AGUSTÍN RÍOS GONZÁLEZ: Hematólogo, sacerdote y profesor Emérito de la Universidad de Salamanca

Por M. Puertas

“Fui médico antes que cura, pero no antes que cristiano”

De lo humano y lo divino nos habla en este número alguien con suficiente autoridad para hacerlo. El cura Ríos, como popularmente se le conoce en Salamanca, reflexiona en esta entrevista sobre su carrera, una vida en torno a la Medicina y al sacerdocio, de la que se pueden extraer conclusiones, lecciones y humor, algo innato en este hematólogo que también tiene a gala ser el capellán de la Universidad.

Con ese acento, no hay dudas de que es extremeño. Como paisano, me resisto a no comenzar preguntando, ¿en qué medida le ha marcado personal o profesionalmente esa sufrida tierra nuestra, aunque lleve fuera de ella prácticamente toda su vida?

Sigo siendo extremeño por los cuatro costados y por lo menos una vez al mes voy a Cáceres. Sigue siendo mi pueblo. Siempre ha estado muy presente en mi vida.

Después está Salamanca, ¿qué le ha dado esta ciudad?

Mucho, casi todo lo que soy. Vine a estudiar Medicina, pero después me encontré con la vocación de cura aquí. Esta ciudad me ha permitido las dos cosas. Creo que solamente en Salamanca se podía simultanear esto. Algunos, con ironía y en tono jocoso, decían que sólo en Salamanca se podía compaginar la ciencia y la filosofía y decían una verdad como un templo. Aquí he hecho mi vida.

Y usted a Salamanca, ¿qué le ha dado?

Una vez en una Junta de la Facultad se estaba discutiendo si los que eran de Salamanca debían tener preferencia para estudiar en la Universidad. Dije que me oponía, primero, porque si eso hubiera sido así, yo no habría podido haber venido a estudiar aquí, con lo que se me habría causado un perjuicio, pero a la vez advertí que Salamanca también hubiera tenido un perjuicio al no haber podido contar con un profesor como yo. Aunque era de broma, lo sentía así. No sé si le habré dado mucho o poco, pero sí lo que tenía.

¿Volvería a ella si retrocediera para atrás?

Sí, sin duda.

Cura Ríos o padre Ríos, ¿qué tratamiento prefiere?

Me da igual.

“Creo que solamente en Salamanca se podía simultanear esto de ser cura y médico”

A fuerza de oír la palabra padre ¿se siente como tal?

No, no creo que yo sea paternalista. Creo que la paternidad es otra cosa.

Entre sus hijos predilectos siempre han estado los universitarios y los médicos.

Bueno, pues no lo sé. Es cierto que los universitarios y los médicos son los que tienes más a mano, pero no he sido nunca elitista en ese sentido. Soy de toda la gente, aunque me revienta eso de “hijos míos”, me parece una tontería.

¿Cómo se lleva eso de ser prácticamente el único cura del hospital?

No pasa nada. Algunos se enteraban de que era cura luego.

Pero no puede negar que los médicos de Salamanca le han dado trabajo pastoral para dar y regalar.

He casado a muchos compañeros y compañeras, he bautizado a sus hijos y les he dado la primera comunión. Para muchos he sido el cura familiar. Siempre he sentido ese calor familiar en Salamanca.

¿Y lo de ser capellán de la Universidad más antigua de España, cómo sienta?

(Se ríe) Ahora lo han arreglado un poco, porque antes tenía remuneración del siglo XIII. Ya en serio, se lleva bien, aunque abruma un poco pensar que entre otros han desempeñado este papel, San Juan de Sahagún, Fray Luis de León o los teólogos dominicos. Es la única Universidad con capellán y la capellanía como tal la fundó Unamuno, que la proveyó de fondos.

¿Siempre quiso ser médico?

 Sí, desde pequeñito. Lo tenía clarísimo. De tal manera que uno de los problemas más gordos para hacerme cura o no, era dejar la carrera de medicina, pero después se arregló todo y pude tener las dos cosas.

¿Por qué médico?

