Dr. Eduardo Consuegra: “No te acostumbras nunca a que un niño lo pase mal, solo aprendes a convivir con ello”

El Dr. Eduardo Consuegra, jefe del Servicio de Pediatría de Salamanca, lucha porque se reconozcan las especialidades pediátricas y defiende una medicina humanizada en la que es necesario empatizar con el paciente y su familia

“Los niños están codificados para vivir”, como resalta el Dr. Eduardo Consuegra, jefe del Servicio de Pediatría del Complejo Asistencial Universitario de Salamanca, y por eso, reconoce que solo se aprende a convivir con la enfermedad pediátrica y que, para hacerlo llevadero, hay que ser de una pasta especial y tener una gran empatía con los pequeños, pero también con la familia. Pediatra vocacional desde siempre e intensivista, promueve la colaboración y admira la enorme labor de sus compañeros de Atención Primaria. Y lucha porque las especialidades pediátricas hospitalarias sean plenamente reconocidas en un Servicio cargado de muchas fortalezas, empezando por el compromiso y la implicación de los profesionales. “Somos un servicio humano”, asegura. Y es precisamente la humanización una seña de identidad en la que piensa seguir trabajando, siguiendo el legado de su antecesor, el Dr. Pedro Gómez de Quero. Aunque su salida de Cuba en 1996 fue traumática como refugiado político, agradece la acogida en España, su “madre amorosa”, donde se siente plenamente integrado y feliz y donde, además de la Medicina, cultiva sus otras pasiones, que no son pocas: informática, idiomas, música, literatura…

Sé que está muy orgulloso del Servicio de Pediatría, en el que ocupa la jefatura desde hace casi cinco años, tras sustituir en el cargo al Dr. Pedro Gómez de Quero. ¿Qué balance puede hacer de este tiempo?

Me ha servido, en primer lugar, para aprender muchísimo y, viéndolo con perspectiva, para ir madurando. Cuando uno no es jefe de servicio, parece que las cosas ocurren como si hubiera un poco de magia detrás, pero cuando llegas a la jefatura te chocas con la realidad y te das cuenta de que hay muchísimas necesidades que tienes el deseo de resolver, pero no existen los recursos. Afortunadamente, el Dr. Pedro Gómez de Quero, que es un hombre justo y ha luchado por todos los servicios hospitalarios por igual siendo director médico, a nosotros nos miraba con especial simpatía y me ha ayudado mucho a que todo fuera más fácil. También tuve el infortunio de que llegara la covid-19 inmediatamente y vivimos unos tiempos muy duros que están grabados casi a fuego en la mente de todos nosotros. Incluso la UCI pediátrica la convertimos en una de adultos con la tutela de intensivistas y anestesistas, que nos apoyaron en todo momento porque los tiempos lo requerían. Profesionalmente, fue un reto, pero las pérdidas de vida nos marcaron profundamente. En Pediatría estamos acostumbrados a que los niños salgan adelante, ellos están codificados para vivir, y para nosotros la situación de la pandemia fue muy frustrante. A pesar de la dureza, mis compañeros fueron muy valientes, porque asumieron su responsabilidad con una entrega que hay que agradecer y yo como jefe no lo voy a olvidar nunca. Después de este primer gran reto, llegó el traslado del clínico al hospital nuevo, que era también muy complicado, pero que, sinceramente, fue modélico y sin ninguna incidencia, algo que no suele ser habitual en una operación de esa magnitud. Un gran logro que no me puedo apuntar de ninguna manera, porque tuvimos la supervisión constante de la dirección del hospital y la entrega de los compañeros pediatras. En cuanto a mi gestión como jefe, he ido aprendiendo y aceptando algunas frustraciones, porque no todo lo que quieres va a poder salir adelante.

¿Por ejemplo?

