Él dice que es mentira, pero algo habrá de cierto cuando su nombre aparece entre los 40 médicos excelentes de la Medicina española (‘La excelencia de la Medicina en España’. César Liesa y Ana Arcalís); aunque, en realidad, sus logros no sólo están escritos en las páginas de un libro, sino en los 1.000 pacientes que se operan cada año en el Servicio de Angiología y Cirugía Vascular que él dirige, casi ya sin lista de espera; en sus clases como catedrático en la Facultad de Medicina y en la investigación traslacional que lleva al hospital de Salamanca a las revistas de mayor impacto internacional. A pesar de caminar hacia los 66 años y no pensar ni por un momento en la jubilación, Francisco Lozano (Zamora, 1953) asegura que Dios le ha dado esa capacidad de hacer muchas cosas a la vez, de desenvolver, de ser eficaz… Pero eso no bastaría si no hubiera además una gran vocación de servicio público, de generosidad y, por supuesto, de disfrutar mucho con lo que hace.
¿Por qué uno decide seguir hasta los 70 años, mucho más teniendo en cuenta que cada vez hay más sobrecarga de trabajo, menos motivación y muchos profesionales están ‘quemados’?
Yo nunca ha estado ‘quemado’; tengo la gran suerte de ser feliz con lo que hago. Evidentemente, hay momentos malos, de más presión asistencial, de enfermos que se complican, pero todo esto ya lo he asumido. Voy al trabajo mucho antes de las 8 y salgo mucho más allá de las 3, y se me pasan las mañanas que no me entero. Siempre tengo trabajo, y la gran suerte de que me enseñaron a compaginar la asistencia con la docencia. Me considero un cirujano que enseña, da clases y que en sus tiempos libres investiga. Y digo en mis tiempos libres, porque ya no tengo más tiempo oficial para eso. Yo trabajo todos los sábados y domingos por la mañana y en mi casa lo tienen asumido desde siempre.
Como para seguirle el ritmo…
Me ha dado Dios mucha capacidad de realizar muchas tareas, pero también soy muy organizado y desconecto muy bien; eso hace que no te quemes. Es verdad que en una época de mi vida exigía a los que me rodeaban que hicieran las cosas a mi estilo y con la misma velocidad, pero ya me he dado cuenta de que cada uno tiene su ritmo. Soy más tolerante, cuando hay que serlo, claro; en otras cosas soy inflexible: con el pasotismo, por ejemplo.
Una suerte para la Medicina y para la Universidad, donde, como usted señalaba en un debate en el Colegio de Médicos en el que participó el pasado año junto a Enrique Battaner, Juan Jesús Cruz, Rogelio González Sarmiento y Julio Pascual, el pragmatismo ha acabado ”con la masa crítica en una Facultad de Medicina empobrecida por la falta de profesores, en cantidad y en calidad”. “España es el país europeo con más facultades y, en este caso, cantidad no puede ser calidad”, añadía. Supongo que la radiografía sigue siendo la misma.
Lamentablemente, sigue siendo la misma, pero se están haciendo intentos de mejora, gracias en parte al actual rector de la USAL, Ricardo Rivero, muy motivado respecto a la Facultad de Medicina, y trabajando mucho con el decano, Francisco Javier García-Criado, y la vicerrectora Purificación Galindo, junto a los directores de departamento, para buscar soluciones. El profesorado ha disminuido en cantidad y en calidad, sobre todo porque no es algo atractivo, y volvemos al pragmatismo: si aparte de ser médico y ejercer tu oficio de especialista, tienes que ser profesor titular o catedrático sin apenas compensación, es algo muy sacrificado, y nadie quiere.
¿Cuáles son las medidas de mejora?
El Plan Especial de Ciencias de la Salud, un plan casi de emergencia en colaboración con Sacyl, incorpora profesores contratados doctores. No es lo ideal, pero es una forma de facilitar la llegada de savia nueva. El problema está en que los últimos catedráticos que quedan son los de mi generación, y dentro de una década no habrá ninguno. Esto es duro para una Facultad, no porque el catedrático sea mejor que el titular, sino porque detrás hay un largo proceso de formación y aprendizaje. Ahora el profesorado ha olvidado la didáctica, y para ser un buen profesor, primero hay que ser un buen especialista, saber el oficio, pero luego tienes que aprender también a transmitir conocimiento.
¿Cómo logramos entonces que un médico quiera ser también buen profesor?
