Dr. Manuel Gómez Benito: “Puedes tratar a un enfermo desde el primer segundo dándole confianza para que crea en ti”

Manuel Gómez Benito deja la presidencia del Colegio de Médicos con la “satisfacción” del deber cumplido y con una filosofía intacta en defensa de los buenos profesionales y de los pacientes como su auténtica razón de ser

El nombre de Manuel Gómez Benito quedará ligado para siempre al Colegio de Médicos de Salamanca, pero no sólo por el número de años que ha estado al frente de esta institución, sino sobre todo por la intensidad con la que se ha dedicado a ella. Además, este médico otorrinolaringólogo desprende en sus gestos, en sus acciones y en toda su filosofía de vida un enorme humanismo, indispensable para recibir con amor, respeto y comprensión a un paciente, a esa “persona vulnerable que llega hacia a ti en busca de ayuda”. Una cualidad que ha consolidado en sus décadas al servicio de la Medicina, pero que le llegó de otra parte. Lean y descúbranlo.

Dieciséis años al frente del Colegio de Médicos, siendo la cara visible del colectivo, pero también con el ‘pico y la pala’ luchando por él, no es un tiempo insignificante. Estará más relajado, pero también notará que algo le falta. ¿Cómo se siente?

Todavía no se me ha ido de la cabeza, pero ya no es lo que diariamente he vivido durante 16 años, que era despertarme y tener al Colegio en la mente y dormirme también pensando en el Colegio. Era lo que había que hacer para que las cosas no fallaran, para que los médicos supieran cuál es la finalidad del Colegio. He estado siempre muy preocupado por ello y muy satisfecho de haberlo hecho así, las cosas no salen de otra manera. También he de decir que esta transición hacia la nueva Presidencia se ha hecho bien, porque se ha preparado con tiempo.

En septiembre de 2016 ya dije que sólo iba a estar un año más, y así ha sido. En septiembre de 2017 empezamos a preparar todo para que se cumplieran los plazos, y esta previsión ha permitido que no haya habido un tránsito brusco o inesperado y que las personas que ocupan ahora la junta directiva lo supieran con antelación, además de que muchas han repetido en las Vocalías, y todo esto a mí me ha dado tranquilidad.

¿Será entonces un mandato de ‘continuidad’? ¿Qué espera de los integrantes de la nueva junta directiva?

Ellos saben cuál es mi parecer, cuál es la esencia de un colegio de médicos, lo que significa de atención al profesional en cualquiera de sus múltiples facetas –Primaria, Especializada, residentes, centros penitenciarios, administraciones públicas….–, pero también en la atención al enfermo y en vigilar que la praxis sea completa, de una ética intachable. Y otra cosa muy importante, la independencia del colegio. Es una Corporación con una serie de posibilidades y una importancia enorme para la sociedad en general y para las instituciones y, en este sentido, hay que estar pendiente de tener relaciones con ellos, pero manteniendo una independencia absoluta, para que nunca haya injerencias. Ahí están, y son útiles, las sociedades científicas, las sociedades de médicos, los sindicatos… Pero yo nunca he querido que en el Colegio se inmiscuyera nadie; todos perseguimos lo mismo, pero por distintos caminos. Y creo que el colegiado, en el fondo, no quiere que nadie se confunda con el Colegio y quiere que le demuestre que tiene su sentido y su forma de hacer de forma autónoma.

El Colegio sería como un ‘paraguas’ que defiende a la clase médica y al paciente, sin ningún otro interés…

Claro. Además, la colegiación es obligatoria, y así debe ser, aunque hubo momentos de duda y alguna comunidad autónoma aprobó la liberación y luego tuvo que rectificar, porque sin colegiación nos convertimos en nada. ¿Qué es un médico solo en una ciu￾dad, sin un centro donde acudir, donde informarse, donde esté defendido, atendido administrativamente, con certificados, que ahora son muy necesarios? Si no estuviéramos colegiados, cada uno podría hacer lo que quisiera, se favorecería el intrusismo y la mala praxis. Si a pesar de estar colegiados, todavía hay intentos de engaño… Afortunadamente, en Salamanca hay poquísimos casos, pero en provincias grandes alguien se pone a trabajar de médico y no se entera nadie. Esto no es lo que necesita el enfermo ni la sociedad; debe haber un orden para garantizar una correcta práctica de la Medicina.

