Idiomas para abrir o cerrar puertas

Por Germán Payo Losa

Director de Educahumor

“Un idioma que no manejamos a la perfección bloquea nuestro modo de ser, la forma que expresamos nuestras ideas o nuestro humor”

“No hablo chino ni árabe ni japonés; solo alemán, inglés, francés e italiano”, declara Montserrat Caballé. Me entero de que en Toronto se hablan 250 idiomas y en Nueva York 200, aunque los mayoritarios son inglés y español. Y esto me choca con las palabras de un portavoz empresarial en Cataluña que sólo va a dar las ruedas de prensa en catalán, para que así no le malinterprete nadie cuando lo diga en castellano. O sea, que anda cojito en esto de manejar castellano, para que entendamos. Je, je.

He participado muchos años en los cursos de verano de la Universidad del País Vasco. Todas las cartas, comunicaciones e invitaciones van en vasco, español, francés e inglés. Los que dirigen los cursos habitualmente se expresan en los cuatro idiomas.

El mundo es pequeño, pero si viajas y ves otra gente es fantástico poder comunicarte en su propia lengua. Me encantó poder conocer y hablar con personas de todo el mundo en Londres, y ves sus modos de pensar. Árabes, japoneses, iraníes, africanos de múltiples países… usábamos un idioma común, mediante el cual pudimos enterarnos de cuántas vacas ofrecer por una chica italiana si quieres casarte con ella, de cómo un japonés escapó de su país porque la empresa quería casarlo y de cómo se bebe el vodka en Rusia de un modo tradicional, de un trago. Años más tarde conocí a un hombre que había estado en Chernóbil, en tareas de limpieza. Una vida interesantísima.

Una amiga se pasó una temporada estudiando ruso solo para poder leer y hablar, aunque no fluidamente, en visita allí. Lo mismo hace en portugués, árabe, francés… La lengua puede abrir o cerrar puertas. Otra mujer me confiesa: “Yo no viajo por muchos países porque el idioma me echa para atrás. No sé nada de inglés”.

Siempre quise que mis alumnos entrevistasen en inglés a personas de todo el mundo que invitábamos a clase, desde un luchador de sumo japonés hasta un empresario de la industria de cine americano, que fabricaba cámaras de rodaje especiales y había trabajado con los principales actores. Ya vemos que hay traductores instantáneos, pero el contacto humano directo es diferente.

En un viaje a Marruecos, hace muchos años, nos despistamos. Paré a preguntar en un cruce, al lado de una gasolinera. Sabía decir en árabe: “¿Por dónde se va a Fez?”. El hombre, tras indicar, siguió hablando y hablando y hablando diez minutos. Le di las gracias con una sonrisa y quedó satisfecho. “¿Le has entendido algo?”, me preguntaron. “Ni papa”, pero fue un afectuoso intercambio.

En un pueblo de Valencia, nos llevó en coche el marido de la coordinadora que me había invitado a dar un taller. El hombre me parecía tímido, hablaba poco. Llegamos al centro de FP y le dije: “Vente con nosotros, en lugar de estar esperando tres horas, por lo menos te ríes un rato”. Al inicio, les pedí que se presentasen y contasen algo de ellos, por turnos. La cuarta persona me dijo: “¿Te importa que hablemos valenciano?”. “En absoluto, adelante”, respondí. Me chocó enormemente que mi guía, al cambiar al valenciano, era otra persona, abierta, dicharachera, divertida. Y lo entiendo. Un idioma que no manejamos a la perfección bloquea nuestro modo de ser, la forma que expresamos nuestras ideas o nuestro humor.“ Es una riqueza saber idiomas y es difícil:

Compra esto y sabrás inglés”, nos venden. Pues no: hay que repetir, escuchar, ser constante, no ahorrar esfuerzo… antes del éxito.

Hablar la propia lengua por reacción está presentado en una historia de Ivà:

–¿E desitjan fer ja la comanda?

–¿E cuté no habla la lengua del imperio?

–Dons miri voste. Quaranta anys le estat parlan per collons… y a mes, parlo angles, francés i moro, pero… La llengua del imperi.. HARA NO EM SURT DELS PEBROTS PARLARLA, MIRA TU. CHARNEGO PODRIT.

–Pero ¿ca diiiischo? –No se, tu… yo el polaco no lo entiendo.

“Me chocó que mi guía, al cambiar al valenciano, era otra persona, abierta, dicharachera, divertida…”

Pero usar la lengua en plan excluyente es posible.

Remei Margarit dice que escribía en catalán con éxito:

“Me posicioné contra Puigdemont y la idea de ser los únicos que dan el carné de buen catalán. Escribo en castellano y en catalán”. “La lengua catalana, como cualquier otra lengua, no es patrimonio de nadie. Por el contrario, es de todos cuantos la hablan, sean secesionistas, constitucionalistas o medio-pensionistas. Me dicen que no me volverán a leer nunca más. Otros aseguran que dejarán de recomendar mis libros a sus alumnos. Y otros más afirman que parece mentira que me haya convertido en una traidora, y me invitan a marcharme de Catalunya. Como pueden suponer, tales manifestaciones no tienen ninguna importancia. La gente es libre de decir lo que le da la gana”. Me encanta su reacción.

Aún recuerdo como, hablando en clase de lo útil para conocer gente que son los idiomas, y hoy día el inglés, hubo un adolescente al que estos razonamientos no le convencían y dijo: “Si quieren hablar conmigo, que aprendan español”

También es verdad que dos personas se entienden si quieren. Fui a cambiar la luna de mi coche. El mecánico me dijo: “Voy a avisar a unos ingleses de que ya he acabado. Ahora estoy contigo”. Aparece la pareja, el hombre inspecciona, comprueba y sube el pulgar indicando que todo está bien. Ahora a firmar, señala por señas el mecánico, apuntando a la oficina. Unos gestos más de despedida y una sonrisa de agrado. “¡Qué bien hablas inglés, tío”, le dije.

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