Siempre ha sido mi preocupación, incluso cuando no era jefe, que las especialidades pediátricas no estén reconocidas, porque es una gran injusticia. Si tú has dedicado años de tu vida a formarte, por ejemplo, como neuropediatra, y llegas a tener una solidez como profesional, lo que no puede pasar es que porque salgan a concurso determinadas plazas, puedan desplazarte y que otro profesional tenga que asumir una consulta de neuropediatría para la que no tiene la preparación. Es una de nuestras grandes luchas y cada vez que ocurre una situación de cambio, nos resulta muy frustrante perder compañeros que hacen una labor estupenda, solo porque la ley dice que todos los pediatras somos iguales. Yo soy intensivista pediátrico y no me gustaría asumir una consulta de digestivo o de endocrinología, porque no me siento preparado para ello. También es verdad que, ante este problema, siempre hemos tenido el respaldo de la dirección del hospital para tratar de rescatar a esos profesionales formados y obligados a desplazarse, pero esto se convierte en una batalla cada dos por tres.

¿Ni siquiera está reconocida la subespecialidad de neonatología?

No. Solo que en Castilla y León tenemos la particularidad de que en un momento determinado se reconoció que se perfilaran las plazas de neonatología y de cuidados intensivos pediátricos, y de hecho, yo me vine aquí como intensivista pediátrico. Pero eso ocurrió en el concurso de traslados de 2018 y no ha vuelto a pasar, así que de momento todos somos pediatras, aunque los que vinimos en una condición determinada logramos mantenernos.

Y el problema, al final, es para el paciente.

Sí, aunque obviamente no podemos permitir atender mal a un paciente. Por fortuna, y tengo que destacarlo, todos los pediatras que han venido a Salamanca se comprometen y se forman, y aunque algunos de inicio tuvieron que asumir determinadas especialidades sin haberse formado inicialmente, después, a base de esfuerzo personal, incluso económicamente, gastando su dinero para realizar cursos fuera, se han formado muy bien y en la actualidad están funcionando como subespecialistas con todas las capacidades. Pero esto no te lo reconoce nadie, al final tiene que ver con lo vocacional y con tu respeto por los pacientes. Aunque me siento muy satisfecho de ver dónde estamos ahora, es gracias a esa responsabilidad personal de los pediatras. Esto sigue siendo una situación crónica de toda España sobre la que debemos llamar la atención. De hecho, nuestra especialidad se llama Pediatría y sus Áreas Específicas, y hace falta definirlas.

Una lucha crónica de lo que queda por hacer, pero de lo que se ha conseguido en estos años de jefatura, ¿qué destacaría?

No me gustaría hablar en primera persona de lo que he conseguido, porque yo he llevado a cabo una labor de continuidad. El Dr. Pedro Gómez de Quero ya tenía claras muchas cosas que se han ido mejorando, por ejemplo, la humanización. Ahora todo el mundo habla de esto, pero desde jovencísimo, cuando yo lo conocí en el Hospital de La Zarzuela, él ya entendía que había empatizar con nuestros pacientes niños, pero también con las familias, entender la situación que viven con un hijo ingresado y saber que lo pasan muy mal. En su periodo como jefe en Salamanca, enseguida empezó a trabajar mucho en humanizar el servicio y yo he intentado dar continuidad a esto, que ha sido muy fácil, porque lo tenemos muy integrado.


Eduardo Consuegra Llapur

Es un servicio humano y puedo decirlo con orgullo, aunque la palabra tenga su peligro, se me hincha el pecho. Se ve, por ejemplo, cuando en la UCI tenemos un fracaso, todos nos apoyamos. Después, existe un compromiso muy grande con los pacientes, aunque esto no quiere decir que a veces nos disgustemos si hay un abuso de los servicios de urgencia, pero incluso en estos casos, intentamos sobreponernos y ser comprensivos. Sabes que una enfermedad de un niño es una enfermedad familiar, y hay que dar asistencia, pero también alentar a los padres. Aunque todos sabemos que debe evitarse el trasiego por los hospitales para proteger a los pacientes de los gérmenes que vienen de la calle, ahora ya, con las debidas precauciones, hemos conseguido que en la UCI y en Neonatología estén los padres. Cuando el niño abre los ojitos, no es lo mismo encontrar la cara de su madre que vernos a nosotros que somos personal extraño.

