Por M. Puertas
Noventa primaveras – ya camino de la 91- dan para mucho. Así se desprende de esta entrevista en la que Ángel Zamanillo, testigo directo de grandes acontecimientos de la historia reciente de España, relata la vida de alguien al que la guerra le retrasó el sueño de ser médico, que después cumpliría con creces. Además de uno de los padres del Seguro Obligatorio de Enfermedad en Salamanca, ha dirigido instituciones como el Colegio de Médicos o el Consejo Social de la Universidad, sin olvidar que es uno de los firmantes de la Constitución española, en cuyo nacimiento participó como senador constituyente.
Camino del siglo de existencia, ¿cómo se ve la vida?
Bien. Me encuentro físicamente muy bien y me mantengo activo diariamente dedicado a dos o tres cosas, leer, pasar un rato en el Casino para jugar al dominó, y con asuntos de la Caja como presidente de la gestora de los fondos de inversión de Caja Duero. También viajo mucho por España (Asturias, Alicante, Torremolinos, Madrid, etc.).
Médico, profesor, senador, presidente del Colegio de Médicos, presidente del Consejo Social de la Universidad, ¿cómo se lleva la jubilación después de tanta actividad?
Bien. Aparte de la capacidad física, no tengo capacidad de aburrimiento, mantengo imaginación e inteligencia para desarrollar cualquier actividad. Ni me aburro ni me he aburrido nunca.
¿Qué balance hace de su trayectoria?
El balance es que pude hacer más desde el punto de vista profesional, por ejemplo, haber sido catedrático. No fue posible, por una serie de circunstancias.
“Me hubiera gustado llegar más lejos en el ámbito universitario. Es mi espina clavada, porque creo que tenía condiciones para ello”
A nivel general, estoy muy conforme con el tipo de vida que me ha tocado vivir, porque he disfrutado mucho con los cuatro cargos importantes que he tenido y sobre todo con mi profesión de médico.
¿Ha sido todo lo que se propuso?
Con la salvedad de que desde el punto de vista universitario no, porque pensé ser en algún momento profesor adjunto o catedrático. Creo que tenía condiciones, pero las circunstancias y también errores míos, me impidieron hacer un mayor desarrollo en la vida docente. En el resto de ámbitos sí llegué a lo que me propuse, sin olvidar que trabajé mucho como médico.
¿Puede definir su filosofía de vida, su forma de encararla?
Siempre me han movido mis obligaciones profesionales. Quise ejercer la medicina y creo haberla ejercido de la mejor manera posible, sobre todo con un tremendo concepto ético, algo que ha predominado en el ejercicio de todos mis cargos y en mi vida en general. Por lo demás, según las edades, el sentido de mi vida ha sido distinto. De joven era un amante de los deportes, después estuve inmerso en la vida estudiantil, que consistía fundamentalmente en ir a clase por la mañana y por las tardes estudiar y pasear por la Plaza. Acabada la guerra y retomada la carrera, me centré en la vida académica, me dediqué íntegramente a estudiar y luego a ejercer.
¿Qué diferencia destacaría entre aquella juventud y la de hoy?
Los estudiantes teníamos un gran interés cultural, sobre todo literario, gran necesidad de culturizarnos, y esto ahora yo no lo percibo.
“El esfuerzo enorme de los médicos no está compensado económicamente. Por eso, se están marchando y dentro de poco tendremos que importarlos”
¿Cuáles eran sus aspiraciones entonces?
Las de un chico que hace una carrera para abrirse camino en la vida como profesional médico y ganarme la vida así.
¿Siempre tuvo claro que en primer lugar quería ser médico? ¿Por qué?
Pues sí, a pesar de que los medios económicos en mi familia eran muy escasos. Las posibilidades que se le ofrecían a un estudiante en Salamanca, eran Derecho o Letras, que no me atraían, Ciencias, que tampoco, y Medicina, que era la que más me apetecía.
¿Qué le atraía de esta profesión?
Mucho su ejercicio y su estudio para ganarme la vida con ella. Hoy con 90 años me sigue gustando mucho. Sigo al día los avances, pienso a menudo en loque será ser médico dentro de 50 años y alucino con un futuro increíble.
