Ignacio Dávila: “Vamos hacia la alergología de precisión en un sistema cuyo reto es la sostenibilidad”

“No puede ser que exista una facultad de Medicina en cada sitio”

El Dr. Ignacio Dávila, jefe del Servicio de Alergología de Salamanca y presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, analiza los grandes desafíos de la especialidad en tratamientos, investigación y docencia. 

Aunque la alergología ha sido siempre una especialidad muy personalizada, ahora se dirige hacia la alergología de precisión, tanto desde el punto de vista diagnóstico como terapéutico, un futuro que, tal y como indica el Dr. Ignacio J.  Dávila, jefe del servicio en el Hospital Universitario de Salamanca, va a permitir avanzar mucho en prevención primaria y afinar al máximo la terapia que necesita cada paciente con diferentes manifestaciones alérgicas. Innovaciones que supondrán también un importante reto para el sistema sanitario, que deberá abordar desde ya las amenazas que se ciernen sobre “su sostenibilidad y su equidad”, según reflexiona el también presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC). En Salamanca, “el completo Servicio de Alergología” del complejo asistencial está entre los mejores de España, con varias unidades específicas y con investigaciones de alto impacto, “aunque necesitamos más espacio para nuestros pacientes” en el Hospital de Día.  Sobre su otra pasión, la literatura, el Dr. Dávila tiene ya material de sobra para publicar un segundo libro, y quién sabe si en poco tiempo podrá cumplir uno de sus sueños: “Triunfar en el mundo de la poesía”.

Aunque hay múltiples alergias y en cualquier época del año, la primavera es especialmente llamativa en este ámbito por la gran prevalencia de la alergia al polen. La Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC) ha anunciado una temporada moderada-leve en el centro peninsular. ¿Qué primavera les espera a los ciudadanos de la provincia con este problema?

 Puede variar dependiendo de cómo venga luego el régimen de lluvias de primavera. Si es muy pluviosa durante mucho tiempo, van a estar bien, pero si llueve poquito y hay mucho viento, puede aumentar la polinización. Todo depende de la climatología en esta época.   

¿Hay algo que puedan hacer los pacientes al respecto? 

Claro que pueden hacer algo. Lo primero, estar atentos a los niveles de polen, que son facilitados por la propia Sociedad Española de Alergias en polenes.com, e incluso existe una aplicación muy útil para móviles, AlertaPolen, en nuestro portal; con esa información, pueden condicionar el salir al exterior más o menos.  También hay que adoptar otras medidas muy fáciles, como ventilar la casa a primera hora de la mañana y durante poco tiempo; 

mantenerse en espacios cerrados; si se va en coche, llevar las ventanillas  cerradas con filtro de pólenes; utilizar gafas de sol; hacer  uso de la mascarilla —de FPP1 en adelante, porque las quirúrgicas  no sirven para esto— y luego, evidentemente, tomarse bien la  medicación, consultar con el alergólogo y recibir la inmunoterapia  en los casos en los que esté indicado.

En 2050, el 50% de la población tendrá algún tipo de enfermedad alérgica. Según estimaciones de la Agencia Europea de Alergia, ningún país ha reportado una disminución de casos en los últimos diez años. ¿Por qué somos cada vez más alérgicos?

Desde principios del siglo XX se ha observado que las enfermedades alérgicas han aumentado muchísimo. Se realizó un amplio estudio con reclutas suizos a los que se iba haciendo un seguimiento, y se observó cómo se disparaban los casos de alérgicos, sobre todo a partir de 1950, tras la Segunda Guerra Mundial.

En 2050, el 50% de la población tendrá algún tipo de enfermedad alérgica. Según estimaciones de la Agencia Europea de Alergia, ningún país ha reportado una disminución de casos en los últimos diez años. ¿Por qué somos cada vez más alérgicos?