Y además, está demostrado que eso les ayuda a curarse...

Indiscutiblemente, les ayuda en su recuperación y estamos muy concienciados al respecto.

La humanización tiene que ser prioritaria en la medicina, y más si hablamos de niños. Este servicio se conoce de verdad porque se ha avanzado muchísimo en este objetivo, pero ¿qué queda por hacer?

La humanización tiene varias aristas. Una de ellas es la decoración. La zona de oncohematología está muy bien decorada, pero hay otras partes que las tenemos desnudas. Gracias a las recaudaciones solidarias y al apoyo que tenemos desde la dirección del hospital, ahora ya se va a decorar todo el bloque D y E de la tercera planta, de manera que sea más agradable para los niños. El paso de un niño por el hospital siempre va a ser algo anómalo, porque lo estamos sacando del entorno donde está cómodo, sin su familia y sin sus amigos, y hay que tratar que, dentro de lo posible, sea más llevadero. También juega un gran papel dentro de la humanización la concienciación por parte del personal, el hecho de asumir la situación que supone un niño en un hospital, porque está implicado todo el entorno familiar, y tenemos que ser pacientes y comprensivos. Hay familias que están prácticamente estoicas cuando le cuentas que su hijo está muy grave y otras que empiezan a gritar porque simplemente tiene mocos. Por eso hay que empatizar siempre, darte cuenta de cómo lo están llevando, cuál es el nivel de ansiedad y cómo están respondiendo a esta situación anómala, para tratar de consolar, de que se sientan escuchados.

“El paso de un niño por el hospital siempre va a ser anómalo y hay que empatizar con la familia”

Después, entre nosotros, también tenemos que procurar hacer más llevadera la actividad, porque hay días muy felices cuando das seis altas y todos se van contentos para su casa, y hay días muy tristes. Tenemos algún sistema que puede parecer un poco loco o quizá forzado, pero, por ejemplo, en la UCI se ha establecido un ritual matutino de mostrar afecto a los compañeros y así fortalecer el sentimiento de equipo, ya sea con frases de ánimo, abrazos, etc. Hemos pasado muchas experiencias duras juntos y esto nos une más.

Un paso más podría ser la hospitalización a domicilio, no sé si hay algún proyecto en ese sentido…

En realidad, ya tenemos un hospital de día que funciona muy bien, donde intentamos que el paciente pase el menor tiempo posible, y si antiguamente se ingresaba a un niño para administrarle alguna medicación o para una prueba, ahora ya lo preparamos, hace su ayuno y se va en el mismo día. También existe un buen seguimiento por parte de los pediatras de atención primaria, y hemos logrado aumentar la colaboración y conectarnos online con los compañeros para mejorar esta atención. Quiero que cada vez se hagan más reuniones de este tipo, aunque, realmente, yo, que he trabajado mucho en diferentes ciudades de España y fuera de España, nunca he visto tan buena sincronía entre primaria y hospitalaria como en Salamanca. Es algo de agradecer. También en el Colegio de Médicos se hacen con mucha frecuencia reuniones pediátricas, en las que no siempre puedo estar, pero lo intento, y hay una relación muy fluida con pediatras referentes de Primaria, como el doctor Javier Pellegrini, Algunos de nuestros pediatras, como la doctora Olga González Calderón, ha trabajado durante años en Primaria y nos ayuda con esos vínculos y su visión de primaria y hospital. Muchos de los actuales adjuntos han sido residentes de este hospital y eso facilita la relación. A mí me resultó muy bonito cuando llegué aquí ver que en la historia clínica se especificara “es paciente de la doctora fulanita de tal”, una calificación nominativa que me parece un gran respeto por el médico de cabecera de ese niño, que lo conoce muchísimo mejor que nosotros y que nos facilita mucho todo a la hora de emitir el informe. Esto no ocurre en muchas ciudades de España y es fundamental tener este contacto directo; incluso a veces a través del móvil personal se comparten opiniones y consejos sobre enfermedades, lo que habla del gran compromiso por parte de los pediatras de Salamanca en los dos niveles asistenciales.

