Por M. Puertas
Salamanca Médica inicia el nuevo curso con un invitado especial. La posibilidad de entrevistar al prestigioso internista y hematólogo Ciril Rozman nos rondaba desde hace tiempo y su amabilidad lo ha hecho posible nada más proponérselo. A lo largo de estas páginas nos acercamos a unas de las personalidades médicas españolas más importantes del último medio siglo. Su sabiduría lejos de restringirse a las especialidades en las que ha brillado con maestría, se extiende a cuestiones profundamente humanas, que ningún médico debe pasar por alto.
Más de 35 años después de su última clase en Salamanca, hace unos meses la Universidad salmantina le invistió como doctor Honoris Causa, ¿qué tiene de especial esta distinción para alguien acostumbrado a los reconocimientos?
De todas las distinciones que he recibido en mi vida, la que me ha producido una mayor satisfacción ha sido sin duda el Doctorado Honoris Causa por la Universidad de Salamanca. Y ello, porque esta venerable institución, la más antigua de España en su género, representa un auténtico símbolo del saber, en su más amplio sentido. Por otro lado, el hecho de haber accedido a la máxima categoría universitaria de catedrático justamente en esta ciudad, marcó profundamente mi trayectoria biográfica, pues aquí cuento con numerosos y muy buenos amigos y aquí nació la vocación universitaria de algunos de mis mejores discípulos, actualmente convertidos en maestros de la Medicina Hispana.
¿Salamanca fue para usted sólo una ciudad de paso o algo más? ¿Su marcha se debió a que esta Universidad no respondía del todo a sus expectativas profesionales?
Durante dos años de permanencia en Salamanca realicé una febril actividad como clínico y docente. Tras ellos fui reclamado por mi Universidad de origen, la de Barcelona, donde se había producido un gran vacío, consecuencia de dos circunstancias concatenadas. Por un lado, en mayo de 1968 desaparecía prematuramente uno de mis maestros, profesor Pedro Farreras Valentí –quien me había precedido en la Cátedra de Salamanca- y, por otro, en 1969 cesaba reglamentariamente como Catedrático otro de mis maestros, el profesor Agustín Pedro Pons, cuyo sucesor natural debía ser el profesor Farreras. Sobre mis hombros recayó una pesada carga y una enorme responsabilidad de suceder a tan insignes figuras en la dirección de la Escuela de Hematología y Cátedra de Medicina Interna, respectivamente. Sin embargo, pese a haber realizado la mayor parte de mi trayectoria en Barcelona, nunca me desvinculé de la Universidad de Salamanca, en cuyas actividades he participado con frecuencia.
En la actualidad, ¿el nombre, la marcade Salamanca en Medicina goza de buena salud a nivel nacional?
En el ámbito de la Biomedicina, Salamanca ha alcanzado un notable desarrollo con reconocimiento no tan sólo en el entorno nacional, sino también internacional. Ello no era así en mi época de Catedrático de esta Universidad. Por entonces surgieron varias personalidades que pusieron las bases para el desarrollo ulterior. Entre ellas destacaría, en primer lugar, al Dr. Julio Rodríguez Villanueva, quien como un auténtico pionero creó una escuela de investigación biomédica básica y, además, desde el cargo de Rector, dio un gran empuje a la Universidad. Por lo que respecta al terreno clínico, cabe mencionar las actividades modernizadoras de otro rector, Dr. Alfonso Balcells Gorina, desaparecido hace poco tiempo. En la Cátedra que dirigí, también realizamos intentos de aportar aires frescos a la Medicina Clínica salmantina. Como un hecho anecdótico me viene a la memoria la ocasión que tuve de realizar personalmente por primera vez en Salamanca, una biopsia hepática percutánea. Y como recordó el actual rector Dr. Enrique Battaner en el acto de investidura introduje la costumbre de impartir las clases a las ocho de la mañana. Todo ello indica que Salamanca no fue para mí tan sólo una ciudad de paso.
