La profesión médica requiere mucho trabajo actoral, debes ganarte al paciente y lograr una empatía con él”, y para ello, es necesario “huir de las malas prácticas del médico encorsetado, porque estamos para quitar angustia”. Con este fin, teatro y Medicina comparten “los mismos sistemas que tienen que ver con la comunicación verbal y con la no verbal”. Tu forma de vestir, con bata o sin bata, el vestuario del actor, la canalización de los sentimientos, el compromiso emocional, saber guardar la distancia, pero sentirte cercano… Todo es relevante para lograr un “equilibrio de ‘feedback’ con el paciente y con el espectador”.
Toda una filosofía de vida que explica por qué Guillermo Luna, internista en el Complejo Asistencial de Salamanca, quedó atrapado hasta el día de hoy en la magia de los escenarios y de las consultas, porque, al fin y al cabo, en ambos casos uno espera siempre salir reconfortado.
Así, Luna llegó al teatro a la vez que a la Medicina, en aquel primer curso de 1973 en la Autónoma de Madrid, donde también “conocí a mi mujer, y con ella estoy desde entonces”. La primera experiencia teatral, aunque “me gusta desde el colegio”, no tuvo mucho recorrido, un año de sueños enmarcados en la poesía de Pablo Neruda –entonces “prohibidísimo”–, que al final se rindieron a la exigencia de los estudios.
Menos mal que la vocación siempre estuvo ahí. Porque tuvieron que pasar 23 años, ya con plaza de médico, lectura de tesis doctoral y dos niños bien criados, para embarcarse de nuevo en esta bendita locura de “vivir espacios físicos y emocionales que el día a día no te permite”. En 1997 vio un anuncio de pruebas de admisión en la Escuela de Artes Escénicas, lo que quiso ser el germen de una futura Escuela Superior en el Juan del Encina antiguo, y volvió a escena. Se lo pasó en grande, consiguió grandes amigos, y aunque el proyecto duró poco, le dio ese impulso teatral que no ha abandonado. “Tengo cuerda para rato”, asegura. Llegó a montar su propia compañía, Teatro de la Luna –qué suerte tener un apellido tan mágico–, con la que entre 2002 y 2005 volvió a sus orígenes y a otra de sus pasiones haciendo obras de poesía teatralizada. Otra vez Neruda, o Kavafis o Cernuda, compañeros de viaje que, junto a las grandes bandas sonoras que venera, como las de Eleni Karaindrou o Presiner, le otorgan ese plus de médico humanista.
Desde 2005, no ha parado de crecer como actor en una compañía que ha logrado, también, madurez, recorrido y éxito. La Lengua Teatro, bajo la dirección de Yago Reis y la producción de Ángel Barés, ha brindado a Guillermo Luna un elenco de personajes fascinantes en obras como ‘Dinero’, ‘Certificado de existencia’, ‘Romeo y Julieta’, o ‘Celebración’, donde interpreta a un patriarca malísimo, junto a una mujer, la suya en la vida real y en la ficticia, lógicamente salpicada por tanta crueldad, para demostrarnos que el teatro es capaz de casi todo. En este caso, poner a una pareja en el lado opuesto a su amor y a su ternura. Para ellos, Cernuda: “¿Mi tierra?/ Mi tierra eres tú./ ¿Mi gente?/ Mi gente eres tú./El destierro y la muerte/ para mi están adonde/ no estés tú./ ¿Y mi vida?/ Dime, mi vida,/¿qué es, si no eres tú?”.
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