Lleva la excelencia como ‘libro de cabecera’; no en vano ha dejado la mejor Unidad de Cirugía Torácica de España en varios parámetros. También organiza–ahora ya jubilado– el Congreso Internacional de Cirugía Torácica como director de Relaciones Institucionales de la Sociedad Europea, y ve cómo sus investigaciones siguen siendo reconocidas en todo el mundo. Eso sí, nunca olvida que siempre quiso ser un médico al servicio de los pacientes y no para ganar dinero, como el protagonista de ‘La Ciudadela’ o como su facultativo de cabecera en la infancia. Por eso pide cambios en un hospital que conoce muy bien, no sólo por sus más de 20 años como jefe de esa Unidad excelente, sino también por sus dos últimos como director médico. Cree que la legislación está encorsetada, que hay que abrir los quirófanos 24 horas, flexibilizar horarios, hacer contratos laborales y poner en valor la Atención Primaria; todo para que no ocurran cosas como que un paciente con cáncer se quede sin operar un día porque se ha cumplido la hora de los sanitarios. Casi nada, lean y verán.
¿Cómo ha sido salir del hospital, de esa ‘ciudad grande’ en una ciudad pequeña, después de 24 años y, además, como director médico?
Llevadero; ni excitante, ni frustrante, ni triste, ni alegre. Ahora vivo permanentemente en sábado, menos los domingos, cuando hago otras actividades. No tienes que levantarte a las 6, puedes salir de compras, desayunas con tu mujer… Yo no sabía que mi mujer desayunaba, y lo hace todos los días, y yo con ella. Es otra vida. Me preguntaban no hace muchos años si me daban envidia los nuevos residentes, que parecen no tener más de 15 años con esa cara de niños, pero no me dan ninguna, yo opero mucho mejor, y no es arrogancia, simplemente he tenido experiencias que otros más jóvenes las tendrán o no.
Y otras muchas que todavía le quedan. De momento, acaba de llegar de Kazán y pronto emprenderá otro viaje internacional…
Desde el punto de vista profesional, no remunerado, estoy trabajando igual que antes de jubilarme desde la Sociedad Europea deCirujanos Torácicos, ahora como director de Relaciones Internacionales. Estamos organizando un congreso internacional que se celebrará probablemente en Brasil, en el que participarán las dos sociedades europeas, la de Cirugía Torácica y la de Cirugía Cardio-Torácica; la americana; la latinoamericana, la brasileña… Un evento grande, pero lo que más me gratifica es que conoces a más profesionales de todo el mundo. Tengo amigos desde China hasta India, por supuesto en Brasil, EEUU, Rusia, toda Europa… Esto no tiene precio.
Durante el acto de homenaje en el hospital con motivo de su jubilación prometió también seguir en la investigación en Cirugía Torácica.
Precisamente ahora hemos tenido una reunión con mis colegas del hospital, porque hemos enviado varios trabajos al próximo Congreso Europeo de Cirugía Torácica, que también estoy organizando para junio, y uno de ellos ha sido nominado para optar al premio más grande que otorga la Sociedad Europea, el Brompton. Es un estudio muy sencillo, en el que hemos analizado a lo largo de 20 años cómo ha sido la evolución de las complicaciones postquirúrgicas y lo que se denomina “fallo en el rescate”, para saber qué pacientes han tenido complicaciones que no has podido resolver y han fallecido, un parámetro de calidad muy en boga. Hemos demostrado en qué puntos ha habido clara mejoría, fundamentalmente como respuesta a un trabajo de grupo, no sólo quirúrgico, sino de Enfermería, Anestesia, Cuidados Intensivos, es decir, todo el hospital, por eso se está mirando mucho en los parámetros de calidad. También queremos hacer este análisis a nivel internacional, esperamos que se acepte la propuesta para que nuestro equipo analice, en una serie de bases de datos, hasta 200.000 casos de resección pulmonar en Europa.
Seguro que ya hubo señales en su infancia, como ocurre con las grandes vocaciones, que apuntaban a la Medicina. ¿Cómo empezó todo?