¿Qué aspectos o áreas (científicos-médicos) destacaría de Salamanca?
Sin ánimo de desmerecer a nadie, pues sé que hay otros grupos muy valiosos, me limitaré a destacar aquellas áreas que mejor conozco, es decir, Medicina Interna, Hematología y Oncología. En el ámbito de la Medicina Interna son muy loables los notables esfuerzos que está realizando no sólo en Salamanca, sino en el ámbito nacional, el Dr. Ángel Sánchez y su grupo, por mantener la troncalidad de la Medicina Interna y por potenciar en el terreno de esta especialidad la actividad investigadora. El grupo de Hematología liderado por el Dr. Jesús San Miguel constituye, a mi juicio, uno de los dos equipos españoles más destacados en este ámbito, habiendo conseguido, además, una proyección internacional enormemente prestigiosa. Por último, es forzoso mencionar el Centro de Investigación del Cáncer, una espléndida realidad nacional e internacional en el terreno de la investigación oncológica, el cual, dirigido por el Dr. Eugenio Santos constituye en cierto modo la continuación de la escuela fundada por el Dr. Julio Rodríguez Villanueva.
“En Salamanca nació la vocación universitaria de algunos de mis mejores discípulos”
¿Algún o algunos buenos amigos que conserve en esta ciudad?
Efectivamente, conservo numerosas y buenas amistades en la ciudad de Salamanca. Pero deseo citar sólo a quien considero el mejor, Dr. Agustín Ríos, hematólogo y capellán de la Universidad. Es coetáneo mío y con su gracia bien conocida señala que el 1929 (año de nuestro nacimiento) fue de muy buena cosecha. Nos conocimos hace más de 40 años y desde el primer momento nos ha unido un afecto mutuo muy profundo. Compartido como maestro al ya referido Dr. Pedro Farreras Valentí, quien dirigió su tesis doctoral. Juntos hemos librado numerosas batallas en el campo de la Hematología. Por último, él ha obsequiado generosamente a mí familia con diversas actuaciones de tipo religioso.
“Con los enfermos he aprendido muchísimo y sigo aprendiendo cada día”
Ciril Rozman nació el 19 de junio de 1929 en Ljubljana (Eslovenia). Está casado y es padre de 7 hijos. En 1945 tuvo que abandonar su país natal como consecuencia de la II Guerra Mundial. Tras cerca de tres años en campos de refugiados de Austria e Italia, con dieciocho años llegó a Barcelona, ciudad en la que permanece en la actualidad.
En realidad su destino era Argentina. “En el último campo de refugiados que estuve fue cerca de Nápoles. Junto con otras 800 personas nos desplazábamos en un tren hacia Hamburgo para embarcar hacia Buenos Aires. El tren paró dos horas en Roma. Alguien me dijo que tenía la posibilidad de estudiar en Barcelona, si conseguía bajar del tren. Se lo pedí al comandante inglés que estaba al mando. Me dijo que no, pero luego le convencí. Esto demuestra que no es cierto que las grandes decisiones de la vida se puedan programar”, declaraba hace unos años a Diario Médico.
En la misma publicación reconocía que la capacidad de adaptación propia de la juventud le ayudó a superar el trago de la Guerra. “Sí tengo recuerdos trágicos, como los bombardeos, pero en los campos me lo pasaba fenomenal: hacía deporte y estudiaba. Los mayores sí lo vivían trágicamente, pero los niños teníamos alegría y lo veíamos como una aventura. No espere que diga que lo pasé fatal, porque no fue así”, respondía, a la vez que recordaba que en esos mismos campos llegó a interpretar a Shakespeare. El teatro, señalaba entonces, “me ha servido luego en mi carrera para hablar en público con serenidad”.
