasiado y me gustaría verlos equipos con mayoría de jugadores españoles”. También es un gran aficionado a la música clásica, en concreto a la ópera, y dentro del género a Verdi y dentro de este autor a Rigoletto. De su afición por esta ópera da cuenta el que disponga de más de cuarenta versiones diferentes, cantadas a lo largo del tiempo.
¿Qué reformas acometería en el modelo de medicina actual?
Grandes asignaturas pendientes son las listas de espera, las retribuciones a los profesionales, mayor reconocimiento social al médico y desde luego la aplicación de la ampliación tecnológica.
¿Algún consejo para los jóvenes doctores?
A los estudiantes de Medicina, que no se arrepientan de haber elegido la profesión más noble y polifacética, que van a encontrar trabajo con más facilidad que otros años, y que desde luego no se arrepientan jamás, porque el curar a los demás, es una labor impagable y de una gran satisfacción.
¿Es partidario de volver a abrir el grifo en las facultades para paliar la supuesta escasez de profesionales?
Creo que habría abrir el grifo en la medida que la sociedad lo demande. Nosotros formamos a médicos, pero estamos inmersos en la sociedad. Pero esto no se debe hacer con la creación de nuevas facultades, sino con las que ya existen.
¿El contacto con jóvenes en las aulas qué le ha aportado?
Juventud y flexibilidad. Me gusta mucho el contacto con los jóvenes, ya sean empresarios, periodistas, alumnos… porque enseñan mucho, quita vicios, prejuicios, comportamientos…Nunca se está en posesión de la verdad y en general los jóvenes tienen razón.
Hablando de jóvenes, su vida está íntimamente vinculada a la Universidad de Salamanca. Lo de ser profesor, ¿cómo surgió?
Siempre me gustó enseñar. Como estudiante era interno en el laboratorio de Microbiología. Allí ya enseñaba a los más jóvenes. Aquello se fue ampliando, a clases teóricas, profesor titular y catedrático, en una época en la que ser catedrático era todo o nada, algo que ha cambiado porque la valía está más en las personas que en el cargo.
La tarea de enseñar, ¿cómo la ve en la actualidad?
La veo bien, se ha cambiado un poco el sistema. La clase magistral ha sido superada por las nuevas tecnologías. El sistema de conversación científica entre alumno profesor se instaura cada vez más y eso da más frescura a la enseñanza, por eso hay que aceptar las nuevas tecnologías.
¿Labor clínica o docencia? ¿Con cuál se queda?
En mi caso la docencia, sin abandonar la otra, porque soy médico.
A su Universidad, ¿cómo la ve?
Está en un momento de renovación importante, adaptándose a las normas que vienen de Europa y con muchas dificultades económicas. Existe una contradicción entre la falta de recursos y la necesidad de ampliar profesorado para adaptarse al espacio europeo. Pero la Universidad de Salamanca ha salido de muchas crisis anteriores y Salamanca saldrá de ésta y seguirá siendo la Universidad faro de España.
Hablemos de Salamanca. ¿Su opinión de la Salamanca científica y médica?
Salamanca siendo una ciudad pequeña como es, tiene una potencia de juventud que muy pocas ciudades del mundo pueden enseñar. Es una ciudad que no se puede entender sin su Universidad y al revés. El desarrollo de ambas tiene que ir paralelo.
¿El nivel político de la provincia?
Es muy acomodaticio. Por un lado, el partido político en el gobierno se puede distraer y pensar que esto es un granero de votos y acomodarse demasiado. Por otro, una oposición resignada y por eso creo que se debe instar a que tanto el gobierno como la oposición actúen y no se dejen llevar ni por la prepotencia ni por la resignación. Es muy reconfortante trabajar por esta ciudad.
¿La ciudad cómo la ve?
Se han hecho muchos esfuerzos por constituir una ciudad que sea reconocida como ciudad cultural europea. A partir de 2002 ha mejorado muchísimo tanto en urbanismo, como en los centros de cultura, se han intentado potenciar las comunicaciones, a pesar de las dificultades, se ha intentado conservar y mejorar el patrimonio, etc. En este momento la ciudad es una envidia para las personas que vienen de fuera y para nosotros debe ser un orgullo vivir en una ciudad así.
De política ¿cómo andamos?