Curriculum vitae

Manuel Gómez Benito

Ledesma, su pueblo natal y al que regresa a cada momento con sus pensamientos, fue sin duda el inicio de esta vocación humanística de entrega a los demás que defiende a cada instante el bueno de Manuel Gómez Benito (Ledesma, marzo 1944). Son sólo recuerdos de un niño que sufrió la pérdi￾da de su padre con sólo 8 años, pero algo tuvo que quedarle de ese taller de protésico dental donde su progenitor ya era un avanzado de la época. Esos pacientes que llegaban y salían con una dentadura nueva fueron su primer contacto con la apasionante ciencia de la curación, aunque fueron los años sucesivos los que tejieron la razón de ser de esta profesión viendo, sintiendo y admirando el ejemplo de una madre viuda con seis hijos, maestra del pueblo y permanentemente preocupada por los demás.

Estudió Medicina (1964-1970) igual que su hermano mayor, anestesista, y luego se especializó en Otorrinolaringología junto al admirado, entre￾gado y brillante Don Casimiro del Cañizo. Con él empezó la formación en su Escuela, lo que hoy sería el MIR, y con él y su generosidad absoluta con los jóvenes médicos, aprendió sus primeros diagnósticos, sus primeras cirugías…. en el Hospital Provincial y luego en el Clínico, donde ha permanecido hasta su jubilación, compatibilizando su labor con sucesivos mandatos al frente del Colegio, donde ha llegado incluso a bátir el récord de participación en unas elecciones colegiales con aquel 38% de la última votación.

En la actualidad, se siente afortunado por conservar una consulta privada que, si bien le generó dudas en un principio, ahora le conecta tres días por semana con sus pacientes. Y, por supuesto, disfruta de la familia, de su mujer, sus tres hijos y sus nietos, y también jugando al golf, de su tertulia y del cine de los viernes, sin olvidar que “un chatillo siempre hay que echar”. Porque la dedicación y el trabajo no son incompatibles con “pasarlo bien”, sino una justa recompensa. De las más grandes que tuvo Manuel Gómez Benito –“ya había acabado la carrera y no tenía novia”– fue aquel año de alférez en Alicante, donde hasta contaba con un sueldo de 11.000 pesetas.

Antes de comenzar su último mandato, hace cuatro años, aseguró que tenía “la misma fuerza e ilusión” que hacía 12 años, cuando inició el primero. ¿Con qué sensación lo ha dejado?

Muy satisfecho, porque se ha cumplido con los proyectos, con lo que teníamos proyectado. Pero todo llega en la vida y hay que darse cuenta. La realidad es que cumples una edad, un cometido, y no siempre se tienen las mismas fuerzas para dar al Colegio lo mejor. Sólo hay que acertar en el cuándo. ¿Que he estado muchos años? Pues sí, la verdad, pero yo los he visto necesarios, porque en estos 16 años siempre hemos ido haciendo algo, hemos ido avanzando, y ahora me voy tranquilo, porque creo que lo he hecho en el momento justo y anunciado con un año de antelación. Personalmente deseaba que hubiera una continuidad, y así ha sido con Santiago Santa Cruz, pero luego cada uno tiene una personalidad distinta y, desde luego, es bueno innovar, renovar, tener nuevas iniciativas.

Muchos colegiados le han dicho que no se imaginaban que el Colegio de Médicos llegara donde ahora está: reforma de la sede; un centro multiusos abierto a la profesión, pero también a la sociedad; un centro de Educación Infantil; una residencia en colaboración con los demás colegios sanitarios; una intensa programación cultural y humanística; se impulsó un Aula MIR… ¿Se le ha quedado alguna espina clavada?

No me queda ninguna espina clavada, porque todo lo que he hecho ha sido en defensa del médico.

Y siempre desde una defensa a ultranza del humanismo…

Claro, el humanismo forma parte de la persona, y si eres médico mucho más. Nosotros somos los que más responsabilidad tenemos con las personas que vienen enfermas, con las que tienes que hablar, que no te conocen de nada, que vienen asustadas, pen sando “a ver qué me encuentran”, como dicen muchos pacientes. El médico es humanista por naturaleza, y más con una persona que viene en las condiciones que viene. Ya lo dije durante la toma de posesión del doctor Santiago Santa Cruz al hablar de la historia que debe hacerse ante un enfermo, y que es el principio de su curación: anamnesis, etiología, exploración, métodos comple￾mentarios de diagnóstico, diagnóstico y tratamiento. Lo primero que se le manda a un residente es que vaya haciendo una historia, y ese muchacho que acaba de entrar a la profesión debe saber que puede a empezar a favorecer a esa persona, a tratarla, desde el momento en que empieza a hablar con ella. Ese primer contacto, el trato que tiene que darle al enfermo, debe ser de cariño, de dedicación, de respeto. Se puede empezar a tratar a un enfermo desde el primer segundo que lo ves, dándole confianza para que crea en ti.