Llega a Barcelona en mayo del 48 y ese mismo año, en septiembre, inicia los estudios Medicina. Su formación se realizó bajo la dirección de dos grandes maestros de la Medicina catalana, los profesores A. Pedro Pons y P. Farreras Valentí. En 1967 obtuvo la Cátedra de Patología y Clínica Médicas de la Universidad de Salamanca y en 1969 la de Barcelona, donde sucedió a sus dos maestros en la Cátedra de Medicina y en la Dirección de la Escuela de Hematología, respectivamente. En ambas, la Facultad de Medicina y el Hospital Clínico, contribuyó de manera muy importante a la creación de un Departamento de Medicina moderno (con 12 años de adelanto a la promulgación de la LRU), reconocido como uno de los mejores del Estado español. Actualmente, es profesor Emérito de la Universidad de Barcelona.
En el campo de la Medicina Interna, es una de las personalidades más reconocidas en España y en los países de habla hispana, por su visión propia e integral de lo que significa esta especialidad. Su influencia se ejerce fundamentalmente a través de dos publicaciones:1) Como director del destacado texto español de medicina “Farreras-Rozman: Medicina Interna” (ediciones 8ª, 9ª, 10ª, 11ª, 12ª, 13ª, 14ª y 15ª de 1972 a 2004). 2) Como editor de la revista Medicina Clínica (desde 1972 hasta 1999) que tiene el índice de impacto más alto de España y de la que actualmente es editor Emérito.
Ha centrado su investigación en la Hematología, una especialidad en la que sus principales campos de investigación son la leucemia linfática crónica (LLC) y el trasplante de medula ósea.
Está considerado uno de los máximos expertos mundiales en la leucemia linfática crónica. Entre otros reconocimientos en este campo, cabe destacar que fue elegido como “Guest Editor” de la monografía “Chronic Lymphocytic Leukaemia and Related Disorders (Baillière’s Clin Hematol 1993; vol. 6). Por otra parte, la mejor revista mundial de medicina, The New England Journal of Medicine le encargó una revisión sobre esta enfermedad (New Engl J Med 1995; 333: 1052-1057). Esta circunstancia constituye la primera vez que la citada revista encarga un artículo de revisión a un autor español. Junto a sus colaboradores, ha contribuido substancialmente a un mejor conocimiento de los factores pronósticos, a la identificación de la LLC quiescente y a establecer las normas para el diagnóstico y el tratamiento.
Su “Curriculum Vitae” en relación al trasplante de médula ósea (TMO) se inició en 1976. Después de una estancia en el Fred Hutchinson Cáncer Center (Seattle, USA) y una estrecha amistad con el Prof. E.D. Thomas (Premio Nobel 1990), realizó con sus colaboradores el primer TMO alogénico en España. Desde 1976, ha dedicado a este procedimiento terapéutico numerosas actividades en los campos de la práctica clínica, promoción e investigación. Con sus colaboradores ha realizado más de 1.000 trasplantes, habiendo sido pionero en la introducción de nuevas modalidades: a) TMO autogénico; b) TMO alogénico a partir de donantes no emparentados; c) TMO alogénico con progenitores de sangre periférica.
Contribuyó decisivamente a la creación del Registro Español de Donantes de Medula Ósea (REDMO). Más recientemente ha potenciado el establecimiento del primer banco español de progenitores hemopoyéticos de cordón umbilical.
El Dr. Rozman es miembro activo de los comités internacionales más relevantes en materia de trasplante de Médula Ósea y su actividad científica está reflejada en más de 830 artículos (más de 360 en revistas internacionales), con aportaciones en más de 100 libros. Entre otros honores y distinciones está en posesión de la Creu de Sant Jordi, la Medalla Narcís Monturiol y la Medalla Josep Trueta de la Generalitat de Cataluña; es Premio Rey Jaime I; Embajador la República de Eslovenia para la Ciencia, doctor honoris causa por las Universidades de Granada y Salamanca y Presidente Honorario del Internacional College of Internal Medicine.