Probablemente porque mi padre tenía un amigo médico con coche, un Fiat Balilla, de los pocos que había entonces. Don Alfonso fue de médico a Valencia de Alcántara, me gustaba ir con él a las visitas. Quería ser como él para tener un coche como él. Me gustaba aquello. Después, desde que fui médico hasta que tuve coche…

¿Y lo del sacerdocio cómo surgió?

Pues no lo sé. Dios habla por los acontecimientos, ve que tienes unas cualidades, que puedes ayudar, no deja de ser una invitación, a la que puedes decir sí o no.

¿Algún desencadenante?

Conocí a un cura ejemplar, una persona ejemplar, eso te hace reflexionar, pero tampoco nunca he querido ser como tal o cual, porque cada uno tiene que ser como es. Es una decisión y yo la tomé.

“Para practicar el Evangelio no hay ninguna vía fácil, tampoco la Medicina”

“La relación médico-enfermo se ha hecho menos amistosa, más técnica, más fría y menos humana”

 ¿Qué fue primero la vocación religiosa o la médica?

La médica, pero tampoco hay vocaciones separadas, una que no tenga que ver con la otra. La religiosa no desplaza a ninguna otra.

¿Cura antes que médico o médico antes que cura?

Fui médico antes que cura, pero no médico antes que cristiano. Lo de cura es una manera de ser cristiano, pero el ser cristiano va con otras cosas, porque uno no es cristiano un rato y otro no, sino siempre.

¿La medicina es una vía fácil para practicar el evangelio?

Para practicar el evangelio no hay ninguna vía fácil. Entregarse a los demás es difícil en cualquier situación. Parece que atender a los enfermos es hacer un bien y en ese sentido tienes seguro que estás haciendo un bien. Con otras labores, no lo sabes tan fácil, pero si uno práctica la medicina y no es responsable, no se prepara, etc., está en un camino fácil para ir al hoyo, no para practicar el evangelio.

¿Cuál es la postura de un cura médico ante el enfermo?

Creo que no diferente. Debe ser la misma. Ser cura no le añade nada específico al ser médico para tener un comportamiento distinto. Uno es la persona, uno es cura y médico, no ahora médico y ahora cura, sino que actúo como fulano de tal.

¿Su forma de entender la Medicina y el enfermo cuál ha sido?

Como un servicio, una ayuda, una atención, creo que como cualquier otro médico. Al enfermo hay que atenderlo, es fundamental que se sienta atendido, que vea que se le hace caso. Para eso hay que tener paciencia, porque a veces resulta pesado. La gente piensa que ver a un enfermo está lleno de sorpresas, y lo cierto es que, sobre todo lo que se hace todos los días, tiene algo de rutina inevitablemente y por consiguiente puede resultar tedioso y aburrido como cualquier otra profesión. Ahí está la capacidad del médico para hacerlo ameno.

¿Antes era más fácil ser médico?

Antes el ser médico tenía ciertas compensaciones, porque la relación del paciente con el médico era una relación amistosa y además voluntaria, uno elegía a su médico, ahora no se elige, te toca. La relación se ha hecho menos amistosa, más técnica, más científica, pero más distante, más fría, menos humana. En ese sentido, resulta más difícil y menos gratificante ser médico ahora que antes.

También ser cura era bastante más común.

Había más curas, sin duda.

¿Cómo interpreta esa caída de vocaciones?

Un problema muy complejo. Ha influido la secularización de toda la sociedad, que ha afectado fundamentalmente a la familia, que es el lugar donde pueden surgir las vocaciones. La gente le da muchas vueltas y no es fácil una solución teórica. Sin embargo, sí creo que los que hoy se sienten llamados a ser cristianos comprometidos, lo son más seriamente que antes. El de antes era un cristianismo más sociológico y con menos compromiso personal. Ahora hay más compromiso personal, al margen incluso de la vida religiosa.

En el extremo opuesto, ¿cómo valora el exceso de médicos?

