El Hospital de San Bernardino

Texto: Jesús Málaga

Fotografías: Andrés Santiago Mariño

El autor repasa la historia del centro fundado por la familia Maldonado en siglo XIV

Para hacer un seguimiento del Hospital de San Bernardino hemos de fiarnos de nuestra imaginación, recrear en ella los datos que nos han dejado los historiadores y plantearnos, virtualmente, los hallazgos arqueológicos de los últimos años, ya que casi la totalidad de los referentes arquitectónicos y urbanísticos para su ubicación correcta han desaparecido por completo.

Este pequeño hospital fue fundado por la familia Maldonado en el siglo XIV, más concretamente en 1320, y estuvo relacionado con el solar que posteriormente ocupó el convento y la huerta de las Agustinas según unos, o con la ermita de los Milagros y las iglesias de San Lorenzo y San Juan del Alcázar según otros1. Aunque estamos hablando de un mismo barrio, en el que las edificaciones citadas estaban distantes menos de cuatrocientos metros, el lugar que ocupaba el hospital de San Bernardino, con los datos con los que contamos, es impreciso y, en todo caso, solamente aproximado.

Estamos refiriéndonos al distrito salmantino que más sufrió la terrible destrucción de los primeros años del siglo XIX.

Quedó arrasado gran parte del caserío que se encontraba en el espacio que se corresponde con la actual Vaguada de la Palma y los barrios situados a ambos lados de esta pequeña depresión que separa dos cerros, altozanos que fueron los primeros habitados de Salamanca, el de San Vicente y el de la Merced, este último en el alto de las Catedrales. La Guerra de la Independencia y la explosión del polvorín de las Peñuelas de San Blas2, dejó extensos solares con ruinas que se correspondían con Colegios Mayores y Menores, conventos, iglesias, ermitas y centenares de casas.

Al terminar la Guerra de la Independencia era tanta la desolación que los salmantinos llamaron a este barrio “Los Caídos”. Durante los siglos XIX y XX, con las piedras de los grandes edificios en ruinas, se fueron construyendo pequeñas y destartaladas viviendas y chabolas que conformaron los barrios de San Vicente, los Milagros, La Palma y Chino, barrios de difícil delimitación entre ellos. En estos caseríos, construidos en precario, se fueron asentando familias humildes y empobrecidas, además de casas de lenocinio y alterne que hicieron del barrio Chino uno de los más conocidos, junto con el del mismo nombre de Barcelona, en los ambientes de prostitución de toda España.

La ermita de los Milagros era aneja o, quizás, solamente estaba agregada orgánicamente al Hospital de San Bernardino. Para la atención de los enfermos ingresados en el centro sanitario funcionaba una cofradía que también se encargaba de celebrar los funerales y entierros de los pacientes que morían en el hospital. Enrique Llamas cree que el asilo estaba relacionado con la Parroquia de San Bartolomé de los Apóstoles3.

La ermita de Nuestra Señora de los Milagros fue fundada por los parroquianos de San Blas y San Lorenzo en 1470. Aunque no se han encontrado vestigios de la misma, sabemos por los planos del siglo XIX que se edificó junto a la muralla de la ciudad, cerca del alcázar. Según consta en las escrituras de algunas donaciones de tierras en Tordillos y Macotera otorgadas al hospital de San Bernardino, el centro asistencial se encontraba en las inmediaciones del fuerte.

El Instituto de la Vaguada de la Palma, las ruinas de la iglesia de San Lorenzo encontradas recientemente, los lienzos conservados de muralla medieval y romana y los restos del castillo aportan un espacio dentro del cual se encontraría la ermita de los Milagros y, seguramente, el hospital de San Bernardino.

La ermita de los Milagros estaba mirando al río Tormes y se apoyaba en la muralla, muy cerca de una de las entradas a la ciudad por el sur, acceso que recibía el nombre de la Virgen allí venerada, la Puerta de los Milagros. El pequeño templo se encontraba algo alejado de la desembocadura del arroyo del mismo nombre, en la ladera del castro primitivo del teso de San Vicente, y dio denominación al barrio, hoy ocupado por el instituto, las plazas y los jardines anejos al mismo. Algunas piedras de estas viejas edificaciones todavía se pueden ver en las tapias y pendientes del Colegio de Guadalupe, desaparecido hace unos años, formando muretes de las pequeñas huertas en terraza que todavía allí persisten.

La ermita de los Milagros fue, al principio, dedicada a la devoción de Santa María. Con el tiempo, y debido a los milagros y portentos de la imagen allí venerada, recibió el subtítulo de Nuestra Señora de los Milagros. Esta virgen milagrosa concitaba un culto masivo diario y, según Llamas, seguramente, sería atendida por los beneficiarios de la vecina parroquia de San Juan del Alcázar. Así se explica que en 1569 atendieran los servicios religiosos de la ermita de los Milagros don Bartolomé, don Pedro y don Alonso Navarro, este último párroco de San Juan del Alcázar durante más de cuarenta años.