Por entonces, usted comenzaba a despuntar como un magnífico docente, luego lo haría también como un excelente clínico e investigador, ¿con qué vertiente se queda: asistencia, docencia o investigación?
Desde siempre he defendido la ideade que un profesor del ámbito clínico debe cumplir adecuadamente las tres obligaciones universitarias: asistencia, docencia e investigación. Además, en alguna ocasión he señalado que en numerosas circunstancias éstas se ejercen de modo casi simultáneo. Así, por ejemplo, cuando un clínico pasa visita con sus colaboradores, ejerce una función asistencial a la vez que imparte docencia sobre las personas que le acompañan en dicho momento. Por otro lado, se me antoja difícil realizar una investigación aplicada sin tener un cargo asistencial. En suma, lo ideal es que de forma equilibrada se ejerzan las tres funciones universitarias.
¿Los alumnos qué le han enseñado?
El contacto con el alumnado es de gran utilidad, pues puede ser de ayuda para conservar algunas facetas del espíritu juvenil, tales como el entusiasmo asociado a la vitalidad, así como el sentido hipercrítico frente a las conductas adocenadas e inmovilistas.
¿Con los enfermos que aprendió?
Con los pacientes he aprendido muchísimo y sigo aprendiendo cada día. Muchos de ellos que han depositado su confianza en mí, me han demostrado con su conducta ejemplar la forma idónea de enfrentarse a las dolencias experimentadas. Por otro lado, cada vez que veo por primera vez a un enfermo, la situación constituye para mí un gran reto, es decir, de si voy a ser capaz de comprender a esa persona de modo integral, no sólo como un organismo biológico alterado, sino como un ser humano dotado de un psiquismo que le es propio y de una persona inmersa en determinadas circunstancias biográficas y sociales que le dotan de una singularidad especial.
¿Internista o hematólogo?
Desde el punto de vista oficial, no soy ninguno de los dos, pues carezco de los correspondientes títulos de especialidad. Esta situación que evidentemente no es recomendable hoy en día para nadie, procede de aquella época en la cual existía una auténtica fiebre por coleccionar cuántos más títulos oficiales posibles, obsesión frente a la que me rebelé no solicitando formalmente ninguno. En sentido no oficial puedo definirme como un internista de vocación y en ejercicio, quien ha procurado investigar seriamente en el campo de la hematología.
¿Cuál es el panorama actual de estas dos especialidades?
La Medicina Interna sigue padeciendo una cierta crisis de identidad, surgida a raíz del espectacular desarrollo de las especialidades. Con frecuencia he defendido su vigencia actual y futura, en la cual creo firmemente por dos motivos: a) porque el internista es el profesional más idóneo para ofrecer a los pacientes una asistencia integral; y b) por razones económicas, ya que esta especialidad es la más eficiente y, por tanto, su vigencia puede contribuir a la tan amenazada sostenibilidad de los sistemas sanitarios.
La Hematología es una especialidad floreciente que ha experimentado en España un crecimiento deslumbrante y que tiene como gran reto la necesidad de mejorar los resultados terapéuticos en las hemopatías malignas.
¿Y en el laboratorio?
En mi época formativa tuve la fortuna de recibir un entrenamiento bastante aceptable en la observación microscópica de muestras citológicas e histopatológicas de numerosos tejidos. Ello me llevó a la convicción de que para el hematólogo clínico el microscopio es como el estetoscopio para el cardiólogo. El examen de pacientes hematológicos de forma fragmentada, sin una integración clínico-citológica puede conducir a errores de bulto. Aunque ayudado por citólogos expertos, lo idóneo es que el hematólogo clínico sea capaz de analizar las muestras sanguíneas y medulares de sus pacientes.
“Cada día hay más enfermos que requieren para su atención a un director de orquesta que es el internista”
¿La Medicina Interna está abocada a seguir perdiendo terreno frente a las especialidades?