Está desapareciendo. El año pasado no se cubrieron todas las plazas del MIR, lo cual quiere decir que va a haber una falta de médicos y la razón es muy compleja. Aparte de que no hay suficientes médicos especializados, existe otra razón: en España el médico está muy poco considerado y económicamente mal retribuido. El sueldo de un médico en el primer escalón, no es superior al de algunos obreros. No digo que a estos no les paguen bien, pero la responsabilidad de un médico y las exigencias de estar al día, mantenerse en un continuo perfeccionamiento, cuesta dinero y el médico necesita dinero para eso.

La Medicina de hoy, ¿qué sensaciones le causa?

Es más eficaz, pero menos romántica que la de hace 50 años. También es mucho más cara.

¿Qué satisfacciones le han reportado una y otra faceta de su vida? ¿La médica?

Ver que las cosas te salen bien, que sirves, un enfermo que curas, que alivias… el trabajo normal de un médico.

¿Y la de cura?

La de ayudar a la gente, aunque muchas veces como cura lo que puedes hacer no sabes hasta dónde llega, no sabes si realmente le has ayudado o no.

SU VIDA, en corto

Un cura de laboratorio, protagonista de los inicios de la Hematología en Salamanca

Agustín Ríos González nace el 13 de agosto de 1929 en Cáceres, en el seno de una familia de maestros. Su padre José ejerció como tal en distintas escuelas de Cáceres, Coria y Valencia de Alcántara, y su madre Antonia en casa, cuidando de sus cinco hijos, entre los que Agustín ocupa el segundo lugar.

De sus estudios primarios en Valencia de Alcántara tiene gratos recuerdos por su paso por el Grupo Escolar General Navarro y Alonso de Celada, “un grupo escolar buenísimo, con unas instalaciones estupendas y unos maestros excepcionales. Allí vi por primera vez un microscopio”, recuerda.

En Valencia de Alcántara vive hasta los 15 años, después se traslada a Cáceres, donde permanece hasta los 18 que llega a Salamanca, en1946, para estudiar Medicina. Aunque apenas conocía la ciudad, contaba con las referencias de su hermano mayor que ya se encontraba aquí estudiando Químicas.

Termina Medicina en 1952 y comienza a trabajar con el Dr. Peláez Redondo, jefe de Medicina Interna del Hospital de la Santísima Trinidad. En septiembre de 1955, asegura, “lo dejé todo y empecé los estudios eclesiásticos en la Universidad Pontificia”, como consecuencia de su contacto durante los años de estudiante con el instituto secular conocido como “Los Avelinos”, cuyo colegio estaba en lo que hoy es la Casa Lis.

Termina los estudios de Filosofía y Teología y en abril de 1960 se ordena como sacerdote, oficiando su primera misa en la capilla de la Santísima Trinidad. “Más que cantarla, la berreé”, señala jocoso. Sus comienzos como cura coinciden con su designación como capellán de la residencia de estudiantes de Los Avelinos, situada en su actual domicilio en la calle Rector Lucena.

Se encontraba en estas ocupaciones, cuando el Dr. Peláez le propone hacer una tesis doctoral sobre algo relacionado con el laboratorio, “porque consideraba que como cura, estaba mejor recogido”. Esta propuesta significaría sus inicios en la Hematología, pues la oferta consistía en estudiar las células leucémicas. Bajo la dirección de Peláez empieza a trabajar en el Hospital Provincial, concretamente en el Instituto de Investigaciones Clínicas, donde coincide unos meses con el Dr. López Borrasca, de quien ya había sido compañero en la Trinidad.

Poco después, el Dr. Peláez solicita traslado a Granada y para cubrir su vacante llega a Salamanca el Dr. Farreras, que acabó dirigiendo la tesis de Agustín, titulada Contribución al diagnóstico tipológico de las células leucémicas y concluida en 1963. Con la tesis había puesto en marcha nuevas técnicas de histoquímica, que despertaron el interés del profesor Genis Gálvez, catedrático de Anatomía, que le propuso irse a trabajar con él al Departamento de Anatomía, donde estaban realizando estudios de embriología experimental sobre diferenciación celular en embriones de pollo. Allí, en la vieja Facultad, conoce a su “amigo y compadre” el Dr. Almeida y a “un joven e inquieto estudiante”, Enrique Battaner, hoy rector de la Universidad.