Pues sí, desde que recuerdo yo quería ser médico. Cuando tenía unos 8 años, unas tías me regalaron un libro que se llamaba ‘La Ciudadela’, de A.J. Cronin, un ‘best seller’ en los años 30 en toda Europa, y después de leerlo, quería ser como ese señor. Parece una historia de cuento, pero es real, la he contado en foros internacionales y me he encontrado con más gente a la que le ha pasadolo mismo, en concreto, un médico inglés que lleva grabado en su anillo de boda los nombres de los dos protagonistas. Se me grabó a fuego en el alma el hecho de que este hombre, que empieza en una zona rural de Gales trabajando en condiciones infrahumanas, se convierte en el médico de moda en Londres, pero él quiere curar enfermos, no ganar dinero.
Gonzalo Varela le debe al doctor Andrew Manson, protagonista de ‘La Ciudadela’, y a ese médico que le visitaba en casa cuando era un niño, el haber dedicado toda su vida al servicio de los pacientes. Lo tuvo claro desde los 8 años, e incluso se plantó ante su padre para ir a estudiar a Pamplona y huir de una universidad politizada con el objetivo de ser uno de ellos. Pronto conoció a Carlos Gómez Durán, jefe de Cirugía Cardiaca de la Clínica de Navarra y posteriormente de Valdecilla, y tambén quiso ser como él. “Siempre he funcionado por referencias”, dice. Y a buen seguro que lo consiguió.
A pesar de hacer “un mal MIR” y lograr la tercera especialidad elegida en el tercer hospital solicitado, pronto logró una plaza en el Hospital 12 de Octubre, y con formación internacional logró hacerse un hueco como profesional de prestigio en la Cirugía Torácica española. Qué suerte que Arturo Ferreras y Claudio Ledesma, gerente y director médico del hospital de Salamanca en 1993, lograran convencerle para poner en marcha una Unidad que hoy en día es referencia en toda España. Los últimos dos años, hasta su jubilación el pasado mes de octubre, los dedicó a devolver todo lo que el Complejo Asistencial le había dado, y asumió la Dirección Médica, con orgullo, pero con grandes dificultades.
Ahora vive cada día como si fuera sábado, aunque la verdad es que no para. Como director de Relaciones Internacionales de la Sociedad Europea de Cirugía Torácia, donde lleva años en la junta directiva como vocal, editor de la revista, presidente electo y presidente –“en junio ya lo dejo”, dice–, viaja por medio mundo haciendo lo que más le apasiona después de los pacientes: conocer profesionales de diferentes países y compartir experiencias. Es también el editor del libro de texto europeo de la misma Sociedad.
Mucho ha tenido que ver en todo esto Isabel, su Christine Barlow, “que también desayuna”, aunque hasta ahora pocas veces había tenido tiempo de hacerlo en su compañía, y con quien ha tenido cinco hijos, dos nietos y otro que viene en camino. Quizá hayan sufrido sus ausencias de médico entregado, pero seguro habrán heredado sus valores de entrega y profesionalidad.
Parecerá cursi, pero me llegó hasta el fondo de mi ser y, de hecho, nunca he trabajado en la privada como especialista en Cirugía Torácica, no porque sea mejor ni peor, sino porque he visto esta profesión como algo de lo que depende la vida de muchísimas personas, no como algo para ganar dinero.
Entiendo entonces que en su familia no había relación con la Medicina.
Soy madrileño; en la familia de mi madre eran artistas, músicos, básicamente; hay varios con cierta relevancia y yo, en principio, se suponía que debía seguir ese camino. Y en la familia de mi padre eran panaderos en un barrio normal, gente modesta. De hecho, mi padre fue el primero que estudió en esa familia, se hizo perito industrial, trabajó en una empresa de motores eléctricos y logró que sus hijos fueran a la universidad. Me marché a estudiar a Pamplona, porque en Madrid, el año anterior, el famoso 1968, se había perdido curso, la Complutense cerró y le planteé a mi padre que quería estudiar en un ambiente no politizado. Nunca he tenido relación con la política, y aunque su respuesta fue rotundamente no, porque era muy caro, busqué trabajo. Cuando un hijo se empeña en que quiere hacer una cosa, hay que apoyarle.