¿Logró ganarse la vida con la medicina?
Sí, pero el dinero nunca fue una meta para mí. Nunca pensé en hacerme rico con la medicina.
¿Algún maestro a destacar?
Don Pedro Farreras Valentí. Lo conocí cuando llegó a Salamanca, era poco mayor que yo, simultaneaba Salamanca con Barcelona. Estuve con él en Barcelona un par de meses. Mi opinión es que era el mejor internista que ha tenido España, para mí superior incluso a Jiménez Díaz, Bañuelos, Enrique de Salamanca, etc. No incluyo a Marañón porque era una personalidad tan polifacética y tremenda que no sólo se le puede encajaren el apartado médico.
¿Qué impronta le dejó Farreras?
Me abrió nuevas perspectivas sobre cómo había que ejercer y enseñar la medicina. Dominaba la patología médica en todos los sentidos. De ahí que sea el autor del libro más importante para la enseñanza de la patología médica en España.
De sus inicios en la medicina, ¿qué recuerda?
Recuerdo con agrado las primeras oposiciones que hice, y en los primeros años de guerra, aún no movilizado, las guardias en el Hospital Clínico, todavía como estudiante. Los inicios fueron duros, pero muy fructíferos. No comencé a ejercer hasta el 45. Cuando acabé tenía dos opciones, irme a un pueblo a ganar dinero o seguir formándome. Sabía que el irme cortaría las posibilidades que tenía, y preferí continuar en la Facultad formándome cuatro o cinco años. Después apareció el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE) y transformó nuestra vida, la de todos los médicos.
Asistió al nacimiento del SOE, siendo el número uno en sus escalas en Salamanca, ¿qué destacaría de aquel paso histórico y de los médicos que lo sacaron adelante?
Cuando se implanta el SOE, los médicos mayores deciden no optar a ser del SOE, porque pensaban que había un componente político. Eso dio lugar a que entráramos médicos jóvenes. Entre los trece primeros que entramos, y de los que prácticamente ninguno había ejercido aún, puedo citar a Millán Méndez Gil, Adolfo Núñez Puertas, Juan Luis Rodríguez…El SOE se creó sin estructura ninguna. Sólo había una lista de médicos, ni despachos, ni clínicas, ni nada. Nos servíamos fundamentalmente del Hospital. Cobrábamos tres pesetas por cartilla al mes.
¿Aquélla figura del médico tiene algo que ver con la actual?
Era más personal, más familiar, más íntima aquella medicina, frente a la de ahora que es más despersonalizada. No obstante, creo imprescindible también ahora la confianza de la familia hacia el médico y al revés. Hoy el médico se enfrenta a otras dificultades. Creo que ahora la profesión, se presta a multitud de críticas, en la mayor parte de las ocasiones injustas y desinformadas. Es lo que ha ocurrido con las reclamaciones en busca de indemnizaciones, la inmensa mayoría de veces sin razón. Parto de que ningún médico quiere equivocarse ni hacer mal al enfermo. Además no olvidemos que las condiciones burocráticas, de trabajo, de agobio, impiden el desarrollo normal del trabajo de un médico. En España se hace muy buena medicina, pero el esfuerzo enorme de los médicos no está compensado económicamente. Por eso, se están marchando y dentro de poco tendremos que importarlos.
¿Qué echa de menos en la medicina de hoy?
En realidad, al contrario, es impresionante. Los medios que se tienen hoy, no tienen nada que ver con los de antes. Una de las cosas que más envidió es la informática, cómo los médicos tienen hoy esa herramienta tan importante. Por tanto, no hecho nada de menos. Me gustaría ejercerla ahora, con los medios técnicos y diagnósticos actuales, pero con el espíritu de entonces, de ayuda y compenetración con la familia y con el enfermo.
¿Su estilo a la hora de ejercer la medicina?
Presumo de que ejercía la medicina, primero, con el deseo de ayudar al enfermo, y segundo, sin pensar nunca en loque me podía reportar económicamente la profesión.
¿Destacaría alguna contribución en el plano asistencial?