Aproximadamente dos años después, el entonces rector Balcells le propone volver al Instituto de Investigaciones Clínicas para que se haga cargo de la Sección de Hematología. “Lo acepté y desde entonces me dediqué a la Hematología, primero en el Hospital Provincial y después ya en el Clínico”. En esos años también inicia, los estudios de Citogenética, acerca de los cromosomas.

De sus inicios en la hematología recuerda que en el Hospital Provincial prácticamente se reducía al laboratorio y a las trasfusiones, con la llegada de Sisinio de Castro y Ciril Rozman se fueron habilitando camas para enfermos hematológicos. Después, llegaría López Borrasca. Se crea el Servicio, al que Agustín se incorpora, y “comienza el esplandor de la hematología salmantina”, señala. Como hematólogo del Hospital Clínico permanece en activo como jefe de Sección hasta el 30 de septiembre de 1999 que se jubila, con 70 años. Aunque sigue yendo al Servicio con frecuencia, “procuro que me echen de menos y no de más”. Fue profesor titular de Hematología desde 1985 y a finales de los ochenta fue presidente de la Sociedad Española de Hematología. Durante cuarenta años impartió clases en la Escuela Salus Infirmorum de Enfermería.

Entre otras ocupaciones en la actualidad, el padre Ríos es el capellán de la Universidad (desde 1987). En los últimos diez años también ha gestionado la Cátedra Domingo de Soto. Asimismo, trabaja con varios grupos de matrimonios con los que se reúne periódicamente tanto en Salamanca como en Cáceres.

Es miembro de la Comisión Deontológica del Colegio de Médicos. Y en el plano sociocultural forma parte de la tertulia del Novelty, en cuyos Papeles colabora esporádicamente como cronista.

¿Su maestro espiritual?

Don Avelino López de Castro, fundador de la institución a la que pertenezco. Lo conocí al llegar a Salamanca. Me marcó. Después son maestros míos los compañeros que forman parte de la institución.

¿Su maestro profesional?

Como médico clínico, de ver enfermos, sin duda, Peláez, y como médico de Hematología el que me dirigió la tesis, D. Pedro Farreras Valentí. Después he aprendido mucho de mucha gente, que no puedo citar, porque me olvidaría de alguien y sobre todo los compañeros y compañeras que durante estos 40 años han estado trabajando conmigo en Hematología. Más o menos todos somos el resultado del contacto con los que te acompañan, te ayudan y convives, te van puliendo y vas aprendiendo de ellos, incluso de la gente joven. La lista comprendería veintitantas o treinta personas, y entrarían médicos, enfermeras, auxiliares, estudiantes, etc.

¿La opción de la Hematología a qué se debió?

Fue una casualidad. Simplemente porque al principio empecé en el laboratorio de Hematología. A veces uno no es dueño de sus decisiones, son las circunstancias. A mí lo que me gustaba era ser médico, médico de tocar barrigas, no de laboratorio. Ser cura me llevó a ser médico de laboratorio y luego ya procuré yo salir de allí. Aun así, algo tendría la Hematología para engancharle el resto de su vida. La Hematología tiene una ventaja sobre cualquier otra especialidad desde el punto de vista médico y es que los hematólogos somos nuestros patólogos. Cualquier médico necesita el concurso de un patólogo o un analista para ver las lesiones de su enfermo, en cambio el hematólogo es él el que las ve. El mismo médico es el clínico y el patólogo y eso le da un atractivo especial, es la gran ventaja del hematólogo.

¿Sus aportaciones dentro de esta disciplina?

La fundamental creo que fue la de la tesis doctoral, la aplicación de la citoquímica al estudio diferencial de las células de las leucemias. Este método ayudaba a distinguirlas, después se han implantado otros, como el estudio de los cromosomas, campo en el que también fundé un grupo, ahora pionero.

No puede negar que fue uno de los pioneros en la hematología salmantina.

Sí, claro.

¿Qué le sugieren los siguientes nombres? ¿Ciril Rozman?

