Dr. Fermín Sánchez-Guijo: “La gran generosidad de los profesionales es el secreto del éxito de la Hematología salmantina”

El Dr. Fermín Sánchez-Guijo, jefe del Servicio de Hematología del CAUSA, pide más inversión pública en I+D, es optimista con las nuevas generaciones de médicos y aboga por incluir un año obligatorio de medicina rural

Dicen de él que tiene una gran capacidad de “desenredar” las cosas, y eso, probablemente, le llevó a la Jefatura de un servicio donde, en realidad, todos son generosos con el trabajo del compañero y corresponsables. Tal y como indica el Dr. Fermín Sánchez-Guijo, ese es el secreto para que la Hematología de Salamanca siga en la cumbre de la excelencia y la calidad, conjugando al mismo nivel la asistencia, la docencia y la investigación y mentorizando a las nuevas generaciones. Como experto en terapia celular, ha contribuido a que España esté “excepcionalmente bien” en este ámbito de los medicamentos innovadores, donde el hospital de Salamanca también es un referente a nivel nacional e internacional. Mira con optimismo a las nuevas generaciones de estudiantes, en quienes observa grandes valores del humanismo médico, aunque considera que todos deberían pasar un año de residencia por la medicina rural, ya que, a su juicio, la Atención Primaria es “la medicina de verdad”. Según resalta este hematólogo de vocación temprana, necesitamos, además, mayor financiación pública en I+D para no ir por detrás de los países de nuestro entorno, y favorecer la financiación público-privada de los centros de investigación.

Los premios ‘Best in Class’ han coronado a Salamanca como la ‘Mejor Unidad de Referencia en Terapias Celulares CAR-T’. No solo el hospital fue elegido como uno de los ocho centros de referencia iniciales, sino que, además, lo hacen muy bien.

Quizá por modestia no nos habíamos presentado a este premio hasta hace dos años, cuando tuvimos la acreditación europea y, como ocurre con todos los reconocimientos, tiene que ver con una serie de requisitos relacionados con resultados, proyectos que están vinculados a las terapias CAR-T, la participación en ensayos clínicos, el disponer de unidad de producción celular… Y, al final, el jurado ha considerado que esta unidad es la que mejor se adapta en conjunto a esos criterios; pero lo importante es que esto ayuda a motivar a nuestros profesionales para seguir intentando hacer el trabajo lo mejor posible.

La terapia celular es un poco mágica. El hecho de que tus propias células se conviertan en medicamentos que te salvan la vida es increíble. ¿Cuántos pacientes se están beneficiando de ella en nuestro hospital?

Este año superaremos los 200 procedimientos, entre la terapia CAR-T y los trasplantes alogénicos y autólogos de médula ósea, que, en realidad, son el origen de la terapia celular. A pesar de que todavía estamos en la fase final de puesta a punto de la renovada Unidad de Producción Celular, tenemos que intentar estar en aquellos ensayos clínicos que aporten innovación y entrar en algunos de los programas de la Red Española de Terapias Avanzadas para poder fabricar aquí. El mundo de la terapia CAR-T va evolucionando a un ritmo tan frenético que lo más importante es que la actividad de producción celular que tengamos en el hospital esté orientada a indicaciones en las que no haya otros fármacos o interés comercial.

¿Hasta dónde hemos llegado por el momento y que será lo siguiente?

Las indicaciones comerciales y los ensayos clínicos que tenemos hasta ahora han estado destinados a neoplasias hematológicas de células B (es decir, leucemias agudas B, linfomas, etc.) y a mieloma múltiple. Ahora, ya estamos trabajando con ese mismo tipo de CAR-T en un par de ensayos clínicos para enfermedades autoinmunes, que es otra de las áreas más importantes. Y lo que intentaremos tener disponible en el hospital para los pacientes a medio plazo son estudios con CAR-T para tumores sólidos. En este aspecto, tenemos una sintonía total con el Servicio de Oncología, igual que la que hemos adquirido con Reumatología. En estos procesos, aunque la Hematología tenga su papel en la aféresis y en la hospitalización experta, lo relevante es el abordaje y el seguimiento multidisciplinar de todas las especialidades implicadas.

Esto hace 20 años era como ciencia ficción. Como experto en terapia celular, ¿hacia dónde va esta herramienta y qué posibilidades se abren a nivel general?