Hoy el médico tiene menos prestigio; la sociedad moderna todo lo diluye, y eso que salva muchas más vidas que antes, es curioso; y también se gana menos dinero. Como nuestras plazas son vinculadas, solamente se añade un pequeño suplemento si eres profesor, y para eso muchos prefieren hacer guardias, ganar más dinero y aprender más el oficio. La gente hace las cosas por una motivación, y ahora, que hay mucho pragmatismo –ahí está otra vez la palabra clave–, no hay nada que los motive.
“Mi mayor ambición ahora es ser abuelo”. Y es que Francisco Lozano, además de un médico excelente, otorga un enorme valor a la familia tradicional. Desde su padre, “la persona más inteligente que he conocido”, hasta su mujer, Alix –aquella chica vasca que estudiaba cuarto de Psicología cuando él hacia quinto de Medicina, “y que me ha ayudado mucho”–, pasando por sus hijos, su madre y todos sus recuerdos de la infancia en su Zamora natal, dicen mucho de quien ahora es considerado todo un referente en la Cirugía Vascular y la Angiología.
Nacido bajo el signo Leo un 14 de agosto de 1953, sabe que a veces ha sido demasiado exigente con los demás, quizá porque él mismo tiene una capacidad y una responsabilidad desmedidas que ya le llevaron a licenciarse con sobresaliente (1971-77) y doctorarse con sobresaliente ‘cum laude’ y posterior Premio Extraordinario (1982). Fue alumno interno numerario de Cirugía (1974-77) y realizó la residencia MIR en Cirugía General, el primero que eligió esta especialidad de toda Espa-ña para quedarse en Salamanca con su maestro, el profesor Gómez Alonso. Tras sus estancias en hospitales de Italia (Milán y Varese, con los profesores Agrifoglio y Dionigi) y EEUU (Nueva York, Baltimore y San Luis, con Yurt, Cameron, Criado, Queral y Sicard), nunca abandonó ya Salamanca, y la Unidad de Angiología y Cirugía Vascular ha crecido al mismo tiempo que su carrera profesional. Cosas del destino, fue precisamente en 1953 el año de la operación del primer aneurisma en el mundo.
Ahora, como jefe del servicio en el hospital de Salamaca, catedrático e investigador principal en el IBSAL, sigue mirando el futuro con responsabilidad, porque, a sus 66 años, le gustaría que tanto el hospital como la Facultad se quedaran en mejor lugar que cuando él llegó.
¿Con dinero, entonces?
No es sólo eso, ni necesariamente eso, puede haber fórmulas. Este plan para ser contratado como doctor puede funcionar, porque te exigen la mitad de requisitos que para ser titular o catedrático. La carrera docente tendría que ser una carrera casi paralela a la asistencial, incluso que los mejores MIR ya pudieran dar clases. Así empecé yo; nunca quise ser profesor de universidad, lo que ocurre es que mi jefe, el profesor Gómez Alonso, me lo facilitó en un momento dado de mi vida, cuando era jovencito, y te entra el gusanillo. Una buena Universidad tiene que tener Facultad de Medicina, es la bandera. Cuando has pasado más de 30 años en la docencia de los futuros médicos, te gustaría irte dejando la facultad mejor que la has ‘cogido’, y ver cómo ahora se está deteriorando da mucha pena.
Mucho más si hablamos de una carrera tan vocacional como es la Medicina. ¿Cómo surgió en su caso?
Yo siempre he tenido vocación de ser médico. Es verdad que mi padre era el director de Adeslas en Zamora y, además, mi referencia vital, la persona más inteligente que he conocido en mi vida, no porque sea mi padre y tenga orgullo de hijo, sino porque era una persona increíble. Pero también en el Bachillerato hubo quien me marcó, como don Marcelo, el profesor de Filosofía en el Claudio Moyano, que me enseñó a ver la vida desde un punto de vista filosófico, humanista.
¿Por qué cirugía?
Quería ser pediatra, pero en cuanto conocí al profesor Gómez Alonso, que con sólo 33 años venía ya de catedrático, era joven, con vocación, con motivación, me despertó el interés de formarme como cirujano. Decía que para operar había que ser primero buena persona y luego médico, y esa escala me gustó mucho.
Y desde entonces fue siempre de su mano…
Fui su alumno interno durante tres años, y cuando salieron las calificaciones del MIR, saqué el número 53 de España. Cuando fui a elegir plaza, el primero de Cirugía de toda España, elegí Salamanca, con Gómez Alonso. Me acuerdo como ahora mismo de lo que me decía la chica que estaba allí: “Pero está loco, si puede ir donde quiera: a Madrid, a Barcelona…”.