Antiguamente, las alergias existían, principalmente en las clases altas, que eran las que tenían mejor nivel de vida. No es un problema genético —que también, porque “no es el alérgico el que quiere, sino el que puede”, y hay que tener una predisposición—, pero es sobre todo el entorno el que favorece la sensibilización. No está claro cuál es la razón de este fuerte incremento, aunque parece que la inmunorregulación —que puede influir en que no existan esas manifestaciones de alergia, a pesar de que haya pacientes que sensibilicen— se ha alterado un poco por el desequilibrio entre las enfermedades infecciosas provocadas por parásitos y las alérgicas. También vivimos en un ambiente más contaminado, y los alérgenos tienen más capacidad de producir sensibilización.

Quiere decir que, como no nos atacan tanto los parásitos, ¿el sistema inmunitario responde a otros estímulos?

Aunque todavía hay más de 1.000-1.200 millones de personas que tienen parásitos en su organismo; si le sumas las enfermedades alérgicas, algunos estiman que serán como 3.500 millones de personas en el mundo afectadas por este tipo de enfermedades, lo cierto es que nos atacan muchos menos parásitos, y entonces el sistema inmune desvía la respuesta incorrectamente frente a antígenos que son inocuos, pero que aprovechan los mismos mecanismos para penetrar la barrera, que es lo difícil. Sin olvidar también la predisposición genética, que también influye mucho. lo cierto es que nos atacan muchos menos parásitos, y entonces el sistema inmune desvía la respuesta incorrectamente frente a antígenos que son inocuos, pero que aprovechan los mismos mecanismos para penetrar la barrera, que es lo difícil. Sin olvidar también la predisposición genética, que también influye mucho.

¿Qué papel está jugando el cambio climático en esta negativa evolución?

 El cambio climático desempeña un papel importante en la alergia al polen, fundamentalmente porque aumenta el nivel de CO2, y eso estimula a las plantas. También hace más calor, y eso provoca unas polinizaciones más largas y más abundantes: al ser más prolongadas, los síntomas son de mayor duración, y al ser más intensas, también la sintomatología tiene mayor intensidad. Además, como los contaminantes actúan como factores cooperadores adyuvantes, se favorece que haya mayor alergenicidad de los pólenes.

Pero también hay alergias a componentes químicos, y vivimos en un mundo cada vez más tóxico.

Por supuesto, y cada día se describe alguna nueva, sobre todo dermatitis alérgica al contacto. Cada vez hay más sensibilizaciones a esos agentes, muchas de ellas profesionales.

Además de la contaminación, los expertos señalan otros factores determinantes, como el tabaco.

Por supuesto. Está muy demostrado que el tabaquismo conlleva una alteración de las barreras, aumenta la permeabilidad y la respuesta de los epitelios, lo que influye mucho en el desarrollo de la alergia respiratoria.

¿Podrían evitarse, entonces, muchos casos de alergias con mejores hábitos de vida?

No hay manera de saber cuántas alergias se evitarían, pero, desde luego, serían muchas menos si pudiéramos mejorar los hábitos de vida. En un futuro, la medicina será muy preventiva: cuando conozcamos y seamos capaces de obtener todo el bagaje genético de una persona, la secuencia de todos los genes —algo que cada vez es más fácil de hacer, más barato y más rápido—, sumada a las exposiciones ambientales y las características propias de esa persona y utilizando inteligencia artificial, podremos prever de alguna manera qué pacientes presentan más o menos riesgo. Ahora ya sabemos que las personas con antecedentes familiares tienen mucho más riesgo, y que, por ejemplo, aquellos niños que desarrollan dermatitis atópica en los primeros meses de vida, también tienen más riesgo de alergia. Pero con todo eso que he señalado seremos capaces de predecir mejor y hacer prevención primaria.  