“No me queda ninguna espina clavada, porque todo lo he hecho en defensa de los médicos”

Usted siempre habla, y otros grandes médicos también, de que el paciente es su razón de ser, a quien deben dedicarse casi en un acto de amor generoso, de entrega total. ¿Cómo se consigue esa empatía ante un desconocido? ¿Cómo se conserva algo tan fundamental a lo largo del tiempo?

Primero, por la propia educación, por la forma de entender la Medicina y porque ves que es necesario ayudar a la persona. Luego las cosas pueden ir bien o no, pero si lo has hecho bien desde el principio, el paciente no te va a achacar nada, y la familia lo sabe; aunque finalmente no puedas curarlo o fallezca, puedes estar tranquilo; eso es, en conjunto, el humanismo. También hay otros factores de cultura general. El médico tiene que haber leído, debe saber expresarse. Todo el mundo tiene especialidades, pero el médico es que el más cerca tiene el problema, el riesgo, la virtud y la suerte de tratar con una persona enferma. Si tu enfocas bien la cosas, el enfermo se va ayudar a sí mismo a curarse.

En estas entrevistas de repaso, de reconocimiento, de buscar en lo más profundo de la vocación y de la vida, siempre es bueno retrotraerse a la infancia. ¿Cuándo inició este camino de servicio a los demás a través de la Medicina?

Mi padre murió muy joven. No tenía relación con la Medicina, pero era protésico dental y tenía un taller donde recibía a las personas. En aquellos tiempos no debía haber muchos, era uno de los avanzados de la época: ponía fundas, dientes de oro… Son sólo pequeños recuerdos, pero he tenido una educación humanística absoluta. Mi madre era maestra. Éramos seis hermanos; cuando mi padre murió yo tenía 8 años y el mayor 20, y en el medio, cuatro hermanas. Imagina cómo tuvo que hacer mi madre en aquella época para llevar adelante todo esto, y lo hizo con trabajo, con abnegación, con respeto: hacia nosotros y hacia las niñas que tenía en la escuela, hacia las madres –ahora le han puesto su nombre a una calle en la ronda por donde ella iba al colegio, al lado de la muralla– con una entrega absoluta. Para mi madre nadie era malo, siempre veía a las personas como seres humanos… De ahí es donde me viene a mí el humanismo. Mucho antes que de la Medicina, me viene de mi madre, y no hay una sola vez que hable de ello y no me emocione, porque ha sido una persona excepcional. Así es como se debe ser en la vida, para que tú estés satisfecho al final, tienes que haberte empleado a fondo, con respeto y amor al enfermo.

“Para mi madre nadie era malo, siempre veía seres humanos a los que trataba con respeto”

Entonces no había tradición familiar en la Medicina. ¿En qué momento decidió ser médico?

Mi hermano hizo Medicina, y de ahí pudo venir, el hermano pequeño fue detrás del mayor. Es una profesión dura y abnegada, pero si la ejerces bien, sales muy satisfecho.

¿Ser médico es una profesión o un modo de vida?

Es una profesión, pero que te cambia la forma de relacionarte con el mundo, porque lo ves desde la perspectiva del médico y de la importancia que tiene tu trabajo para los demás. Habrá gente que lo entienda así y gente que no, pero al final el enfermo es lo que da justificación a tu vida. Cuando pones una consulta privada –porque ya tienes una edad y unos conocimientos, con una especialidad en ‘Otorrino’ muy bien considerada por las aportaciones del doctor Casimiro del Cañizo–, tienes muchas dudas, porque es duro; estás tú solo, no tienes a nadie al lado para pedir otra opinión, pero con el tiempo me he alegrado mucho. Desde que me jubilé del hospital, aunque tenía mucho que hacer con el Colegio, los amigos, el deporte, las tertulias… ver pacientes tres días a la semana en mi consulta me mantiene en una situación anímica extraordinaria, porque sigo en lo mío, y me siguen llamando enfermos.

