El Hospital de los Hurdanos

Por Jesús Málaga

Fundado en el siglo XVI, se encuentra en el centro de la localidad de Lagunilla. Tras varias décadas vacío, este edificio en ruinas, que todavía presenta cierta belleza exterior, espera su recuperación y utilización

La provincia de Salamanca no se corresponde en nada en sus límites con los de la administración eclesiástica. Nada menos que cuatro diócesis llegaron a poseer competencia en ella. Todavía en la actualidad, tres mitras se dividen el territorio y sus 370.000 almas, a saber: Salamanca, Ciudad Rodrigo y Plasencia. La cuarta, Coria, se descolgó con un convenio con Salamanca y Ciudad Rodrigo intercambiando territorio para hacer coincidir sus competencias con los límites provinciales, en el caso de Coria, con la provincia de Cáceres. En aquel acuerdo amistoso, llevado a cabo en 1959 tras el Concilio Vaticano II, el obispo de Salamanca, Francisco Barbado Viejo, se hizo cargo de la parroquia de Lagunilla, que pasó de Coria a Salamanca. Se trata de una población situada al sur de la provincia, cercana a Béjar y dependiente históricamente del ducado de Montemayor, que llegó a tener un palacio en sus inmediaciones, aunque algunos historiadores creen que el citado inmueble fue una pertenencia de la familia de los Flores.

Lagunilla pertenece en la actualidad a la comarca de la Sierra de Béjar, partido judicial de la ciudad textil y a la mancomunidad Ruta de la Plata. Tiene algo menos de quinientos habitantes, cuando a mediados del pasado siglo llegó a contar con más de dos mil.

En cuanto a su historia religiosa, Lagunilla llegó a ser cabeza de arciprestazgo en el siglo XIX. En el centro del pueblo se encuentra el Hospital de Santo Domingo, conocido popularmente como Hospital de los Hurdanos. Fundado en el siglo XVI, se han encontrado referencias a su existencia en los siglos posteriores hasta nuestros días; en la actualidad se encuentra abandonado. En 1700, y en presencia del marqués de Montemayor, se fundó en sus dependencias una escuela que estuvo a cargo del capellán del hospital que enseñaba a los niños, entre otras cosas, religión y gramática. Unos años antes, en 1695, entra en la historia del hospital una mujer, Aldonza Porras y Zifontes, hermana del entonces obispo de Coria. Aldonza, que está enterrada en la iglesia del pueblo, entregó toda su herencia, joyas, tierras e inmuebles para construir el edificio que acogiera el hospital. Para ello dejó al prelado, su hermano, encargado de administrar su hacienda después de su muerte para llevar a buen fin su compromiso. Aldonza vivió permanentemente en Lagunilla, seguramente en el palacio que el obispo de Coria mantenía en aquel lugar para pasar los veranos en lugar fresco, alejado de los calores extremos de la cabecera de la diócesis.

Los avatares históricos acaecidos en España desde la puesta en marcha del hospital en esta segunda época no influyeron especialmente en su funcionamiento. En la guerra de la Independencia acogió algunas guarniciones de soldados de los pueblos de los alrededores para convalecer de sus heridas, pero aunque los franceses realizaron incursiones sobre Lagunilla no destruyeron ni el palacio del obispo ni el hospital, no así el conocido como palacio de los marqueses de Montemayor, que quedó arrasado.

El rey Alfonso XIII visitó Lagunilla cuando se dirigía a visitar las Hurdes, el 18 de junio de 1922. Dicen las crónicas que al llegar el monarca al pueblo llovía con ganas, pero a pesar del mal tiempo se celebraron festejos de homenaje al monarca. Es aquí donde vuelven a salir noticias del hospital; las monjas que lo regentaban fueron las encargadas de servir la comida al rey y a su séquito.

“Se sabe del amor de los hurdanos por su tierra, a pesar de lo pobre que es y lo fatigosa de trabajar”

En 1895, el obispo de Coria, Ramón Peris Mencheta, entregó la administración y dirección del hospital a las franciscanas, dedicándolo también a la enseñanza. Con posterioridad, en el solar resultante del derribo de las casas del capellán y en parte del jardín se construyó una escuela de párvulos. Cuando Pedro Segura, el que fuera con el tiempo cardenal, regentaba la diócesis de Coria, mandó colocar una inscripción con el siguiente texto: “Ministerio de la Gobernación. Patronato Nacional de las Hurdes. Hospital Asilo para hurdanos pobres”.

Estas nuevas instalaciones fueron inauguradas en plena dictadura de Primo de Rivera, el 18 de junio de 1924. La puesta de largo contó con la presencia del general Martínez Anido y por supuesto, del obispo Pedro Segura. Desde entonces, acogió a 24 ancianos, 12 de cada sexo, a los que hay que sumar dos más nativos de Lagunilla.