La ermita de los Milagros estuvo atendida por una ermitaña que se encargaba de la limpieza del templo y de la atención de los muchos devotos de la Virgen. En 1569 el obispo de la diócesis, don Pedro González de Mendoza, suprimió la parroquia de San Juan del Alcázar por la escasez de la población atendida, incorporando su feligresía y clero a la cercana iglesia de San Bartolomé de los Apóstoles, templo que estaba situado cerca del Colegio Mayor de Oviedo, en lo que hoy es Palacio de Congresos. Este hecho produjo en la ermita de los Milagros un cambio muy importante.

Algunos cronistas de la época describieron el cierre de San Juan del Alcázar como un drama para sus parroquianos que llorando acompañaron en procesión a la Virgen y a las reliquias del templo. Una vez sin culto, la iglesia fue derribada para que la Orden Militar de Santiago pudiera construir un colegio universitario en parte del solar resultante. El edificio construido fue el Colegio del Rey, hoy desaparecido.

La Virgen de los Milagros fue, durante siglos, una de las advocaciones de la Virgen María que más devoción suscitó en Salamanca. Desaparecida la ermita y la imagen, muchas otras tallas han atraído la piedad de los salmantinos; algunas de esas devociones han llegado hasta nuestros días. Tal es el caso de la Virgen de la Vega, venerada en un principio en el convento de Canónigos Regulares, hoy iglesia de la Fundación Rodríguez Fabrés, y que desde el siglo pasado se encuentra en el retablo del altar mayor de la Catedral Vieja.

Otra Virgen, patrona de la ciudad, Nuestra Señora de los Remedios, recibía las plegarias de los charros en la iglesia de San Julián y Santa Basilisa. Para atender a su popular culto se conserva en el templo una buena talla con un majestuoso camerino. Otras Vírgenes de especial veneración en Salamanca son la Virgen del Rosario, que desde San Román pasó a la iglesia de los Dominicos, Nuestra Señora de la Encarnación, que se venera en la iglesia Vieja del Arrabal, y la Virgen de la Salud, festejada en el que fuera pueblo, y ahora barrio, de Tejares. Todas ellas son muy queridas y celebradas entre la población creyente salmantina.

Villar y Macías llegó a ver restos de las iglesias de San Juan y San Lorenzo. Últimamente se han recuperado algunos elementos de esta última, hallazgos que han posibilitado señalar con exactitud suplanta. Se trata de una iglesia construida en el año 1170 por pobladores mozárabes, vecindario que también abrió en este lugar una puerta nueva en la muralla.

Teso de San Vicente, con el desaparecido Colegio de Guadalupe

La iglesia de San Juan Evangelista era conocida por los salmantinos como San Juan del Alcázar por estar en las cercanías del castillo nuevo de la Peña Celestina. Se construyó también en el siglo XII, conservándose documentación, fechada en 1191, hablando de su funcionamiento.

En el mismo territorio repoblado por los Serranos, en el solar que hoy ocupa el Palacio de Congresos y antes el Colegio Mayor de Oviedo, se encontraba la iglesia románica dedicada al apóstol Bartolomé, construida en 1174. Fue fundada por Don Berengario, caballero serrano, y sus hijos Rodrigo y Martín. Estos viejos cristianos pidieron a los obispos Pedro Suero o Suárez y a su sucesor mitrado Don Vidal, permiso para construir un templo. Fue concedida la autorización a cambio de un áureo o ducado de oro en señal de sumisión.

San Bartolomé fue reedificado en el siglo XV por el conde de Alba de Tormes, don García Álvarez de Toledo, cuyo palacio estuvo en el lugar que posteriormente ocuparía el Colegio Mayor de Oviedo. En la Guerra de la Independencia, y a pesar de encontrase en el barrio de Los Caídos, esta iglesia se salvó de la destrucción debido a que su párroco, Casaseca, era un destacado afrancesado. El templo tuvo tres beneficiados después de agregarles los titulares de las parroquias de San Juan Evangelista y de San Pedro. Desde entonces se la llamó San Bartolomé de los Apóstoles.

Uno de los problemas que nos plantea el estudio del Hospital de San Bernardino es que estuviera bajo la advocación de este santo franciscano antes de que naciera. San Bernardino de Siena vino al mundo en 1380 y murió en 1444, y el hospital de su nombre se fundó en 1320, sesenta años antes del nacimiento de Bernardino. Para poder explicar este enigma tenemos que recurrir a la situación de vecindad del hospital con los Franciscanos. Esta poderosa orden religiosa tenía en Salamanca un gran convento con un extenso territorio situado muy cerca del centro hospitalario. Todavía hasta 1979se conservaba parte de la huerta franciscana, perteneciendo en esas fechas a los Padres Capuchinos que la vendieron como solar para la construcción de un gran número de viviendas entre lo que hoy es Cuesta de San Blas y calle Ancha. 