Se habla mucho de las respiratorias, pero también son muy comunes las alergias alimentarias o a medicamentos, no sé si la evolución es ascendente en todos los tipos…

La alergia respiratoria ha experimentado una subida muy importante, y está llegando a una fase de meseta, pero hemos visto que la alergia alimentaria se ha duplicado en los últimos 25 años, sobre todo la infantil, donde es el doble de frecuente que en la edad adulta. Estamos viendo cada vez más niños alérgicos a los alimentos que hacen su carrera, entre comillas, su marcha atópica, con alergias al huevo o a la leche, por ejemplo, que son las primeras, pero también al pescado, frutos secos, frutas o crustáceos.

¿Cuál es la explicación?

Tampoco se conoce muy bien. Ha aumentando mucho sobre todo a partir de los años 90, y puede que tenga que ver con la mucosa intestinal y el sistema inmunitario de mucosas.

¿Hacia dónde avanza la investigación en alergias?

Está avanzando hacia la alergología de precisión. Primero, con el conocimiento de los mecanismos de la patología, que nos permiten diferenciar, no solamente los fenotipos, que son las manifestaciones externas de las enfermedades y su interacción con los genes, sino también los endotipos, que son las vías etiopatogénicas, es decir, las que producen la enfermedad, y que actualmente se están investigando. En este ámbito, ya tenemos moléculas capaces de bloquear determinadas vías; por ejemplo, bloqueamos ya la vía de la interleucina-5, y la 4 y la 13, o la vía de una alarmina, la linfopoyetina estromal tímica. Somos capaces de bloquearla porque tenemos anticuerpos monoclonales para ello, y por eso, es mucho más preciso el tratamiento. Tenemos que acabar de caracterizar bien cuáles son los pacientes a los que mejor les va a ir un tratamiento, y esto, en el futuro, lo tendremos con este mismo modelo. Se está investigando mucho en mecanismos y en terapéutica, e incluso en inmunoterapia específica con alérgenos recombinantes, es decir, con la molécula que produce la alergia. También avanzamos en el diagnóstico de precisión; por ejemplo, utilizando microarrays de proteínas que tienen 112 alérgenos recombinantes, no detectamos solo la fuente alergénica, sino la proteína que la produce. Cuando a los pacientes les hacen las famosas pruebas de alergia, se determina la fuente alergénica: pueden ser las gramíneas, el olivo, los ácaros, el gato… Pero cuando nosotros hacemos estos análisis, sabemos que la responsable es la proteína Phleum pratense 1 o la proteína Olea europaea 1… Muchas de estas proteínas tienen carácter enzimático, son proteasas, y eso hace que se facilite su entrada por las barreras, lo mismo que hacen los parásitos, o se unen a receptores específicos de proteasas que, al final, permiten la entrada y la activación del sistema… Mecanismos complejos que vamos comprendiendo cada vez más, y también estamos avanzando en lo relativo a la genética y la epigenética.

Y cada individuo, además, responde de forma diferente a la misma alergia, e incluso dependiendo del momento…

Existe mucha variabilidad individual. Yo les digo a los estudiantes de Medicina que el problema al que van a enfrentarse es que no tratarán a poblaciones, sino que tratarán a personas, y cada una puede responder de una manera ante un agente infeccioso o ante una molécula que damos para un tratamiento y puede producir una reacción alérgica. Son reacciones imprevisibles; un mismo tratamiento en distintos pacientes puede conllevar un efecto secundario, responder muy bien o no responder, y esto lo tenemos que ir averiguando. Y respecto al momento, en el caso de que un individuo se haga alérgico a un medicamento, es porque lo ha ido tomando sucesivamente, y si existe una predisposición previa — que todavía no lo sabemos muy bien— puede desarrollar alergia a ese fármaco.

“Tenemos que caracterizar bien cuáles son los pacientes a los que mejor les va a ir un tratamiento”

Acaba de publicarse un estudio que dice que dar frutos secos a los bebés a los seis meses de edad evitaría el 77% de las alergias, y calcula que incluirlo en cremas como la de cacahuete en la dieta de los niños prevendría hasta 10.000 nuevos alérgicos al año solo en Reino Unido.

