Por Germán Payo Losa
Director de Educahumor
1.- ¿Soy una persona curiosa? ¿Me han estimulado la curiosidad o más bien los contrario? Nací y viví en la época de Franco. Tocaba adoctrinamiento, certezas, verdades inamovibles que nos impidieran pensar libremente. “No hagas. No digas. No toques. No se te ocurra. Cuidado”. Es un milagro que la curiosidad sobreviva a la educación reglada (A. Einstein). A veces nos pitorreábamos contestando: “Esto no me lo preguntéis a mí, que soy ignorante. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que le sabrán responder”, que era una de las respuestas en el Catecismo. Tuve la suerte de gozar de algunos profesores que estimulaban. Don Juan, cuando tenía 10 años, nos enseñaba y preguntaba: “¿Queréis aprender más?”. Un grupo de mi clase siempre decíamos sí. Llegamos a dar la raíz cúbica. Los dos años siguientes de Bachillerato no di nada que no hubiera aprendido con él.
Obviamente, cuando uno es feliz, está contento, aprende mejor. Y cuando le apasiona algo más. Es un aspecto de la neurodidáctica. Suscitar el interés e ir planteando preguntas interesantes que hacen que el cerebro sienta curiosidad por aprender funciona mejor porque existe una carga afectiva, como gasolina, que alimenta el motor del aprendizaje. “El profesor que se divierte enseñando hace que sus alumnos aprendan disfrutando”.
Un día un niño pequeño llamado Thomas Edison llegó a casa de la escuela y entregó a su mamá un papel. Entonces preguntó: “Mamá, mi maestro me dio este papel y me dijo que te lo diera y que tan solo tú podías leerlo. ¿Qué es los que dice?”. Sus ojos se llenaron de lágrimas y leyó la carta en voz alta a su hijo: “Su hijo es un genio. Esta escuela es demasiado pequeña para él y no contamos con maestros suficientemente buenos para enseñarle. Por favor, edúquelo usted misma”.
Su madre se dedicó a ello en cuerpo y alma hasta que enfermó y murió.
Muchos años después de que su madre falleciera, Edison se convirtió en uno de los inventores más importantes del siglo. Un día, revisando en viejos archivos encontró la carta que años antes el maestro escribió a su mamá y la abrió… El mensaje decía: “Su hijo es mentalmente deficiente. No podemos permitir que asista a nuestra escuela. Está expulsado”. Edison se emocionó muchísimo y plasmó en su diario estas palabras: “Thomas A. Edison era un niño con deficiencias mentales a quien su madre convirtió en el genio del siglo”. Esto coincide con quien dijo: “Tuve una excelente educación hasta que entré en la escuela”.
2.- “Prefiero que mi mente se abra movida por la curiosidad a que se cierre movida por la convicción” (G. Spence). Pero la curiosidad, ¿puede recuperarse? Claro. ¿Y cuando mi conocimiento no funciona tengo curiosidad por alternativas?
Oigo esta historia. Una ejecutiva de alto nivel va a un médico de gran prestigio, doctor por Harvard.
– Mire, vengo porque tengo un dolor de estómago que me está matando. Me han hecho todas las pruebas, análisis y reconocimientos, que puede ver en estos informes, pero todos me dicen que estoy bien. Nada de lo que me dan funciona. Usted es mi última esperanza.
El médico miró detalladamente todos los informes y dijo:
– Pues según esto, está usted perfectamente… ¿Desea que probemos otra aproximación diferente?
– Usted dirá.– Vamos a ver, ¿tiene alguna preocupación o problemas?
– Oiga, ya soy mayor. Sé resolver mis problemas sola.
– Ya, pero me refiero de que si hay algo en su vida diaria que le moleste con frecuencia.
– Mi jefe. No lo aguanto, es un imbécil.
– ¿Por qué no hacemos un experimento, a ver si funciona? ¿Se animaría? Cada vez que vea usted a su jefe le va a sonreír.
– Imposible. No se lo merece. Es idiota.T
ras unas palabras, la mujer se marcha enfadada. Sin embargo, al cabo de una semana, ella vuelve a la consulta.
