Cualquier tiempo pasado fue…

Por Germán Payo Losa

Director de Educahumor

“¡Cómo lo pasábamos antes! Todo el día en la calle (…) ¿Éramos más felices? Pasábamos más frío, teníamos menos comodidades, había más pobreza. Antes, como ahora, había gente solidaria, generosa, cariñosa… Sigue habiendo héroes”

En una de las fallas de Valencia se ha representado a un expresidente de la Generalitat como flautista de Hamelín al cual sigue una fila de ratas con las caras de muchos de los políticos actuales del procés. Han protestado enérgicamente los aludidos y sus defensores pidiendo retirar esas figuras, alegando que, como hacía Hitler, primero los llaman ratas y luego pasan a cosas peores. Supongo que si los hubiesen representado como elefantes no se habrían quejado, pero, ¿quién sabe? Los artistas no han cedido. “Todas las fallas hemos tratado de todos los temas y con todos los personajes de este país. Representamos lo que pasa y usamos el humor y la crítica. Así ha sido siempre y así seguirá”, declaran.

Las chirigotas del Carnaval de Cádiz son otro de los ejemplos donde el pueblo se pitorrea, a veces con una crítica mordaz y feroz, de los protagonistas del año. Van pegados a la actualidad unos y otros. Me recuerdan la censura en este país y me pre￾gunto si estamos mejor ahora que antes. Hubo censura, Santo Oficio, Índice.

Irene Vallejo, en El infinito en un junco, recuerda el gran sueño de Alejandro Magno de crear en Alejandría una biblioteca donde estuviese todo el saber de la Humanidad. Con el tiempo, sufrió el fanatismo de unos de otros. Se quemaron libros por ser de cristianos, luego éstos quemaron libros por ser paganos y, con los árabes, ardieron ambos: “Si su contenido coincide con el Corán, son superfluos y, si no, son sacrílegos. Procede y destrúyelos”, ordenó el Califa. Parece que, en nuestra cultura occidental, estamos mejor ahora. En cuanto a la parte fanática, antivacunas, política o religiosa del mundo musulmán, no sé. Ya vimos lo que pasó con Charlie Hebdo y la masacre que sufrieron por sus críticas.

Había una sección el El Jueves, El día y la noche, que publicaba una noticia en un periódico y la versión contraria en otro. Hoy, con explorar por internet en varios diarios, lo puedes ver tú solo. Una web, Maldita hemeroteca, ayuda a ver el panorama, y si tienes humor te ríes: “Mira éste lo que decía solemnemente y óyelo ahora”. No señalo casos, porque llueven todos los días.

La Justicia falla que “dar una palmada en el culo a una empleada no es motivo de despido”–noticia del año 2000 en España–. La situación y consideración de la mujer, aunque hay que avanzar aún, es obvio que ha mejorado. Con el lenguaje inclusivo tengo mis dudas, por eso de todes, miembras, empresos, gilipolles… pero ahí está.

Comienza el curso y parece que la bronca en nuestra arena política es otra vez habitual. Sus señorías no han venido más relajadas de las vacaciones y traen las dosis habituales de bilis. ¿Ha sido siempre así o nos hemos civilizado un poco, como en el indudable mayor respeto al peatón en los pasos de cebra? Amenábar, en una entrevista tras Mientras dure la guerra, decía que uno de los propósitos de la película era mostrar que es posible tener diversos y opuestos puntos de vista en política y, al tiempo, mantener la amistad, como refleja el grupo de amigos de Unamuno. Antes de hacerla, le aconsejaron que no se le ocurriera. Le iban a llover tortas de la izquierda y de la derecha, a manta. Para su sorpresa, esto no sucedió. La mayor parte fueron alabanzas. Era su pequeña contribución al diálogo nacional. Otto von Bismarck afirmó: “España es una nación tan fuerte que lleva siglos tratando de autodestruirse y no lo consigue. Si acabaran esos intentos de autodestrucción, volvería a ser la más importante del mundo”. Por lo menos ahora no andamos a tiros entre nosotros.