En su caso, la Medicina estaba ahí constantemente…
Nunca lo dudé. Primero quería ser médico de Familia, porque también admiraba mucho a nuestro médico de cabecera, que era una persona entrañable; luego me interesó la Psiquiatría, iba de pseudointelectual, con pelo largo y una pipa, pero la primera vez que entré en un quirófano fue amor a primera vista, un flechazo.
Y llegó la Cirugía Torácica…
Conocí a Carlos Gómez Durán, jefe de Cirugía Cardio-Torácica, con quien trabajé dos años en la Clínica Universitaria de Navarra, y para mí tenía todas las cualidades de un buen cirujano. Además, me dejó grabado algo para siempre al comentarle que yo quería hacer su especialidad: “Vale, pero primero tienes que ser un buen médico”, y eso es lo que intenté. Siempre he sido un cirujano con fonendoscopio. Él fue mi profesor y la persona que se me asignó para el internado, y justo cuando terminé la carrera apareció el MIR, que tenía que hacer para poder irme con Gómez Durán a Valdecilla y a Cirugía Cardiaca. Pero el examen lo hice mal, no le di importancia, yo no quería tener buenas notas, sólo quería ser un buen médico. Tenías que pedir tres especialidades y tres hospitales, y saqué la tercera especialidad en el tercer hospital, que fue Cirugía Torácica, entonces Pulmonar, en La Paz.
“Nunca he trabajado en la privada, no es mejor ni peor, pero no veo esta profesión para ganar dinero”
No está mal, ahí sí descubrió la que ha sido su gran especialidad…
Descubrí a Isabel, con la que me casé; esperábamos un hijo, y tenía que ser responsable y pensar que, en realidad, me gustaba tanto la Cirugía Torácica como la Cardiovascular, así que tuve la suerte de conseguir pronto una plaza en propiedad.
Y de aquí a Salamanca, ¿por qué?
Curiosamente, llegué porque una noche me llamó por teléfono una persona y me dijo: “Queremos traer a cirujanos torácicos al hospital y hemos pensando en tí”. Le contesté: “Has hecho bien en preguntar, pero no tengo ningún interés”. Había estado en Canadá, empezaba a tener mi prestigio profesional en la Medicina española, y había aprendido una serie de técnicas fuera… Pero lejos de abandonar la conversación, me insistió: “Si vinieras, ¿qué condiciones pondrías?”. Así que le dije: “Iría como jefe de la unidad y como profesor asociado, y elegiría a mis colaboradores”. Fue por decir algo, pero la realidad es que me daba miedo ir a un hospital clínico, porque temía perder la libertad como especialista independiente; yo había oído muchas cosas de las cátedras, pero afortunadamente no me encontré eso. Pensé que se habían olvidado, porque fui claro en no querer moverme de Madrid, pero a los meses me volvieron a llamar para hablar con el gerente, entonces Arturo Ferreras, y el director médico, Claudio Ledesma.
Era a finales del año 1993 y le convencieron.
Me pareció un reto, tenía la sensación de haber alcanzado un techo en el 12 de octubre, y como mi meta no era ganar dinero, sino la Medicina, el desarrollo científico y profesional, y además Salamanca y su Universidad también ofrecían la salida internacional, acepté y me traje a Marcelo Jiménez, sólo a una persona. Si íbamos a operar sólo un día, me pareció suficiente.
