Por Germán Payo Losa
Director de Educahumor
Para Germán Payo, “es poner tus ideas en un lugar donde otros las pueden ver, ofrecer tu punto de vista, probar tu capacidad de persuasión, ingenio, estilo y tu don de suscitar interés o polémica”
¿Cómo se escribe con humor?, me pregunta un amigo. Como es inteligente, no le interrogo que para qué quiere escribir con humor. Lo sabe; si reímos, sonreímos, nos divierte cualquier escrito, suscita más interés y el contenido llega mejor, dura más y causa placer mayor. Eso lo sabe la publicidad. Muchos tenemos que publicar algo, dar una charla, presentar a alguien, defender un proyecto, escribir un trabajo o investigación. Introducir un poco de humor, aun en temas serios, los hace más digeribles. Funciona hasta en sermones.
“Escribir en España es llorar” (M.J. Larra). “Escribir en España no es llorar, es morir” (L. Cernuda). Yo creo que escribir puede ser divertido. Es poner tus ideas en un lugar donde otros las pueden ver, ofrecer tu punto de vista, probar tu capacidad de persuasión, ingenio, estilo y tu don de suscitar interés o polémica. Claro, lo difícil es vivir de esto. Valle Inclán —veía en una exposición de fotos de la generación del 98— pasaba verdadera hambre en Madrid y un amigo le invitaba a su casa para charlar con la excusa de darle de cenar, porque “era la única comida que tomaba en el día”. ¡Y era Valle-Inclán!
Aquí hay dos partes: cómo se aprende a escribir y luego, cómo se hace con humor.
a) Lo primero es de lo más sencillo. “Poniéndose a escribir, por las buenas. Al principio cuesta, es cierto; pero luego sale ‘El Quijote’, lo publicas, te forras, te dan el Nobel”, aconseja J. Vidal. En la película ‘Deconstruyendo a Forrester’, un escritor muy famoso aconseja a un muchacho negro de 16 años y de origen humilde, en el que ve un potencial extraordinario como escritor:
— Escribe.
— ¿Qué escribo?
— No importa. Escribe.
Al ver que intentaba pensar, le espetó:
— No pienses. Escribe con las entrañas, con el corazón. No pienses. Luego, ya corriges con la cabeza.
W. Allen coincide: “Yo trabajo por instinto”.
He preguntado siempre a escritores cómo lo hacen y me han interesado entrevistas en las que lo dicen. Unos tienen la idea desde el principio en la cabeza y, aunque sea en seis volúmenes, lo tienen claro. Otros dicen que los personajes son como los hijos, que tienen vida propia. Unos escriben impecablemente y otros corrigen multitud de veces. No sé reglas.
b) Con humor:
Es más complicado. “Morir es fácil; lo que es difícil es hacer reír a la gente”. E. Gwen, un cómico, contestó así a un amigo que le visitaba en su lecho de muerte y le había dicho: “Esto debe ser muy difícil para ti”. “No. Esto no es demasiado malo. Y luego, la frase famosa.
¿Y cómo hacemos reír, eso sí, con palabras impresas? No me hagas mucho caso, pero si lo que escribo te funciona, estupendo.
«Hay que tener sentido del humor. Y la base, la prueba del algodón, es si eres capaz de reírte de ti mismo y de lo que te pasa. Reírse de uno mismo es darse cuenta de que todo es relativo, cambia. Un señor le espetó a Albert Ellis, famosos psiquiatra:
— ¿Pero eso no es lo contrario de lo que usted escribió en su libro?
—Claro. Desde hace 20 años he aprendido mucho”.
Cambiamos; aceptarlo y reír. Los demás también cambian. Algunos lo niegan o no lo ven. “Qué joven estás en las fotos”, me comentaba un amigo en una reunión para celebrar el 43 aniversario del grupo scout Rigel. Yo sonreía y pensaba: “¡Y tú no!”
“Relativizar y pasarlo bien al defenderlo, aceptando que la vida es compleja y poliédrica”
Situarse con una actitud lúdica ante uno mismo y lo que escribes implica que no te tomas en serio. Que tu punto de vista es tuyo, y hay más de 6.000 millones de puntos de vista. Relativizar y pasarlo bien al comentarlo y defenderlo, aceptando que la vida es compleja y poliédrica. Dispuesto a debatir con deportividad y sin agresividad. Alguien te atacará. Disfruta. “Ama a tus enemigos; es lo que más les fastidia”.
