El profesor Ginés Llorca dejará en septiembre su Cátedra, su atención psiquiátrica, el Servicio de Psicooncología del hospital… con la satisfacción del deber cumplido y la gratitud a Salamanca, donde ha desarrollado su enorme potencial
Se puede. Se puede ser docente, investigador, clínico, ayudar a asociaciones de pacientes, poner en marcha servicios pioneros, como el de Psicooncología, recorrer medio mundo para formarse y formar, implicarse en el “proyecto” de los jóvenes. Se puede. Y al mismo tiempo, se puede afrontar la jubilación con la satisfacción del deber cumplido, de llegar al final de un camino apasionante para recorrer otro, quizá menos intenso, pero igualmente extraordinario. Quizá porque Ginés Llorca es un hombre de mar, la mar que siempre nos adentra a lo finito de lo infinito, quizá porque cree firmemente en su “teoría del submarino”, o quizá, o casi seguro, porque camina de la mano de María Ángeles desde hace 50 años.
¿Cómo afronta esta nueva etapa?
El 29 de diciembre cumplí 70 años, me jubilaré en septiembre. A mí siempre me ha gustado la teoría de los submarinos, que tienen compartimentos estancos. Creo que para la flotación del barco es positivo ir cerrando episodios de la vida, y así se han ido cerrando la adolescencia, la juventud, los primeros años de ejercicio… Eso te permite una cierta tranquilidad. El estado ahora es de satisfacción por haber llegado a la jubilación y poder disfrutar de mis hijos y, sobre todo, de mis nietos, que tengo cuatro, con lo cual cierro una compuerta y abro la de abuelo en toda su dimensión.
Vamos entonces a ir adentrándonos en las diferentes compuertas de su vida y, a la vez, analizando cada etapa desde la perspectiva de un psiquiatra. ¿Cómo transcurrió su infancia?
Nací en Alicante, mi familia era de allí. Los primeros recuerdos, aparte del entorno familiar, fueron los derivados de la convivencia con la mar; no con el mar, que dicen los no marineros, con la mar, ya que mi padre era naval mayor y tenía barcos de pesca. Detrás de estos barcos nos trasladamos a vivir a otro puerto de mar, Málaga, y allí realicé parte del Bachillerato. Posteriormente, saltamos a Granada para hacer los estudios de Medicina. Coincidí allí con los primeros residentes, yo creo que he sido el primer catedrático vía MIR de Psiquiatría. Tuve la suerte de aprobar el MIR en Granada y quedarme en la escuela de Luis Rojas Ballesteros, que fue mi primer maestro. La relación con él era muy buena, pero murió de cáncer de estómago. Entonces vino un profesor de Salamanca, el profesor Ledesma Jimeno, y cuando regresó me dijo que si me apetecía trasladarme; había salido una plaza por oposición nacional, tuvimos suerte y la ganamos, y llevo 40 años en Salamanca. Mis hijos nacieron en Granada, pero se consideran salmantinos, vinieron con 2 y 3 años.
Pero la mar nunca se olvida.
Ahí tengo siempre una foto del barco de mi padre, que le puso mi nombre. Pienso volver a la mar, ir y venir, porque le tengo cariño a Salamanca; aquí he desarrollado todo mi potencial intelectivo, mis hijos han tenido buenas carreras y ha habido un desarrollo muy armónico con la ciudad.
Luis Rojas Ballesteros, su primer maestro, al que vio morir de cáncer; Ledesma Jimeno, que lo trajo a Salamanca; Pierre Marty, con quien se especializó en el mundo de la Psicooncología; Freixa, que le abrió el generoso oficio de ayudar al alcohólico; Masaki, de quien aprendió la importancia de lo dado; José López Ibor, que tiene en su hijo José López-Ibor Aliño al mejor de los discípulos. Para todos, Ginés Llorca tiene un recuerdo y un agradecimiento, porque cree en la amistad de la transferencia total y si ustedes se asoman a su currículum verán que él mismo la ha practicado. Doctorado en Granada en origen (1972), donde fue pionero en la formación MIR de Psiquiatría (1976), formado en Barcelona, París, Coimbra o Japón, ha sido en Salamanca donde ha desarrollado una carrera que le ha situado como referencia mundial en Psiquiatría. Como catedrático, como clínico, como investigador, como formador, y como emprendedor, cofundador de sociedades como la de Psicooncología, Análisis Existencial o Psiquiatría Forense. Pero siempre al lado de los pacientes.