Vino a crear la Unidad, esto ya no pasa en Salamanca…
Antes había más libertad de movimiento, ahora hay trabas administrativas y sindicales que tienden a igualar a todo el mundo, y no somos iguales. Y cuando yo he querido, y lo he sufrido como director médico, no he podido traer a Salamanca a profesionales interesantes porque no cumplían no sé qué requisito. ¿Cómo se puede progresar así? Es muy difícil, una bolsa de empleo no garantiza que estén los mejores. Siento ser crítico, lo he hablado con todos los que lo tengo que hablar, Administración,
“Cuando entré en un quirófano fue amor a primera vista, pero soy un cirujano con fonendoscopio”
compañeros, responsables de sindicatos, a los que respeto y aprecio, pero no estoy de acuerdo en absoluto. Hay que tender a traer la excelencia.
¿Cómo se puede hacer entonces?
Liberalizando. Ya sé que no es popular, pero hay que hacer contratos laborales. ¿Por qué yo, por ser médico, debo tener un estatuto diferente a un ingeniero? ¿O por qué no puedo venir a Salamanca por no tener no sé qué puntuación, aunque haya descubierto el trasplante de cerebro? ¿Pero de qué puntos estamos hablando, del supermercado, o hablamos de excelencia académica, científica y profesional? Siento mucho decir esto, y discrepo con muchos colegas queridos, pero tenemos un sistema anticuado para atraer talento. Los concursos de traslados muchas veces paralizan los servicios hospitalarios, como le va a pasar a Salamanca, y ya hemos perdido profesionales que han tenido que salir cuando estaban llevando programas de excelencia clínica. La Administración debe cambiar el sistema, darle la vuelta como a un calcetín; no estoy hablando de política ni de privatización, estoy hablando de que los pacientes merecen a los mejores profesionales.
Hablemos de Cirugía Torácica. Ha evolucionado mucho y para bien, sobre todo en cáncer de pulmón y en supervivencia.
Desgraciadamente, en este caso concreto no. Hace tres días, en Kazán, vimos en un gráfico sobre toda Europa que la incidencia está disminuyendo, pero la mortalidad porcentualmente no. Ahora la supervivencia sólo es de un 20% a los 5 años en pacientes diagnosticados nuevos. Otra cosa son los enfermos en estadios precoces, con tratamiento adecuado, que pueden llegar al 70% de supervivencia, pero es la menor parte. El problema es que se ha fumado a lo loco, sin saber, había millones de anuncios, se nos ofrecía como algo bueno, se fumaba en las consultas, en clase… Ahora mismo se sigue fumando en la puerta de la Facultad de Medicina y del hospital, es vergonzoso, una falta de cultura general tremenda… Además, uno de los problemas fundamentales en estos tratamientos es que no somos multidisciplinares; un paciente que viene al hospital puede ser tratado para la misma enfermedad de cuatro o cinco maneras diferentes, dependiendo de quien le vea, cuando ya hay suficientes evidencias en la literatura científica que indican cuál es la mejor opción, pero los hospitales no están centrados para nada en los pacientes, sino en los médicos.
Suena fatal, según lo dice.
Suena fatal, pero es la realidad. Te comento un caso reciente de un traumatismo leve: le habían visto cuatro profesionales diferentes en distintos sitios, y los cuatro tratamientos eran radicalmente distintos. ¿Pero cómo podemos seguir así? También es verdad que hemos avanzado mucho, ahí están los equipos de toma de decisiones en cáncer, pero todavía tenemos que oír críticas a lo que algunos llaman erróneamente protocolos, cuando son evidencias científicas.
¿Cómo está actualmente la Unidad? ¿Qué hay que mejorar?
En el origen de la Unidad, un equipo ante el que me quito el sombrero, con cirujanos, enfermeras, anestesistas, fisioterapeutas, fue muy exitoso a la hora de estandarizar de acuerdo con las mejores evidencias científicas existentes, y logramos reducir de una forma espectacular la morbilidad y la mortalidad de los procedimientos. Hasta el punto de que cuando me marché la mortalidad de la resección pulmonar estaba por debajo del 1%, y desde luego si soy un paciente y me voy a operar, lo único que quiero es no morirme. Teniendo en cuenta que el 90% de nuestras operaciones son tumores, los profesionales de ahora son mucho mejores en cirugía mínimamente invasiva, que se hace ya en el 70% de los casos, las heridas son muy pequeñas y la recuperación es más rápida.
