Por Juan Antonio Pérez-Millán
Escritor y crítico de cine
En ‘Hipócrates’, Thomas Lilti, médico él mismo y director de un largometraje anterior que no se ha distribuido en España (‘Les yeux bandés’, 2007), refleja algunas de sus experiencias personales a través de un personaje de ficción, el joven Benjamin Barois, que se enfrenta a su primer trabajo en el servicio de Medicina Interna que dirige su padre en un hospital público de París. Con solo veintidós años, Benjamin sufrirá graves decepciones a medida que vaya descubriendo la situación del centro, debida, en gran medida, a los recortes económicos, que se traducen en escasez de personal y de camas, equipos que no funcionan, guardias abusivas y extenuantes, sobre todo para los médicos extranjeros y, en particular argelinos, como su nuevo compañero de trabajo, Abdel.
En un momento dado, Benjamin deja de hacer un electrocardiograma, porque el aparato correspondiente está averiado desde hace tiempo, a un enfermo que morirá poco después. Se verá por ello envuelto en un serio conflicto, tanto con las autoridades del hospital como con los familiares del fallecido, donde parece que está en cuestión el secreto profesional, pero que en realidad tiene más que ver con una especie de conspiración de silencio establecida entre los distintos estamentos para cubrirse las espaldas ante malas prácticas o errores culpables. Y el joven médico se desconcierta frente a toda una red de silencios y complicidades que lo llevan a perder la cordura y adoptar comportamientos extremos, sobre todo cuando los jefes, y en especial el nuevo director gerente –un burócrata encargado de ejecutar los recortes en nombre de la eficiencia económica y sin un ápice de sensibilidad–, tomen medidas de todo punto inaceptables y, entre otras, castiguen injustamente a Abdel.
Se desarrolla así una especie de crónica de la vida hospitalaria llena de detalles y matices que denotan el conocimiento que del asunto posee el director del filme, pero que, al mismo tiempo, aparecen lastrados desde el punto de vista cinematográfico por una cierta ingenuidad en el desarrollo, una cámara eternamente móvil que acaba resultando molesta y, sobre todo, un desenlace, o mejor dicho, una situación inmediatamente anterior a un final forzadamente voluntarista y bienintencionado, en la que la exageración de la conducta individual del protagonista resta valor a cuanto se nos ha contado hasta entonces.
Curiosamente, algo parecido ocurre con la obra del ya veterano y mucho más experto cineasta Jean Becker –hijo del maestro del realismo francés de posguerra Jacques Becker–, que concluye con una broma disparatada lo que hasta entonces había sido una visión satírica, aunque en el fondo también benévola, de la situación en otro hospital parisino, vista en este caso desde la perspectiva de un paciente. ‘Unos días para recordar’ es el absurdo título que le han adjudicado al filme en español, y que no tiene nada que ver con el original francés, que podría traducirse mejor como un irónico ‘¡Que se reponga bien!’ o, quizá, ‘¡Que se mejore!’, entre otras razones, porque es imposible saber si se refiere a que la estancia en el hospital va a ser inolvidable para el protagonista o bien que necesita esas cuatro semanas de internamiento para recuperar la memoria y descubrir cómo ocurrió todo. Ese protagonista es Pierre Laurent, un viudo de sesenta años, sin más familia que un hermano menor al que siempre ha despreciado, y que sufre un accidente de tráfico por el que acaba arrojado desde un puente al Sena, de donde será rescatado por un joven chapero que esperaba clientes en la orilla del río.
Con un traumatismo craneal que le impide recordar lo que ha ocurrido y varias fracturas, Pierre se desespera ante el incesante carrusel de visitas que recibe en el reducido espacio de su habitación, que en algún momento deberá compartir, además, con otro enfermo recién operado, acompañado por una familia particularmente ruidosa. Por allí pasan el cirujano que lo ha operado y que utiliza su caso para instruir a unos estudiantes, la ronda de auxiliares que lo saludan con impostada alegría al llevarle una comida que le disgusta, le toman la temperatura a todas horas o ayudan a otro técnico a quitarle la escayola con una especie de sierra mecánica que lo aterroriza… Sin olvidar al fisioterapeuta desenfadado que lo fuerza con sus ejercicios hasta el límite del dolor, ajeno por completo a lo que pueda estar sintiendo, o a Myriam, la jefa de enfermeras, de origen africano, que al principio le riñe por cualquier cosa y pronto establecerá con él una singular complicidad.
Pero aparte de esas relaciones puramente profesionales, Pierre recibe también varias visitas privadas, entre ellas, la de su hermano menor, ya citado, y su conflictiva esposa; el policía encargado de averiguar las causas del accidente que acabó con él en el agua; una antigua amante a la que abandonó de pronto y ahora reaparece para pedirle explicaciones; el joven que le salvó la vida y al que ofende gravemente, aunque sea sin querer; y una adolescente descarada, gordinflona y eterna mascadora de chicle, también internada, que invade periódicamente su espacio íntimo pretendiendo –y consiguiendo– utilizar su ordenador particular para conectarse a la Red, y que al final le dará una sorpresa mayúscula.
En su contacto con todas esas personas, que componen una galería intencionadamente representativa de los ambientes hospitalarios, Pierre Laurent acabará cambiando en su manera de comportarse, dentro de ese esquema narrativo tan frecuente según el cual un personaje expuesto a una situación límite experimenta una evolución que lo transforma profundamente, en este caso para bien, dado que se trata de una película en la que los buenos sentimientos muestran al final, de forma edulcorada, la misma realidad que al principio se presentaba como hostil.
Sea como fuere, y en dos registros tan distintos, ‘Hipócrates’ y ‘Unos días para recordar’ ofrecen otras tantas visiones curiosas sobre la vida en un hospital, lo que las hace particularmente atractivas para los interesados por estos temas, con independencia de su valor como tales creaciones cinematográficas.
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