Valga como ejemplo la loable iniciativa de crear una asociación de ayuda al depresivo, que ha funcionado nada menos que 30 años con terapias de grupo. Permitir a los pacientes compartir su sintomatología con otras personas, ha permitido su mejoría, recuperando sus proyectos de vida.Qué pena que la asociación haya desaparecido. “Hay cosas que las haces tuyas y no las puedes transferir”.
¿Usted cree que la infancia es determinante para el desarrollo mental de la una persona?
Sí, eso es así. Una de las asignaturas más fuertes dentro de la Psiquiatría es la prevención de enfermedades mentales desde edades tempranas. El cerebro empieza a funcionar cuando el sujeto se enamora, o compite con sus hermanos, o se está desarrollando, o con la sexualidad, que también forma mucho al individuo; luego aparece el tabaco, las drogas o el alcohol. Tendríamos que formar con mayor peso específico la prevención de los trastornos mentales en la infancia.
¿Qué peligros se pueden acarrear desde la infancia? ¿Es verdad que los niños están ahora demasiado protegidos, que no hay suficiente disciplina?
Los movimientos son pendulares, ha habido épocas en las que han predominado una serie de circunstancias y posteriormente se han devaluado y han aparecido otras. Algo que hemos hecho mal siempre es decir que ellos no tienen valores, y eso es falso, lo que no tienen es nuestros valores, pero como grupo o como generación generan unos valores nuevos, son una generación más rápida, con más mecanismos temporo-espaciales, tienen unas habilidades que no conocíamos, mucha técnica, y a veces los menospreciamos al compararlos con lo anterior.
Pasamos a la adolescencia. ¿Es realmente un periodo complicado a nivel mental?
En ese momento, yo hacía pequeños trabajos, además de estudiar; a veces me pasaba la noche en el puerto de Málaga ayudando a descargar el pescado y luego me iba a estudiar, así que el concepto del trabajo y del estudio creo que ya entonces los tenía introyectados. También por aquel entonces surge en mí la idea de que más que un joven era un ‘proyecto’, me gustó la palabra ‘proyecto’. Yo creo que el secreto está ahí, en que cada joven se considere proyecto. Si consiguiéramos trasladarlo a nuestros hijos o nuestros nietos, sería un éxito. Me gustaba la playa, la diversión, como a cualquiera, pero el saber que era un proyecto, que podría hacer otras cosas en la vida, me animaba, aunque entonces nunca pensaba que iba a ser catedrático de Psquiatría, ni siquiera médico.
Usted ha estudiado de forma profunda el consumo de alcohol en la adolescencia.
La época de mi adolescencia fue muy ilustrativa en este sentido, porque viviendo en Málaga asistí con 17 años al nacimiento del turismo, con gran repercusión en todos nosotros. Fue un gran desembarco de ideas, de posturas en la vida, de nuevas hipó-tesis de la relación entre los jóvenes, cambió muchas mentalidades. De aquella época, alguno se introdujo en el mundo de la droga, hubo algún suicidio y también algún accidente. Eran pueblos de pescadores en el Mediterráneo, se cambió la mentalidad y aquello tuvo su coste.
“Si conseguimos que los jóvenes, nuestros hijos, se consideren un proyecto, tendremos éxito”
¿Cree que ahora se empieza antes a beber? ¿Qué ha cambiado? ¿Por qué ahora llegamos a esas situaciones de comas etílicos?