¿Cuáles son los principales retos en esta especialidad?
La integración de los que tratan los mismos problemas; es un reto de todos, no sólo de la Cirugía Torácica, ya basta de pelearse por ver de quién es el paciente. Dentro del orden tecnológico, también hay un reto muy interesante con las técnicas nuevas, como la navegación endobronquial, que ya está instalada en el hospital, y la cirugía robótica, que lo estará el mes que viene. No se esperan maravillas, pero sí es la puerta para un futuro de una tecnología que todavía ni nos imaginamos. Aunque sin olvidar que lo importante sigue siendo que el oncólogo, el neumólogo, el cirujano, el anestesiólogo, la enfermera y el fisioterapeuta se sienten juntos y discutan sobre el paciente, y que haya una sola voz, no cinco.
Una Unidad con nivel de excelencia y que funciona como unidad de gestión clínica, ahora cuestionada por la justicia. ¿Qué opina de este modelo?
Estoy absolutamente de acuerdo con este tipo de gestión. ¿Cuál es el miedo? ¿La corrupción? ¿Pero es que ahora no la hay? Si yo quiero elegir a una persona, ¿por qué hay que pensar que va a ser mi primo y no el mejor cirujano torácico que haya en España o en Europa? Siempre estamos con lo mismo, pero quien piensa esto quizá está acostumbrado a actuar así, yo no.
Igual Gonzalo Varela no, pero el político de turno sí tiene un primo que opera fenomenal…
Pues Gonzalo Varela le dirá que no tiene el nivel de excelencia requerido, y si lo tiene, se someterá a un comité de evaluación, en el que también, por cierto, deberían estar las asociaciones de pacientes; su papel no es sólo estar en la calle dando voces. Aquí hemos tenido el ejemplo de los pacientes de hepatitis C, que llevaban reivindicando años que se tratara la enfermedad en estadios la Medicina pública no es sostenible, los médicos gastamos sin mirar, no aplicamos criterios racionales de eficiencia en nuestras decisiones, y esto es lo que corrigen las unidades de gestión clínica, además de la calidad. No da igual la morbilidad que tenga una unidad, debe medirse y debe ser un dato público.
De hecho, un informe reciente de la Sociedad de Cardiología habla de una diferencia de hasta 14 puntos en unos centros u otros.
He liderado durante años estudios similares en Cirugía Torácica; hay diferencias espantosas y el ciudadano tiene derecho a saberlo. Salamanca está el número uno de España en una serie de parámetros, porque hay un comité director en el que intervienen todos, se toman decisiones colegiadas, no es darle el poder solo al médico, es cuestión de que el dinero público esté bien invertido.
¿No debería funcionar así todo el hospital? Porque la realidad es que Salamanca lidera las listas de espera de toda la Comunidad, aunque, como dicen los políticos, sea porque es referencia en muchos servicios.
Es un tema muy complejo. Pero desde luego la causa de las listas de espera no es que sea un hospital de referencia; de hecho, las personas que vienen de otras áreas de salud lo hacen por patologías graves que no tienen espera ninguna: para operarse de cáncer de pulmón como mucho serán tres semanas, y una consulta de Cirugía Torácica será en menos de una semana, y otras especialidades igual. Uno de los motivos de la lista de espera es que muchas enfermedades no se tendrían que tratar en un hospital de alta tecnología. Lo mismo sucede con muchas consultas, se podrían hacer en el centro de salud correspondiente. En un estudio muy rápido que hicimos, casi uno de cada dos TAC que se realizan en el hospital no era necesario, no aportaba ningún diagnóstico nuevo ni ningún cambio en el tratamiento.