En el año 83 me solicitó el entonces grupo popular, el PDP, que encabezara la lista para el Ayuntamiento de Salamanca. Y ese año por primera vez el grupo popular pasó de cero a diez concejales. Aunque se podría considerar un éxito, al cabo de un tiempo, viendo que iba a suponer un desgaste importante en mi actividad universitaria y profesional, de acuerdo con los órganos nacionales del partido, dejé paso a otra persona al cabo de casi dos años. Fue un poco de decepción, porque curiosamente los municipios y las diputaciones se han convertido en pequeños parlamentos y probablemente se olvide el trabajo por la ciudad o el pueblo, sin pensar en colores. Esto hoy es una utopía, predomina más el peso político, la dialéctica, que la obligación que tienen de dedicarse a los ciudadanos.
Si no es muy secreto, ¿por dónde andan sus ideas?
Me considero liberal conservador, en el sentido de que hay cosas con las cuales estoy de acuerdo, como la unidad de España, la economía libre de mercado, el pago del esfuerzo y la competencia. Soy católico y por tanto, estoy en contra del aborto, el suicidio asistido y otro tipo iniciativas que vayan contra la vida.
Ha ocupado cargos de responsabilidad en la Facultad, el Hospital, la Universidad, sociedades científicas, ahora en la Real Academia… ¿la política no le ha vuelto a tentar?
Me tentó en aquella ocasión, pero después no, aunque me lo pidieron en más ocasiones. Ahora me encaja mucho menos.
¿Se considera un hombre influyente en Salamanca?
Creo que más que influyente, soy muy conocido, siempre he trabajado por esta ciudad, he tenido cargos diversos, a nivel universitario, de hospital, fui presidente de un periódico, he sido de la Junta Directiva del Colegio de Médicos, subjefe provincial de Sanidad…todo te hace estar muy inmerso en la sociedad de Salamanca y hace que pueda considerarse que tenga alguna influencia. Muy conocido sí, pero de ahí a ser influyente…
Hablemos también del género humano y sus relaciones. ¿Es pesimista respecto al modelo de vida que preside hoy los comportamientos humanos?
Creo que en este aspecto la sociedad tiene a mi modo de entender una inanición y una anestesia generalizada sobre algunos temas, lo que hace que no sea una sociedad como querría, reivindicativa, vibrante, que se enfrente a los problemas que se van produciendo, y no que reaccione dejando pasar las cosas. Esta sociedad necesita reaccionar como reacciona la juventud en muchas ocasiones. Tiene que ser mucho más reivindicativa, como éramos antes y como ha sido siempre la sociedad española. No digo que un mayo del 68, pero sí más vibrante, más viva.
En su caso, ¿es verdad aquello de que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer?
Absolutamente. Ha sido mi verdadero faro, la que me ha indicado siempre el camino, la que me ha apoyado en las dificultades, mi apoyo constante. Llevamos 40 años casados y cada día estamos más unidos. Es una excelente mujer, gran madre, gran compañera, gran esposa, gran profesional y gran científica.
¿Qué tal lo de convivir con una catedrática en casa?
Bien, como en todas las casas. En casa ya no es la catedrática, sino el ama de casa y como todas las amas de casas de este país. Lleva la casa muy bien. En el aspecto profesional jamás hemos tenido una discordancia. Ella fue durante bastantes años directora del Departamento del que yo soy ahora director y lo hacía muy bien.
¿Su visión de la familia?
Es lo esencial en la sociedad. Una familia unida es la célula social más importante, a través de ella se construye todo lo demás. Hay que educarla en los valores tradicionales, en la visión cristiana de lo que es la vida.
¿Su vida en el plano religioso?
Católico, practicante, si no modelo, sí un buen practicante.
¿Cómo le gustaría ser recordado?
Como un catedrático de la Universidad de Salamanca que se dedicó plenamente a la misma y que se dio a los demás. No podemos terminar sin conocer sus proyectos al frente de la Real Academia de Medicina. Los objetivos en esta etapa son rejuvenecer la Academia con la incorporación de nuevos numerarios y a partir de ahí realizar actividades y ser un foro de consulta y opinión cuando existan problemas como los relativos a ampliación de la ley del aborto, el suicidio asistido, la eutanasia, la contaminación ambiental, los problemas de las radiaciones, etc.
Por cierto, ya que estamos en una revista colegial, ¿qué opinión le merece el Colegio de Médicos de Salamanca?
El Colegio ha sido siempre una institución con mucha importancia en Salamanca. El número de médicos es grande y tiene peso en la sociedad. El Colegio aparte de realizar actividades, también tiene una voz. Siempre he tenido mucho respeto por las instituciones que son elegidas de forma democrática por los que forman su propio colectivo. En este momento creo que el Colegio está muy bien dirigido, se le conoce cada vez más a nivel social, a nivel regional… y por lo tanto lo considero una célula esencial para el desarrollo de la profesión médica.
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