Precisamente la decisión de Sanidad de decretar la jubilación forzosa de los médicos a los 65 años fue un momento ‘dramático’ para la profesión…

Hay compañeros que se han hundido, se han quedado sin ejercer, sin estar en contacto con el enfermo…Fue un gran error, un absurdo que ya critiqué en uno de mis artículos, ‘Ahí os quedáis’, en el que denuncié cómo se había tirado por la borda un material humano y científico extraordinario, profesionales con 65 años en plenitud total.

Usted se decidió por la Otorrinolaringología. ¿Por qué?

Don Casimiro del Cañizo era un hombre muy de acoger a la gente, tenía mucha amistad con mi hermano, que era anestesista, y era una especialidad muy interesante, con parte médica y quirúrgica. Entré en la escuela y descubrí a un hombre de una gran humanidad, con conocimientos extraordinarios y que te permitía hacer una gran formación con él. Primero en el Hospital Provincial y luego en el Clínico… Íbamos dando losprimeros pasos, operacio￾nes de amígdalas, tabique, oídos, hacíamos timpanoplastias… Estábamos desde las cuatro hasta las doce de la noche sin parar de aprender y de compartir. Luego llegaron las innovaciones, como la cirugía de colgajos que aprendió el doctor Juan Luis Gómez de París o las mejoras introducidas por Ángel Muñoz… Ahora ya todos van saliendo al extranjero, y por eso se mantiene la escuela, que primero se llamó Casimiro del Cañizo y ahora Escuela de Salamanca, donde todo se renueva y todo revierte en el Servicio de Otorrinolaringología del hospital para que lo aprenda todo el mundo.

¿Recuerda alguna vivencia que le marcara especialmente?

Nos afectaba mucho cuando tratábamos a los niños, veíamos muchos, y muchos con cuerpos extraños en los bronquios, por ejemplo. Me acuerdo de Miguelín, le habíamos hecho una broncoscopia, le habíamos sacado un cacahuete y parecía que todo estaba bien; entonces no había guardias presenciales, y nos fuimos a casa. Nos enteramos después de que el niño había muerto, Estas cosas te marcan si se trata de personas relativamente jóvenes o en personas adultas con gran humanidad; todos te van dejando huella, aunque si tú actúas correctamente, no te queda cargo de conciencia. También recuerdas lo contrario, alguien que llega al borde la asfixia, como un domingo por la noche, al final de una guardia, cuando ya nos marchábamos y tuvimos que hacerle rápidamente una traquetomía a un paciente y le salvamos la vida. Eso te da mucha fuerza, un gran respaldo en ese momento. La sensación de salvar una vida es maravillosa.

Estudió en la Facultad de Medicina de Salamanca, que no se parece en nada a lo que es ahora…

Pues no, empezando porque nosotros éramos muchos, empezábamos como 1.000 y acabábamos 100. A los padres siempre les ha gustado que sus hijos hagan Medicina, que siempre ha tenido un gran prestigio, y tú te lo ibas creyendo poco a poco. Luego muchos compañeros iban viendo la dificultad y abandonaban, porque era la carrera más larga, con seis años, y había que estudiar, aunque también nos divertíamos mucho. Todo eso confiere personalidad, y el médico la tiene porque ha trabajado, se ha sacrificado. Ahora la Facultad está en una situación muy crítica, el decano está asustado, porque se queda sin profesores y no hay reposición. Un médico que sólo sea profesor no puede ser, hay que incorporar a personas bien formadas, buscar otras soluciones para compaginar lo asistencial y la docencia, pero claro, existen muchas facultades y no hay recursos para que todas sean buenas, con laboratorios, con prácticas, con investigación… Hace falta más infraestructura, más compromiso, y atender a los investigadores, que siempre están en precario, buscando también el apoyo de la industria, que a la larga se beneficiará muchísimo de sus inversiones.

¿Por qué en España está tan mal vista esa ‘comunión’ entre la empresa y la investigación?

Porque no se cree en ella, no se dan cuenta de que los países punteros son los que investigan, en cualquier cosa, no sólo en la Medicina. Pero se tarda años en tener resultados, y el largo plazo aquí en España no funciona muy bien.

En su último discurso en la Fiesta del Médico habló de una Sanidad única que aproveche los recursos de la Sanidad privada. ¿Estamos hablando de privatizaciones? Profundice en su idea.