El 1 de julio de 1945, los ancianos acogidos en el hospital fueron trasladados a una nueva residencia situada en Las Mestas, en plenas Hurdes. Se quería conseguir así que estuvieran en su tierra de origen sin sufrir el desarraigo de vivir sus últimos años de vida fuera de su patria chica. Se sabe del amor de los hurdanos por su tierra, a pesar de lo pobre que es y lo fatigosa de trabajar. Asimismo, las monjas franciscanas fueron trasladadas a otros conventos de su comunidad. Pocos meses estuvo el hospital sin residentes y religiosas que los atendieran. Al año siguiente de la marcha, el obispado de Coria cedió el edificio a las monjas Carmelitas.

En 1951, con un prelado nuevo, Manuel Llopis Iborra, el hospital vuelve a resurgir. El obispo instaló en él el seminario diocesano de verano y convirtió parte del inmueble en una casa de ejercicios y espiritualidad.

Debido a las buenas temperaturas de los veranos en Lagunilla y las tórridas que se producen en esas fechas en la provincia de Cáceres, el éxito de la casa de ejercicios espirituales duró años. Hay que tener en cuenta que el funcionamiento del semi￾nario y la casa de espiritualidad coincidieron con la presencia del obispo y toda su cámara en su palacio, limítrofe con el hospital. Era entonces cuando Lagunilla, en plena submeseta norte, se convertía en una población talar. Los viejos del lugar recuerdan que todo el pueblo estaba lleno de sotanas, siendo las celebraciones litúrgicas frecuentes y de gran boato. Pero todo iba a cambiar de repente. En 1959, tras las trasformaciones que se produjeron después de la celebración del Concilio Vaticano II, como ya hemos comentado, la Santa Sede aprobó la reestructuración territorial de las diócesis limítrofes con la de Coria para hacer coincidir en lo posible su territorio con los de las provincias de Cáceres y Salamanca. Algunos pueblos de Coria pasaron a la diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo y otros salmantinos y mirobrigenses a Coria. Los de la Sierra de Gata pasaron de Ciudad Rodrigo a Coria y Lagunilla de Coria a Salamanca, diócesis cuyo titular era un dominico, fray Francisco Barbado Viejo. Este cambio de diócesis hizo entrar en declive a las infraestructuras religiosas de Lagunilla, el palacio de verano del obispo dejó de ser ocupado por los prelados cacereños, desaparecieron los seminaristas, se cerró la Casa de Ejercicios y el hospital fue abandonado. En la actualidad, visitar estas edificaciones produce cierta tristeza. El hospital en ruinas espera su recuperación y utilización. Todavía presenta cierta belleza exterior, dando empaque a su entorno. El vecino palacio del obispo fue vendido y sus propietarios, vecinos de Lagunilla, lo convirtieron en casa de verano. Algunos escudos nobiliarios en buen estado son testigo de las glorias pasadas.

Lagunilla, que llegó a ser residencia episcopal y, según la tradición, de los marqueses de Montemayor, era la entrada desde Extremadura por Abadía hacia la submeseta norte. Desde hace años ha seguido los pasos de despoblación que el resto de las poblaciones del interior de la Península, la llamada “España vaciada”. La que antaño fuera trasiego de ganaderos, cruce de caminos y una de las poblaciones más dinámicas del sur de la provincia de Salamanca se ha ido apagando, dejando para el recuerdo sus señas de identidad: el Hospital de los Hurdanos, el palacio del obispo de Coria y el palacio de los marqueses de Montemayor.

En los años de la República, Lagunilla no estuvo exenta de conflictos. En esta localidad talar se llegó a celebrar una boda laica. El novio, Dionisio Martín Sánchez, desfiló acompañado de los miembros de la Casa del Pueblo de la localidad celebrando el acontecimiento con gritos alusivos a sus convicciones ideológicas. En el recorrido salió a su encuentro Luisa Hernández Martín, contestando a los manifestantes con vivas a la fe y a la iglesia católica, produciéndose un enfrentamiento dialéctico de tal magnitud que trascendió a la prensa de entonces y se saldó con denuncias al gobernador civil de la provincia.

“La que antaño fuera una de las poblaciones más dinámicas del sur de la provincia se ha ido apagando ”

También se denunció, ya en los años de la guerra civil, el abuso por el cobro de multas del jefe falangista de Lagunilla, Miguel Pajuelo, que fue denunciado por el alcalde del pueblo al gobernador civil, según consta en una carta dirigida por el edil a la autoridad provincial y que se conserva en el Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Después de varias décadas vacío, el Hospital de los Hurdanos espera su recuperación; para ello se busca una institución que lo rehabilite y, desde aquel inmueble, proyecte y dé a conocer la rica historia de este singular hospital.

Vista general del palacio del obispo de Coria, ubicado en la localidad salmantina de Lagunilla.

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