¿Qué proyectos nuevos tienen en el servicio a corto plazo?

Hay muchas cosas que queremos hacer y tenemos que explorar. Por ejemplo, en el caso de un paciente en una situación crítica y que requiera ir en ECMO (oxigenación por membrana extracorpórea) a otro hospital, estamos estudiando que lo le podamos poner aquí para ganar tiempo en el traslado. Aunque no es muy frecuente, hay casos en los que vienen a buscar a un niño desde el Hospital 12 de octubre de Madrid, lo tienen que canular, ponerlo con la máquina de circulación extracorpórea y después de todo esto, llevárselo para operar o lo que se decida. Funciona muy bien y ellos tienen un equipo de traslado estupendo, pero yo creo que ganaríamos tiempo si hiciéramos la canulación aquí, y hay cirujanos cardiacos en Salamanca con capacidad, interés y motivación para hacerlo. Hay prácticas que tenemos que consolidar más, como que los pediatras integren la ecografía como una herramienta habitual. El fonendo ha sido muy útil durante casi 210 años, pero ahora hay que pensar que, además de escuchar una neumonía, hay que verla. Es un proyecto casi cumplido al 100% y, para ello, hemos insistido mucho en la adquisición de ecógrafos y la dirección lo ha entendido, porque ahora mismo tenemos un equipamiento de primera línea. En realidad, tenemos un servicio muy maduro, lo que posiblemente no sea lo suficientemente conocido por el resto del hospital y por la sociedad en general.

Y con unidades que son referentes en excelencia y calidad…

Neonatología es un servicio muy activo e innovador, con expertos jóvenes que hacen muchísimas cosas, por ejemplo, ya tenemos muy consolidada la hipotermia terapéutica neonatal o las variantes de la ventilación de alta frecuencia oscilatoria. Oncología Pediátrica es muy puntera. Recibimos pacientes con enfermedades oncohematológicas de toda Castilla y León y somos centro de referencia en trasplante de progenitores hematopoyéticos, con resultados magníficos. Otro proyecto de gran envergadura es la Unidad de Referencia Regional de Diagnóstico Avanzado de Enfermedades Raras Pediátricas de Castilla y León (DiERCyL), que aunque empezó hace relativamente pocos años, ha ido creciendo y es un patrón de referencia para el abordaje de estas patologías desde edad temprana. Ahí están trabajando intensamente el doctor Pablo Prieto o el doctor Ramón Arroyo, con una implicación total de todos los pediatras que atienden a estos niños desde neuropediatría, gastroenterología, cardiología… Conocer el perfil genético es fundamental y los resultados que tenemos gracias a esta unidad nos han posibilitado tener tratamientos que antes ni existían y también saber qué podemos esperar en cuanto a evolución y a pronóstico. Es algo muy puntero a nivel nacional, y tristemente se desconoce. Vamos a ir presentando esta unidad más a fondo a las distintas especialidades de nuestro servicio y a los pediatras de primaria, para que sepan qué hemos ido logrando, porque se ha trabajado muchísimo y tenemos una gran base de datos genética. Quisiera resaltar también el trabajo magnífico de la doctora María Isidoro, quien lidera el laboratorio y está altamente comprometida con las enfermedades raras. En este ámbito, también estamos trabajando con Medicina Interna en el proceso de transición de los niños con enfermedades raras a su atención cuando se hacen adultos, así como en el diagnóstico prenatal en estrecha colaboración con el Servicio de Ginecobstetricia. Tiene que haber un seguimiento muy estrecho, y hay compromiso de los profesionales para lograrlo.