“Te gustaría irte dejando la Facultad mejor que estaba, y ver cómo se está deteriorando, da mucha pena”
Y acertó.
Empecé con Cirugía General. Todavía no existía la especialidad de Angiología y Vascular, que se aprobó un año después por parte del Ministerio, y fue también el Dr. Gómez Alonso quien me animó a optar por esta vía. Él me orientó, me dirigió la tesis, me animó a ser profesor… Es mi maestro. Una vez me dijo: “Mira hijo, hay momentos en los que el tren se para, abre las puertas y si tienes billete, lo coges, y si no tienes billete no lo coges”. Y eso es un poco lo que me ha pasado en la vida, nunca he ambicionado llegar a ningún sitio, no he buscado el puesto, pero como he trabajado tanto… La gente se equivoca cuando hace las cosas para llegar a algo.
También de sus estancias en el extranjero se trajo buenos maestros y gran aprendizaje. ¿Irse con posibilidad de retorno también es fundamental para aprender otra forma de hacer?
En EEUU he estado tres veces, también en Italia; he tenido varios maestros americanos a los que les debo mucho, como los profesores Queral y Sicard, pero también el doctor Balibrea, que me ha ayudado mucho y hemos estado 20 años viajando juntos a EEUU. En realidad, me ha ayudado muchísima gente; son tantas personas a las que les debes tanto… Entonces, igual que ahora, hay que arriesgarse. Cuando acabé la residencia, no tenía plaza, estuve de médico adjunto interino, y era un poco agobiante, porque tenía dos hijos, pero yo me fui a EEUU tres meses la primera vez, y un mes era de mis vacaciones; pero ahora la gente tampoco tiene mucha generosidad en ese sentido.
Generosidad y sacrificio.
Evidentemente, y eso te supone que aprendes cosas, las traes aquí, mejoras tú y mejora el servicio público por lo que tú aportas. Ahora la gente se mueve poco, tiene miedo, quiere seguridad… La vida entonces era más lenta.
Más de 40 años ligado a una especialidad, que sin duda lo convierten en uno de los grandes expertos en España y a nivel internacional. A grandes rasgos, ¿cuál ha sido la evolución en este tiempo y cuáles son los retos de futuro?
Esta especialidad me gusta porque combina una parte médica y otra quirúgica, aunque la parte médica de la Angiología la hemos ido dejando en manos de otras especialidades. La parte quirúrgica ha evolucionado muchísimo, con una clara tendencia hacia la cirugía endovascular, mínimamente invasiva, que ni siquiera es una cirugía propiamente dicha, porque utiliza más tecnología, se requiere menos habilidad manual y se simplifican los procedimientos. Aunque yo pueda tener una visión nostálgica de la Cirugía Vascular, está claro que la evolución ha sido mejor para el paciente, con menos riesgo y con mejores resultados.
¿Cuál ha sido esa evolución en el hospital de Salamanca?
Empezó hace más de 30 años como un grupo de trabajo que pasó a ser unidad y, posteriormente, servicio, primero en manos del doctor Gómez Alonso, y luego del doctor Ingelmo. Ahora, y desde hace cuatro años, ya estamos operando a más de 1.000 enfermos; hemos duplicado el número de pacientes.
¿Tres al día?
Hay muchas varices y fístulas, claro, no todo son operaciones graves, pero al año hacemos 100 aneurismas de aorta o 50 carótidas, por poner dos ejemplos. Salamanca está al nivel de cualquier servicio de Cirugía Vascular de España. Contamos con siete facultativos estupendos, con mucha dedicación, muy bien formados, y poco a poco vamos adquiriendo madurez como grupo, estamos más integrados. Gracias a ello, tenemos unos resultados muy buenos que todos perciben, y eso motiva mucho. Contamos con las técnicas más novedosas en cirugía endovascular y trabajamos en estrecha colaboración con otros equipos, como Traumatología, Cirugía General, Neurociguría, Otorrinolaringología… Con quirófanos todos los días, algunas veces con dos, consultas también diardias y tres exploraciones hemodinámicas a la semana.
Y hablamos de enfermedades que son la principal causa de muerte en este siglo.
La patología vascular, que es fundamentalmente la arterioesclerosis, es la epidemia del siglo XXI, y ocasiona más muertes que el cáncer. Infartos de miocardio, ictus, aneurismas que se rompen o las gangrenas ocupan nuestra labor del día a día. También están las trombosis venosas o las varices, con muchos afectados, pero que no suponen un problema clínico sustancial.