Es uno de los problemas actuales más potentes que existen. El gran error es que el alcohol se ha convertido en un rito de iniciación, antes era la velocidad, salir, el cigarrillo… El cigarrillo hizo en su momento el mismo papel, eras mayor cuando fumabas. Hay que aceptar la realidad, hasta que no pase y se supere este rito de iniciación, seguiremos con el problema. Pero cuando fumábamos nos vendían el tabaco los adultos, y a los jóvenes se lo seguimos vendiendo los adultos; el alcohol, el hachís, otras drogas. No podemos juzgar a los jóvenes, sino al adulto, es el que vende, ahí sí que podríamos decir mucho, pero es más cómodo culpabilizar al joven.
¿En qué momento decidió que la Medicina iba a ser su vida? ¿Cómo transcurrieron esos años de Universidad?
Realmente, la primera intención al acercarme a la Medicina fue la Cirugía. En Málaga, durante las vacaciones, llegué a ser ayudante de cirujanos. En segundo lugar, el interés que yo tenía estaba en el aparato digestivo, y llegué a estudiarlo en profundidad. Sin embargo, uno de mis maestros –estaba entonces en Alicante haciendo prácticas– me dijo que preguntaba demasiado, que profundizaba demasiado y que si había pensado en la Psiquiatría. Eso se encardinó en la evolución de mis estudios de Medicina e hizo que me pasara a esta disciplina, fue desarrollándose con el tiempo. No puedo decir que de pequeño quisiera ser psiquiatra, ni siquiera médico, pero a la hora de elegir, es una profesión generosa, una profesión de entrega, y la Psiquiatría es la especialidad más culta dentro de la Medicina, estás obligado a conocer la literatura, las religiones, el teatro, el cine… Es la más porosa de todas las especialidades. Si hay un pensamiento social es difícil que llegue al estómago, llega al cerebro, que es la base de la Psquiatría, y me ha dado momentos muy felices, me he encontrado muy a gusto.
Es usted también director de la Unidad de Salud Mental del Servicio de Orientación al Universitario (SOU). ¿Cómo ve en este campo a nuestros universitarios? ¿De verdad considera que están más preparados pero, a la vez, más perdidos que las generaciones anteriores? ¿Es la generación del ‘botellón’?
El cerebro está preparado para el día de mañana. La gran ilusión de cuando nosotros estudiábamos era que sabíamos que, de una forma o de otra, íbamos a trabajar. Pero ver que quizá elmañana está cercenado por la limitación de posibilidades hace que el universitario tenga esa desesperanza, esa angustia vital que le supone el fantasma del paro. Hay trabajo, pero a lo mejor el ingeniero tiene que trabajar de fontanero, o el periodista de secretario. Si sacamos de nuevo la fórmula del proyecto, en este caso vemos que no es limpia, aquí se destruye: me esfuerzo, oposito y al final, nada. Ese malestar de los universitarios es sólo eso, no le busquemos tres pies al gato, no hay crisis de valores. Al proyecto le falta el último escalón, que es el trabajo, si volviera a haber posibilidades, el universitario lo volvería a ver todo de otra manera.
“La Psiquiatría es la especialidad más culta dentro de la Medicina, la más porosa de las especialidades”
Incluso en la profesión médica, el último informe de la Organización Médica Colegial (OMC) publicado recientemente habla de un paro desorbitado.
Bueno, también están pidiendo cinco especialistas en París; les dan casa, les dan aprendizaje de francés… Si somos globales, quizá no haya trabajo aquí, pero sí en otros lugares.
Ha colaborado también, y colabora, con la Asociación de Alcohólicos Anónimos. ¿Un alcohólico es realmente un enfermo mental? ¿Cómo podemos comprenderlo, ayudarle?
Esto tiene mucho que ver con mi formación. Estuve en Barcelona con Freixa, el mejor especialista en alcoholisno que existía entonces, y desde aquella estancia estoy vinculado a las asociaciones. El problema es la personalidad que tiene el alcohólico; cuando bebe quiere ser otra persona y cuando no bebe quiere beber. Es inherente a todas las personas ir buscando el placer, parte de la idea de la búsqueda de la felicidad, de un pensamiento inmaduro.