Volviendo a la humanización, es especialmente importante en servicios como la UCI Pediátrica, donde usted trabaja. ¿Cómo se convive con situaciones de enfermedad tan extremas hablando de niños a veces muy pequeños?

Solo se aprende a convivir, porque, con total sinceridad, nunca te acostumbras a que un niño lo pase mal y lo digo cuando me faltan pocos años para jubilarme. Cuando he tenido una pérdida, me duele muchísimo, y esto le pasa a cualquier profesional que se compromete con su paciente, porque el día que dejes de sentirlo empiezo a dudar de tu profesionalidad. ¿Cómo se convive? Es una pregunta tan difícil… nos reímos con ellos, lo pasamos bien, tratamos de apoyar a la familia, ofrecemos nuestra cara más fuerte cuando hablamos con los padres porque tenemos que apoyarlos, pero nosotros también tenemos un corazón que sufre. Lo que ellos no ven es que, cuando terminamos de informarles, también nosotros terminamos llorando y abrazándonos, y muchas veces hay que apoyar de forma especial a un compañero, llamarle, escribirle y preguntarle cómo está. Cualquier niño nos duele, pero cuando lo tienes en la UCI se trabaja muy intensamente, nunca es un box 4 o una cama 6, lo llamamos por su nombre, lo conocemos y lo queremos.

Pienso que no hay nada más demoledor que un niño gravemente enfermo. ¿Son de una pasta especial para poder afrontar esto?

Para atender niños te tienen que gustar. Cuando nos miran desde otras especialidades, siempre nos ven haciendo un poco el payaso, somos los profesionales del arco iris y las carantoñas, y realmente tratas de hablarle al niño en un lenguaje que le sea agradable. Yo, por ejemplo, les hablo como si fuera un abuelete, porque es lo que siento, y trato así de empatizar con ellos. En el caso de la UCI pediátrica o en oncohematología, ya sabemos que es especialmente duro, pero lo aprendemos a sobrellevar. Cuando tú haces con sinceridad y honestidad tu trabajo, aunque te duela, te quedas con paz.

Pero exige una autoformación continua…

Totalmente, y además no te niego que después nos quedamos rumiando todo lo que ha ocurrido, porque si se te complica un paciente, o en el peor caso, lo pierdes, la primera tendencia que tenemos todos es preguntarnos qué hice mal, repasar lo sucedido y después tener la honestidad de sentarnos con el equipo y reconocer los errores, o incluso decirle a un compañero nuestra opinión, con todo el amor del mundo, porque nos estimamos. Afortunadamente pasa muy poco, porque tenemos bastante sentimiento crítico y sinceramente no nos equivocamos casi nunca, porque todo está muy protocolizado, nos consultamos continuamente, y eso nos ayuda a minimizar los errores.

En este camino, supongo que hay pacientes que le han dejado una huella imborrable.

Hay muchos pacientes que me han dejado una huella imborrable, muchísimos.

Ya son 21 años de la UCI Pediátrica, siendo pioneros en Castilla y León, y a día de hoy es un servicio tan bien dotado que supera incluso a grandes hospitales de referencia nacional.

Efectivamente, ahora mismo tenemos una calidad que es referente. Primero, por el personal humano. Los intensivistas están muy bien preparados, pero también tienen una gran implicación. Y después tenemos un equipo de enfermería excelente y un equipamiento tremendo. Algunos equipos del 12 de octubre, como comentaba el Dr. Pedro Gómez de Quero en su última visita en plan de broma, parecen cafeteras al lado de los nuestros. Tenemos que estar muy contentos de todo lo que ha invertido la Consejería en este hospital y estar muy agradecidos.

Entiendo que esto también está detrás de una clara mejoría en cuanto a la mortalidad, que no supera el 2%.

