Deus ridens (el Dios que ríe),el poder y los chistes

“¿Renunciamos a la libertad de opinión, a la separación entre Iglesia y Estado, al respeto a la pluralidad de creencias en instauramos la censura previa universal ‘para no ofender’?”

Omnipotente, omnisciente, omnipresente… ¿Podríamos atribuirle también a Dios omnirriente? ¿Y tener sentido del humor? Dios es amor. ¿Y humor y risa? Estas preguntan encajan en personas creyentes, por supuesto. Cuando los neoplatónicos –me explica mi amigo filósofo y teólogo– empezaron a hablar de cualidades de Dios, enumeraron éstas y más. Se olvidaron del humor y la risa –esto lo digo yo–. Y aunque han empezado a entrar ya hace años en las religiones, la cosa va lenta. “Querido Dios: ¿cómo sabías que eras Dios? ¿Por qué no mencionas en la Biblia a la Sra. Dios? ¿Estabas soltero cuando la escribiste?”. “Gracias por el hermanito, pero yo te pedí un pony” (cartas de los niños a Dios).

Dos años después de las caricaturas de Mahoma en Dinamarca, asistí a un congreso de la Sociedad Internacional de Estudios de Humor en Copenhague. Claro, uno de los temas a tratar fue éste. Yo percibí cierto temor en los daneses a que algo ocurriese. No pasó nada. El 14 de febrero de este año sí. Disparos contra un acto sobre ‘El humor y la blasfemia’. Un año más tarde, los jesuitas organizaron en Amberes un congreso y lo titularon ‘Deus ridens’. Trajeron a expertos en religiones comparadas, personas de todas religiones a debatir el tema: ¿Libertad de expresión y límites? ¿Se pueden permitir ofensas a la fe, que un dibujo enfade a millones de musulmanes, ponga en peligro vidas de occidentales, desate rabia, sintetizada en una pancarta: ‘No es libertad de expresión, es ataque y guerra al Islam’? Hubo opiniones de todo tipo. No hubo acuerdo. El pragmatismo, como actitud, pesó. La clausura fue a cargo de un dominico profesor de Historia de las Religiones: “Entre dictar leyes que prevengan una posible ofensa a la fe, la religión o a Dios y que, de rebote, coarten la libertad de expresión para todos, o aceptar la libertad de expresión, aún a riesgo de ofender, yo elijo la libertad para todos”, resumió.

Las muertes en París tras el atentado a ‘Charlie Hebdo’ nos indican que el problema sigue latente. Al ser complejo, nos negamos, en general, a ver matices; tendemos a simplificar y a tener razón siempre. Si hay que poner límite, ¿quién, qué autoridad, civil o religiosa, ¿dónde, ¿cuándo…? ¿Es ofensivo que la Virgen –en un dibujo– se queje a una vecina: “Jesús tiene tiempo para curar enfermos, resucitar muertos, pero ¿crees que encuentra tiempo para escribirle a su madre”? O que Pedro comente: “Adivina quién se va a rezar cuando hay trabajo”? ¿Renunciamos a la libertad de opinión, a la separación entre Iglesia y Estado, al respeto a la pluralidad de creencias, e instauramos la censura previa universal “para no ofender”? A mí lo que de verdad me cabrea de los chistes-dibuja un humorista el dialogo entre dos terroristas- es que no los entiendo.

“En la escuela siempre tratamos de educar en dos estrategias: no insultar y no hacer caso si te insultan”

El Papa Francisco ‘terció y le hizo un mal tercio’ al tema (usó palabras de ‘La venganza de Don Mendo’): “La libertad de expresión tiene sus límites… No pueden burlarse de la fe. No se puede… Si insulta a mi madre puede esperarse un puñetazo”. Decir estas frases tras los atentados de París… Como que entendía que ante una ofensa a alguien que uno aprecia mucho la reacción violenta es aceptable. Aunque después sentenciaba: “Matar en nombre de Dios es una aberración”.

A este respecto, en la escuela siempre tratamos de educar en dos estrategias: no insultar y no hacer caso si te insultan. Una monja muy mayor, que siempre estaba riendo y trabajaba con niños difíciles, me contaba su reacción: “Un niño me decía: ‘Me cago en tu madre’, y yo contestaba riendo: ‘¿Pero cómo vas a hacer eso si no sabes dónde está enterrada? ¿Vas a ir por todos los cementerios mirando?’”. Sólo ofende el que tenga mi permiso para ofenderme. Si yo no quiero, nadie me ofende.

“¿Cuántos católicos han salido de manifestación a quejarse de chistes contra la fe?”, me pregunta un amigo. Si contemplo la Vía Láctea desde los confines del universo, con esa perspectiva me pregunto: ¿unos dibujos ofenderán a Dios? Yo me imagino a un padre de 1,90 metros al que su hijo de dos años, enfadado, saca la lengua con ánimo de ofender, o le dice: “Ya no te quiero”. ¿Ofende o provoca una sonrisa? Un dibujante, tras lo de Francia, pintaba a Mahoma diciendo a Jesús: “Algunos se han enfadado porque me han hecho caricaturas” Y Jesús respondía: “Pues a mí me han dejado clavado”.

