Dios ha muerto

Por Saturnino GARCÍA LORENZO
Doctor en Medicina

“Recordar que tienes que morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder”

Este desmoralizante aforismo de Nietzsche, completo, tiene un signicado distinto, aunque siempre controvertido: Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado.

Esta frase tan traída y llevada echó a rodar a partir de una obra de Nietzsche (1844-1900), publicada por primera vez en 1882. Se trata de una obra dividida en cinco libros, que reúne 383 aforismos, cada uno con su título.

Escribió ese libro en una época en la que parecía reponerse de la esquizofrenia incipiente que le apartó de su Cátedra de Filología clásica de la Universidad de Basilea, hasta que un segundo brote de la enfermedad puso fin a su producción intelectual en 1989.

La muerte de Dios aparece repetidamente en los aforismos de esta obra. En el libro titulado ‘El hombre loco’ desarrolló con más amplitud esta idea utilizando la forma de un apólogo: “¿No habéis oído hablar de aquel hombre loco que, con una linterna encendida, en la claridad del mediodía iba corriendo por la plaza y gritaba: ¡Busco a Dios!? ¿Se ha extraviado como un niño? ¿Se ha perdido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Ha emigrado? ¿A dónde ha ido?, exclamó. Voy a decíroslo. Lo hemos matado nosotros. Vosotros y yo. Pero ¿cómo hemos hecho esto?”. Finalmente, arrojó su linterna al suelo, que se hizo pedazos y se apagó. Este suceso enorme está todavía en camino y va avanzando. No ha penetrado aún en los oídos y en el corazón de los hombres. Los hechos necesitan tiempo, aún después de haberse realizados, para ser vistos y oídos.

Para Heidegger, “el ‘Dios ha muerto’ nietzscheano resume la esencia del nihilismo, entendido como la negación de los considerados valores supremos.

Esta historia de la muerte a mí me impresionó. Recordar que tienes que morir es la mejor manera que conozco para evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Que sepamos, nadie quiere morir. La muerte es un destino que todos compartimos. Kierkegar escribe en la colección de aforismos y reflexiones: “Que nadie regresa de los muertos y nadie viene al mundo sin derramar lágrimas”. Acto seguido, precisa que a nadie se nos pregunta cuándo queremos nacer o morir.

Estamos hechos de tiempo. Somos como un comienzo que se aleja y un fin que se acerca. ¿Somos consecuencia del azar o de la necesidad? La vida camina pegada a su sombra, que es la muerte, y cuando ésta caprichosamente lo decide, sombra y vida desaparecen.

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