El cariño y el sentimiento de tristeza de las familias que lloraban al enterarse que después de 20 o 30 años las dejaba como médico general. Como especialista de digestivo, fui uno de los que asistió a la transformación que supuso la curación de las úlceras de estómago, sin necesidad de reducción quirúrgica, gracias al tratamiento con cimetidinas y al descubrimiento de la helicobacter pylori.
Ángel Zamanillo Encinas nace en Ciudad Rodrigo el 7 de julio de 1916. Hijo de Ángel, suboficial del Ejército, y Carolina, es el tercero de seis hermanos. Con muy pocos años se traslada a Salamanca, donde los Salesianos serían su primer colegio. Tras cursar primero de bachillerato se marcha a Alcalá de Henares, de donde regresa en 1932. En el 34 comienza Medicina, estudios que tiene que parar con motivo de la guerra. De la licenciatura recuerda con gran cariño al catedrático don Primo Garrido.
Llegada la contienda, señala, “me propuse no pegar ni un tiro”. Sin embargo, en el 37 movilizan a su quinta y tiene que incorporarse, primero como soldado sanitario en Valladolid y después como anestesista del equipo quirúrgico del doctor Gila en Segovia y Sepúlveda.
Acaba la guerra y retoma la carrera, que concluye en el 41, con un “gran expediente y premio extraordinario”. Fue alumno interno por oposición en patología médica. Recién licenciado, accede a médico de guardia por oposición. En 1943 sale el baremo para los médicos que quieran inscribirse en el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE). Logra el número uno de las escalas de médicos de zona del SOE en Salamanca. Recuerda que aquel grupo de catorce o quince médicos que empezaron “sacamos a flote el SOE con gran esfuerzo”.
Poco después comienza su actividad docente en Patología Médica, desempeñando provisionalmente auxiliarías y como profesor ayudante, primero con Primo Garrido, después con Manuel Valdés, Farreras y Rozman. Fueron 25 años impartiendo clases.
A mediados de los 60, deja de ejercer como médico de zona y pasa a especialista de aparato digestivo de la Seguridad Social hasta su jubilación en 1984.
Tras la muerte de Franco y con la implantación de las elecciones democráticas en el Colegio de Médicos, accede a la presidencia de esta institución en 1976. Poco después, se presenta como candidato independiente al Senado, donde participaría en la nueva Constitución.
Tras un paso muy fugaz por la política, en 1982 deja el Colegio de Médicos e intenta acceder sin éxito a la presidencia de la Organización Médica Colegial de España.
En 1984 se jubila y deja totalmente la medicina. En 1986 es elegido por el ministro Maraval para formar parte del recién estrenado Consejo Social de la Universidad, del que será presidente hasta 1995.
Concluida su etapa en el Consejo, asume la presidencia de la gestora de los fondos de inversión de Caja Duero, cargo que mantiene. Ya con anterioridad había sido consejero de esta entidad durante diez años.
Casado en 1947 en primeras nupcias con María Antonia Granado Navarro, médico a la que conoció como alumna suya. Compartieron consulta privada en su domicilio de la Gran Vía. Está casado en segundas nupcias con Julia Prieto Laffargue. No tiene hijos.
Entre sus aficiones de juventud destaca el fútbol. Fue el creador del equipo Ciosvin, integrado por estudiantes de medicina y obreros. También, la pelota pala. Siempre ha sido un gran lector. En la actualidad, está centrado en la historia de España, principalmente la del XIX, “que debían leer todos los españoles para saber lo que no debemos hacer nunca”, apunta.
¿A nivel profesional destacó por algo?
Creo que fui un buen médico de cabecera y especialista. Conocía bien la patología médica y por tanto desarrollé bien la medicina de familia, igual con la especialidad. Me sirvió mucho mi labor docente para estar al día.
¿Su tarea como profesor fue algo secundario en su carrera?
Secundario en el sentido de que dentro de la Cátedra era un puesto secundario, pero a nivel personal yo me sentía tan capacitado como cualquiera. La docencia me gustaba muchísimo y me sirvió mucho.
¿Qué destacaría de su tarea docente?
Creo que tenía una gran capacidad didáctica para explicar la parte del programa de patología médica que me correspondía. Los alumnos me despidieron entre aplausos en señal de agradecimiento. Está convencido de que podría haber llegado más lejos como profesor. Sí, ya lo he dicho antes.