Realmente es muy bajita, y además, el número de complicaciones también es muy pequeño. Es verdad que todo puede cambiar, porque no todos los pacientes responden igual y estamos viendo cambios de paradigma en el comportamiento de los gérmenes, sobre todo después de la covid-19. Antes algunos solo te daban unas anginas y ahora te producen una neumonía grave con derrame. La ocupación, además, varía mucho. Tenemos seis camas y un gabinete de procedimientos que a veces utilizamos como un puesto más, y en algunos periodos del invierno hemos tenido que invadir neonatos, pero durante el verano habitualmente no tenemos más de tres pacientes.

La Pediatría se enfrenta a nuevos desafíos relacionados, como indica, con la aparición de gérmenes emergentes, pero también por un mundo globalizado con serias amenazas para la salud mental de la población infantil. ¿Estamos preparados para darles respuesta?

Es un gran desafío, porque hemos visto con claridad que la salud mental ha ido cambiando, y desde etapas muy tempranas estamos viendo niños con trastornos del comportamiento, y no sólo porque se haga mejor el diagnóstico, que también, sino porque hay mucha patología emergente que está relacionada con los cambios sociales. Muchos jóvenes están viviendo prácticamente dentro de las pantallas de su teléfono y ya no tienen nada que ver con aquellos niños que salían a corretear por las calles con sus primos. Ahora mismo la sociedad ha ido creando burbujas peligrosísimas, donde muchas veces los adolescentes se meten en las redes sociales y cogen patrones de otros chicos sin ninguna base. Los expertos de antes ya no existen, o al menos nadie los escucha, y se opta por tertulianos o tiktokers y youtubers que transmiten patrones de conducta que a veces son completamente bizarros. Se ve, por ejemplo, con los trastornos del comportamiento alimentario, que se han multiplicado, lo mismo en niñas que en niños, y en edades muy tempranas, cuando esto prácticamente hace años era excepcional. Realmente es muy triste ver una sociedad que está viviendo para aparentar y donde estos jóvenes prescinden de disfrutar de la vida, porque están más preocupados de cómo los ven los demás. En cuanto a si estamos preparados para abordarlo, evidentemente no lo estamos, pero tenemos conciencia. En este ámbito, otro de los proyectos que tenemos en el hospital es acondicionar algunas habitaciones específicas dentro de pediatría para niños con trastornos psiquiátricos que necesitan atención. Y cada vez nuestra vinculación con Psiquiatría es más grande, porque estos pacientes necesitan de un paréntesis.

¿Y respecto a las enfermedades emergentes en la edad pediátrica?

Claramente la epidemiología de las enfermedades pediátricas ha ido cambiando y lo he visto a lo largo de todos los años que llevo en la profesión. En los 80, las UCI estaba llenas de niños con meningitis y con sepsis de todo tipo, o víctimas de accidentes horribles, pero la pediatría de primaria ha ido jugando un rol importantísimo en la prevención. La vacunación ha ido evitando muchas infecciones y luego los grandes avances en torno a la protección y la seguridad vial. En los coches, los niños ya van todos con su sillita homologada en el asiento y en la posición correcta, y de hecho, cuando hay un accidente muchas veces el menor es el que menos sufre, porque está muy bien protegido. O en las piscinas, antes veíamos muchísimos ahogamientos y ahora todas tienen un socorrista o un médico cerca. En las UCI, actualmente, va primando sobre todo la patología post quirúrgica de aquellos niños operados del corazón, de tumores cerebrales o de enfermedades el sistema nervioso central que necesitan cuidados intensivos. Y antes no daban abasto. En Cuba teníamos 32 camas y casi siempre había que ubicar a los pacientes en algún otro servicio porque estaban llenas, ahora en nuestra UCI de Salamanca no solemos tener problemas de espacio, lo que demuestra el buen trabajo que se ha hecho desde Atención Primaria en prevención de enfermedad.