Sobre el tema de la alergia alimentaria y la prevención, hubo una época en la que se pensaba que, dado que el niño nace con una inmadurez de su sistema inmunológico y digestivo en cuanto a permeabilidad de la barrera, capacidad de respuesta, etc., retrasar la incorporación de alimentos favorecería que el sistema inmune fuera madurando y, de esa, manera no se sensibilizase. Ahora se ha demostrado que es todo lo contrario. Puede haber unas ventanas de inducción de tolerancia más precoces, y se tiende a introducir estos alimentos antes, aunque siguen existiendo dudas. También influye la microbiota intestinal que tenga cada uno, que la modifican los antibióticos; hay múltiples factores y todo es importante. Actualmente, la política es ir introduciendo alimentos más precozmente, y parece ser que con los cacahuetes funciona, pero no siempre, cada paciente es un mundo.

En sus primeras investigaciones se centró en aspectos genéticos de las enfermedades alérgicas, ¿es también, o fundamentalmente, una cuestión de genes?

Por supuesto que es una cuestión de genes. La genética es una base muy importante, y ya se dieron cuenta de esto desde principios del siglo XX. En un estudio de entonces publicado en The Journal of Inmunology, donde simplemente comparaban una cohorte que tenía antecedentes familiares de alergia y otra que no, se vio claramente que había factores genéticos muy importantes. ¿Cuáles son? Todavía no los conocemos todos, porque probablemente se trate de una herencia en la que múltiples genes influyen muy poquito, y la asociación de todos ellos, sumada a los estímulos ambientales adecuados y en los momentos adecuados, hace que se produzca la sensibilización y la sintomatología del paciente alérgico. No es muy probable que exista solo un gen con mucho peso; podría haberlo en algunas personas, pero más bien parecen herencias multifactoriales y de carácter complejo, donde el medio ambiente tiene mucho que decir. En el primer estudio epigenético que publicamos sobre alergia a los ácaros desde nuestro grupo de investigación básica —donde tenemos hasta seis biólogos, y también participa la Dra. María Isidoro, jefa de Análisis y Bioquímica Clínica—, ya vimos diferentes patrones epigenéticos de los pacientes alérgicos a los ácaros, distintas expresiones entre unos y otros. Al final, la epigenética es una interface entre factores genéticos y ambientales, se pueden producir cambios epigenéticos debido a influencias ambientales y expresar unos genes o no, que al final es lo que determina que ese gen pueda hacer defectos.

También ha profundizado en la mejora de los tratamientos. ¿Qué innovaciones existen o pueden esperarse en este aspecto?

Ahora estamos centrados en la utilización de medicamentos biológicos en el asma y en la poliposis nasosinusal, intentando encontrar posibles factores predictores de la respuesta para elegir mejor a los pacientes que se van a beneficiar más de un tratamiento tan caro, frente a aquellos a los que no va a beneficiar. Realizamos un estudio transcriptómico donde vemos la expresión de RNA en estos pacientes antes y después del tratamiento, con el objetivo de encontrar algunos factores que nos puedan explicar, primero, algunos aspectos de la enfermedad, y segundo, definir qué genes se expresan más que otros y qué tratamiento puede modificar su expresión. La idea última es hallar biomarcadores que nos permitan saber qué pacientes van a responder mejor a estas opciones terapéuticas.

¿Los biológicos son todavía minoritarios?

Sí, son muy caros y restrictivos, no muy tóxicos en general, se toleran muy bien, pero hay que elegir a los pacientes adecuados, y no tenemos todavía todos los datos que nos gustaría.

¿En qué otras innovaciones terapéuticas se está avanzando en el ámbito de las alergias?