Como ya les decimos a los estudiantes, entre el 10 y el 20% de los tratamientos que van a tener disponibles cuando ellos afronten la primera parte de su vida profesional van a ser de terapia avanzada: bien células modificadas, bien medicamentos de terapia génica —las CAR-T son un poco las dos cosas—, o bien productos de ingeniería tisular. El pasado mes de diciembre se han aprobado en Estados Unidos las células mesenquimales, que tanto hemos usado nosotros, para la Enfermedad Injerto contra Receptor, y ha sido 20 años después de que se tratara al primer paciente en el mundo con este tipo de células, es decir, que el desarrollo para este tipo de tratamientos es muy lento.

Es importante que las compañías farmacéuticas adquieran cada vez mayor interés en este ámbito, porque lo que podemos hacer en los hospitales, en las universidades y los centros de investigación es tener las ideas, desarrollar inicialmente los productos y hacer los primeros ensayos, pero llevarlo a gran escala es muy difícil.

Se podría pensar que como son células del propio paciente y las modificamos, el desarrollo del tratamiento sería mucho más fácil y, por tanto, más barato, y por eso igual no hay tanto interés, aunque en realidad son terapias carísimas.

Este es un debate que desafortunadamente se ha perdido. Desde la Organización Nacional de Trasplantes, cuya presidenta es la salmantina Beatriz Domínguez-Gil, muchas veces han lamentado que una célula que es propiedad del paciente y es modificada genéticamente, luego vuelva de nuevo al hospital a un coste tan alto. Pero, como todo en la economía, los precios solo bajarán cuando haya más productos y más diversidad, y también hay que tener en cuenta que el desarrollo farmacéutico y hacer un ensayo en fase 3 para demostrar que el fármaco es eficaz es muy caro.

Es también vicepresidente de la Sociedad Internacional de Terapia Celular y Génica, y supongo que el reto a nivel global es que estos tratamientos lleguen a todo el mundo.

En una sociedad global, donde hay profesionales de todo el mundo, nos interesa la accesibilidad a medicamentos de terapia avanzada en todos los países, porque la realidad es que existen grandes diferencias, sobre todo en lugares no tan desarrollados como Europa o Estados Unidos. Este año ha sido noticia el primer medicamento de terapia génica basado en células y realizado con la edición genética CRISPR para la anemia falciforme, con un precio de 2 millones de dólares, y la pregunta que nos hacemos es: ¿cómo un tratamiento tan caro va a poder llegar a una población de enfermos que mayoritariamente viven en el África subsahariana?

¿Dónde se sitúa España en esta realidad?

Yo diría que excepcionalmente bien por dos razones fundamentales. Una es que, desde principios de este siglo XXI, el Ministerio de Sanidad y el Instituto de Salud Carlos III se dieron cuenta de la importancia de tener una red de investigación en terapia celular, y este apoyo se acompañó de una línea de financiación de ensayos clínicos que, en principio, no tienen interés comercial. Bajo este amparo hemos realizado desde nuestro hospital ensayos clave con células mesenquimales en Enfermedad de Injerto contra Receptor y en otras áreas. Quiero resaltar uno de los últimos sobre artrosis de rodilla, con un reclutamiento de 120 pacientes, ya finalizado, y cuyos resultados podríamos tener a lo largo del año. Y, en segundo lugar, ha habido facilidad y apoyo por parte de la Agencia Española del Medicamento para favorecer los usos compasivos de estos fármacos innovadores. Nosotros, por ejemplo, hemos estado tratando a pacientes con mieloma o linfomas con medicamentos fabricados dentro de la red de terapia celular, como los CAR-T del Hospital Clínico de Barcelona. Esto es muy importante y supone una diferencia con respecto a otros países europeos, como Francia o Inglaterra, donde no disponen de estos fármacos académicos, y sus pacientes, por tanto, no han tenido acceso a ellos. En nuestro entorno más próximo, se está empezando a elaborar una estrategia regional de investigación e innovación en terapias avanzadas, que también supondrá una actualización y un impulso al Centro en Red de Medicina Regenerativa y Terapia Celular de Castilla y León.

El Monitor de Reputación Sanitaria (MRS) ha vuelto a colocar al Servicio de Hematología como el segundo mejor de España, solo por detrás del Clínic de Barcelona. ¿Cuáles son las claves de su éxito?

