¿Bienvenido Sr. Alzheimer? El potencial del humor y la risa para afrontar la enfermedad

Por Germán Payo Losa

Director de Educahumor

El sentido del humor es una de las primeras víctimas del alzheimer, pues va desapareciendo a medida que éste progresa. Fomentarlo es gimnasia mental y genera pensamientos positivos, más saludables que los negativos

Ni bienvenido ni malvenido. Cuando entra en casa llega para quedarse, como un plasta que hay que soportar para siempre. Va a destruir a nuestros seres queridos y seremos testigos de esta terrible enfermedad y sus efectos. En España, 800.000 personas lo sufren. No se puede tomar a broma. Ya, pero el humor y la risa ¿pueden hacer algo?

–¡Qué escultura tan bonita!– exclama Venancio Blanco ante una encina seca, mientras la dibuja. Él ve la belleza, disfruta. Yo veo la muerte, lo que era antes, y me entristece. ¿Podemos entrenarnos para ver de otra manera? “Cuando te pones boca abajo, los árboles se mueven libres, los autobuses flotan y los edificios se cimbrean. De vez en cuando es bonito ver el mundo desde un ángulo diferente” (S. Silverstein).

1.- La enfermedad destruye las neuronas, afecta a la zona dentada del hipocampo, centro de la memoria y el aprendizaje. Pero en este largo camino de deterioro también surge el humor. “Prefiero tener Parkinson a Alzheimer; es mejor derramar un poco de whisky a olvidar dónde he dejado la botella”. En la película ‘Siempre Alice’, una profesora da una charla sobre la enfermedad, como paciente. Marca línea a línea lo que lee, porque si no se le olvida si lo ha dicho o no. En un momento, se le caen los folios al suelo. Todos la miran angustiados por si será capaz de seguir. Ella lo nota. “No os preocupéis. Dentro de un momento se me olvidará que se me han caído”.

Ahora vas a poder ver la misma película que te gusta muchas veces, conocer gente nueva –aunque sean amigos de siempre– y olvidarte de los problemas al momento. Eso no es agradable, pero aceptar que esto es lo que hay y no añorar el pasado ayuda.

Parece que no hay cura, sino estrategias para ralentizar su avance: ejercitar el cuerpo y la mente, ser positivo, comer sano –yo debo tener Alzheimer; siempre me olvido de que estoy a dieta–, contacto social, soporte.

Y el vino tinto, “rico en antioxidantes que protegen la memoria al reducir el riesgo de padecer Alzheimer”. Claro, esto fastidia a los que beben para olvidar.

Reír genera serotonina, endorfinas, opiáceos naturales que me hacen sentir mejor y contrarrestan la adrenalina y cortisol producidos por el estrés. Hacer reír es fomentar la salud y el bienestar. Aprender a hacer reír es un máster fantástico para un cuidador. El humor ayuda a ver lo positivo y ejercita el cerebro. Las neuronas continúan regenerándose toda la vida mediante estímulos, retos. Reconocer la incongruencia que nos produce risa exige un esfuerzo mental saludable. “He comprado una entrada para la final de la Champions y no me he dado cuenta que coincide con el día de mi boda. A ver si alguien puede tomar mi lugar. La boda es en El Carmen, a las 12. La novia se llama Irene. Está todo pagado. Sólo tiene que ir y casarse”.

Parece que no hay cura, sino estrategias para ralentizar su avance: ejercita cuerpo y mente El sentido del humor es una de las primeras víctimas del Alzheimer, pues va desapareciendo a medida que éste progresa. Fomentarlo es gimnasia mental y genera pensamientos positivos, más saludables que los negativos.

2.– El enfermo/a

En la primera etapa es consciente de sus fallos de memoria: “Voy a cambiar mi contraseña del ordenador. Va a ser ‘incorrecta’. Así, cada vez que no me acuerde, me va a salir: la contraseña es incorrecta”. Luego ya no. “¿Conviene decirle al enfermo, cuando te pregunta, si tiene o no?”, pregunté a un experto. “Se va a olvidar al momento”.

– ¿Tengo Alzheimer?

– Sí.

–¿Qué me has dicho que tengo?– vi en una viñeta.

El que sufra esta degeneración no significa que todo el cerebro esté mal. Puede haber zonas que funcionen perfectamente y nos sorprendan.

Un hombre de 90 años que, como ronca, pide a su joven esposa dormir en habitaciones separadas. La primera noche entra y hacen el amor. Sale. Vuelve a entrar, hacen el amor. Sale.