Sin embargo, se está dando un poco la espalda a la pediatría de atención primaria, y ya hay más de medio millón de niños en España sin un médico de referencia, según denuncia la AEPap. Si la atención primaria pediátrica la ponemos en peligro, ¿al final no estamos poniendo en peligro todo el sistema?

Totalmente de acuerdo. Yo soy un médico hospitalario de siempre, pero sé que el valor de la atención primaria es clave y no se puede debilitar de ninguna manera, porque la seguridad del paciente está en el primer nivel asistencial, y el día que necesiten enviar a un niño al hospital, lo van a hacer mejor que nadie. Hay que potenciar también la formación de pediatras de primaria porque es donde se hace la atención del día a día.

“No estamos preparados para el aumento de las enfermedades mentales, pero sí concienciados”

¿A qué otros retos debe hacer frente la pediatría?

Hay que definir mejor la edad pediátrica. Hasta ahora clásicamente se ha atendido a los pacientes hasta los 14 años, y en general hay quien está cómodo con esto porque alargarla significaría mucho más trabajo, pero es que el tipo de patología que hay en muchos adolescentes necesita un seguimiento pediátrico. Yo creo que debe extenderse hasta los 18 años como ya ocurre en muchos países. En nuestro servicio hay pacientes con pluripatologías que ya han pasado la edad pediátrica y los seguimos viendo porque siguen siendo niños y necesitan de un proceso de transición que hay que escalonarlo. No puede ser que un día lo estén viendo cinco subespecialidades pediátricas y mañana se vaya a medicina interna, hay que hacer este proceso con mucho cuidado y de la mejor manera posible. Un paciente que tiene 16 años pero pesa 22 kilos, evidentemente no es el paciente que normalmente trata un médico de adultos, y estas situaciones deben reconsiderarse.

¿Supo desde el principio que quería ser pediatra?

Muy pronto lo supe, sí. En mi familia había médicos, entre ellos un tío y padrino al que quería mucho, que era ginecólogo, otro que es pediatra, que sigue estando vivo, y otro dermatólogo. Hacía guardias con ellos durante la carrera para ir aprendiendo, y cuando vi el servicio de pediatría, dije: “yo quiero esto”. Y sinceramente, lo de querer ser médico lo recuerdo desde pequeño, quizá por imitar a las personas que son tu referente.

Formado en La Habana, de donde es nativo, siempre se dice que la medicina es una de las fortalezas de su país, y supongo que usted mismo lo comprobaría a la hora de homologar su título en España.

Quiero ser justo en esto: creo que tengo una buena formación de base, pero no me ciega la pasión, también cuando tengo que ser crítico lo soy. Pero me di cuenta cuando empecé a trabajar en España que estaba preparado y que podía asumir lo mismo que hacían aquí. Además, me había perfilado sobre todo en posoperatorio de cirugía cardíaca y tenía habilidades. Tuve la fortuna de poder homologar el título de especialista a la primera y no era fácil: primero te tenían que aceptar toda la documentación y luego te hacían un examen teórico, donde el objetivo era que no aprobaras, y no lo digo de broma, porque lo pregunté y me dijeron que no querían a nadie que no fuera MIR con la especialidad, y finalmente había otra fase práctica mucho más sencilla porque era estar con el paciente. La parte teórica realmente era criminal, pero afortunadamente la aprobé.

Más allá de lo que enseñan en la carrera, después de estos años, ¿qué cualidades son indispensables para ser un buen pediatra?

Es indispensable el respeto al paciente y a la familia, y eso no quiere decir tolerar todo lo que te digan y complacerles, porque es un error, pero sí ofrecerle la mejor atención médica posible e intentar hacerlo desde la empatía.

Hasta llegar hasta aquí ha pasado por Madrid, Barcelona, Las Palmas de Gran Canaria… Un camino de vida y de profesión donde siempre se acaban encontrando personas de referencia. En su caso, una de ellas es el Dr. Pedro Gómez de Quero, su antecesor en el cargo, su amigo, y ambos responsables de que el servicio de Pediatría esté donde está.