Este MRS es muy relevante por cómo se hace metodológicamente, analizando muchísimos parámetros, con encuestas a muchos profesionales de tu especialidad, a gestores de hospitales, a asociaciones de pacientes… y realmente, que un servicio de un hospital de provincias esté considerado por los demás como uno de los mejores de España es un dato, no sé si insólito, pero poco frecuente. ¿Dónde está el secreto?

 “España está excepcionalmente bien situada en el desarrollo de terapias avanzadas”

Probablemente, en una idea diferente de ejercer la medicina, y en concreto la hematología, en la que se considera la asistencia totalmente vinculada a los avances en investigación y a la docencia, lo que nos permite atraer a profesionales que son muy buenas personas y, además, brillantes, y que tienen esa motivación de no solo consumir el conocimiento, sino de aportarlo. Existe una clara visión de generosidad, un ambiente en el que nos hemos criado y en el que seguimos formando a las siguientes generaciones. Simplemente, se trata de hacer más de lo que tienes que hacer y no exigir un reconocimiento por ello, sino que lo haces convencido, porque es bueno para el resto. La segunda parte de esa generosidad es tratar de hacer que el trabajo de las personas que están contigo sea mejor, aunque de nuevo sin exigir nada, y todo esto lo hacen los médicos, los enfermeros, los técnicos de laboratorio, los auxiliares, los celadores —tan importantes esas personas que acompañan a los enfermos— y los administrativos que cogen el teléfono. Acabo de celebrar el seminario de despedida del rotatorio de los estudiantes de Medicina, y siempre les digo que me cuenten las cosas malas que les han pasado en el Servicio de Hematología, pero lo que les ha llamado la atención es que los médicos sepan sus nombres, que han estado muy pendientes de ellos y que les admira la relación que tienen con los pacientes. Esto resume un poco la filosofía del por qué. Si esta generosidad la vinculas a generar conocimiento, eso hace que tengas que prepararte mejor y que tengas que intentar estar en los foros nacionales e internacionales, que quizá te ocupen el fin de semana o tus días de descanso, pero lo haces con esa motivación de que va a beneficiar al paciente y al grupo. Ese sentido de generosidad y de responsabilidad, al cabo de muchos años, da sus frutos. Otra de las claves es que empezamos muy pronto a pensar en los jóvenes que vienen 10, 15 o 20 años por detrás, porque estamos totalmente de paso y todos los servicios necesitan una continuidad. A veces parece que en Hematología no se nota el relevo generacional, y es porque antes de dejar el servicio se va mentorizando a los siguientes, y eso lo han hecho todas las personas que ya están jubiladas, en cada unidad y en cada sección.

Se mantiene la impronta de dos figuras ilustres de la medicina salmantina que, partiendo de la medicina interna, fueron los primeros hematólogos de la ciudad y las piezas claves para la génesis del servicio.

Por supuesto, para nosotros siempre son referencia don Antonio López Borrasca y don Agustín Ríos González, pero esa misma filosofía siguió luego con Jesús San Miguel, Consuelo del Cañizo y Marcos González en la jefatura; pero no solo ahí, sino también en el conjunto del servicio, donde siempre ha habido alguien sénior que ha dado el testigo a alguien más joven. El objetivo común de todos es que la asistencia que hagamos sea mejor, pero siempre vinculada a la investigación y a la docencia, y todos tenemos que alentar a los compañeros más jóvenes para que emprendan nuevos proyectos. Con esta filosofía, la gente pasa y el servicio sigue: es más importante el club de fútbol que un jugador concreto.

Aún así, salen bastantes ‘Messi’ del servicio…

Sí, salen muchos ‘Messi’, pero también es normal, porque existe una gran capacidad para desarrollar las propias ideas.

Aparte de potenciar y conservar esta filosofía, ¿qué le hace diferente de sus predecesores?

Somos todos muy distintos. A mí me gusta mucho escuchar. Creo que los liderazgos actuales han cambiado totalmente, no son tan autoritarios ni personalistas, y ahora lo más relevante es intentar que todos estén motivados para realizar sus funciones. Me hace mucha más ilusión que premien a otros compañeros, o que las enfermeras obtengan un galardón nacional, como los que han conseguido recientemente, o que se reconozca a personas jóvenes, pero esto ya lo han sentido también mis predecesores. Promuevo un liderazgo compartido con corresponsabilidad y me gusta resolver problemas, porque, según me dicen, tengo relativa facilidad para desenredar y desatascar determinadas cosas.

Como balance del primer año de jefatura, ¿qué se ha desatascado?

