Por Adrián Cascales Martínez
Residente R4 en el servicio de Medicina Física y
Rehabilitación del hospital de Salamanca
La medicina actual parece consistir en ofrecer una asistencia sanitaria precisa, rápida y, en ocasiones, concisa. Comete el error con frecuencia de no abordar al paciente con la integridad y la complejidad que en sí mismo conforma. Diagnosticamos y tratamos la enfermedad, pero olvidamos el trasfondo: “la persona” que la padece. Esto, que parece poco pragmático, supone un verdadero reto en la práctica clínica de cualquier profesional y lo que nunca debería limitar el sistema.
Es en esa necesidad de una atención integral y holística en donde mi especialidad, la Medicina Física y Rehabilitación, juega un papel fundamental. De nada sirve el tratamiento en fase aguda de la enfermedad si después, en fases subaguda y crónica, nadie se preocupa por precisar en el diagnóstico y valorar y tratar la discapacidad, sea o no temporal, y en ayudar en la reinserción laboral, social o, incluso, doméstica del paciente.
Y no sólo en la fase crónica. Acabamos de vivir una pandemia en la que, al principio, todos nos preocupamos por evitar contagios y tratar de forma intensiva los síntomas cardiorrespiratorios de la enfermedad. Tardamos en darnos cuenta de que también en la fase aguda la rehabilitación es importante en términos de prevención y eficiencia. En el hospital de Salamanca, en el servicio de Rehabilitación recibimos 273 interconsultas de pacientes Covid ingresados. Gracias a ese inicio precoz del tratamiento rehabilitador (con la apreciable labor de fisioterapia), se consiguió que sólo 12 pacientes precisaran continuación ambulatoria de su tratamiento por lesiones neurológicas, eso sí, graves en su mayoría; y 41 requirieron rehabilitación cardiaca, si bien la mayoría de estos no provenían de un ingreso hospitalario.
Y faltan medios. Desgraciadamente, lo reconozco, de la rehabilitación nunca se acuerda nadie hasta que la necesita. Y cuando la necesita, es lo único a lo que se agarra para subsistir con su discapacidad, con su dolencia, con su secuela… Los medios que se otorgan a los servicios de Rehabilitación siempre van a ser insuficientes, pero es cierto que podrían ser mejores.
Uno de los aspectos más enriquecedores de la rehabilitación es la multi e interdisciplinaridad. Junto con terapia ocupacional, fisioterapia, logopedia, enfermería, psicología…, se trabaja en equipo en cualquiera de las ramas de esta especialidad: neurorrehabilitación, rehabilitación del anciano, oncológica, suelo pélvico, fracturas y artroplastias, amputados, parálisis facial, vestibular, paciente crítico, linfedema, cardiorrespiratoria, pediátrica, quemados, técnicas para el dolor, foniatría y disfagia, deportiva, biomecánica… Un amplio abanico de vertientes en los que la rehabilitación ayuda, por lo menos, a mejorar la calidad de vida de los pacientes.
Nací en una población cercana a Murcia en el seno de una familia concienciada con la discapacidad, con un hermano discapacitado y en unos tiempos en los que la discapacidad era “minusvalía”. Además, me encantaba el deporte y, también por influencia familiar, lo practiqué desde bien pequeño. Siempre me fijaba en cómo saltaba una persona, qué músculos estaban implicados, quiénes andaban de una manera y quiénes de otra…, me preguntaba por qué las lesiones y deformidades, por los beneficios del ejercicio físico…
Crecí y, como se me daban bien los estudios, me convencieron para estudiar medicina (esta vez sin herencia familiar). Los primeros años, y aunque suene raro, me apasionaba la anatomía músculoesquelética, la biomecánica, la neuroanatomía… Y llegó cuarto de carrera y entendí que la asignatura de Traumatología no era para mí: demasiado quirúrgica. Tampoco Neurología. Así que descarté por completo ser médico “de los se fijan por qué alguien anda así” y me planté en el examen MIR sin un objetivo claro. No obtuve el resultado que esperaba, y en parte sentí haberme decepcionado a mí mismo… Escuché, leí, hablé… Y una erudita voz me dijo: “Mira bien la lista de especialidades…”. Y así hice. Revisé la lista de esas especialidades de las que nunca nadie habla y encontré Medicina Física y Rehabilitación. Me informé, profundicé en ella y sentí que yo, desde pequeño, ya era médico rehabilitador sin saberlo. Descubrí mi vocación, mi profesión, y estaba dispuesto a cruzar media España si hacía falta para conseguirlo. Y aquí estoy. De hecho, me crucé España entera, de este a oeste, y en un abrir y cerrar de ojos ya afronto mi último año MIR en Salamanca, formándome en la que se considera “la medicina interna de la discapacidad”, con las preocupaciones propias del R4, pero con la ilusión de aprovechar al máximo cada día, cada consulta y cada paciente en esta interminable colección de experiencias de crecimiento profesional y humano.
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