– Doctor, salí de aquí muy molesta, pero decidí hacer la prueba y vengo a decirle tres cosas. Una: la primera vez me costó muchí-simo forzar la sonrisa, luego un poco menos y ahora le sonrío con naturalidad. Dos: ahora mi jefe me sonríe a mí. Tres: se me ha quitado el dolor de estómago.
3.- ¿Tienes curiosidad por algo? ¿Sientes que sabe más el diablo por viejo, que por diablo? Vas impartiendo sabiduría que te ha enseñado la vida y que ya nadie quiere oír. “La vejez es la pérdida de la curiosidad” (Azorín). Claro, desde esta sección yo invito a subir en el carro de aprender a ver con humor. Todo. Y a reírnos de lo que nos pasa y del mundo en que vivimos, porque yo a veces me tomo las cosas tremendamente en serio y esto me causa destrozos en el cuerpo y en el ánimo. Pero, ¿es posible alcanzar una vacuna para que no se nos quite la risa? En un local de Cáritas leí: “Atrévete a que te sucedan cosas”.
“A ver cómo se puede ver esto desde el humor”. Es un reto diario, continuo, interesante. El deterioro de la salud, la enfermedad, el cambio climático, las desigualdades, los problemas, el referéndum. (Ya se están haciendo las papeletas de la consulta sobre la independencia de Galicia. Así sería a nosa papeleta. ¿Queres que Galiza sexa un estado independente? Pode ser. / Depende. / ¿Por qué lo preguntas?/ Malo será. / ¿E logo?).Veo fotografías de cómo la gente se divierte tras el paso del huracán Irma en Cuba, cantando y bailando en la calle con el agua hasta las rodillas.
Supongo que celebran que siguen vivos.
Y desde el punto de vista diario, resulta curioso conocer qué hay detrás de lo que nos venden todos los días como noticias, verdades, historias y sobre cómo nos engañan. En ‘Vaya semanita’ hay algunos episodios de antología, como los capítulos de ‘El traductor’. “¿Cuánto va a tardar en la obra?”. El obrero responde: “Un par de horas”. El traductor: “Dice que una semana, que vaya pidiendo sitio en casa de sus padres. O: “Estás soltera, qué bien, poder hacer lo que te dé la gana y salir de juerga cuando te apetezca”, le dice una mujer a su amiga. Y el traductor: “Vaya, no hay nada más patético que una solterona medio borracha y tratando de ligar”. ¿Cómo traducir lo que dice este político? En los programas o revistas de humor y en los chistes está clarito.
Leo en internet que un estudio muy reciente publicado en la revista ‘Neuron’ expuso unas conclusiones muy interesantes. La investigación dio a conocer tres increíbles descubrimientos con respecto a la curiosidad de las personas que participaron en ella.
En primer lugar, los participantes aprendían mucho mejor cuando sentían mucha curiosidad por saber la respuesta a determinadas preguntas. En segundo lugar, se dieron cuenta de que había un aumento de la actividad en el cerebro en las áreas relacionadas con la recompensa cuando había una motivación intrínseca, pero también extrínseca, por saber más sobre lo que captara su interés. En tercer lugar, los investigadores se centraron mucho en aquellos individuos más curiosos, en los que observaron que la actividad del hipocampo era mucho mayor. Esta zona del cerebro está muy relacionada con la formación de nuevos recuerdos y el aprendizaje. Por lo que no quedó ninguna duda de que las personas más curiosas aprenden mejor”.
Cuando empezamos algo nuevo –que puede ser desde bailar, aprender un idioma un instrumento o pintar– y no nos sale bien, empieza a invadirnos el temor a “ser torpes, incapaces,” y pensamos abandonar, dejarlo. Aguantar y persistir requiere valor, confianza en uno mismo y humor, como capacidad de reírnos de nosotros mismos y de nuestros fallos. E insisto en el reto: Atrévete a reír y hacer reír. Que a todos nos gusta reír. “Yo y mi amiga queremos hacer un trío contigo”, cuenta un muchacho. “¿Y tú que respondiste?”. “Se dice mi amiga y yo”.
Nadie es tan rico que no necesite una sonrisa. Nadie es tan pobre que no pueda darla.
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