Cuando hay discrepancias o el servicio necesita incrementar sus capacidades, simplemente hay que estudiar el problema, escuchar a todas las partes y defender bien tus peticiones. Por ejemplo, este año para nosotros ha sido importante el reconocimiento oficial por parte de SACYL como unidad de diagnóstico integrado y de referencia en medicina personalizada en Oncohematología, lo que implica que los estudios genéticos de los tumores hematológicos han de venir a Salamanca. Esto es algo que llevábamos haciendo 30 años, pero me pareció relevante que, en un momento en el que está avanzando tanto la medicina personalizada en Europa y también en España, nuestra unidad tuviera el reconocimiento oficial. Ahora me gustaría también que la calidad con la que trabajamos en el laboratorio sea reconocida con la normativa ISO.

¿Qué otros retos tiene para el servicio?

Hay muchas cosas que mejorar. Nosotros tendemos a hacia una medicina menos hospitalaria y más ambulatoria. Ya hemos establecido un programa de terapia celular domiciliaria que ha sido un éxito, y que permite a las personas trasplantadas de médula irse a casa si son de Salamanca o a unos pisos de ASCOL, con un seguimiento diario por el equipo clínico. Ahorramos muchísimas estancias hospitalarias, hay menos infecciones, más movilidad por parte del paciente y una satisfacción global de la atención mucho mayor, por lo que seguiremos potenciando esta idea. Otro de los retos es que el diagnóstico integral del paciente, con los datos genéticos, la citometría, la morfología, la parte clínica… lo consigamos integrar en un único informe que sea útil para los médicos de Castilla y León. También debemos mantener o incrementar la actividad científica y los ensayos clínicos, porque eso promueve más recursos, más motivación y más avances. Tenemos que seguir atentos y ser protagonistas en todos los foros nacionales e internacionales donde se toman las decisiones y tratar de incorporar lo que necesitamos para seguir creciendo.

¿Tienen todo lo necesario para seguir en este nivel de excelencia?

Si un jefe de servicio dice que tiene todo lo que necesita, debería estar en su casa al día siguiente. Siempre tenemos necesidad de más, pero es muy importante saber justificarlo. Hay que intentar igualar los servicios al alza y no a la baja en cada hospital del Sistema Nacional de Salud, pero no a costa de quejarse ni de que le quiten a otros, sino de crecer. Y en esa búsqueda necesaria de crecimiento, hay que diversificar las opciones y la capacidad de obtener más recursos. No basta solo con pedir a SACYL, también hay que luchar por proyectos de investigación nacionales, europeos, internacionales, y por acuerdos con compañías farmacéuticas. Muchas veces estas herramientas que obtenemos y desarrollamos en Hematología revierten en beneficios para el hospital y en mejoras en la asistencia y, al final, somos uno de los servicios que menos consumimos, porque ahorramos por otro lado. Así que cuando hablas con las personas que toman decisiones sobre tus necesidades y las justificas, es difícil que te digan que no, y yo veo en el equipo directivo del hospital y de la Consejería de Sanidad una clara intención de mejorar la situación.

Con 50 años es catedrático, jefe de servicio, cuenta con decenas de proyectos de investigación y ensayos clínicos a sus espaldas, publicaciones, premios, cargos de asesoramiento a todos los niveles… ¿no es muy joven para tener este currículum?