¿Dónde está el límite?
La felicidad no existe, existen momentos de felicidad, ratos, ideas, cuota. ¿Conoce usted a alguien que sea plenamente feliz? Yo, con 70 años, no, pero claro, el alcohol es el mejor antidepresivo que existe, el mejor analgésico, el mejor ansiolítico, el más barato, pero tiene efectos secundarios. Algunas personas con diferentes problemáticas encuentran en el alcohol el suficiente soporte, y cuando se dan cuenta, se han convertido en dependientes. El límite es individual, y depende de la inteligencia. Hay tres cerebros en nosotros: el reptiliano, que es el que nos ayuda a defendernos, el del razonamiento y el de las emociones, pero muchas veces no tenemos claro si manda la emoción o la inteligencia, y tenemos que intentar que gane la inteligencia. Pero el alcohólico no lo reconoce. ¿Ha perdido la inteligencia? Por eso en el sistema de los Alcohólicos Anónimos, que es un movimiento mundial de gran belleza, empiezan diciendo: “Me llamo Pedro y soy alcohólico”; en ese momento, ahí, hemos ganado. Cuando hay un reconocimiento entre los dos ‘yo’, el yo sano y el yo alcohólico, hemos dado un paso enorme. De manera cotidiana, utilizamos la negación: yo bebo, pero lo dejo cuando quiera; en el momento de reconocerlo, ya hemos ganado la primera batalla.
Es usted cofundador de la Sociedad de Psicooncología.
Otra de las partes importantes de mi formación fue en París, fui admitido en el servicio de Pierre Marty, tiene un hospital público en el centro de la ciudad dedicado a tratar el cáncer con psicoterapia sin descartar los métodos físicos. Marty, desde el Psicoanálisis, intenta paliar la depresión que puede provocar un cáncer. Cuando regresé a Salamanca, el hospital me concedió la Unidad de Psicooncología, la única que existe en Castilla y León. Me ha dado muchísimas gratificaciones, pero también tengo que reconocer que es dolorosa. Una de las normas es la dolorosa necesidad de aceptar esa realidad, que la tiene que aceptar el paciente, pero el médico también; produce mucho dolor trabajar con pacientes que pueden morir en 10 días, 20 días o 40 días. Soy jefe clínico de esa Unidad, y tengo alumnos que están trabajando en Barcelona, en Galicia, y en otros sitios de España y Portugal.
¿Hay que decirle toda la verdad a un enfermo de cáncer?
El cerebro tiene un mecanismo de negación; usted dígale la verdad y el cerebro ya se encargará de negarla o no, o de quererla comprender. El cáncer ha sufrido una gran evolución. Antes el oncólogo se enfrentaba a vida o muerte, ahora hay muchas posibilidades de cronificarse, así que los pacientes deben conocer cuál es su pronóstico y saber qué futuro les espera.
Hablemos de la base de la Psiquiatría. ¿Qué conocemos realmente del cerebro?
Estamos muy contentos en ese sentido, porque el cerebro ha perdido la magia, sobre todo en el campo de la Psiquiatría. Hoy hay técnicas que nos permiten ver qué áreas están afectadas en algunas patologías, y por eso la introducción de nuevos fármacos es tan productiva. El cerebro se conoce muchísimo, pero claro, también es una extraña combinación de bioquímica, de estructuras y de historias. Ante una persona con la misma edad, con los mismos neurotransmisores, con la misma estructura cerebral, están sus historias. Por ejemplo, en ‘Las mil y una noches’, una noche, uno de los ladrones se encuentra donde está Alí Babá con el tesoro y marca la puerta, pero la criada pone la misma señal en todas las puertas, como queriendo decir “todos son iguales”. Y aquí es donde hemos caído en la trampa: ¿somos todos iguales? También tiene que ver con el pensamiento religioso; somos todos iguales a los ojos de Dios, pero no todos somos iguales psicológicamente. Por eso la Medicina, a nivel del cerebro, está trabajando en el tratamiento personalizado, no todos los cánceres responden igual.