Tenemos los anticuerpos monoclonales, que suponen una auténtica revolución; la inmunoterapia molecular donde, por ejemplo, ya se puede vacunar frente al antígeno principal de las cupresáceas o frente al alérgeno principal de la alternaria, inmunizando con la proteína específica. Y se están desarrollando también moléculas “pequeñas”, fármacos habituales, por ejemplo, los inhibidores de las quinasas JAK o Janus, que participan en la transmisión de señales. En este campo va a haber un desarrollo muy importante de más anticuerpos monoclonales y de nuevas moléculas.

¿Qué aportaciones han realizado desde su grupo de investigación en relación con la alergia a los medicamentos?

En coordinación con la doctora Esther Moreno Rodilla, presidenta del Comité de Alergia a los Medicamentos de la SEAIC, hemos estudiado mucho las manifestaciones de alergia a las penicilinas y las actividades cruzadas entre penicilinas y cefalosporinas, o las aminopenicilinas, o la piperacilina. Tenemos bastantes publicaciones en ese campo sobre patrones de sensibilización. La última ha sido una tesis doctoral ya publicada en la que hemos visto que el cambio en la prescripción de antibióticos de los últimos 25 años —antes se utilizaba mucho más la penicilina y ahora, la amoxicilina y las cefalosporinas— ha producido también un cambio en la sensibilización, y actualmente hay menos sensibilizaciones a la penicilina G y más a las otras.

Uno se hace alérgico, entonces, a lo que más está expuesto, pero también hay exposiciones fortuitas que, por desgracia, pueden tener un desenlace fatal, como ha ocurrido con la joven de 17 años alérgica a la lactosa que falleció en Ciudad Real al ingerir un café contaminado con la proteína.

Es una tristeza que haya podido pasar algo así, son pacientes excepcionales. Desgraciadamente, tuvo una exposición fortuita, y al parecer, era una paciente bastante consciente. A veces se produce una reacción tan brusca que no da tiempo a solucionarla. En el congreso de la SEAIC del año que viene, que será en Bilbao, vamos a tratar aquellas partes de la especialidad y aquellas enfermedades en las que puede existir un riesgo vital para los pacientes, por ejemplo, la anafilaxia, el angioedema hereditario o la alergia grave a los medicamentos. No se han abordado hasta ahora en un simposio específico, y desde nuestros expertos en la sociedad, se formará al resto de los socios, se compartirá información y también se concienciará a la sociedad buscando el beneficio último para los pacientes.

El paciente es, sin duda, la razón de ser de los médicos en activo, pero, previamente, ¿qué le llevó a estudiar Medicina?

Hay gente que quiere ser médico desde siempre, pero para mí no fue una elección sencilla. Es complicado tomar una decisión así para toda la vida a la hora de elegir una carrera. Mi primera atracción por este ámbito fue más intelectual, quería conocer los mecanismos que producen las enfermedades, la etiopatogenia, cómo se desarrollan. Ya después, cuando te adentras en la Medicina, evidentemente te gusta el contacto con los pacientes, pero no fue mi aproximación primera la de tratar gente, sino la de conocer. Podía haber hecho una carrera de letras perfectamente, y a veces todavía me lo planteo. Es verdad que me gustaba mucho la biología, el funcionamiento del organismo, que es increíble, una máquina prácticamente perfecta, con muchas capacidades de reacción y de regeneración, aunque también una máquina finita. Descubrir y aprender todo esto es lo que me decidió, y luego ya descubres que el trato con los enfermos es muy gratificante en la mayoría de los casos.

Y, una vez en la carrera de Medicina, ¿respondió a sus inquietudes?

No, nunca es lo que piensas, ni tampoco la especialidad. En aquel entonces, durante la carrera había muy pocas prácticas, y veías muy pocos enfermos. Era muy teórica, y la verdad es que, una vez que empiezas en este mundo, quieres ver enfermos. De hecho, yo en los veranos me iba un mes a Patología General y estaba allí en las consultas. Todo es mejorable, y aquello también. Después tuve la suerte de formarme en el Hospital Ramón y Cajal, que era uno de los más desarrollados de España en aquella época, pero tampoco era lo que yo me esperaba, pensaba que estaría todo más protocolizado, y no fue así. Pese a todo, la vida de estudiante y de residente la recuerdo muy bien. Como decía un amigo mío, “si no fuera por las guardias, hasta sería divertida”.