Han sido las circunstancias. Yo empecé a venir por el Servicio de Hematología cuando estaba en tercero de Medicina y me encontré con personas con una clara capacidad de ser buenos mentores. Entré un día en el despacho de Jesús San Miguel y le dije: “Me gustaría ser hematólogo”. Me preguntó por las notas del curso anterior y por mi nivel de inglés, y me contestó. “Mañana mismo vienes al laboratorio”. Llegó el verano y me envió los tres meses a un hospital de Londres, y así lo hice durante todas las vacaciones del resto de la carrera: mejoraba el idioma, conocía otros servicios de Hematología, e iba adquiriendo esa ilusión por la universidad y por hacer cosas por tu especialidad. También tuve la suerte de tener una relación estrecha con don Antonio López Borrasca, aunque ya estuviera jubilado. Iba los sábados por la mañana a ordenar su biblioteca y allí me recibía con sus zapatillas y su batín con corbata, y en realidad no colocábamos nada, sino que empezaba a contarme cosas y cosas con la pasión que él tenía. Cuando ya llevábamos un par de horas de tertulia, me invitaba a tomar una cerveza en el Toscano. Esta relación para un estudiante condiciona mucho tu perspectiva de la profesión. Luego ya contacto con Consuelo del Cañizo y con Dolores Caballero, que fueron mis directoras de tesis doctoral, y aunque jamás pensé que me iba a dedicar a los cultivos y a las terapias celulares, las circunstancias me fueron llevando, porque había esa necesidad en Hematología. He sido bastante obediente —Chelo Cañizo, como mi gran mentora e iniciadora de la terapia celular en Salamanca, quizá no esté muy de acuerdo con esta afirmación—, pero estaba muy bien orientado, y el mérito de ser catedrático con menos de 50 años, sinceramente, es haber estado en un ambiente adecuado. Respecto a la jefatura del servicio, surge de la intención de querer ayudar a mis compañeros con determinadas gestiones. Otros lo podían haber hecho, pero quizá su labor sea más relevante en otros ámbitos, y tenemos el reconocimiento, la amistad y el apoyo para saber qué persona en cada momento tiene que hacer lo que ayude más al grupo. Yo conozco muy bien el servicio y su trayectoria, y tengo la capacidad de integrar, de darle dinamismo y de desenredar, aunque en realidad lo llevamos entre todos.

El peligro en la gestión es que uno se vaya despegando un poco de lo fundamental en esta profesión, que son los pacientes.

Me sigue gustando mucho ver a los pacientes. Lo intento siempre que puedo, y tengo que hacerlo más, sobre todo a partir de este primer año en la jefatura, y especialmente con los que están ingresados. Estar con ellos es una gran satisfacción, y es cuando te sientes totalmente realizado como médico.

Para llegar hasta aquí, supongo que en algún momento tuvo que empezar todo. ¿Quiso ser médico desde siempre?

La verdad es que no, aunque mi madre es enfermera y mi padre médico, de los especialistas en pulmón y corazón que trabajaban en Los Montalvos. Yo he sido muy buen estudiante, pero un cesto total en matemáticas, y cuando acabé COU en María Auxiliadora, los que sacaban mejores notas tenían que ser ingenieros industriales o de telecomunicaciones, y Medicina ni siquiera estaba bien visto. La química se me daba bien y pensé en ir por esa rama, pero, sin ser un médico de primeras convencido, pensé que podría ser atractivo. Se vio como algo raro en mi entorno de amigos, pero yo estaba encantado de dejar las integrales. Luego mi carrera me gustó muchísimo, y muy precozmente, la medicina interna. Y como a algunos grandes internistas clásicos (Farreras, Rozman), me apasionó la hematología. Obviamente, era consciente de que en Salamanca estaba el mejor servicio de España. En la vida hay que ser también un poco práctico: si te gusta la hematología y está en tu ciudad a un gran nivel, hay que aprovechar esa oportunidad.

Ahora los que sacan un 14 en la EBAU tienen que ser médicos, incluso si no tienen vocación…

Esa es, probablemente, una de las grandes dificultades que estamos viendo ahora. Mi hija mayor, que está en segundo de Bachillerato, me cuenta que tienen muy establecido que quien saca buenas notas debe entrar en la carrera de Medicina.

¿Y tendrá una hija médica?

Quiere ser médica, y me hace ilusión, claro, porque realmente ha crecido en un entorno sanitario, pero le tengo prohibido que sea hematóloga, porque a mí personalmente me resultaría muy difícil. Aunque ella, de todas maneras, creo que tiene bastante claro que esto de la hematología supone una alta exigencia y dedicación. De hecho, mi otra hija, más pequeña, me dice que yo no puedo opinar de muchos asuntos en casa, porque soy como un extraterrestre.

Será difícil conjugar toda esta actividad abrumadora de docencia, investigación, asistencia y gestión, y poder seguir en organismos institucionales.

Si tienes la suerte, o la desgracia, de dormir poco —dicen que no viviré mucho con tan pocas horas de sueño— aprovechas ese tiempo para hacer tareas más burocráticas, como los informes de la asesoría del Ministerio de Sanidad, evaluar las becas, gestiones de la sociedad internacional, etc. Y luego, como yo estoy totalmente convencido de que para determinadas cosas de la jefatura hay otras personas que las pueden hacer mejor que yo, tengo cero problemas en delegar, y además siempre compruebo con satisfacción que es lo acertado, mucho más en un servicio como el nuestro, con tantísima actividad.

La hematología le gustaba desde el principio. ¿Por qué?