Es un amigo, además de él he aprendido muchas cosas y tengo con él una relación especial desde que vino, que se ha mantenido a pesar de la distancia. Con él y con todos sus familiares. Es el hombre que impulsó la Hematología española hacia fuera y desarrolló plenamente los congresos nacionales.

Antonio López Borrasca

Paisano extremeño y amigo. Empecé con él, lo conocí en la Trinidad, con Peláez, marchó pronto a Pamplona y al volverme integré en el servicio del que era jefe.

¿Se considera discípulo de alguna escuela?

Pues no, porque he aprendido de mucha gente y nunca he sido médico de un libro ni de un maestro solo. En mi formación también influyó Farreras, el grupo de la Fundación Jiménez Díaz, la escuela de Barcelona, con los doctores Montserrat y Hernández Nieto, también recibí alguna formación en los primeros años del valenciano Forteza Bover o de la doctora Woessner, y después, claro, de los compañeros y compañeras de Salamanca.

La minuciosidad del laboratorio, ¿la ha aplicado al resto de órdenes de su vida?

No, creo que no. En la vida no se puede ser tan preciso, tan cuentagarbanzos, hay que ser un poco elástico.

Su faceta de profesor de Medicina y Enfermería, ¿cómo la define?

Bien, procuraba dar criterios y principios, prefería que no cogieran apuntes, que atendieran. Quería despertar en ellos el interés, porque las cosas suficientemente explicadas en los libros es mejor que el alumno las estudie por su cuenta. Hay que darle criterios y no normas. Una norma sin criterio puede ser un desastre. Me preocupaba mucho. No sé si lo conseguiría o no, lo deben decir los alumnos.

Asistencia o docencia, ¿con cuál se queda?

Una docencia sin asistencia no tiene sentido. Hay que compaginar. La docencia te obliga a ser preciso y riguroso, no puedes decir tonterías, tienes que afinar. Eso de un púlpito sin tener nada que hacer… creo que no tiene sentido.

“He aprendido de mucha gente, nunca he sido médico de un libro ni de un maestro solo”

“Una docencia sin asistencia no tiene sentido. Hay que compaginar”

¿Nunca aspiró a más en la Universidad?

No, la verdad es que en la Universidad siempre he hecho lo que he querido y lo que me ha interesado. Llegué a un nivel en el que podía tener mi investigación, mi docencia y mi independencia como titular y con eso me he sentido satisfecho. Además el querer aspirar a otra cosa me podría haber obligado a salir de aquí, cosa que no quería. Tuve alguna oportunidad, pero no quise, porque a ciertas edades no conviene empezar de nuevo. Uno solo no puede ir a ningún sitio, porque uno también es el grupo.

¿Y dentro del servicio?

Estaba igual. Tenía mi sección, mi independencia, mi sistema y siempre me he considerado respetado. Con la ventaja de no tener que emplear ningún tiempo en cuestiones burocráticas.

“No creo que haya que ser reivindicativo con la Iglesia, pero tampoco aceptar todo lo que dice cualquiera de la Iglesia”

¿Los mayores éxitos de su carrera?

No sé (Se ríe). Tampoco he puesto la carrera como una competición. Me he encontrado bien, a gusto, he hecho cosas, los que han estado conmigo creo que también, he dado oportunidades… no he tenido que salir apoteósicamente nunca.

¿Los mayores fracasos?

Tampoco creo que los haya tenido.

¿Un cura lo tiene más fácil en la vida?

No, creo que no. En algunas cosas sí, pero en otras lo tienes más difícil. Te examinan doblemente. Al ser cura te puedes sentir objeto de curiosidad, aunque después a lo mejor te dicen que no pareces cura, con lo cual no sabes si enfadarte o agradecerlo.

Lo decía por aquello de tener siempre a Dios a su lado.

Los curas no tenemos a Dios más que los seglares, Dios está al lado de todos. No es cierto eso de que llevamos a Dios al lado. Además, Dios no se dedica a facilitarte las cosas. No es un apagafuegos, los problemas los tienes que resolver tú.

¿Su postura ante la iglesia ha sido de sí a todo o reivindicativa?