•Lo que más odioso resulta a un comunicador es el engreimiento, la superioridad de aquel que proclama: “Yo tengo razón. Esto es así y sanseacabó”. Y atacan despiadadamente a otros, proclamando: “Yo tengo mucho sentido del humor”.
Cuando me siento superior, con sólidos principios y la razón de mi parte, pienso en la historia del campesino que recibe la visita de un inspector del ministerio de agricultura que, muy solemnemente, viene a comprobar las tierras. El campesino le dice:
— Vaya donde quiera, pero no entre en aquel prado.
Sacando el carné y exhibiéndolo con superioridad le espeta:
— Mire usted, soy inspector del Ministerio de Agricultura y entro donde me parece, ¿comprendido? El campesino se encoge de hombros y dice:
— Bueno.
Al cabo de un rato, el inspector entra en el prado mencionado; cuando está en medio, descubre un toro bravo que avanza con malas intenciones hacia él. El toro embiste y el inspector corre y grita:
— ¡Socorro!
A lo que el campesino, a voces, responde:
—Enséñele el carné.
Creerse superior, saber mucho, sentirse con la razón es un mal endémico que las personas inteligentes entienden que no vale de mucho cuando trato problemas complejos con personas complicadas. Así que sitúate bien y mira tu carné.
• Crea emoción. Cuando hablamos de nosotros, de nuestras experiencias, de lo que la vida nos enseña, eso llega. Nos mueven más los sentimientos que las ideas. Se ha celebrado hace días el 50 aniversario de los que acabaron Medicina en Salamanca. Un primo que ha venido al festejo me comenta: “Tenía una lista de compañeros, los he llamado ¡y se han muerto todos!”. Si lees esto, es que estás vivo y puedes ver el lado gracioso de esta lotería y feria que llamamos vida.
No te tomes la vida en serio. Al final, no vamos a salir vivos. O sea, reír de cómo nos ha cambiado la vida de y lo que era importante antes y ahora. Y cambiar el “¡dónde vamos a parar!” por: “Si lo llego yo a saber…”.
• Aprende de los maestros. Lee a quienes, según tu humor —y cada uno tenemos el nuestro propio— son los mejores. Y relee clásicos. “Escribir es que le dejen a uno llorar y reír a solas”. “La mosca se posa sobre lo escrito, lo lee y se va, como desperdiciando lo que ha leído. ¿Es el más exigente crítico literario?”. “Como daba besos lentos, duraban más sus amores” (R. G. de la Serna).
Utiliza imágenes, comparaciones, metáforas, juegos de palabras, absurdos, fantasías. He leído una comparación de M. Vicent de las fases por las que pasa una persona al recibir la noticia de que va a morir con el resultado de las elecciones últimas. El partido del Gobierno ahora —y todos parecen seguir las mismas pautas cuando les toca— ha pasado de la negación, con geniales frases, hasta la aceptación de lo inevitable, con un “¡Qué hostia… qué hostia!”. Comentario de un humorista: “Nos hemos dado un tortazo en directo, pero nos daremos cuenta en diferido”.
Lección de fantasía: “La pareja más feliz que puedo imaginar sería la de un hombre sordo y una mujer ciega” (S. T. Coleridge).
• Atacar: el humor es un arma de destrucción ‘risiva’. Métete con las ideas de los demás, no con ellos. Sin insultar. “Me encanta cuando me insultan, significa que han perdido todos los argumentos” (M. Thatcher). Siempre he estado en contra del sarcasmo y del humor que hunde, pero me gusta la ironía fina: “Aquí yace mi mujer. Ella descansa en paz y yo también” (J. Dryden); semejante a una lápida: “Aquí yace mi marido y yo descanso en paz”. Cuentan que Nancy Astor dijo a W. Churchill: “Si fuera su mujer, le pondría veneno en el café”. Él respondió: “Si fuera su marido, me lo bebería”.
• Observar y comentar jocosamente. Acabo de oír a F. Ónega un comentario sobre C. Ronaldo, al que han pillado orinando en St. Tropez. No pude parar de reír por su enfoque divertido a una situación que le puede pasar a cualquiera y por cómo al final sugiere poner una placa. “Aquí meó CR”, y que pase a ser un punto de visita obligado.
En fin: practicar mucho ayuda. Escribir con humor puede ser una meta, en mi caso, y un buen sueño, aunque “en la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen; la gran mayoría de los sueños se roncan” (E. Jardiel).
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