Por Juan Antonio Pérez-Millán
Escritor y crítico de cine
Y Ernesto Pérez Morán
Profesor de la Universidad Complutense de Madrid
El cine negro ha utilizado con frecuencia a los médicos como parte del esquema de investigación de un crimen, unas veces en calidad de testigos, otras de implicados en alguna forma y otras, en fin, de expertos que colaboran con la policía o con el fiscal en la resolución del enigma. Pero en pocas ocasiones la acción ha girado tanto en torno a un médico como en A través del espejo, donde Robert Siodmak, gran especialista del género, y su guionista Nunnally Johnson sitúan al psiquiatra Scott Elliott en el centro mismo de una trama presidida por dos hermanas gemelas.
El doctor Frank Peralta ha aparecido asesinado en su domicilio. Las sospechas recaen sobre Terry Collins, una hermosa y simpática dependienta, y el teniente Stevenson, encargado del caso, la hostiga con sus preguntas, ya que hay varios testigos que la inculpan. Hasta que el policía descubre que Terry tiene una hermana gemela, Ruth, con la que comparte piso y mantiene un constante juego de equívocos que desconciertan a quienes conocen a una o a otra y, según las leyes estadounidenses, las hace inmunes a cualquier acusación que no esté basada en pruebas indudables contra una de ellas en concreto.
Herido en su orgullo profesional, el inspector Stevenson recurre al doctor Scott Elliott, destacado investigador de las características físicas y psicológicas de los gemelos y que había tenido anteriormente algún contacto esporádico con Terry. El especialista consigue vencer la resistencia de la áspera Ruth y somete a las dos hermanas a varios tests –especialmente el de psicodiagnóstico de Rorschach– con el fin de esclarecer las posibles diferencias de comportamiento que pudiera haber entre ellas.
En el curso de su estudio, Elliott coquetea ligeramente con ambas, mientras la película va mostrando, de forma alternativa, la intensa rivalidad que existe entre ellas, motivada por algún episodio de celos en el pasado y enmascarada bajo el manto de una cierta dependencia de Ruth respecto de Terry. El conflicto se agudiza cuando el médico se siente especialmente atraído por la primera y empieza a creer que Terry padece un complejo trastorno de personalidad que la hace potencialmente peligrosa.
Se establece entonces una densa intriga, característica del cine negro, en la que las constantes suplantaciones de las dos gemelas se funden con la actitud del psiquiatra y la cachazuda espera del detective, seguro de sus conocimientos prácticos sobre la vida, convencido de que el médico es «un tipo muy listo para ser universitario» y honrado defensor de los buenos ciudadanos… hasta que los ‘derechos constitucionales’ de éstos obstaculizan su labor.
Porque lo más brillante de la película es sin duda la forma en que Siodmak juega, no ya con el papel que desempeñan en cada momento sus personajes, sino con el propio espectador, confundiéndolo constantemente con pistas falsas y haciéndole entrar también en el caleidoscopio de espejos que aparecen con frecuencia a lo largo de la acción y que se refleja en el título original –‘El espejo oscuro’–, destrozado una vez más por la arrogante torpeza de los distribuidores españoles que se atrevieron a modificarlo.
Así, durante buena parte de su desarrollo, A través del espejo parece una admonición contra la falta de ética profesional del doctor Elliott, que acaba cediendo a la tentación de implicarse emocionalmente con una paciente, aunque al principio había comentado que esa actitud le estaba vedada. Pero pronto surge la inquietante sospecha de si no estará simulando para obtener la información que busca y, lo que es peor, si no emplea sus sentimientos, además de sus conocimientos, para ponerlos subrepticiamente al servicio de la ley y el orden, representados por el teniente Stevenson.
Tan complejo túnel de superficies deformantes, vueltas y revueltas argumentales en ocasiones demasiado artificiosas, tiene que presentar inevitablemente alguna fisura. Y la más llamativa de éstas es sin duda la burda ‘trampa’ que el guión tiende al espectador al hacerle creer que el propio Scott Elliott ha confundido a las dos hermanas, y que tan consumado experto está revelando sus emociones a la persona equivocada… Circunstancia, por cierto, que en el doblaje español de la época resultó agravada por un par de flagrantes errores a la hora de citar el nombre de alguna de ellas.
Con todo, A través del espejo destacó en su día sobremanera por los aspectos técnicos de su realización. Siodmak decidió llevar hasta el final el juego de ambigüedades filosóficas –propio también del cine negro– por el que el bien y el mal, la inocencia y la perversidad, la salud y la enfermedad pueden presentar idéntica apariencia, y no contento con exigir a Olivia de Havilland que interpretase un doble papel particularmente difícil, optó por explotar a fondo la ligerísima asimetría del rostro de la actriz, anulándola después expresamente mediante su aparición en los espejos. Dispuesto a extraer todo el partido visual posible a su planteamiento, desdeñó los trucos que se utilizaban habitualmente entonces para captar a un mismo actor en dos personajes–pantalla partida con disimulo, plano y contraplano sucesivos– e hizo que Terry y Ruth se cruzaran con frecuencia en la misma toma e incluso llegaran a abrazarse en algún momento. Ese afán, para el que requirió la colaboración del maestro de los efectos especiales clásicos Eugen Schuftan –que ya había trabajado con Fritz Lang en los tiempos de Metrópolis–, convirtió el rodaje de A través del espejo en un verdadero suplicio.
Olivia de Havilland, heroína hasta entonces de numerosas películas de aventuras intrascendentes donde solía aparecer como pareja de Errol Flynn, y que se enfrentaba a uno de sus primeros papeles dramáticos de cierta entidad, tampoco facilitó las cosas, ya que –en involuntaria sintonía con el argumento del filme– estaba sometiéndose a psicoanálisis en aquella época y acudía al estudio acompañada por su analista, que no se privaba de intervenir en el trabajo cuando lo consideraba oportuno. Ella misma confesaría años después que tardó muchos años en quitarse de la cabeza el «horrible personaje de Terry Collins». A su lado, encarnando al doctor Scott Elliott, el recientemente ‘recuperado’ Lew Ayres–incluido en las listas negras de Hollywood por haberse negado a participar en la guerra– no se muestra mucho más expresivo que de costumbre, aunque su estatismo aporta en este caso un punto más de oscuridad al argumento. En cuanto al veterano Thomas Mitchell, cuentan las crónicas que solía acudir completamente borracho al plató para hacerse cargo del personaje del detective.
Estos avatares contribuyeron sin duda a hacer de A través del espejo poco más que una obra menor en la sugestiva filmografía de Siodmak, aunque muy representativa de la época en la que el cine se volcó con fruición sobre los temas relacionados con la Medicina y en especial con la Psiquiatría.
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