Hace unas semanas, el Instituto de Investigación Biomédica de Salamanca (IBSAL) anunció que durante los tres próximos años desarrollará un ambicioso proyecto que busca identificar y caracterizar el riesgo cardiovascular derivado de los tratamientos de quimioterapia en pacientes con cáncer mayores de 65 años. El objetivo es detectar precozmente qué afectados sufren o podrían llegar a desarrollar problemas cardiacos para evitar su aparición o frenar su progreso.
El estudio, denomianado ‘CARTIER: CArdioToxicity In the Elderly pRogramme’, ha conseguido aunar la labor de ocho grupos vinculados al Instituto de Biología Molecular y Celular del Cáncer (IBMCC), la Universidad de Salamanca, el Instituto de Neurociencias de Castilla y León (Incyl) y los servicios de Oncología, Hematología y Cardiología del Hospital Universitario. El responsable de este último servicio, el doctor Pedro Luis Sánchez Fernández, es el encargado de coordinar una iniciativa que cuenta con una financiación de 605.000 euros, obtenida en una convocatoria competitiva de subvenciones del Instituto de Salud Carlos III en la que el proyecto del IBSAL consiguió la mejor valoración de entre los presentados por los 22 institutos de investigación biosanitaria acreditados en España.
El proyecto parte de la convicción de que identificar precozmente a los pacientes con cáncer mayores de 65 años con riesgo de cardiotoxicidad asociado a la quimioterapia podría contribuir a “evitar la aparición de problemas cardiovasculares o frenar su progreso” mediante la “personalización” del tratamiento oncológico, lo que mejoraría su pronóstico y su calidad de vida.
“Cuando una persona padece cáncer, lo más importante es la curación de esa enfermedad, por lo que, aunque no podemos evitar la quimioterapia, sí es posible identificar a los pacientes que sufren un problema cardiaco o tratar de predecir cuáles tienen riesgo de desarrollarlo como consecuencia del tratamiento contra el cáncer para anticiparnos y elegir qué fármacos pueden ser más efectivos en su caso”, destacó el responsable de Cardiología durante la presentación del trabajo.
Por su parte, un grupo de cientíicos de la Universidad de Salamanca ha dado un paso más hacia la meta de conseguir que los implantes cocleares tengan un funcionamiento lo más parecido al de los oídos sanos. Lo ha hecho desarrollando y patentando una tecnología pionera que mejora el rendimiento de estos dispositivo en ambientes ruidosos, al reproducir el control involuntario o cruzado que cada oído ejerce sobre el contrario. El proyecto, en el que colabora el prestigioso cientíico Blake S. Wilson, ha sido desarrollado por investigadores del Instituto de Neurociencias de Castilla y León (Incyl) y del servicio de Otorrinolaringología del Hospital Universitario de Salamanca, y es el resultado de un largo trabajo que se inició hace siete años desde la investigación básica.
Como recordó el profesor López Poveda, responsable del estudio, los implantes cocleares permiten restaurar la audición en las personas con sordera, sin bien “funcionan como un simple receptor de sonidos”, cuando en realidad los oídos sanos no actúan “como receptores pasivos”, sino que cada uno de ellos “envía señales al cerebro”, que, a su vez, hace llegar señales de control al oído contrario. “Este control cruzado es imprescindible para poder comprender el habla en ambientes ruidosos, por lo que es probable que la dificultad que muestran los usuarios de implantes cocleares para comprender lo que oyen en estos lugares se deba a que los dispositivos funcionan de manera independiente el uno del otro”, aclaró el científico. Con el procedimiento desarrollado por este grupo, validado y patentado, se logra “reproducir este control retroalimentado entre los dos oídos”.
Y conocer cuántas personas desarrollarán en el futuro una enfermedad neurodegenerativa es el ambicioso objetivo de un proyecto FIS impulsado desde el servicio de Neurología del Hospital 12 de Octubre de Madrid y en el que colaboran la Unidad de Investigación de La Alamedilla y el equipo de Neurología del Hospital Clínico de Salamanca. Según ha explicado el doctor Emiliano Rodríguez, integrante de esta plataforma científica, la idea es incluir muestras biológicas de más de 2.000 personas mayores de 55 años para realizar estudios genéticos y establecer las bases que permitan estimar, a través de un proyecto longitudinal y de reevaluaciones futuras, qué porcentaje padecerá una patología neurodegenerativa, como parkinson, alzheimer u otras demencias. En Salamanca, son seis médicos del centro de salud Miguel Armijo quienes están proponiendo a algunos de sus pacientes la posibilidad de formar parte de este estudio.
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