¿Y por qué se decidió por la alergología?

No quería una quirúrgica o una médico-quirúrgica, no me atraían, prefería una especialidad médica. Podía elegir casi lo que quisiera, porque tenía el número 219. En principio, me atraía la farmacología clínica, incluso me interesé por entrar en la especialidad en el Hospital de Valdecilla, pero luego descubrí que le faltaba la vertiente clínica. Yo ya había evolucionado de una vocación más intelectual a una vocación más práctica y, al final, opté por la alergología, ya que trataba problemas con fármacos, veía más enfermos que en la farmacología y también tenía aspectos de laboratorio y relacionados con la inmunología, que me atraía de siempre.

En todo este proceso, ¿qué maestros o qué personas han supuesto una referencia para usted?

En la carrera me gustaron mucho algunos profesores, como Sisinio de Castro, que era un excelente clínico y docente; Luis Sánchez Granjel, en Historia de la Medicina, sus clases eran de una gran erudicción; o Enrique Battaner, que explicaba muy bien… Y después me resulta difícil seleccionar. Es un conjunto de muchas influencias, de muchos compañeros del Ramón y Cajal, incluso de los propios residentes mayores. Coincidió en esa época una generación de la que prácticamente todos sus miembros están ahora como jefes de servicio: el de La Paz era de esa época, la del Ramón y Cajal, la de Santiago de Compostela… Fue una explosión de gente muy buena en aquel momento. Y ya aquí, con Félix Lorente.

Ahora es jefe de Alergología en un servicio que, según el último Monitor de Reputación Sanitaria, ocupa un destacado 15 puesto de toda España. ¿Qué cualidades cree que les hacen merecedores de este reconocimiento?

Hemos estado en el ‘top ten’, pero poner a Salamanca en el mapa es muy difícil, siempre están primero los grandes hospitales, que además son muy buenos. Tenemos un servicio muy completo, a pesar de que las jefaturas de Alergia no se prodigan mucho en Castilla y León, porque no hay, y es algo que quiere solucionar la Consejería de Sanidad. Nosotros tampoco la tenemos, a pesar de que contamos con Alergia de niños y de adultos y con varias unidades específicas, como la de Asma Grave, conjunta con los neumólogos y los otorrinos y un farmacéutico, otra de Urticaria Crónica, y otra de Dermatitis Atópica, en la que estamos intentando aumentar la relación con los dermatólogos. También vemos gastroentiritis eosinofílicas, con una adjunta que se dedica a ello en colaboración con Digestivo. Contamos con un laboratorio y una técnica asociada, y también trabajamos, en una unidad compartida con Medicina Interna, en el despistaje de inmunodeficiencias. Además, disponemos de una Unidad de Investigación con seis biólogos que financiamos con proyectos competitivos. Este grupo está integrado en el de Enfermedades Infecciosas, Inflamatorias y Metabólicas del IBSAL, y tenemos el segundo o tercer factor de impacto del hospital, gracias a un excelente equipo de investigadores clínicos y básicos. También impartimos la docencia en la Universidad y la docencia de residentes.

“El Servicio de Alergología es muy completo, pero necesitamos más espacio en el Hospital de Día”

¿Y cuentan con una buena dotación para lleva a cabo toda esta labor?

Fundamentalmente, tenemos consultas externas en el Materno- Infantil, pero en el nuevo hospital llevamos procedimientos de riesgo y estudios de alergia a los medicamentos o con los alimentos, y allí, a pesar de haberlo solicitado, tenemos muy poco sitio en el Hospital de Día. Entre una tercera parte y la mitad de los pacientes que acuden al Hospital de Día son nuestros, pero tenemos un espacio muy limitado, y también necesitamos más dotación de enfermería.