Creo que se trata de un movimiento histórico de tipo pendular. Mientras que hasta la mitad del siglo pasado, la Medicina Interna ejerció un dominio jerárquico excesivo sobre las especialidades, el desarrollo de estas últimas arrinconó a la Medicina Interna a una subsistencia relativamente gris. Con todo, dicho péndulo se está acercando de nuevo a una posición de equilibrio, por las razones antes señaladas. Por otro lado, cada vez hay más enfermos que requieren para su atención a un director de orquestra quien obviamente es el internista.
¿Qué efectos pueden derivarse de esa marcada subespecialización?
El efecto más pernicioso se observa en el ámbito asistencial. En los grandes hospitales, los pacientes suelen peregrinar por diversos gabinetes especializados, sin que ningún médico les atienda de forma integral. Lo peor de esto es que los enfermos se convierten en cierto modo en directores de su propia asistencia, pues refieren a “su especialista” sólo aquellas molestias que consideran son de incumbencia de éste. Evidentemente, estas circunstancias están muy lejos de lo que debería ser una atención integral, de tipo bio-psico-social.
¿Es lo que más le preocupa de la Medicina actual?
Sin duda es una de las situaciones más preocupantes, ya que este tipo de asistencia es absolutamente inadecuado, además de ser poco eficiente, y nada satisfactorio para el enfermo.
“Si la formación médica se rige por principios éticos, su ejercicio conservará la esencia humana”
¿Qué soluciones propone para abordar ese problema?
Mientras que en EE. UU. las llamadas especialidades médicas pertenecen claramente al gran tronco de la Medicina Interna, en España no existe ninguna vinculación oficial de este tipo. A mi juicio, es preciso realizar grandes esfuerzos por recuperar el sentido troncal perdido y organizar nuestras instituciones de tal modo que desaparezca el divorcio actualmente existente entre estas especialidades. Pienso que ello es posible y que de tales iniciativas los grandes beneficiados serían nuestros enfermos que de este modo podrían recibir una asistencia adecuada.
¿Cómo se puede evitar que los avances técnicos acaben sustituyendo la esencia humana del ejercicio médico?
Insistiendo en una formación médica idónea. Es preciso tener en cuenta que en las tres fases de educación profesional (pregrado, postgrado y formación médica continuada) el educando debe adquirir y mantener no tan sólo los conocimientos correspondientes a cada fase, sino también un entrenamiento adecuado de las habilidades y, además, de las actitudes necesarias para que toda su actividad se impregne de un profundo respeto por los principios éticos. Si la formación médica se rige por estos principios, su ejercicio seguirá conservando la esencia humana.
¿Los Colegios de Médicos pueden hacer algo a este respecto?
Los Colegios de Médicos comienzan a participar en los programas de formación continuada. A la vez se están interesando ya por el debatido problema de la llamada “recertificación”, es decir, por la necesidad de que los colegiados demuestren periódicamente su competencia profesional, al objeto de seguir mereciendo la correspondiente licencia.
¿Y el médico en su foro interior cómo debe plantear la situación?
La Formación Médica Continuada se puede dividir en dos subtipos: a) estructurada (cursos, programas de reciclaje, etc.) y b) autoformación. De siempre he considerado que la más importante es la segunda. Si el estudiante ha recibido durante su licenciatura los suficientes hábitos autoformativos y a la vez ha adquirido las actitudes morales idóneas, el sentido ético va a mover su voluntad para que a lo largo de su vida profesional mantenga con su propio esfuerzo la competencia profesional necesaria.
“Como en cualquier trayectoria biográfica, también en la mía ha habido luces y sombras”
Por lo que comentó en su segunda última lección en Salamanca, el examen del acceso al MIR sigue sin convencerle por sus repercusiones negativas sobre la enseñanza de pregrado. ¿Cabe alguna alternativa?
