Llegan a zonas donde la atención médica es limitada, tanto por la escasez de recursos como de personal. Lo que no faltan son las enfermedades que merman a la población, castigada en ocasiones por el hambre. Médicos salmantinos han participado en dos proyectos de cooperación internacional en Camerún y Ecuador, donde han aportado su experiencia.
Hasta el hospital de Rey Bouba, en Camerún, se desplazaron el anestesista Eugenio Briz y la médico de Urgencias María Jesús Bringas, entre otros profesionales. Ambos coinciden en que África “engancha por su gente”, y con su labor la población está muy agradecida, “porque no tiene nada, con poco que les des les parece mucho, y aunque el paciente se muera están eternamente agradecidos, porque has intentado hacerlo posible”, detalla esta doctora.
A ese hospital de Camerún acuden cada mañana entre 40 y 60 pacientes para problemas de salud relacio nados con la Medicina de Familia, la Ginecología, la Oftalmología y la Pediatría. “Según se estudia a los pacientes se decide el tratamientomédico o quirúrgico”, apunta el anestesista. Los médicos de Familiatrabajan desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde. “Se veían enseguida desbordados de trabajo y comentaban con los cirujanos la posibilidad de operar ese mismo día, o al siguiente, hernias, abcesos, cataratas…”.
Estos profesionales relatan la pobreza de la zona y la importancia deese hospital, creado por la Fundación Mayo Rey de Burgos, y quepresta atención a una población muy grande y rural, de zonas en las que “no hay nada”. Para los médicos, aquello es frustrante. “Ves cosas que aquí no tienen ningún problema en resolverse y allí pueden producir la muerte de un niño, un joven o un mayor”, matiza la doctora.
En Camerún estuvieron tres semanas que, según Briz, fueron “cortas», y regresaron con la ilusión y las ganas de volver pronto. Todos ellos viajan de forma totalmente altruista, se pagan el billete y el visado, después de vacunarse de lo necesario.
También compraron el material y las medicinas, que sumaron a aquello que les facilitó el hospital de Salamanca, como medicamentos, “así como el correspondiente permiso para el desplazamiento”, confirma Briz. El viaje hasta la zona de Rey Bouba fue agotador, “ya que necesitamos tres días para llegar, pero la labor que teníamos que realizar nos ayudó a obviar el calor -40 grados- y las condiciones de vida”.
En 2012, el doctor José Martín Oterino, internista del complejo hospitalario, fundó junto a un grupo de amigos la asociación Cayapa pi chullakumani, que en lengua chachi significa Amigos del Cayapas. Dos veces al año, sus voluntarios -médicos y enfermeras procedentes de varios puntos de España- llegan a las remotas y empobrecidas comunidades indígenas que se asientan a las orillas del río Cayapas desafiando un aislamiento sanitario que deja a los enfermos a doce horas de traslado en canoa -cuando no son días- del hospital más próximo.
Coincide en la buena acogida que la población ofrece al equipo sanitario cuando llega hasta sus comunidades, atravesando el río, para prestarle la atención sanitaria de la que normalmente carece. El doctor Martín Oterino cuenta que todas las experiencias son «impactantes», y confiesa que lo que recibe es mayor que lo que entrega. “Vas para hacer lo que puedas y crees que haces mucho, pero la realidad es que te traes mucho más”, asegura el internista, antes de reconocer que una de las cosas que más le ha sorprendido durante sus salidas con la asociación Cayapa pi chulla kumani es el tipo de patologías a las que se tienen que enfrentar en estos núcleos de población. “Vas a una zona tropical y piensas que te vas a encontrar con todo tipo de enfermedades raras, pero lo que hay son, sobre todo, enfermedades de pobreza: desnutrición, infecciones respiratorias y cutáneas, como las tiñas y la sarna… Eso hace que nuestra labor sea aún más gratificante, porque no son procesos especialmente complejos y por poco que1agas el impacto es importante, ya que se resuelven in situ«, comenta. También es una satisfacción para el equipo descubrir cómo se van manteniendo a raya dolencias crónicas como la diabetes. “Realizamos una evaluación sobre el grado de control y en parte suministramos la medicación que necesitan los afectados. Al ir siempre a las mismas zonas, el impacto llega a ser real, y al regresar después de seis meses observamos que hay diabéticos en plena selva que tienen controlada la enfermedad”, resalta.
La asociación Amigos del Cayapas comenzó organizando un viaje al año, pero actualmente programa dos salidas anuales de 15 días.
Deja una respuesta