La tercera vez que hace el amor, la mujer dice:

– No sabía que eras tan fogoso. Tres polvos.

– Ah, ¿pero había venido antes?

A medida que pasa el tiempo, el enfermo genera su realidad. Las neuronas funcionan dando sentido a su visión. Acéptala y juega en ese campo. ¡Eso no es lógico! ¿Y qué?

No puedes enredarte en discusiones, razonamientos. Ya no. Cuenta una mujer que su madre con Alzheimer dice en un restaurante:

– Eh, papá.

– Papá ha muerto. Además, mírale bien; no es.

– Por supuesto que es.

– Papá, si viviera, tendría 120 años y sería la persona más vieja del mundo

.– Claro, por eso sale en el periódico.

Entender la enfermedad, cómo funciona –no aprende, no recuerda–, ayuda a no luchar batallas perdidas, no corregir la realidad. No va a recordarlo. “A veces soy su padre; otras, su marido; otras, su hijo. ¡Qué más da! Importa el afecto”.

Aunque sepas todo sobre la enfermedad, no es fácil cuidar. Es un reto grande

3.- El cuidador.

Cada vez que ves una situación con humor, tú ganas.

No es fácil. Es ‘desaprender’. Aprendemos a ser felices y alegres cuando la vida va bien. Y tristes cuando va mal. ¿Se puede aprender lo contrario?

La vida es una cuestión de perspectiva. Por ejemplo, para las langostas que estaban en la pecera del Titanic, fue un milagro lo que pasó. Aunque sepas todo sobre la enfermedad, no es fácil cuidar. Es un reto grande. Y lo que propongo, mayor.

Ser divertido: Atento a captar algo divertido que contar. “Todo eran risas hasta que nos dimos cuenta de que el tartamudo quería jamón”. Jugar, bromear, cantar, bailar de acuerdo con tu personalidad. Hay una investigación que indica que el papel del humor cuenta un 18,2% en el bienestar del cuidador que lo usa.

Ser flexible. Mi suegro era coronel de aviación, volaba en el Blackbird, SR71, el avión más rápido del mundo, a Mach3, tres veces la velocidad del sonido, tenía un gran prestigio y se convirtió en amo de casa, cocinero, cuidador. O sea, es posible.

Ser listo. “Yo tengo paciencia, lo que me gustaría tener es más inteligencia para saber cómo afrontar estas situaciones”, me dice un amigo. En la película ‘Iris’, cuando el marido quiere llevar a Iris, su mujer, enferma de Alzheimer, al hospital, ella se niega agresivamente:

– ¡No voy; no quiero!

– Tienes que ir– dice el marido, y comienza una discusión.

Llega el taxista e interviene con mucha calma:

– ¿Cómo se llama, cariño?

– Iris.

– Iris, cariño, vamos a dar un paseo– y le ofrece su brazo. Ella le sigue dócilmente.

Afrontar el día a día. Cada día es un reto y una aventura. “Hoy guardó su teléfono móvil apagado y me he pasado buscándolo toda la mañana”. “Hoy me ha vuelto loco”. “Hoy tranquila, relajada”.

Crear emociones positivas. Relativiza y olvida la lógica. En su mundo, puede que no recuerde ideas, pero sí percibe los sentimientos, los abrazos, las risas.

– Oye, ¡qué bien nos lo hemos pasado!

– ¿De dónde vienes?

– No sé.

– ¿Cómo que no sabes?

– Pues no me acuerdo. ¿Qué pasa? Si no me acuerdo, no me acuerdo.

Cuando la situación es percibida así, es bueno. Peor cuando uno es consciente de su deterioro progresivo e imparable. Entonces aparecen la ansiedad, el nerviosismo; más adelante o a la vez, agresividad y martilleo sobre ideas obsesivas, que no se pueden afrontar con lógica, porque no funciona, sino buscando otros caminos emocionales que, a veces, tampoco funcionan, pero otras sí. O cambiar de tema: “Fíjate lo que me pasó ayer…!”.

Medir las fuerzas, para no quemarse, pedir ayuda antes de que se rompa el ánimo. Un nadador agotado no rescata a nadie. Salir a recargar pilas. Y reír, mucho, mucho. ¿De qué? De nada. De la vida. Es una gimnasia sana. Risa ventral, risa con ganas.Conclusión: No sé. Ya no recuerdo lo que he escrito.

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