El examen de acceso al MIR, por ser exclusivamente cognitivo, influye muy negativamente sobre los estudios de pregrado. En la reciente Ley de Ordenación de Profesiones Sanitarias (LOPS) se prevé incluir la evaluación de habilidades, pero los responsables se han puesto un plazo de 7 años para la puesta en práctica de esta medida. Para nada se habla de las actitudes del candidato. Probablemente es muy difícil un examen central y simultáneo que evalúe al aspirante respecto a los conocimientos, habilidades y actitudes. Una alternativa sería transferir este encargo a las autonomías, junto con el resto de competencias sanitarias.
¿Satisfecho con su carrera?
Mi capacidad de satisfacción personal es relativamente limitada. Como en cualquier trayectoria biográfica, también en la mía ha habido luces y sombras. Probablemente las primeras han predominado sobre las segundas o, por lo menos, mi actitud optimista ante la vida me ha hecho apreciarlo así.
¿Su mayor aportación? Me es difícil pronunciarme al respecto, aunque probablemente destacaría tres: a) haber conseguido a lo largo de muchos decenios, la supervivencia hasta hoy del libro “Farreras-Rozman: Medicina Interna” que tanta influencia educativa ha ejercido sobre numerosas promociones de estudiantes y médicos; b) haber ejercido una importante función de liderazgo en la reestructuración funcional del Hospital Clínico de Barcelona, llevada a cabo el año 1972, con la cual, adelantándonos en 12 años a la promulgación de la LRU, logramos una estructura idónea para el desarrollo ejemplar de las tres funciones universitarias señaladas; y c) haber promovido numerosas actividades de pionero en el campo de la lucha antileucémica, entre ellas, todas las relacionadas con el trasplante de progenitores hemopoyéticos.
¿Alguna espina clavada?
Razones para tener más de una no me han faltado pero mi escasa capacidad de resentimiento me ha hecho olvidarlas.
¿Dónde cree que ha estado el secreto del éxito de su trayectoria?
Los éxitos que haya podido conseguirse deben, sobre todo, a que la naturaleza me ha obsequiado con una notable capacidad de trabajo.
¿El consejo que no deben olvidar sus discípulos?
Que intenten mantener al día la formación troncal de internistas para ejercerla asistencia de modo integral y con sentido humanístico de nuestra profesión; que se impliquen con entusiasmo en los necesarios avances de la docencia médica y que escojan y sigan con entusiasmo alguna línea de investigación.
“Mi compleja biografía me ha acercado más a la condición de ciudadano de Europa y del mundo”
¿El sello de su escuela?
Creo que, junto a las características señaladas en los consejos antes citados, mi Escuela ha tenido la ambición de proyectarse en foros internacionales. De siempre he defendido la idea de que cualquier grupo universitario que se precie de tal, debe preocuparse de que sus actividades sean exportables.
¿La mejor enseñanza de sus maestros?
A mis maestros les guardo un profundo agradecimiento por haber contribuido a mi formación como internista de visión integral y haberme imbuido un enorme respeto por los pacientes, cuyo bienestar debe constituir el primum movens de toda nuestra actividad.
¿Lo que recoge el Farreras-Rozman va a misa?
En absoluto. El libro constituye una sólida base donde buscar conocimientos nosológicos (estudio de enfermedades), pero es preciso recurrir en todo momento a fuentes de información adicionales que permitan ponernos al día con los últimos avances.
¿Se considera esloveno, catalán o español?
A pesar de que la vida me ha desarraigado un tanto de mi lugar de origen, nunca olvidaré mi condición de esloveno. A España le estoy enormemente agradecido por haberme acogido como inmigrante, primero, y desarrollarme como universitario, después. Por otro lado, dada la analogía entre Eslovenia y Cataluña, señalada con frecuencia por el anterior presidente de la Generalitat Dr. Jordi Pujol, me ha sido fácil identificarme con el pueblo catalán. Con todo, desde el profundo respeto por los sentimientos patrióticos, mi compleja biografía me ha acercado más a la condición de ciudadano de Europa y del mundo.
No soporta…
La frivolidad y la superficialidad.
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