¿Por qué no quiere profundizar en el tema?
Puede ser interpretado como una presunción. No quiero ser presumido ni vanidoso. Soy tan consciente de mi capacidad que no necesito presumir de nada. He sido lo que he sido, siempre modestamente.
Intuyo que su silencio tiene que ver con matices políticos.
Puede ser, quizás no todo, pero en parte puede ser. No quiero aclarar eso.
¿Tan fuerte era su significación política?
No, en mi juventud era un estudiante más, fui de la Federación Universitaria Española (FUE), que no era un partido político, sino una asociación estudiantil como había otra católica.
¿Y durante el franquismo?
Mi fama de antifranquista era conocida, porque nunca quise ni creí en un sistema dictatorial para España. Vi muy claro que en un país una guerra civil no sirve para nada, excepto para sufrir.
Al margen de la política y volviendo al plano profesional y social, ¿gozaba de buen nombre en la ciudad?
Sí. Era gran amigo de gente de derechas y de izquierdas, ayudé a muchas personas y familias con necesidades, presté asistencia a familiares de presos políticos que no tenían medios económicos…
¿Entre los compañeros también tenía esa aceptación?
Sí, también estaba bien visto, a pesar de las discrepancias políticas.
¿Por qué decide presentarse para presidir el Colegio de Médicos?
Porque un grupo de médicos jóvenes, aprovechando el cambio que suponía la elección democrática de cargos en este tipo de instituciones, pensó que yo podía ser un buen candidato. Se extendió tanto la idea, fundamentalmente entre los jóvenes, que me presenté a la vista de la solicitud.
¿Sus logros al frente de esta institución?
Me encontré con una deuda de 18 millones pesetas, gracias a la magnífica e impresionante adquisición que Joaquín Montero había hecho con la nueva sede. Aparte de ir amortizándola con los pocos ingresos que tenía el Colegio, logré crear la primera póliza de responsabilidad civil que se hizo en el Colegio de Salamanca. También constituí las primeras listas de parados, que permitieron acabar con la falta alarmante de médicos que existía en la provincia.
Después también intentó acceder a la presidencia del Consejo General de Colegios de Médicos, ¿qué se proponía?
Conocía muy bien el Consejo General, había participado en la ponencia para redactar los nuevos estatutos de la OMC, era senador, presidente del Colegio provincial…, tenía un cierto prestigio y pensé que podía hacer alguna labor por el Consejo, en aquella época de la Transición. Mi interés era potenciar la OMC y ayudar dentro de lo posible a la profesión. Una de mis principales ideas era la actualización del médico, porque creo que el Colegio es el que tiene esta obligación, poner los mejores profesionales al servicio de la sociedad. No pudo ser, me derrotaron ampliamente.
Se advierte que es un gran defensor de la colegiación.
Creo que la colegiación médica ha sido, es y será necesaria. Los médicos que crean que no es necesaria están profundamente equivocados. Los médicos cometerían una equivocación si no intentasen que los Colegios tuvieran la mejor vida posible.
¿Cómo ve ahora al Colegio de Salamanca?
Considero que fenomenal. Con unas iniciativas que me gustan muchísimo e insisten en algo que yo entonces habría deseado que es la actualización profesional de los médicos. En medicina es fundamental el reciclaje. Siempre he pensado que debería ser obligatorio, primero, porque está en juego la vida de las personas, y segundo, por la velocidad de los avances médicos.
Es obligada la referencia a su etapa política. Antes he advertido ciertas reservas en usted al hablar de política, sin embargo usted se dedicó a ella.
No tengo reservas. He tenido las ideas muy fijas y constantes desde el año 36 hasta ahora. En mi juventud pertenecía la FUE y a las Juventudes de Izquierda Republicana, partido de Azaña. Después era palpable mi conocimiento en Salamanca como antifranquista.
¿Cómo le surge el gusanillo de la política? ¿Aprovechó su posición como médico y profesor para saltar a la política?