El paciente no tiene la culpa…
Por supuesto que no. Yo no estoy de acuerdo cuando se dice que el paciente tiene que aprender; si a mí me duele un pie a las dos de la mañana, yo me voy a Urgencias, porque igual lo pierdo, y si mi niño tiene 39 de fiebre a las 11 de la noche, también voy. Lo que hay que hacer es ofrecer unos servicios razonables, tengo que pedir pruebas en función de su valor predictivo, pero es que es muy fácil pedir análisis, radiografías y resonancias, por si acaso, y muchas veces se argumenta que puede haber responsabilidades legales, pero si escribes en la historia clínica tu razonamiento estás cubierto. No podemos actuar porque me pueden demandar… A mí no me han demandado nunca en 42 años.
Esto de las consultas es sólo un problema, porque la lista de espera también es acuciante en cirugías.
Sí, es sólo un problema. También es una causa que en la Sanidad no podemos funcionar con un horario, cualquiera de los profesionales de la salud que viaje lo ha visto fuera de España, se trabaja dependiendo de la demanda. Si tengo que operar a cinco pacientes de cáncer, no puedo decir que acabo a las tres menos cuarto. La Sanidad tiene que adoptar la forma de trabajar a nivel de economía de mercado, no puede ser algo funcionarial, de ninguna manera, porque no estamos dando el servicio que necesita la población. ¿Qué sentido tiene el hospital nuevo si no va a tener un horario continuado que dé atención a las personas que lo necesiten?
¿Por qué no se hace? Porque últimamente todo el mundo lo pide.
Yo lo llevo haciendo desde 1994. Te cuento una anécdota muy curiosa. Cuando Marcelo Jiménez y yo vinimos se corrió la voz de que teníamos contrato blindado, porque a las 7 y a las 8 de la tarde seguíamos ahí, pero yo venía en comisión de servicio y Marcelo como interino, es decir, lo que son ahora 1.200 euros de sueldo básico. Hasta el punto de que llamaron de un hospital de la Comunidad para preguntar cómo era nuestro contrato, porque querían traer a un especialista y querían ofrecerle lo mismo. El director médico les dijo: “No sé de qué me hablas…”. Pero refleja la mentalidad que tenemos aquí. Menos mal que detrás de este trabajo que hicimos hay miles de personas que se han tratado; algunos no han sobrevivido, pero muchos sí, y eso vale más que todo el dinero del mundo, así de claro. ¿Por qué no se hace? Porque estamos dentro de una legislación que encorseta a los hospitales, a la Sanidad en general, y lo fundamental empieza en la Medicina de Familia, no conozco a fondo este nivel, pero si no funciona correctamente, para qué queremos los hospitales.
Esto es un mal común en toda España, pero seguimos sin saber qué pasa en Salamanca con la lista de espera quirúrgica.
Yo he gestionado un servicio durante 20 años que no ha tenido lista de espera. Posible es, pero hay que trabajar de otra manera, nose puede empezar a una hora y salir a otra, a la gente hay que operarla, habrá que establecer algún tipo de remuneración por horas que se acumulan, o un horario flexible. Más que echar la culpa a la Administración, que la tiene, y mucha, siempre he tendido a mirar hacia dentro. No sé qué deben hacer el consejero y el gerente, pero yo puedo empezar antes, programar mejor, aprender una técnica más rápida, hacer equipo con los anestesiólogos, de manera que no se suspendan operaciones… Pero yo nunca me echaré a la calle a protestar si antes no he solucionado lo que depende de mí.
“La espera es en muchas dolencias que no se tendrían que tratar en un hospital de alta tecnología”
Hay 100 médicos que han firmado un manifiesto en el hospital –y otros muchos lo apoyan– que dicen que han hecho todo lo posible y también piden que se abran los quirófanos por la tarde, pero hace falta un presupuesto, la voluntad de uno mismo no es suficiente.
Sí, pero hay evidencia de que se ha hecho, se han llegado a pactos y a acuerdos. Uno de los problemas que hay, aunque no sea el fundamental, es que los equipos de Anestesia, Enfermería y Cirugía van por vías paralelas y no se hablan en muchas ocasiones. Puedes llegar una buena mañana a operar y no puedes porque alguien no está o porque nadie avisa. Sempre he propuesto que hay que hacer equipos quirúrgicos, de cinco personas, para que no sea una responsabilidad colectiva del sistema, sino de esas cinco personas que tienen que sacar adelante este trabajo. Organizándolo así, no es habitual que haya que trabajar muchas más horas.
