El género ‘Gaga’ /

Por Fernando A. Navarro

Traductor médico, Cabrerizos (Salamanca)

Textos seleccionados por el autor a partir de su Laboratorio del lenguaje; reproducidos con autorización de ‘Diario Médico’

EL FABULOSO CIRCO DE LOS NOMBRES CIENTÍFICOS

El género ‘Gaga’

A la hora de acuñar nuevos nombres científicos, los investigadores de antaño se inspiraban a menudo en los héroes de la mitología clásica, mientras que los de hogaño tienden a apuntar más bien a los héroes de la mitología contemporánea, poblada de una extraña legión de figuras y personajes del cine, la televisión, los dibujos animados, el deporte y la música pop, preferentemente estadounidenses, como Marilyn Monroe, Homer Simpson, Michael Jackson, Neo (de Matrix), Madonna, el pato Donald o Mike Tyson.

Uno de los últimos mitos musicales homenajeados en la nomenclatura botánica ha sido la superestrella pop Lady Gaga, que ha dado nombre a un nuevo género de helechos distribuidos por gran parte del Nuevo Continente, desde Arizona y Tejas hasta las selvas de Suramérica. Podemos leerlo en un artículo publicado recientemente en la revista Systematic Botany (2012; 37: 845-860) por Fay-Wei Li, Kathleen M. Pryer y Michael D. Windham, profesores de biología en la Universidad Duke de Durham (Carolina del Norte): «Gaga, a new fern genus segregated from Cheilanthes (Pteridaceae)».

¿Los motivos para escoger ese nombre? Según afirman los autores, es un homenaje a la cantante por su decidida defensa de la igualdad y la diversidad de expresiones individuales en la sociedad actual; además, los helechos del nuevo género Gaga presentan, durante su etapa reproductiva de gametofito, cierta indefinición sexual (igual pueden ser masculinos que femeninos o bisexuales) y un aspecto al microscopio que llama poderosamente la atención por su parecido con uno de los extravagantes vestidos tan característicos de Lady Gaga; más concretamente, con el modelito aguamarina de la línea Armani Privé, en forma de corazón, que lució la artista en la ceremonia de entrega de los premios Grammy 2010 (v. imagen).

Por si todo eso fuera poco, resulta que los helechos del nuevo género Gaga presentan también en su genoma un sinapomorfismo molecular distintivo consistente en la secuencia guanina-adenina-guanina-adenina (en notación abreviada, GAGA) en las posiciones nucleotídicas 598-601 de la alineación génica matK, que comparten todas las especies del género Gaga y ningún otro helecho quilantoideo.

De las diecinueve especies de helechos que integran el nuevo género Gaga, diecisiete habían sido ya descritas con anterioridad y asignadas al género Cheilanthes, por lo que ahora únicamente han cambiado su nombre genérico, y conservan el antiguo epíteto específico. Con las dos especies nuevas, en cambio, los científicos sí han podido dar rienda suelta a su creatividad: Gaga germanotta, descubierta en Costa Rica y bautizada con el patronímico de la cantante (Stefani Germanotta, según el registro civil), y Gaga monstraparva, descubierta en Méjico y bautizada en honor de los fans de Lady Gaga, a quienes ella suele llamar cariñosamente little monsters (monstruitos o pequeños monstruos; en latín, monstra parva).

Si tenemos en cuenta que la propia Lady Gaga, gran admiradora de Freddie Mercury, escogió su apodo como homenaje a la famosa canción «Radio Ga Ga» (1984) del grupo británico de rock Queen, nos haremos una idea cabal de los estrambóticos y superferolíticos derroteros que sigue la neología científica contemporánea.


¿DE DÓNDE VIENE?

Ortopedia

Cuando uno acude a buscar el origen de la palabra ortopedia, la mayor parte de los diccionarios la hacen derivar del griego orthós (recto) y paideía (formación, educación), en el sentido de «arte de corregir o evitar las deformaciones del cuerpo humano». Su origen es, en realidad, bastante distinto, como explicó claramente Nicolas Andry, el médico francés que en 1741 acuñó el vocablo orthopédie. Andry, en efecto, publicó a los 83 años un tratado en dos tomos con el título L’orthopédie ou l’art de prévenir et de corriger dans les enfants, les difformités du corps. Y basta acudir a este tratado para confirmar que el autor hace derivar su neologismo de orthós (recto) y paidión (niño); cito textualmente a partir de su obra, en un francés un tanto arcaico, pero aún perfectamente comprensible: «Je l’ai formé de deux mots grécs, sçavoir, d’Orthos, qui veut dire droit, exempt de difformité, qui est selon la rectitude, et de Paidion, qui signifie enfant. J’ai composé de ces deux mots, celui d’Orthopédie, pour exprimer en un seul terme le but que je propose, c’est-à-dire d’enseigner les différentes méthodes de prévenir et de corriger les difformités des enfants».

Bien claramente lo dijo nuestro colega Andry. Otra cosa, claro, es que luego hayamos ampliado en medicina el significado de ortopedia para abarcar la corrección de las deformidades en todas las edades de la vida, pero el origen etimológico que le dio su autor no admite dudas, me parece.


CURIOSIDADES MÉDICO-LINGÜÍSTICAS

Prologorio Marañón

En su trabajo clásico El prólogo como género literario (Madrid: CSIC, 1954), Alberto Porqueras Mayo asegura que los prólogos llegaron a adquirir en la literatura española mucha más importancia que en otras latitudes: según él, el género «prólogo» se tornó en género «pródigo» durante la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX, y cita como paradigma de experto en el arte de escribir prólogos a Menéndez Pelayo. Pero bien podía haber citado también a Gregorio Marañón, siempre dispuesto a escribir un prólogo a cualquier amigo, colega o conocido que se lo pidiera.

A sus espaldas, de hecho, hubo quien le endilgó el apodo —o eso al menos contaba Alfonso Sastre— de Prologorio Marañón, ganado a pulso tras haber firmado la friolera de 250 prólogos.

Doscientos cincuenta, sí, he escrito bien la cifra. Una cantidad desmesurada para cualquiera, pero no tanto para alguien de la prodigiosa capacidad de trabajo de nuestro colega humanista, quien, según recuento detallado de Juan Pablo Fusi, publicó a lo largo de su vida —¡agárrense!— 125 libros y unos 1800 artículos, prólogos aparte. No andaba desencaminado su coetáneo Jardiel Poncela cuando, en malévola apostilla, afirmó de Mara-ñón que «como médico, es muy buen escritor».

Yo más bien hubiera dicho que, amén de escritor insigne, Gregorio Marañón fue un facultativo descollante, con una obra médica que sumó 32 monografías científicas y 1056 artículos especializados, muchos de ellos con contribuciones sustanciales y originales a la ciencia médica.

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