Los ictus no paran de ser actualidad, no sólo porque acaparan portadas cuando los sufren personajes públicos, sino también en nuestra vida cotidiana.
Por esto es tan importante lo que nosotros hacemos, que es prevenirlos. Cuando detectamos una estenosis de la arteria carótida significativa o un paciente que ha tenido un aviso de ictus, con alguna secuela en el habla, la vista o la movilidad, los neurólogos nos llaman inmediatamente y los operamos. Igual que con los aneurismas. Hacemos cirugía preventiva, y así evitas que el aneurisma se rompa y el paciente muera, o que sufra una trombosis cerebral o un ictus que le puede ocasionar hemiplejia. Antes creían poco en nosotros, o creían menos, pero ahora nuestros resultados son muy buenos.
Tanto, que la Cirugía Vascular es de las pocas especialidades en las que Salamanca está mejor que cualquier otro hospital de Castilla y Léon en cuanto a lista de espera quirúrgica: menos de 30 días y apenas 40 personas, frente a los 90 de hace un año, según los últimos datos oficiales publicados del 31 de marzo. ¿Cómo lo consigue? Diga la fórmula, para que otros lo puedan copiar…
Cuando yo me hice cargo del servicio, había 356 pacientes en lista de espera, y ahora mismo estamos en 58. Esto se logra trabajando mucho, ajustando muy bien las indicaciones, las entradas de pacientes y también las salidas, teniendo una ocupación de quirófano de casi el 90%… Es decir, empezando muy pronto y acabando muy tarde, sacando quirófanos de donde no los hay –“el que no lo quiera, para mí”–… Ayer me llamó el subdirector médico y me dijo: “Lozano, tengo un quirófano libre mañana, ¿lo quieres?”. Pues sí, cuatro varices más que opero… Y las opero yo.
¿Entonces se consigue con un doctor Lozano o similar?
No, no, no. También debo decir que tenemos mucha lista de espera en consulta, aunque la hayamos bajado de 2.500 a 1.200, es una barbaridad, 1.260 son ahora. Pero es verdad que se necesita un esfuerzo para analizar y discriminar, para gestionar. Otra pata fundamental de la Sanidad, a veces ingrata, muy invisible, pero muy necesaria.
Y los pacientes deben ser el centro de sus preocupaciones...
Sí, con planificación. De esas 1.300 personas en lista de espera, 1.000 son para ver las varices, que son menos prioritarias y, en muchos casos, no quirúrgicas, al tratarse de mujeres mayores, que soportarían un riesgo elevado. Los preferentes son los otros 300 pacientes, que pueden sufrir un ictus o un aneurisma; los vemos en 15 días y, si están para operarse, se operan el lunes siguiente… Estamos en un sistema público, que debe ser solidario, y debemos dar gracias a Dios si tenemos algo banal y tardan un año en llamarte. Pero la gente quiere todo de forma inmediata.
“No podemos perder un sistema sanitario que es la envidia mundial por falta de responsabilidad”
Un sentimiento ciudadano difícil de gestionar muchas veces, pero si realmente existe la capacidad de discriminar y realizar una planificación, ¿por qué no lo hacen todos los servicios?
Trabajar con grupos humanos es complicado. Yo tengo la gran suerte de trabajar con un grupo que es homogéneo en muchos aspectos; por ejemplo, casi nadie quiere tener consulta privada, y eso es muy bueno; también es equilibrado, porque hay gente joven y gente con más experiencia, lo que también es muy bueno, porque quizá yo aporto una visión más conservadora y el joven algo más agresiva; están todos bien formados, y lo que debe hacer el jefe es uniformizar las cosas. En sesión clínica, todas las mañanas decidimos entre todos lo que vamos a hacer con un paciente de acuerdo con la ciencia; no es la ocurrencia de uno, y eso ofrece mucha seguridad al paciente.
¿Y esto en la Medicina privada no pasa? ¿Por eso dice que es una suerte que en su grupo no se opte por la Medicina privada?