No había tal gusanillo, yo tenía esa fama, cierto prestigio personal y profesional, tanto entre la izquierda como entre la derecha. Comienza la Transición, salgo elegido democráticamente presidente del Colegio de Médicos, como tal paso a ser consejero de la Caja, y con motivo de las elecciones del 77 un grupo de viejos socialistas piensa en mí como candidato independiente para el Senado, apoyado por Democracia Cristiana, Partido Socialista y Partido Comunista. Se buscó en toda España un grupo de independientes, como contrapeso a UCD. Luego nos constituimos como el Grupo de Progresistas y Socialistas del Senado, formado por 23.
¿Un independiente pero de la izquierda?
Sí. Era mi opción.
¿Por qué no fue bajo las siglas de ningún partido? Porque no pertenecía a ninguno. Al final les vino bien presentar a un independiente que podía salir.
¿Se sintió utilizado en algún momento?
Nunca me sentí manejado por nadie, ni lo habría permitido, por supuesto.
Después, ¿ha militado en alguna formación?
Últimamente sí, desde hace año y medio milito en el PSOE, pero como algo sentimental, porque desde el principio me puse como condición no intervenir para nada, ni actos, ni asambleas ni nada. Es una especie de obligación-devoción por la contribución del socialismo a la consolidación de la democracia en España.
Se supone que todo político lo es porque quiere contribuir a mejorar la sociedad, ¿qué fines se proponía usted entonces?
Fundamentalmente consolidar la democracia. Mi obligación y mi deber era ver si podía aportar algo para la consolidación del régimen democrático en España. Que no hubiese otro lanzamiento o golpe que destruyese el sistema. Mi ambición era que existiese un gobierno democrático en este país, gobernase quien gobernase.
De esa etapa como senador, ¿qué destacaría?
La Constitución, por supuesto. Tuve intervenciones en varias cosas como la despenalización de los anticonceptivos, la figura de los fiscales instructores y la autonomía universitaria.
¿Para Salamanca consiguió algo?
El Museo de Las Claras y el descubrimiento de pinturas y elementos arquitectónicos en este convento. Logré que Cabanillas concediera el dinero. Pío García Escudero dirigió la obra.
No duró mucho su aventura política, ¿por qué?
Me llevé disgustos, ninguno eso sí como el Tejerazo, con el que pasé miedo de verdad. Se aprobó la Constitución, de la que fui uno de los firmantes, se convocaron elecciones y no quise continuar. Tuve varias propuestas, pero quería seguir mi vida profesional.
El consenso de la Transición, ¿fue tan firme como se anunció o de aquellos polvos vienen estos lodos (me refiero a la evidente fractura que estamos viviendo)?
Fue eficaz y de muy buena fe por parte de todos. Fue un modelo para todo el mundo. Ni se persiguió a nadie ni se echó a nadie de los organismos. No hubo represalias contra nadie. Fue una transición modelo. No destruimos nada. A mi juicio, hubo cuatro personas fundamentales, el Rey, Suárez, Gutiérrez Mellado y Torcuato Fernández Miranda.
¿Qué opina de la situación política actual de España?
Normal. Una situación en la que tenemos que estar contentos de cómo va nuestra economía, la novena del mundo, de lo importante que está siendo la inmigración para el país, del aumento de los cotizantes a la Seguridad Social…
¿Ve normal la relación entre Gobierno y oposición?
Insisto la situación política es normal. Hay un partido que cree que esa estrategia le puede dar éxito en las elecciones y nada más. Como en todos los países del mundo.
Pero, ¿no cree excesivo el clima de tensión que se vive?
Sí lo es. La crispación política, cierto es, me recuerda a la del 36. Tengo seguro que no va a pasar nada, pero me preocupa y me apena. Entonces había motivos para la crispación, ahora no.
Se declara antifranquista con mayúsculas, ¿no cree que quizás ha llegado el momento de superar ese revisionismo histórico que sigue vigente en España?
Creo que no existe revisionismo. Pero se sigue hablando constantemente de memoria histórica, de restablecer heridas, etc. Creo que eso no tiene la menor importancia. Las víctimas de la zona nacional han sido recordadas muchísimas veces, ¿por qué no se va a permitir ahora que haya un pequeño recuerdo para esa gente que murió en la inmensa mayoría de las ocasiones sólo por tener unas ideas? Creo que un recuerdo familiar a estas alturas no tiene importancia ninguna, no va contra nadie. Me parece humano recordara un ser querido.