La Sanidad no es pública o privada, es única, una Sanidad nacional, y no hay que distinguir. Si la Medicina es una sola, si ya se está utilizando la privada porque la pública no da abasto, y de ahí vienen los conciertos… Y si hay muchos estudios que ya lo avalan, al final se irán encontrando, porque se necesitan. Tenemos unos hospitales privados extraordinarios, mal llamados privados, porque también trabajan con médicos y con pacientes, y todo eso hay que aprovecharlo con convenios: que la gente vaya a un hospital, lo pague y luego se lo devuelva la Seguridad Social. Yo me hago un seguro privado, luego me lo descuentas de Hacienda, y así no he llenado hospitales públicos y no he engordado la lista de espera, que es insostenible. Sería algo así como un concierto educativo… Así descongestionamos los hospitales, porque es una barbaridad tal y como están.

¿Por qué no acaba de resolverse el problema de las listas de espera? Ni con ‘peonadas’, ni con el Plan Perycles, ni con los conciertos con las privadas…

Porque hacen falta más hospitales, más consultorios, más camas, más quirófanos y más personal. Un hospital nuevo está fenomenal, pero a los cuatro días se queda viejo, porque no hay donde trabajar tantas horas; hay que duplicar las plantillas, los quirófanos, las enfermeras, las auxiliares… Todo debe aumentar. Es imposible, si no aumentas los recursos.

¿Entonces el nuevo hospital tampoco será la solución? Y eso que hemos esperado ya 16 años desde la aprobación del primer plan director…

Alguna renovación habrá con el nuevo hospital, pero como cuando se abrió Clínico: nada más empezar ya había deficiencias. Aquí viene una nueva resonancia, como la última que ha llegado, y parece que tenemos lo mejor de lo mejor, pero la realidad es que harían falta dos o tres como ésa. ¿Có-mo se puede estar esperando más de un año para una resonancia magnética?

Por esas demoras y por otras deficiencias, la realidad es que el hospital va bajando puestos en los ranking de reputación sanitaria, y la Atención Primaria se enfrenta a una generación entera de jubilaciones que reducirán la plantilla a la mitad. ¿Qué debe hacer el colectivo médico ante este panorama desolador?

No dan los números para redistribuir los médicos de Atención Primaria, eso está claro, pero todavía cuesta decirle a los pacientes que tienen que desplazarse para ir a su centro de salud, donde además le van a atender mejor; al final se tiene que desplazar un médico para ver a un paciente o para nada. En esto, y también sobre el hospital, el Colegio puede dar su opinión, mandar cartas al consejero, pero no puede hacer presiones, porque no tiene poder de negociación, eso es cosa de los sindicatos, a nosotros no nos hacen caso, en el aspecto sanitario no nos valoran.

¿No se les pide opinión, consejo o, al menos, ser una guía? Usted siempre ha apostado por trabajar “al lado” de la Administración, y no “enfrente”. ¿Ha sido posible?

No ha sido posible; te reciben, te dicen que están en ello, pero ellos están limitados a los papeles y a lo que les manden, no se avanza. En el hospital, los médicos han ido muchas veces a hablar con la gerente, pero todo son buenas palabras, no tiene capacidad de gestión porque no hay dinero, han estado hasta en quiebra…. Sólo hace falta fijarse en las interinidades, médicos con 15 o 20 años como interinos, con un trabajo contrastado, llevando servicios, demostrando todo, sacando adelante la Sanidad….

Hace cuatro años ya decía que los médicos estaban “alarmados” por el peligro de deterioro de la calidad asistencial. ¿Ha cambiado algo en este tiempo?

Seguimos alarmados, no ha mejorado nada. El Colegio recibe quejas de todas las vocalías, y los médicos se sienten indefensos, no tienen capacidad de reacción, están mal anímicamente, y esto repercute en la calidad de la Medicina. Los hospitales están masificados, no tienes tiempo para nada; antes hasta ibas con el volante y con el propio enfermo a que le hicieran la prueba que necesitaba, ahora ya no, es imposible buscarle un hueco a nadie.

¿Existen motivos para la preocupación social?

No hay motivos para la preocupación social, porque la formación es muy buena, y eso salva la Medicina. El usuario está en buenas manos, el médico está entregado a su profesión y tiene conoci￾mientos; la competencia no va a faltar, pero dentro de los medios que existen, si un día no hay quirófano disponible, habrá que esperar.

Al final el médico se agobia, las enfermeras se estresan y el paciente se enfada… y hasta se producen agresiones.