Se hace menos, y luego los intereses, evidentemente, no son los mismos. El ejercicio de la Medicina pública persigue la mejora de la ciudadanía en salud, y no la veo complementaria con la privada. En mi caso, imposible. Es bueno que exista la Medicina privada, soy liberal en ese sentido, y creo en el derecho de los ciudadanos a elegir, pero chirría un poco pasar consulta pública por la mañana y por la tarde privada. Yo soy médico gracias a la Medicina privada por el trabajo de mi padre, y creo que ella, deben convivir. Pero hay una cosa que se llama compromiso, y si no hay conflicto de intereses, puede llegar a haberlo. Yo respeto, tengo grandes amigos que trabajan en los dos ámbitos, pero la Medicina pública, como todo lo público, necesita compromiso.
En las enfermedades vasculares, la prevención es lo más importante. Estamos cansados de oír cuáles son los factores de riesgo: tabaco, hipertensión, colesterol, diabetes, alcohol, falta de actividad física… pero estas patologías no paran de aumentar, ¿qué estamos haciendo mal?
Hay varias razones. El tabaco, una muy importante. Algo que hizo muy bien el Gobierno socialista fue la Ley Antitabaco, y sus beneficios son objetivables, porque hubo un bajón tremendo en las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, ahora existe otro repunte entre los jóvenes y, de forma especial, entre las mujeres. También tenemos unos hábitos de vida que no son saludables y causan otras epidemias, como la diabetes, la obesidad o la hipertensión. Sin olvidar, claro, el envejecimiento de la población. Antes la gente se moría con 70 años y ahora se muere con una media de 85 en Castilla y Léon. Ahora veo muchos aneurismas, porque hay más ancianos y porque diagnosticamos más.
¿Podemos hacer algo más? También es relevante educar en salud, antes de llegar al quirófano. ¿Qué podemos decir a quienes siguen en estos ámbitos de riesgo?
La prevención primaria hay que hacerla en los institutos, en los colegios, en Atención Primaria, en las farmacias, en todos los niveles, concienciando a la población. Nosotros también lo hacemos, pero sobre todo nos dedicamos a la prevención secundaria o terciara. Cuando detectamos la enfermedad, logramos que no se complique más.
La investigación es fundamental en este ámbito de la Medicina. Usted también tiene una dilatada trayectoria en este campo, incluso reconocida recientemente con el Premio a la Excelencia Científica María de Maeztu.
Yo no me considero un investigador profesional, pero sí he investigado, con líneas definidas en torno a la cirugía carotídea compleja; patología venosa, respuesta inflamatoria sistemática… Y útimamente he incorporado también la calidad de vida. Mal clínico eres, y peor profesor, si no investigas y no transmites esa faceta. Además, si algo he visto cambiar en mi trayectoria profesional es la investigación, es la mayor revolución que he vivido; empezamos publicando en revistas nacionales como con miedo, pasamos a publicar en revistas internacionales, y ahora estamos en las mejores. Se publica poco, eso también es verdad. Hay mucha gente en el hospital trabajando, pero menos dando clase y mucho menos publicando. Además, tenemos la gran suerte de tener la Universidad, con grandes profesionales con los que colaborar; podemos formar grupos interdisciplinarios y, además, tener un instituto como el IBSAL es fundamental.
Ha desempeñado también los máximos cargos en las sociedades científicas de su especialidad y como asesor del Ministerio y de la Junta en estas materias, y sabe que hoy en día la mayor amenaza es la sostenibilidad el sistema, no sólo por la financiación, que también, sino por una organización deficiente, que se nota, por ejemplo, en la falta de médicos.
Como preámbulo, me gustaría señalar que siempre me he dedicado a lo público, y esa vocación de servicio público forja tu personalidad. Cuando tienes cargos de responsabilidad, lo que quieres es mejorar tu especialidad en lo asistencial y, con el tiempo, te vas a hacer más gestor y te va a preocupar más lo global que tu propio ego. Dicho esto, yo veo que la evolución de la Sanidad tiene tres grandes componentes: uno, que es el directivo, en el que se puede meter a los políticos; otro, los profesionales, médicos, enfermeras, etc., y luego, los usuarios. Y las tres ‘patas’ tienen responsabilidades que no se han delimitado perfectamente.
“El ejercicio de la Medicina pública lo veo incompatible con la privada, aunque ambos sistemas convivan”
Responsabilidad de todos. ¿Qué más nos falta?
Existe un claro envejecimiento de la población y, por tanto, una mayor demanda asistencial. Luego está la tecnificación, cada día con aparatos mejores y más caros. Una realidad que tiene que preocupar a todo el mundo para garantizar la sostenibiidad el sistema. Si ahora todos los pacientes quieren que les hagas un TAC para todo, que es caro, vamos a logar que el SNS se caiga. El político tiene que decir cuál es la cartera de servicios realmente, se debe priorizar, y no vale todo para todos. Mientras, los médicos y enfermeros debemos ser eficientes, y el usuario debe ser consiente de utilizar los servicios de forma correcta, y esto se hace con campañas, no con demagogia. No podemos perder un sistema que es la gran envidia de todo el mundo por falta de responsabilidad.
