Por Sara Hernández Pinchete
Médico residente en Pediatría en el Complejo Asistencial Universitario de Salamanca
Tras finalizar mi periodo formativo como MIR de Pediatría me doy cuenta de que, a lo largo de estos años, he tenido la oportunidad de aprender y crecer mucho a nivel profesional y personal.
La pediatría es, sin duda, una de las especialidades más humanas en la medicina. El trato con los niños y sus familias implica un enfoque único y requiere una cercanía, una sensibilidad y una empatía que van más allá del diagnóstico y del tratamiento de las enfermedades. Es precioso poder trabajar con los más pequeños, acompañándolos en momentos difíciles, pero también siendo parte de su recuperación y bienestar. Cada sonrisa, cada pequeño avance, es un recordatorio del privilegio que es ser pediatra.
Uno de los aspectos que más valoro de mi formación como pediatra en Salamanca es la excelente relación y colaboración que existe entre la pediatría de atención primaria y la pediatría hospitalaria. Esta integración entre ambos niveles asistenciales y la colaboración cercana y eficiente existente es un punto muy positivo que, sin duda, enriquece la calidad de la atención pediátrica en esta ciudad. Además, en el hospital hay un ambiente muy familiar y somos todos muy cercanos. De esta forma, he tenido la suerte de contar con el apoyo y la orientación de mis residentes mayores a lo largo de toda la residencia. Ellos, con su experiencia y generosidad, me han guiado en momentos clave, haciéndome sentir siempre acompañada.
Otro aspecto que valoro de forma muy positiva en mi formación son las rotaciones externas que he tenido la oportunidad de realizar (Hospital San Joan de Deu, Hospital de Cruces y Lamu County Hospital en Kenia). Considero que estas experiencias son no solo beneficiosas, sino también necesarias para complementar la formación en pediatría y ampliar la perspectiva sobre nuestra profesión. Sin duda, estas rotaciones han sido fundamentales para mi crecimiento como pediatra y me han permitido adquirir nuevas habilidades y conocimientos, así como salir de mi entorno habitual y conocer otros enfoques y sistemas de salud. En concreto, mi rotación en Lamu County Hospital me permitió enfrentarme a enfermedades poco comunes en nuestro entorno y desarrollar una visión más global de la medicina, al trabajar en un entorno con recursos limitados.
Sin embargo, mi trayectoria como residente ha venido marcada no solo por lo académico, sino también por una de mis grandes pasiones: la música. Durante estos años de residencia, a pesar de la carga de trabajo, he podido compaginar la pediatría con seguir tocando el violín.
Una de las experiencias más enriquecedoras en este sentido ha sido formar parte del grupo de teatro musical Hakuna CAUSA, creado por un grupo de profesionales sanitarios (médicos/as, enfermeros/as, TCAEs, informáticos) gracias al apoyo del Colegio de Médicos de Salamanca. Esta iniciativa nos ha permitido conocernos fuera del entorno laboral, crear vínculos que trascienden lo profesional y disfrutar en un espacio de desconexión. Hemos realizado conciertos solidarios dirigidos a los más pequeños, tanto fuera como dentro del hospital.
Además, también he podido formar parte de la Orquesta Médica Ibérica (OMI), que se creó en el año 2020 y está formada por médicos de Portugal y España que comparten también su entusiasmo por la música. Realizamos conciertos anuales solidarios cuya recaudación va destinada a entidades del ámbito de la salud dedicadas a mejorar la atención sanitaria.
Por todo esto, no puedo evitar mirar atrás con gratitud hacia todas las personas que lo han hecho posible.
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