“La crispación política de hoy me preocupa y me apena, porque me recuerda a la del 36”
Fuera de la política de nuevo, otra etapa importante en su vida transcurrió al frente del Consejo Social de la Universidad, ¿cómo la recuerda?
Muy agradablemente. Uno de los factores fundamentales de estos Consejos y por el que trabajé intensamente era acercar la sociedad a la Universidad, lograr la implicación social y económica en beneficio de la Universidad. También hubo una colaboración muy fructífera e intensa con el rectorado de Julio Fermoso que inició la construcción del campus universitario.
¿Qué logros destacaría de esa etapa?
Logré donaciones importantes para la Universidad y el intentar que la sociedad conociese la Universidad de Salamanca. El Consejo publicó varios libros, uno sobre la Importancia de la Universidad en el desarrollo económico de Salamanca, pues siempre he estado convencido de que Salamanca no hubiese tenido su Universidad, hoy sería una ciudad muy parecida a Zamora desde el punto de vista económico.
¿Cómo ve a la Universidad hoy?
A años luz de la que yo conocí en mi época. Ha mejorado mucho en su rendimiento respecto a aquella.
Como senador, primero, y como presidente del Consejo Social de la Universidad, después, ¿qué cree que le ha dado a Salamanca? ¿qué ha conseguido para la ciudad?
Desde el Consejo Social, donaciones muy importantes para la Universidad, y como senador mi contribución al desarrollo constitucional, como firmante de la constitución, así como el citado Museo de Las Claras.
¿Tiene que ver con eso la medalla de la ciudad que posee?
Me sorprendió un poco. Me votaron todos los partidos y creo que tuvo que ver con mi trayectoria social y profesional.
La Salamanca de hoy, ¿cómo la ve?
Es un impresionante cambio de ciudad el que se ha producido en estos 50 años. Si los políticos o profesionales de los años 20 volviesen a vivir, pensarían que están en Nueva York. Se ha hecho una gran labor desde el punto de vista urbanístico. Hoy es una ciudad de visita obligada.
¿Cómo le gustaría que le recordaran?
En dos aspectos importantes, uno haber desarrollado mi profesión honestamente y muy dignamente desde el punto de vista asistencial, y dos, tener la satisfacción de encontrar muchos ciudadanos salmantinos que recuerdan lo que yo les pude ayudar en momentos difíciles.
Si volviera para atrás, ¿volvería a ser médico?
Sin duda.
¿Qué le ha dado la profesión?
Muchas satisfacciones, sobre todo de cariño y simpatía de la gente hacia mí.
¿La mayor satisfacción de su vida?
El haber logrado para España un régimen político aceptable para todos los ciudadanos españoles.
¿Alguna espina clavada?
No haber sido algo más académicamente.
¿El papel de la familia para usted?
Importante. Me casé con una médico, no tuvimos hijos, pero satisfacciones familiares muchísimas.
Hemos hablado mucho de política, pero nada religión, ¿qué hay de esto?
No me importa decir que soy agnóstico. Cuando pienso en la vida, el ser humano, el mundo, la biología, soy evolucionista no creacionista.
Un libro
He leído mucho y han sido muchos los que me han impactado. Actualmente me entretiene mucho leer historia de España sobre todo del XIX.
Un disco
No he sido muy aficionado a la música, pero me quedo con la Novena de Beethoven.
Una película
Las películas de Charlot, que siguen siendo un hito en la cinematografía mundial.
Un plato
Perdiz estofada.
Un defecto
Ser confiado con todo el mundo.
Una virtud
Mi honestidad profesional.
Un amigo
Muchos. Recuerdo especialmente a Millán Méndez Gil, con el cual compartí premio extraordinario de Licenciatura. Murió muy joven de un cáncer, que diagnostiqué llevándolo al Doce de Octubre en Madrid. Murió en la intervención.
Un enemigo
Ninguno. Puedo haber tenido, pero los ignoro. Si lo han sido, allá ellos.
Una religión
Ninguna.
Un chiste
No te puedo decir ahora ninguno.
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