Eso es lo más horrible, las agresiones son imperdonables. No puede ser que a un profesional que está en Urgencias, agobiado con tanto trabajo, encima alguien le insulte; eso es fruto de la mala educación de unos y de la impotencia de otros. Pero aunque suenan mucho las agresiones, afortunadamente no son muy numerosas. Son importantes y hay que atajarlas, pero el médico, en general, no trabaja temeroso de que le vaya a tocar a él.

“Para acabar con las listas de espera hay que duplicar quirófanos, camas y personal”

¿Cómo se vive desde la profesión el “empoderamiento” actual de los pacientes, que quieren ser también partícipes del cuidado de su salud y que a veces convierten esto en “exigencia”?

Personalmente, soy escéptico en cuanto a que la historia clínica sea del enfermo, por ejemplo; yo no lo entiendo, una historia clín￾ca la tienes que hacer tú como médico, y sólo yo voy a entender lo que significa. ¿Que te hagan preguntas o miren en internet? Pues en fin, me remito al chiste del médico italiano que colocó un aviso a sus pacientes en la puerta: “Aquellos que ya obtuvieron su diagnóstico a través de Google y quieran una segunda opinión, hagan el favor de consultarla en Yahoo”.

Pero lo que cuenta el propio paciente dirá mucho de lo que le ocurre…

Por supuesto, y eso lo voy a sacar yo en la anamnesis. Es fundamental que el enfermo hable espontáneamente, y luego ya aplicar una anamnesis dirigida. Es más, a veces por miedo muchos se callan aspectos relevantes, y eso es una rémora para el criterio que tienes que formarte de él.

Para terminar, siempre son buenos los consejos de quien acumula tan buena y variada experiencia. ¿Qué diría a los compañeros de la nueva junta directiva ahora que ha dejado la primera línea en el Colegio?

Yo espero todo de ellos, porque tanto los que estaban conmigo como los nuevos son muy válidos. Luego cada uno tendrá su criterio en relación con la Sanidad, con la Medicina y con el médico, pero yo les pediría que se mantuvieran unidos como una piña desde el principio, y dedicados a conseguir un único objetivo: que el Colegio tenga categoría y le dé categoría al médico, que les apoye, sobre todo a los que trabajan en condiciones precarias, que trabajen en la buena praxis y que luchen por mantener la independencia.

El decálogo


Un libro. ‘Diario de un cazador’, de Miguel Delibes.
Una música. Mozart.
Una película. ‘Canción de Nueva York’.
Un plato. Judías verdes con patatas y zanahorias.
Un defecto. Son muchos.
Una virtud. La comprensión.
Una cualidad que valora en los amigos. La
fidelidad.
Qué detestaría en los enemigos. La inmoralidad.
Una religión. La católica.
Un chiste. Un atracador sujeta por detrás a una
mujer, le pone un cuchillo en el cuello y le dice: “¡La
pasta o la ‘degollo’!”. Y la mujer contesta: “Goyo, ¿no oyes? ¡La pasta!”

“No hay motivos para la alarma social, porque el paciente está en manos de médicos bien formados”

No será poco, si no fuera porque viene de la boca de alguien que no se va con las manos vacías, sino con grandes proyectos a sus espaldas. El doctor Manuel Gómez Benito entiende la Sanidad como un gran escenario, que debe estar bien montado, con su ‘iluminación’, su tecnología, con los mejores recursos dispuestos por los gestores sanitarios para que sobre las tablas actúen en las mejores condiciones el médico y todo el equipo de sanitarios, con una base sólida que dignifique y dé sentido a la profesión más humana del mundo.

No se va. Este médico de mirada clara y gran altura, no sólo física, seguirá ahí para quien lo necesite, igual que ha hecho a lo largo de todos estos años.

“Por sus obras los conoceréis”, y también por sus escritos. Deja decenas de artículos, recopilados ahora para cerrar una etapa, en los que demuestra que nunca hubo silencio para defender a la profesión médica, tampoco para representarla. Y desde luego, jamás olvidó sus orígenes ni a sus amigos.Discursos sobre ética, sobre las incompatiblidades, sobre la colegiación… Pero también sobre Ledesma, pregonero del Corpus y la Semana Santa; obituarios para otros grandes, como Jerónimo Cuadrado, Casimiro del Cañizo, Joaquín Montero, Fernando Sánchez Gascón, Luis Santos Gutiérrez, Luis Sánchez Granjel, Luis de la Peña, ‘Pirri’… Y, por supues￾to, sus 58 análisis en esta ‘Salamanca Médica’.

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