“El humorista cree que los absolutos son muy pocos, casi ninguno… Se niega a confesar que la política o la religión… o la revolución sean todo… Va ligero y divertido, subvirtiendo dogmatismos, incinerando altisonancias, reduciendo a su nivel de tierra elevadísimas pretensiones de… sujetos que se revisten de palabras sagradas y vocablos sonoros” (Olegario G. de Cardedal, hablando de Mingote).

José Luis Martín cuenta: “En ‘El Jueves’ teníamos dos policías en la puerta protegiéndonos de la amenaza de bomba y, a media mañana, venían otros dos a secuestrarnos la revista por orden del juez: esto fue la Transición, muy excitante. Yo estuve cuatro años en libertad condicional, condenado por ‘La Biblia contada para los pasotas’ y por ‘Las historietas del Dios’”, algo que nos parecería hoy increíble. Pongo algún ejemplo; Dios hace una figura de barro, sopla, le da vida y Adán dice: “Te quiero mucho, pero usa Colgate –el mal aliento combate–”. Saúl pidió a David 100 filisteos como dote para casarse con su hija. “A ver cómo se las arregla con una honda”, pensó malévolamente. David mató 200. “Me he pasado un poco, pero es que de aritmética ando fatal”, se disculpa.

¿Censura internacional?

Oscar Nebreda declara: “Yo fui fundador de ‘El Papus’ y tuve 66 juicios. Te pedían destierro, 300.000 ‘pelas’ e inhabilitación profesional. Estuve perseguido por la extrema derecha, cuatro meses fuera de casa, amenazado, trabajando con la poli dentro de la revista y, al final, la bomba (que les puso la Triple A y mató al portero). Se metían con todos los poderes fácticos en plan bestia”. En esta situación están humoristas palestinos, iraquíes y turcos que se mofan del Estado islámico en sus vídeos. “Cogimos a los franceses. Vamos a por vosotros, que sois más fáciles”. Algún cómico israelí sufre lo mismo y en muchos otros países, igual.

Aquí viene otra cuestión. Si el humorista no debe ofender y los límites de su libertad están en el respeto a los demás, ¿hay que poner una censura internacional? Con internet, quizá lo que no ofende aquí, puede molestar allí. ¿Hemos de aconsejarle que no se burle del poder religioso, político, económico, militar, nacionalista, ETA, patronales, sindicatos…? George W. Bush, se quedó tan pancho diciendo: “Siento que Dios quiere que vaya por la presidencia… Dios quiere que lo haga”. A. Pinochet proclamó: “Yo obtengo mi fuerza de Dios”. ¿No se puede uno burlar de esto?

¿Dónde veo yo el problema? En mentes inflexibles llenas de verdades absolutas, que obviamente poseen, con el deber de meterlas en la mollera de los demás, por las buenas o las malas. Es el fanatismo. Y los humoristas resisten. F. Koopa dibuja a un terrorista preguntando: “¿Habéis entendido que hay cosas de las que uno no puede reírse?”. Un humorista responde: “NO”.

Jesús rompía normas, enfadaba al poder religioso porque comía con pecadores, publicanos y prostitutas, curaba en sábado, tenía más ingenio que ellos: ¿Es justo lapidar a esta mujer cogida en adulterio? ¿Sí o no? Así pensaron que le cazaban. “El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. ¿Hay que pagar tributo al César? ¿Sí o no? Estás atrapado: te acusaremos de colaboracionista con los romanos o de subversivo. “Dad al César lo que es del César”. Además, aconsejaba: “Dejad que los niños se acerquen a mí”. Y “si no sois como niños no entraréis en el Reino”. Los niños miran con ojos distintos, juegan, se divierten, ríen, son alegres.

El humor destacó en algunos santos: San Lorenzo, asándose en la parrilla. gritó: “Dadme la vuelta, que de este lado ya estoy hecho.” Santa Teresa: “En mi juventud me dirigían tres clases de cumplidos; decían que era inteligente, que era una santa y que era hermosa; en cuanto a discreta, nunca me tuve por boba, en cuanto a santa, sólo Dios sabe; en cuanto a hermosa, a la vista está.” San Francisco de Sales enseñaba que “un santo triste es un triste santo”. Mahoma dibujado triste, en el diván, ante un psicoanalista dice: “Otros profetas tienen seguidores con sentido del humor”. Quitar toneladas de seriedad y recuperar la risa quizá contribuya a una mayor tolerancia y convivencia, o no.

Y quizá algún día, en lugar de insistir tanto en que somos pecadores, en la culpa y en la muerte, afortunadamente la amenaza del infierno ya desapareció, se abra paso un ‘Deus ridens’, que se ría y bendiga a los que lo hacen y que decía a Abraham, tras impedir que sacrificara a Isaac, su hijo único: “Vamos, Abraham. Hay que saber aceptar las bromas, tío” (J. L Martín).

www.educahumor.com

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