¿’Microgestiones’?
Eso son las unidades de gestión, ¿por qué somos enemigos de ellas? Los hospitales no están hechos para los pacientes, sino para los que trabajan dentro. ¿Cómo se puede justificar que a una persona con cáncer se le diga que no se le opera hoy porque es muy tarde? ¿Esto no tiene responsabilidad legal o por lo menos moral?
¿Esto no lo tendría que haber impulsado un director médico?
“¿Qué sentido tiene el hospital nuevo sin un horario continuado que dé atención a los pacientes?”
Pues sí, debería, pero no me ha dado tiempo. Es muy, muy, muy compleja la labor del director médico, mucho más de lo que yo pensaba, sinceramente. Tienes tal cantidad de cosas que no funcionan y que debes cambiar, y tal cantidad de interlocutores que piensan de distintas maneras y, a la vez, tan poca capacidad real de gestionar…. Mientras un porcentaje elevado de los profesionales de un hospital tengan plaza en propiedad estatutaria, es imposible poner orden, porque se haga lo que se haga, nunca pasa nada. Pero no soy pesimista, hay muchas más cosas que no son listas de espera. Salamanca va a tener un hospital que ya me gustaría a mí.
¿Una etapa para olvidar, entonces?
No, para nada, orgulloso… He dedicado una parte pequeña de mi carrera a un organismo público que me ha enseñado a ser médico, a operar, a ser un científico, a ser un profesional, a relacionarme con el mundo en varios idiomas… Lo he hecho porque es muy fácilprotestar, pero no es fácil hacer; a mí me parecía coherente que si yo llevo protestando 40 años, intentara hacer algo. Supongo que el 80% ha salido mal, pero hemos hecho cosas muy buenas, con un equipo extraordinario.
Y que continúa. Su subdirector médico está en la dirección ahora…
José Carlos Gómez es la persona idónea, con muchísima formación clínica y de gestión, y no es antipático como yo…
¿Tendremos el hospital que llevamos esperando 20 años?
No es el hospital de mis sueños, voy a ser sincero, porque nace con muchas limitaciones de espacio; nunca hubiera hecho un complejo nuevo en este sitio, pero en Radiodiagnóstico creo que vamos a tener un gran hospital, también habrá una Unidad de Cuidados Intensivos fantástica, los quirófanos están muy bien dotados, ahora hace falta que funcionen todo el día. Me gustaría que las habitaciones hubieran sido individuales, es muy duro estar con una persona que no conoces, pero cada vez más la Medicina no se basa en la admisión de pacientes. Hay que mejorar la ambulatorización, y para eso va a haber un hospital de día más grande, que no sea el hospital de día de Cirugía Torácica, sino el hospital de día de Salamanca, que atienda de forma multidisciplinar todo tipo de casos.
Nos espera un traslado difícil.
Sí, he sido un cobarde.Lo dice con la boca pequeña y a modo de broma, claro, porque ha dado la cara y la sigue dando, siempre con dos palabras: servicio y pacientes.
Un libro. ‘La Ciudadela’, de A.J. Cronin.
Una música, un autor, una canción. El Triple
Concierto de Beethoven.
Una película. ‘El padre de la novia’ (me da igual la
de Spencer Tracy o la de Steve Martin).
Un plato. La paella.
Un defecto. La impaciencia.
Una virtud. El sentido del humor.
Una cualidad que valora en los amigos. La
sinceridad.
Qué detestaría en los enemigos. La hipocresía (y
en los amigos más).
Una religión. Católica.
Un chiste. Dice una madre a su hijo:
– Me ha dicho un pajarito que fumas maría.
– La que la fuma eres tú, que hablas con pajaritos.
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