Parece mentira que el nuevo hospital se quede corto casi antes de inaugurarlo…

Este hospital es muy bueno y está muy bien dotado, es muy moderno y se ha invertido en él muchísimo dinero, pero tiene que recoger todo el espacio que había en el Clínico, en el Virgen de la Vega y en el Materno-Infantil, y evidentemente, a lo largo de más de 20 años de proyecto, se ha quedado pequeño. Ahora se va a construir un edificio de consultas y, de entrada, ya falta sitio hasta para meter taquillas. Lo lógico es que hicieran dos edificios, y el segundo se podría plantear con visión de futuro para ampliaciones del hospital, para el IBSAL y para aulas de carreras biosanitarias.

Es catedrático de la Facultad de Medicina desde 2020, un ámbito en el que también se plantean numerosos retos. El próximo año, con un aumento del 15% en las plazas ofertadas, algo cuestionado tanto por estudiantes como por profesionales.

En España tenemos 48 facultades de Medicina, más que en EEUU o Alemania, y no puede ser que en cada sitio haya una facultad, porque a los profesores hay que formarlos y prepararlos. En esta facultad, había un plan de estudios que, desde mi punto de vista, no era el más apropiado; ya se ha modificado y es bastante mejor, pero necesitamos más profesorado y que haya una carrera docente. No solamente para los que se dedican a las ciencias básicas, que esto está más o menos estructurado, aunque habría que hacerlo mejor, sino para las especialidades clínicas, para que los profesionales puedan ir adquiriendo experiencia docente de una manera compartida. Se están empezando a hacer cosas, como los profesores contratados doctores vinculados, y se quieren impulsar nuevas figuras, pero hay que profundizar en ello, porque si no va a ser difícil conseguir profesorado para las facultades de Medicina. Es necesaria una carrera docente para aquellos que tengan interés y que sea compatible con la asistencia, y ahí captarlos, porque muchas veces la ANECA no los acredita por falta de docencia, y otras veces por falta de investigación, pero es que no te dan otra opción. Si se gana mucho más haciendo guardias y trabajando más horas en el hospital que dedicándote a la facultad, por ejemplo, los cirujanos u otros especialistas… Pero estos también tienen que dar clase, porque hacen falta profesores que sepan de ello. Habrá que cambiar la estructura de las clases, utilizar recursos informáticos… En un futuro evolucionaremos a una docencia más de ese tipo, pero, de momento, es fundamental impulsar la carrera docente.

Preside también desde octubre la Sociedad Española de Alergologia e Inmunología Clínica (SEAIC), en la que ha mantenido siempre una posición destacada también como vicepresidente, secretario y vocal. ¿A qué retos se enfrenta esta sociedad científica? ¿Cuáles son las prioridades para su desarrollo?

La SEAIC tiene muchos desafíos. Un problema es la docencia. No existe la alergología como tal en muchas facultades de España. Aquí fuimos pioneros gracias al profesor Félix Lorente, y tuvo mucho mérito por ser la primera universidad pública —en el ámbito privado fue Navarra— que tuvo la asignatura de Alergología obligatoria en los planes de estudio, pero esto es la excepción. Hace falta que una patología que afecta hasta a un 40% de la población tenga una asignatura específica en pregrado. Va a ser uno de los objetivos a perseguir desde la presidencia de la sociedad, y ya tenemos una Comisión de Docencia específica para lograrlo. Otro objetivo será mejorar la comunicación, y un tercer objetivo buscará avanzar más y cambiar el sistema en la investigación. Tenemos una Comisión de Fomento de la Investigación y un Comité de Expertos, que son grandes investigadores o gestores de grupos de investigación, que está desarrollando un plan de investigación. Y por último, nos centraremos en impulsar la alergología de precisión, que va a implicar en un futuro utilizar todos los datos genéticos para ver qué tratamiento le tenemos que dar a un paciente para que sea lo mejor para él y qué no podemos administrarle que le pueda causar daño. Ya estamos haciendo mucho en este aspecto, porque la alergología siempre ha sido una especialidad muy personalizada.