¿Delimitar servicios es reducirlos?
En EEUU están los mejores hospitales del mundo, pero son 50; los demás, hay que verlos… Aquí tenemos buenos hospitales en todos las provincias, pero los políticos deben decir qué es lo que tiene que quedar en el sistema y qué debe quedar fuera, prescindir de servicios banales. Por ejemplo, la Odontología no está financiada y nadie dice nada. Hemos maleducado a la sociedad y estamos complicando el futuro; hay que poner cotos y tener responsabilidad. Si yo gasto por gastar, el que viene a la consulta utiliza el sistema sólo porque es gratis y el político es demagogo y promete medidas como libertad de médico y de hospital, no mantendremos nuestro sistema. Hay que poner orden.
Y educar.
Somos un poco rebaño. Si hubiera gente informada, con buenos intelectuales, buenos líderes políticos y grandes personalidades, nos iría mejor; tendríamos que guiarnos menos por la TV o los medios de comunciación que esconden intereses, porque la Sanidad debería ser de interés nacional, no puede haber cuatro opiniones o tantas como partidos políticos, sino una básica, por lo menos para dar lo mejor al ciudadano y no vender humo. Al final, el ciudadanos utiliza una fórmula espúrea de solucionar sus problemas, como ir a Atención al Paciente para que le solucionen lo suyo, sin pensar en nada más. Hay que ser solidario. En general, la gente es buena, entiende las cosas, pero es como todo: diez personas hacen más ruido que el 90% restante. Cuando yo llamo a una persona para decirle que tengo que retrasar su operación porque me ha entrado un paciente urgente, al que le tengo que hacer una operación para salvarle una pierna, por ejemplo, nunca nadie me ha puesto ninguna pega. De lo que de mí depende, me gustaría trasmitirle a mi gente que tenemos que ser eficientes y no podemos derrochar….
Hablemos, por último, del hospital de Salamanca: el nuevo se retrasa y el viejo empieza a hacer aguas por muchos sitios, con falta de espacio, instalaciones obsoletas, listas de espera…
El hospital ha mejorado mucho, estamos en el nivel 4, y es el mejor de Castilla y León con diferencia, igual que la Universidad de Salamanca es mejor que la de Valladolid, eso está claro. No sabemos valorar todo lo que se ha avanzado, y me da mucha rabia. Externamente, lo que trasciende es que tenemos más lista de espera, pero es porque tenemos mucho más trabajo. Están pendientes de hacer 4.000 operaciones, pero es que realizamos 150.000 al año. En Cirugía Vascular, hemos reducido las esperas para consulta un 50% y la de operaciones, un 90%. Hay que decir también lo que se hace.
Sí, pero ver cómo el nuevo hospital se retrasa una y otra vez…
Ilusión, trabajo e incertidumbre definen las emociones en torno al nuevo hospital. Vamos a tener un quirófano híbrido, grandísimo, donde podremos hacer cirugía tradicional y endovascular, con una mesa magnífica, con TAC, rayos x… Por otro lado, también estamos teniendo mucho trabajo, muchas reuniones de organización, de compra de material, etc. Y por último, está la incertidumbre de la apertura.
¿Ni siquiera los jefes de servicio saben la fecha de apertura?
En 2019 no; a ver si en octubre de 2020 empezamos con el traslado real. Sin accesos y con elecciones perpetuas, el proceso ha estado y está muy condicionado.
Un libro. “El mundo de ayer. Memorias de un europeo” de Stefan Zweig
Un disco. Uno de los Beatles y, sobre todo, de Paul McCartney. Tenía mis entradas para verlo la última
vez que estuvo en España, pero el día anterior tuve un derrame del vítreo y me lo perdí.
Una película. ‘Casablanca’.
Un plato. Arroz a la zamorana.
Un defecto. La gula.
Una virtud. La sinceridad.
Una cualidad de los amigos. La fiabilidad.
Qué detestaría en los enemigos. Conocerlos.
Una religión. Católica.
Un chiste. Estaba un niño parado en el arcén de la
carretera y pasó un coche, que le pitó: “Piii, piiii”. Y el niño contesta: “Noooo, ca, ca”.
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