Los franciscanos debieron tener una gran influencia en todas y cada una de las instituciones enclavadas en los alrededores de su casa. No es de extrañar que una vez canonizado su hermano Bernardino en 1450, impusieran su patrocinio sobre el pequeño hospital nacido junto a la ermita de Nuestra Señora de los Milagros. Este cambio de nombre se realizó tardíamente, en la segunda mitad del siglo XV. Con ello querían honrar a este franciscano que entró en la orden a los 22 años y que alcanzó mucha popularidad por sus predicaciones sobre el culto al Dulce Nombre de Jesús. Su trabajo en el afianzamiento de la orden le llevó a fundar un gran número de conventos.

Patio de San Francisco el Grande, con el titular del hospital en la esquina

Los franciscanos llegaron a Salamanca en 1232, mucho antes de la fundación del hospital de San Bernardino. Llegaron de la mano de Fray Bernardo de Quintanabal, estableciéndose en la ermita de San Hilario y, posteriormente, en la iglesia de San Simón, templos situados en la zona se construyó el gran convento de Franciscanos. Los hijos de san Francisco se dedicaron a la atención de los moribundos y a oficiar funerales, logrando con ello pingües ganancias para el convento. Esta intromisión en la administración de sacramentos, que compete a los curas párrocos y no a los frailes, les llevó a enfrentamientos con el clero secular.

Los Franciscanos gozaron de mucho poder en Salamanca. Estuvieron protegidos por don Fadrique, hermano de Alfonso IX, y construyeron uno de los edificios góticos más impresionantes de la ciudad. Todavía se puede contemplar parte de la iglesia, dos de los tres ábsides, y restos del claustro, ocultos detrás del templo y del convento de los Capuchinos. Todo ese conjunto arqueológico forma parte de una pequeña huerta jardín visible desde la calle Ancha.

La historia de Salamanca une, una vez más, el hospital de San Bernardino y el convento de Franciscanos. En el viejo hospital de la Santísima Trinidad, en loque hoy es colegio de las Siervas de San José, se encuentra parte del claustro de San Francisco el Grande. Fue trasladado allí por el obispo Cámara para salvarlo de la ruina. Se conserva en perfecto estado acoplado al patio del hospital. Esta joya del plateresco español es desconocida incluso para los salmantinos. Los capiteles están labrados con figuras de gran belleza y finura.

En las esquinas del precioso patio se encuentran incorporadas cuatro esculturas ajenas al claustro franciscano. Cuatro personajes procedentes de la iglesia de San Polo, cuyas ruinas fueron compradas, restauradas y puestas en valor por el Consistorio salmantino de los primeros ayuntamientos democráticos. Son imágenes de los fundadores de otros tantos hospitales integrados en el de la Santísima Trinidad: San Bernardino, San Sebastián, San Juan y otro personaje sin identificar. Estas esculturas presiden el patio del colegio, en otro tiempo patio hospitalario.

En 1581 se suprimieron la mayoría de los hospitales de Salamanca reduciéndose a tres: el de la Santísima Trinidad, el del Estudio y el de Santa María la Blanca. Una reducción posterior concentró en el General de la Santísima Trinidad el universitario y el de bubas. El Hospital de San Bernardino, sus rentas y bienes, fue asumido en un primer momento por el Hospital de Santa María la Blanca, pasando finalmente, en la segunda concentración, al Hospital de la Santísima Trinidad.


Notas:

  1. Según Fernando Araujo en su Guía Histórico Descriptiva de la Ciudad de Salamanca, La Reina del Tormes, en la página 174, refiere que la fundación de este hospital fue más tardía, datándola en 1382, y sitúa el centro asistencial en la huerta que hoy ocupan las Agustinas. ↩︎
  2. El cura Pando se quedó a dormir en el Cuerpo de Guardia acompañando a su amigo el capitán Granados, jefe de las fuerzas que custodiaban el Depósito de Municiones y Armas. Según los rumores, no confirmados por razones obvias al no sobrevivir ningún testigo, el sacerdote tiró una colilla sin apagar al suelo y ésta ocasionó la explosión que tuvo como consecuencia la destrucción de los barrios asentados en la Vaguada de la Palma ↩︎
  3. Llamas Martínez, E. Las ermitas de Salamanca; historia, Arte y Religiosidad Popular (1128-1861). Publicaciones de la Universidad Pontificia de Salamanca. Centro de Estudios
    Salmantinos. Salamanca 1997:111-114. ↩︎

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