Me gustaba la hematología en Salamanca porque toda la especialidad está integrada, tenemos toda la cartera de servicios y no es necesario rotar durante el MIR. Aunque también es muy importante salir al extranjero para aprender, y seguimos en esa dinámica de enviar a los jóvenes a aprender técnicas que luego incorporamos. Desde el principio me atrajo muchísimo el poder combinar el laboratorio con la asistencia y, además, con un paciente muy especial en el que puedes ejercer el humanismo médico, y donde la biología y los avances terapéuticos van muy por delante de otras especialidades, como ocurrió con el trasplante, la terapia CAR-T o los anticuerpos monoclonales. Luego, conociendo a las personas que estaban en el servicio, yo tenía muy claro que quería trabajar aquí: nos llevamos muy bien, nos reímos, nos tomamos el pelo, nos conocemos… Es otro de nuestros grandes secretos.

“Mi hija menor me dice que no puedo opinar de asuntos en casa, porque soy como un extraterrestre”

La hematología ha ido incorporando avances increíbles en estas últimas décadas. ¿Qué retos tiene ahora la especialidad?

Empezando por la formación MIR, que debería ampliarse a cinco o seis años. También asumir el reto de que en nuestras plantas de hospitalización cada vez se van a tener que tratar más pacientes con terapias avanzadas. El laboratorio tiene que integrar ya totalmente, a medio plazo, todas las herramientas de inteligencia artificial, como ocurre con los análisis clínicos, y como va a ocurrir con la anatomía patológica y la microbiología. Y luego vendrán muchos tratamientos que nos van a permitir mejorar muchísimo el pronóstico de muchas hemopatías, porque aunque las tasas de curación en algunas enfermedades son muy altas, otras todavía suponen un reto terapéutico.

Son casi 29.000 tumores hematológicos diagnosticados en 2024…

Muchos tienen que ver con la edad, y como la esperanza de vida se va incrementando, estamos diagnosticando más, y el reto es poder curarlos.

Participa en investigaciones de diferentes áreas del hospital, además de Hematología, como Traumatología u Oftalmología…

Una de las de las cosas más bonitas que yo he vivido dedicándome a la terapia celular es la posibilidad de conocer bien a otros especialistas del hospital. Cuando empecé como hematólogo, mi tarea inicial fue visitar a los pacientes de Hematología que estaban en otras plantas porque no cabían en la nuestra, y ahí pude conocer a muchas enfermeras y médicos de otras especialidades. Lo aprecié muchísimo y lo viví como una gran oportunidad. Posteriormente, ya centrado en la terapia celular, he podido trabajar intensamente con Juan Blanco, en Traumatología; con Francisco Lozano, en Cirugía Vascular; con Marcelo Jiménez, en Cirugía Torácica; con los cirujanos generales, con Oftalmología… Y te das cuenta de los grandes profesionales que tenemos en nuestro entorno y de las numerosas posibilidades que se abren para otras enfermedades. Otra cuestión relevante en investigación de terapia celular es que, en el entorno del IBSAL y de la Universidad, hay investigadores brillantísimos haciendo proyectos muy importantes y en centros muy punteros, como el Centro del Cáncer, el INCYL o el IBFG. A veces piensas que tienes que colaborar con personas relevantes de otros sitios del mundo, que también lo hacemos, pero te das cuenta de que en la puerta de al lado hay un laboratorio con gente increíble.

Como investigador principal, tiene varios proyectos relacionados con la optimización de las células mesenquimales, las células CAR-T o la medicina regenerativa. ¿Qué resultados se pueden avanzar?

Tenemos un par de proyectos importantes cuyos resultados pueden ver la luz este año. Por un lado, el ensayo clínico de la artrosis de rodilla, y por otro, junto con Oftalmología y el IOBA en Valladolid, otro estudio para tratar el ojo seco de los pacientes con leucemia después del trasplante inyectándoles células mesenquimales. Ya hemos visto que funciona muy bien en ratones y ahora tenemos que dar el salto a un ensayo clínico con los afectados. Además, también en Oftalmología, pero en medicina regenerativa, tenemos otro estudio con el laboratorio de Conchi Lillo para intentar frenar la degeneración macular con células o con productos derivados de las células, lo que supondría un avance muy importante para una de las principales causas de ceguera en el mundo. En nuestro laboratorio de Hematología, queremos estudiar cómo revertir el daño que genera la inflamación que se produce cuando se administra la terapia CAR-T, porque a algunos pacientes, aunque se curen del linfoma o del mieloma, les quedan bajos los leucocitos y las plaquetas, tienen más riesgo de infección y hay que transfundirles. Cómo recuperar esa médula ósea para evitar riesgos es una cuestión que enlaza con lo que hemos hecho siempre con mesenquimales y lo que es la investigación paralela a la terapia CAR-T. Y luego seguimos estudiando la médula ósea de los pacientes con neoplasias hematológicas, y hay profesionales en nuestro equipo, como María Díez Campelo y Sandra Muntión, que están trabajando con proyectos muy potentes en la hematopoyesis de los síndromes mielodisplásicos.