¿No se da cuenta la clase política de que influye en crear un tenso clima social y que si por lo menos usasen un poco de humor, como ya lo hacen algunos de manera excepcional, nos sentiríamos todos mejor? Me ronda la cabeza el uso de las relaciones sexuales que, soñando lo imposible, podría suavizar la bronca. “Cansadas de la Guerra del Peloponeso, las mujeres de Atenas hicieron una huelga sexual para obligar a los hombres a negociar la paz. En Liberia, en 2003, las mujeres lideradas por Leymah Gbowee usaron la misma táctica con el objetivo de que acabara la guerra civil. Y lo lograron. No solo acabó la guerra, sino que, además, Gbowee fue galardonada con el premio Nobel de la Paz”. Imagínese a fulano/a recibiendo un: “Esta noche no, cariño”.

“¡Cómo lo pasábamos antes! Todo el día en la calle. Jugando, peleándonos, corriendo, haciendo (pe)dreas, echando carreras de barcos en los ríos que dejaba la lluvia, fabricando nuestraspelotas para jugar al fútbol, construyendo patinetes…”, comentamos cuando vemos a cuatro en un banco, cada uno con su móvil (hay que reconocer que ahora, en un teléfono, llamo, hago fotos, vídeos, grabo, envio emails, hago transferencias, pago, me descargo el certificado Covid, los billetes de viaje… aunque también ya hay adictos al móvil y parece que es difícil que no te atienda un robot al pedir citas).

¿Éramos más felices? Pasábamos más frío, teníamos menos comodidades, había más pobreza. Antes, como ahora, había gente solidaria, generosa, cariñosa… Sigue habiendo héroes. Muere el ministro ruso de Emergencias cuando intentaba salvar la vida a un documentalista y director, que se resbaló durante una grabación y se precipitó al agua en el Ártico. Impresiona y, además, ¡ministro!

Según un estudio de la ONU sobre la felicidad, somos el país 34 en la lista. Pero es que tienen en cuenta factores como la corrupción. Y así, pues claro…

¿Y el mundo? Coincido con un investigador sobre el acoso escolar cuando le preguntan si hay más que antes. Ahora salen más casos a la luz, porque le gente denuncia más, como en casos de violencia de género. Antes no se denunciaba por miedo. A pesar de todas las malas noticias que nos vienen de ciertos países, parece que el progreso va avanzando y la pobreza disminuyendo, sin quitar importancia a la que hay. Sin embargo, Don Dinero sigue dirigiendo los destinos de este planeta.

Pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor es uno de los modos indicados para practicar El arte de amargarse la vida, de P. Watzlawick. Vemos que hay cosas positivas y negativas. ¿Dónde pongo yo el foco? Claro, una edad con achaques quizá añora la vitalidad de la juventud y madurez, junto con los excesos y las prisas. ¿Fue mejor estar tranquilo en el seno materno, tan calentito y a gustito?

Quino, en una viñeta con Miguelito y Felipe, muestra una visión del optimista: —¡Vamos, Felipe!… ¡Hay que mirar el lado positivo de volver a empezar las clases! Hay que pensar en el reencuentro con viejos compañeros, lo lindo de conocer nuevos amigos… en la alegría de los recreos.

—Sí, claro. Tenés raz… ¡Cómo!.. ¿Lo tenías anotado en un papelito? —Y, sí, sí, hay que ver el trabajo que me costó. ¡Toda la mañana para encontrar esos tres estúpidos argumentos de porquería!

Conclusión: Nuestros pensamientos influyen en la salud. ¿Dónde enfoco en este mosaico de luces y sombras? Si ves más lo positivo, disfruta; si destacas lo negativo, pues igual de bien. Tiene que haber de todo.

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