Por fortuna, hemos evolucionado desde la desaparición de los manicomios públicos, pero todavía es un problema sin resolver, una enfermedad que puede acabar con una familia. ¿Qué nos falta?
Hay un factor que a mí me gusta, e incluso jubilado voy a seguir trabajando en ese campo, y es el de la temporalidad. Que estemos en la era de la tecnología no significa que la respuesta tenga que ser rápida. En mi infancia, el televisor no existía, han tenido que pasar una serie de años para poder tener teléfono, el factor tiempo es importante, nos invade la velocidad, tenemos prisa. La cuestión es que no se ha parado a valorar todo lo que se ha conseguido, y se ha conseguido después de muchos años; por ejemplo, que el alcohólico deje de ser alcohólico y sea enfermo alcohólico, eso es un éxito, y es un enfermo mental, y el esquizofrénico es un enfermo esquizofrénico, y la depresión que lleva a un piloto de avión a matar a 300 personas, es una enfermedad. La Psiquiatría es una ciencia joven, y los primeros medicamentos son de 1952; la primera vez que se encuentra el síndrome fetal alcohólico es en 1973. Hoy en día se estudia hasta el cerebro de los asesinos en serie, aquí hay varias policías trabajando conmigo, porque estamos en un momento en el que la enfermedad mental está en un estudio profundo y ahí esperamos econtrar soluciones. Hay soluciones pequeñas, como son los pisos tutelados, pero también hay que seguir recopilando información: la carga genética de un trastorno bipolar es del 85%, la carga genética de una esquizofrenia es el 70%, el 50% de los hijos de alcohólicos pueden ser alcohólicos… La dependencia al café nose estudiaba antes, y ahora se ha visto que hay personas adictas al café. Todas las adicciones son enfermedades mentales, el mismo cigarrillo tarda siete segundos en llegar al cerebro, por eso a los fumadores les cuesta mucho trabajo dejarlo, son enfermos adictos al tabaco.
En enero de 2010 ingresa en la Real Academia de Medicina y entonces habló de la dignidad de vivir con la enfermedad, de la cronicidad como destino. ¿Cómo alcanza la dignidad que convive con ese otro yo?
Yo soy tan fumador como usted, pero ya no fumo; no nos curamos, el adicto no se cura, un alcohólico no se cura, lo que conseguimos es que no beba, por eso le tienen tanto miedo a volver a beber. El circuito ya está abierto, imagíneselo, el circuito se puede volver a poner en marcha en cualquier momento.
Depresión, ansiedad, síntomas, síndrome, trastorno…. La realidad es que este mundo contemporáneo hace que una gran parte de la población esté deprimida alguna vez, ¿en qué estamos fallando?
Durante diez años hemos dado cursos de psicoterapia japonesa, vinculados a la Universidad de Tokai, con el profesor Masaki. Ellos tienen un concepto que se llama ‘Argamama’, que significa aceptar lo dado, y nosotros lo hemos incorporado al trabajo de la vida cotidiana. En el momento actual, la gente no tiene capacidad de aceptar lo dado, se deprime. La depresión es un auténtica enfermedad, con una gran intensidad a nivel de neurotransmisores y de estructuras, pero la hemos vulgarizado. Por el contrario, también sucede que a todo lo que es comprensible no le damos importancia. Y como es comprensible, no lo tratamos, y eso no significa que no sea grave.
Hay movimientos en contra de la medicación. ¿Puede crearse una dependencia que puede ir en tu contra?
Tenemos tres tipos de fármacos potentes: ansiolíticos, la sustancia más vendida en todo el mundo, de forma ilegal muchas veces, y que puede crear dependencia; los antipsicóticos, que tiene capacidad incluso de modificar estructuras; y luegotenemos los antidepresivos que normalizan las oscilaciones del humor y previenen las recaídas, tan frecuentes en los trastornos del ánimo
“La Psiquiatría es una ciencia jóven y sus pilares siguen siendo lo psicológico, lo biológico y lo social”
Parece que un psiquiatra está a salvo de los miedos, la frustración o la depresión porque maneja las claves, los diagnósticos, los tratamientos… Pero también se puede pensar lo contrario.