Me gusta hablar mucho de Pedro, él dice que soy como su hermano mayor, porque le gusta quitarse años (risas)… Aunque es verdad que le llevo unos cuantos, porque cumplo 64 en noviembre. Lo conocí en el Hospital de la Zarzuela, era un adjunto joven muy talentoso y con el mismo corazón de ahora. Empatizamos enseguida e incluso dice algo que me honra, aunque creo que se pasa, porque siempre me dice que fui su maestro en algunas cosas. En primer lugar, es buen hombre, que se preocupa por los demás, por los profesionales y muchísimo por los pacientes, y hace una medicina humana que a mí me encanta. Creo que su impronta está en este servicio, y se hacen muchas cosas porque él las impulsó. Es un ejemplo para todos.

¿Qué otras personas han marcado su vida profesional?

Mis tíos, con los que aprendí mucho, y también algunos profesores de La Habana, por su visión científica y por la seriedad a la hora de acercarse a los pacientes, no sólo desde el punto de vista humano, también por su planteamiento clínico para acertar con el diagnóstico en una época donde no había tantos recursos. Los recuerdo con mucha admiración, eran como libros abiertos y realmente tuve una formación tremenda. La medicina cubana era tan buena porque tenía una combinación de la escuela americana y la española, y también algunos elementos de anatomía de la escuela francesa, un acierto que no tiene nada que ver con la revolución, pero el régimen castrista la mantuvo porque era una gran fortaleza. Desgraciadamente, está muy deteriorada, no solo por falta de recursos, también desde el punto de vista formativo, porque existen otras necesidades: si tienes que pensar qué vas a comer mañana, poco tiempo te queda para ponerte a leerte artículos.

Llegó a España en 1996 como refugiado político por la persecución a la que le sometió el régimen castrista por negarse a formar parte de un equipo de médicos al servicio de Saddam Husein. ¿Todavía le pesa haber dejado Cuba de esa manera?

Indiscutiblemente, aquí sigue mi acento, yo soy cubano, pero amo este país donde vivo ahora. Cada vez que me hablan de esto me emociono porque tengo la sensación de que Cuba fue la madre que te abandona y España la madre que me acogió. Realmente lo pasé muy mal hasta que salí de mi país, porque hasta mis amigos dejaron de hablarme porque me decían: “Te queremos mucho, pero tenemos una familia que proteger”.

Pero hubo luz…

Pedí asilo político a Estados Unidos y a España, y los dos países me lo concedieron. Me vine aquí aunque no tenía nadie, y la verdad es que me siento agradecidísimo.

Aunque suene duro, incluso a una madre que te abandona, no la dejas de querer.

Es justamente lo que pasa, y por eso me emociono si lo recuerdo. No dejo de querer a esa madre que me abandonó, y que por cierto también me pegaba, pero aquí en España he encontrado una madre amorosa y tenemos el mejor país del mundo. A veces veo cierto complejo y no lo puedo entender, porque aquí la gente trabaja muchísimo, pero después saben disfrutar. Y como emigrante que soy, puedo decir que una de las cosas que más me ha ayudado es que yo decidí integrarme de verdad, igual que hizo mi abuelo en su día desde el Líbano hacia Cuba, y también habló con su acento toda la vida, pero no cometió el error de querer establecerse en un gueto.

¿No piensa en volver a Cuba?

A Cuba no voy desde que murió mi madre, y esa madre sí que me quería. Casi no me queda gente allí, la mayor parte de mi familia vive en los Estados Unidos, y nos vemos con mucha frecuencia.

Si pudiera elegir, ¿volvería a ser médico y pediatra?

Indiscutiblemente.

Y si pudiera pedir cualquier cosa para mejorar el ejercicio de su profesión, ¿qué sería?

El reconocimiento de las subespecialidades pediátricas.

El decálogo

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