Siempre se habla de la insuficiente inversión pública en investigación, ¿es ya un mal endémico de España?

Hace falta más financiación, y hasta que no tengamos una inversión en I+D pública al nivel de los países europeos de nuestro entorno, iremos por detrás. La ciencia y la medicina no son protagonistas en los debates políticos preelectorales, y quizá la percepción de esta necesidad que hemos vivido socialmente en la pandemia ya se nos ha olvidado. Por otro lado, España tiene que favorecer que haya financiación público-privada de los centros de investigación, porque esto es una diferencia sustancial con Estados Unidos. Cuando alguien como Amancio Ortega ha donado equipos para el sistema sanitario, ni siquiera ha habido una unanimidad a nivel social de aceptarlo.

También tenemos un sistema sanitario con muchas grietas, e incluso la percepción de los ciudadanos cada vez es menos optimista. Cada vez hay más listas de espera y mucha inequidad, incluso dentro de la propia comunidad. Existe la sensación de que dependiendo donde vivas tienes más posibilidades de curarte, y esto es demoledor.

Es un tema muy delicado, y en Castilla y León, concretamente, hay áreas de difícil cobertura donde incluso no llega la atención primaria, porque no hay médicos suficientes o porque nadie quiere ir a esas zonas. Incluso optimizando los recursos, es complicado encontrar soluciones. En México, por ejemplo, cuando acaban la carrera tienen un año obligatorio que llaman de medicina rural y, aunque sea una medida totalmente impopular, a mí me parece que una vez aprobado el MIR, los nuevos médicos deberían hacer un año de atención primaria en el pueblo que les toque. Grandes hematólogos y grandes especialistas que hicieron su año de medicina rural cuentan que con esa experiencia mejoraron su trato con el paciente y la familia, y aprendieron a tratar muchas enfermedades crónicas. Invertimos mucho dinero en la formación de los residentes y en residentes de otros países que luego se van, y tenemos un problema con la atención primaria, y quizá haciendo obligatorio un año de asistencia en los pueblos, se vería realmente quien ha hecho medicina por vocación, porque la medicina de verdad es la medicina de atención primaria. Respecto a ubicar todos los servicios en todos los sitios, puede ser una opción, pero yo creo que es más importante tener unidades de excelencia localizadas y apoyar que esta prestación no tenga ningún coste para las personas que se tienen que desplazar. Yo quiero que si me opero de lo que sea, el cirujano haya hecho muchas operaciones como la mía, y no me importa irme a cualquier sitio. Lo que hay que financiar serían los desplazamientos o los alojamientos que sean necesarios para el paciente y los familiares. Sería más barato y con mejores resultados clínicos, pero no vende.

Es testigo de excepción de las nuevas generaciones de médicos. Son todos ya nativos tecnológicos, y seguro que sacarán mejor provecho a la inteligencia artificial, pero ¿están perdiendo la razón de ser de la medicina, que es la relación con el paciente?

Yo creo que los jóvenes son más solidarios y más altruistas, tienen una serie de valores que admiro, y están más preparados. Es verdad que algunos están todavía en la adolescencia cuando llegan a la facultad, y solo necesitan maduración y orientación, pero tenemos alumnos excelentes. Hay que fomentar también la capacidad de lectura y enfoque, el saber concentrarse un tiempo en algo, y para eso es necesario aprender a desconectar el móvil y evitar las multitareas todo el tiempo.

¿El humanismo médico sigue ahí?

Yo sí lo veo, veo a estudiantes a los que les encantan los pacientes. Soy muy optimista con los jóvenes, van madurando con los años de la carrera y tienen unos valores muy válidos, porque son solidarios, se preocupan de las cosas, aprecian la interacción y son muy respetuosos.

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