¿Tenemos asegurado el relevo generacional en esta especialidad?

Es otro problema al que nos enfrentamos. Por número, sí está asegurado el relevo generacional, pero hay que ir formando más a los profesionales para que en un futuro puedan ser también profesores e investigadores.

¿Cuál cree que es la gran amenaza del sistema sanitario?

La sostenibilidad. Con los fármacos cada vez más caros, los biológicos cada vez más caros, con la mejora de todos los tratamientos y técnicas, tiene que repensarse la sostenibilidad del sistema, incluyendo también los bajos sueldos de todos los sanitarios, en comparación con los países del entorno.

Y la equidad, porque cuando haya medicina regenerativa, estén disponibles todos estos tratamientos que comentamos, cuando se utilicen más las impresoras 3D para realizar prótesis… ahí probablemente se produzca inequidad por cuestiones económicas, y esto hay que pensarlo muy bien. También hay que apoyar mucho más a la Atención Primaria, y se evitaría mucha presión en hospitales.

No podemos terminar la entrevista sin hablar de su otra pasión, la literatura, y de su faceta como escritor de poemas, con un primer libro recientemente publicado, , ‘Sonetos al clásico modo’..

A mí siempre me gustó mucho la literatura. Yo recuerdo de siempre los libros de Fernando Lázaro Carreter, que eran una maravilla, incluían comentarios de poemas, y me los aprendía de vez en cuando, pero lo de escribir surgió un día en un viaje en tren: me puse a probar y me salió, nunca me había puesto a ello.

“Un soneto me manda hacer Violante/ que en mi vida me he visto en tanto aprieto; / catorce versos dicen que es soneto; / burla burlando van los tres delante”. ¿Ha sido para usted un aprieto, como dice Lope de Vega, o una liberación?

Más bien es una liberación, una válvula de escape. Me gusta mucho escribir sonetos, también he escrito verso libre, romances, una silva… Pero lo que me viene de inicio es una frase, que a lo mejor es un endecasílabo, y digo: “Mira, un verso”. Los apunto todos en notas en el móvil. Tengo decenas de poemas inconclusos; primero escribo la frase y luego, en ratos libres, voy componiendo, hasta que un día me siento y los finalizo, a veces por la noche y otras, de madrugada, si me levanto antes de tiempo.

En los versos de Góngora —“Mientras por competir por tu cabello…”— , o de Quevedo —“Miré los muros de la patria mía…”—, o de Lope de Vega —“¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?”—, Ignacio Dávila encuentra también esa luz por el entendimiento que siempre ha buscado en la medicina. Dos pasiones que, en realidad, tienen un mismo centro y una idéntica razón de ser, la esencia misma del ser humano.

El decálogo

Un libro. ‘Soledades’ o ‘La fábula de Píramo y Tisbe’, de Luis de Góngora.

Un disco o canción. ‘Libertad’, de Luis Eduardo Aute. Una película. ’Casablanca’, de Michael Curtiz.

 Un plato. Todos los de cuchara, desde fabada a lentejas, aunque también me gusta mucho el arroz.

Un defecto. Me cuesta mucho decir “no”, y esto me da muchos problemas. Una virtud. La responsabilidad.

Una cualidad que valora en los demás. La empatía, que sean capaces de ponerser en el lugar el otro, y esto hoy en día se ve muy poco.

Un sueño. Triunfar más en la poesía.

Una religión. Agnosticismo.

Un chiste. Le dice una cazador a otro: “¿Qué hacemos? ¿Vamos a cazar o esperamos a los demás?”. El otro le responde: “Cacemos”. Y el primero, insiste: “Pues eso te pregunto, que no lo tengo claro, ¿qué hacemos?”.

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