Lo que decía Chesterton: “para entraren la Iglesia hay que quitarse el sombrero, pero no la cabeza”. Dios no quiere que no pienses. Algunas cosas te parecerán razonables y otras tonterías. A veces es difícil distinguir, pero en último extremo uno es responsable de sus actos y actúa en conciencia. No creo que haya que ser reivindicativo con la Iglesia, pero tampoco aceptar todo lo que dice cualquiera de la Iglesia.

¿Sacerdote es sinónimo de conservador?

No, ¿por qué? Algunos creen que sí, pero no es cierto. Hay sacerdotes muy progres.

¿Cuál es su caso?

Me considero una persona sensata. Los que me conocen saben como pienso. Tampoco ando dando voces para decirlo. Lo que soy lo tienen que decir los otros. Para unos amigos soy un poco progre, para otros un poco retro, depende de cómo te vean. Tampoco progre quiere decir razonable.

¿También siente usted la actual caza de brujas contra el catolicismo que se pregona desde algunas instancias?

La gente dice eso. Creo que la mayoría de los que cazan esas brujas tienen una visión del catolicismo que no es real, probablemente la culpa es nuestra por lo que hemos transmitido o transmitimos. Les recomendaría que lean la encíclica del actual Papa, que habla sobre el fundamento de la doctrina cristiana y además se entiende. Ese es el mensaje, y con ese mensaje cualquier hombre de buena voluntad tiene que estar de acuerdo.

Un cura me confesó en una ocasión que a la Iglesia española siempre le ha ido mejor con los socialistas, ¿es cierto?

No lo sé. Ahora no le va muy bien, parece que hay algún problema. Me falta perspectiva para ver si es verdad.

¿Su postura ante el clima político actual?

De indiferencia no puede ser. La gente tiene que tomar conciencia de que no se puede dejar en manos de los políticos solo. Los ciudadanos tienen el deber de cooperar a que la sociedad funcione bien. Por otra parte, creo que esa división tan tajante entre derecha e izquierda no se da realmente. Eso de que la izquierda es la que se preocupa de los demás, que es la progresa y la derecha no, es falso. Pienso, por lo que trato con la gente, que ni todos los de derechas son unos retros ni todos los de izquierdas unos progres.

Como colegiado convencido, ¿qué valor le concede al Colegio de Médicos?

Últimamente se ha criticado a los Colegios, pero estos siempre han tenido una función fundamental, la de velar por que la práctica de la medicina se hiciera con criterios éticos. Sus dos funciones, en mi opinión, deben ser mantener la formación continuada y mantener un sentido ético del ejercicio de la profesión.

¿Y de la comisión deontológica de la que forma parte qué nos puede decir?

Que trabaja, pero a la chita callando. Interviene en muchas situaciones y arregla algunas. Como es algo delicado, no es de dominio púbico, y pudiera parecer que no hace nada, pero debe seguir funcionando.

¿Cómo ve al Colegio ahora?

Bien, bien. Además con este presidente, aparte del reciclaje profesional, están el Aula MIR, el ciclo cultural, la música, son cosas nuevas. Es una prueba de que el Colegio está más vivo que hace unos años, ha progresado y se debe mantener.

¿Cómo le gustaría que le recordaran?

Como una buena persona.

Ese ingenio suyo, en forma de humor e ironía, ¿es gracia de Dios?

No, debe ser genético. Bueno todo es Gracia de Dios, pero mi padre y mi madre, los dos tenían una gran chispa. En general los hermanos tenemos buen humor.

EL DECÁLOGO

Un libro

La Biblia.

Un disco

La Pastoral, de Beethoven.

Una película

Una que vi hace muchísimos años, Los mejores años de nuestra vida.

Un plato

Soy poco comilón. (Piensa, piensa) No hay ninguno así especial. Cualquier legumbre me gusta mucho.

Un defecto

No los conozco, porque si los conociera me los hubiera quitado. (Piensa) Soy vago.

Una virtud

Me parece que no tengo ninguna. No sé, no me veo con ninguna virtud así especial.

Un amigo

Tengo varios.

Un enemigo

Que yo sepa ninguno.

Una religión

Está claro.

Un chiste

Sé muchísimos, pero no voy a contar ninguno.

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