Ahora mismo estamos hablando usted y yo, se han puesto encontacto nuestros cerebros. El ejercicio de la Psiquiatría hace que el cerebro del psiquiatra intente comprender el cerebro del otro, es un ejercicio en el que se invierte mucha energía. Si a lo largo del día tiene que introducirse en diez formas distintas de pensar y cree que va a salir indemne de eso, está equivocado. Hay un desgaste, si el profesional se atreve, que es lo que tiene que hacer, a entrar al circuito del otro, a adaptarse al cerebro del paciente; hay un desgaste y hay que saber defenderse de eso. A lo largo de la vida profesional, más de 45 años, hemos estado viendo a personas con estas patologías, y salir bien de esto tiene su mérito.
Y seguro que, en este sentido, ha habido algún enfermo que le ha marcado o le ha quedado en el recuerdo.
El primer paciente que tuve en Granada. Venía a verme y me contaba que había descubierto una mina de oro en Sierra Nevada. Tenía su problema, pero insistía; vino durante varios meses a la consulta y un día me planteó que me fuera con él a verla, que como no tenía hijos, me iba a dejar la mina en herencia. Hasta me hizo dudar. Después ha habido infinidad de casos, se han visto pacientes en condiciones muy especiales. La gente puede hablar del hígado de Madonna o de las piernas de Cristiano Ronaldo, pero nosotros no podemos hablar de nuestros casos clínicos.
“Mi primer paciente creía que tenía una mina de oro y que me la daba en herencia, me hizo dudar”
¿Los profesionales médicos son carne de cañón para desarrollar una enfermedad mental?
No son más vulnerables que el resto de los profesionales. Aunque los que ejercen la profesión bajo presión o con mayor estrés por diferentes causas, son los que tienen una alta probabilidad de padecer ciertos trastornos, no sólo psíquicos, sino también físicos.
Hagamos en el epílogo de esta entrevista un alegato en favor de la profesión médica, de su futuro, de sus posibilidades o de sus amenazas.
La profesión médica sigue centrada en las necesidades de la sociedad, sus valores, habilidades, gestión y la relación con el paciente. Debemos explorar sus límites, haciendo justicia a su utilidad dentro de los retos éticos y deontológicos ante las nuevas tecnologías y el envejecimiento de la población, el cómo informar a los pacientes o cómo afectan las informaciones colectivas a la confidencialidad. El ejercicio de la medicina clínica siempre está cambiando, y debemos estar preparados para hacer frente a los mismos y reafirmar aquello que es fundamental. Estos cambios exigen que los médicos expresen claramente los principios éticos que guían su conducta, ya sea en la atención clínica, la investigación, la docencia y hasta como ciudadanos. Es crucial que se escuche una perspectiva médica responsable a medida que se toman las decisiones por la sociedad. Predicamos la tolerancia, nuestros pacientes deberían tener un puesto de privilegio en ese horizonte, en ese mañana.
Un libro. ‘Cien años de soledad’, de Gabriel García Márquez.
Un disco. ‘Con su blanca palidez’, tema de los sesenta de Procol Harum, que es la canción que comparte con su esposa.
Una película. ‘Candilejas’, Charles Chaplin.
Un plato. La paella.
Un defecto. Son muchos.
Una virtud. Saber envejecer.
Una cualidad de los amigos. Creo en la amistad con
mayúsculas, no en las medias tintas, en la transferencia masiva, que te permite estar tranquilo con esa persona.
Qué detestaría en los enemigos. No lo recuerdo, no tengo memoria de los enemigos .
Una religión. Teoría General de Sistemas, de Ludwig von Bertalanffy.
Un chiste. No recuerdo ninguno
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