El recorrido por los nombres que han escrito alguna página de la Medicina salmantina más reciente, nos lleva este número hasta Agustín Martín Pascual.
Interrumpimos la calma de su jubilación para que nos hable del pasado, el presente y el futuro, a
nivel profesional y personal. De forma humilde, casi sin levantar la voz, sin ningún atisbo de sacar
pecho, repasa su trayectoria y los valores que han marcado su vida. Su normalidad vital, dice, se ha basado en “hacer siempre lo que me ha parecido justo, teniendo en cuenta el valor humano”.
Se le ve aspecto deportista, joven, vital… ¿es así?, ¿también de espíritu?
Soy de espíritu optimista pese a los malos tiempos. Me adapto a la situación, hago mis deportes, camino, hago bici y me mantengo dentro de los achaques de la edad.
Supongo que en ese buen cutis que yo le asigno tiene algo que ver la profesión.
(Se ríe) Más que con la profesión tiene que ver con la vida al aire libre. Me encanta el campo.
Camino de los 76, ¿cómo va la vida?
Aceptándola como es. Con las limitaciones propias y sin perder la ilusión en muchas cosas.
¿En qué le ha cambiado la jubilación?
Me ha cambiado el ritmo. Acostumbrado durante muchos años a un ritmo, eso se corta y el cambio sí que lo noté. Al principio no sabía muy bien… pero ya le he cogido el tranquillo a la jubilación y le estoy sacando partido.
¿Cómo es su día de jubilado?
Un día tranquilo. Suelo madrugar, leo la prensa, salgo a caminar por la ciudad o por el campo, a mediodía me tomo los vinitos con los compañeros de la facultad, unos jubilados y otros no, y por la tarde-noche, un rato de siesta, lectura, etc., pero no salgo.
No creo que le esté afectando mucho, pero ¿cómo ve la crisis?
La crisis afecta a todo el mundo. La veo como un tema global, no sólo económica, sino también de valores de todo tipo, políticos, de conducta… Es mucho más global de lo que parece, una crisis de valores, en definitiva.
¿Alguna idea para salir de ella?
No soy economista… pero pienso que siguiendo el viejo refrán de que “no hay mal que por bien no venga”, puede ayudar a corregir cuestiones económicas desbordadas, absurdas, también políticas en relación a sistemas de elección, corrupción, etc. En parte esto ya se está viendo en países de Oriente Medio, que van a romper sistemas corruptos mantenidos durante mucho tiempo. Estas y otras cosas se irán corrigiendo al menos en parte y mejorará la situación mundial.
En un plano ya más personal, ¿a quién se enfrenta el lector en esta entrevista?
A un viejo profesor de medicina jubilado, con experiencias acumuladas y en parte olvidadas.
Agustín Martín Pascual hombre, ¿cómo se define? ¿Cuál ha sido su filosofía de vida?
Una vida normalita. Ha sido hacer siempre lo que me ha parecido justo, teniendo en cuenta el valor humano. Alas personas siempre las he considerado como personas y he respetado todas sus creencias, compartidas o no, he procurado ser tolerante en todo lo posible, tengo un alto concepto de lo que es la amistad y desde joven tuve vocación por la docencia y a ello me he dedicado toda mi vida.
Y Agustín Martín Pascual médico dermatólogo, ¿cómo ha sido?
Me tienen que juzgar los demás, no puedo hacerlo yo. En la docencia uno aprende de sus maestros y en ese sentido yo tuve un gran maestro, el profesor García Pérez, que me enseñó los conceptos básicos de la Medicina en general, el comportamiento con los enfermos, el comportamiento con la docencia y con los alumnos y esa es la línea que he seguido y han seguido otros discípulos de mi maestro y míos.
¿Y el profesor?
Creo que era bastante normal. Exigía lo justo y procuraba también ser justo en las evaluaciones. Tenía buena prensa entre los alumnos y eso quiere decir que muy duro no era, entre otras cosas.
¿Lo de catedrático se le subió en algún momento a la cabeza?
Pues no, creo que no, en absoluto. Ni lo aprendí tampoco en mis maestros, que se comportaban como personas.
Entonces, ¿podemos decir que fue un tipo de jefe bastante soportable?
Al menos lo intentaba.
¿Cómo surge su opción por la Medicina? ¿Tenía algún antecedente familiar?
Mi abuelo materno fue médico, pero no lo conocí y por tanto poco pudo influir en mí. No tenía a nadie directo vinculado a la profesión, pero ésta me llamó la atención desde pequeño, tanto es así que mis padres no dudaban que iba a ser médico. Soy el primero de mi generación en mi familia.
¿Y por qué la Medicina?
No lo sé. Son vocaciones. Estoy convencido que si hubiera tenido alguien que me hubiera enseñado o aficionado a otra cosa hubiera hecho otra cosa, pero en principio lo que me pedía el cuerpo era la Medicina y no sé por qué.
¿Y la Dermatología?
Surgió cuando conocí a mi maestro el profesor García Pérez en el último curso de Medicina. Yo iba encaminado hacia la Medicina Interna, pero vi una dermatología nueva, atractiva, y me quedé. No lo dudé más. Empecé el último curso de la carrera como alumno interno y a partir de ahí seguí el escalafón hasta llegar a la cátedra, paso a paso, sin saltar ningún peldaño.
Un hijo ha seguido sus pasos, ¿cómo valora este hecho?
Quizás un poco inducido por el padre, pero lo cierto es que no dudó. Delos cuatro es el único que ha hecho Medicina. Es un motivo de alegría y no quise que hiciera la especialidad conmigo, la hizo en Inglaterra y allí se ha quedado.
¿Cree que ha sido buen dermatólogo?
Por lo menos he procurado serlo, supongo que con mis defectos y con mis virtudes.
¿Algo que crea que lo hiciera particular a la hora de ejercer esta profesión?
El comportamiento humano. Siempre vi al enfermo como una persona que necesitaba ayuda. Desde el punto de vista profesional, muy mal porque mis colegas criticaban que hacía una medicina poco comercial. Esa fue una de las razones de quitar la consulta privada. La verdad es que no me era muy rentable, porque la enfoqué por otra vía distinta, no la comercial.
¿Alguna aportación a la especialidad?
Creo que sí, que he aportado trabajos en las dos líneas de investigación que he llevado, una sobre eccema de contacto, fui fundador del grupo español de investigación sobre este tipo de eccema, y otra línea sobre micología dermatológica. Como consecuencia de la segunda, publicamos un libro junto con el profesor Vázquez sobre microscopía electrónica de los dermatofitos (hongos patógenos para el hombre y los animales), que fue y ha sido el primer libro que aborda este aspecto de los hongos. Su primera edición se agotó en pocos meses. Quiere decir que algo he aportado.
Fue vicedecano y gerente del Hospital Universitario en una etapa bastante convulsa, coincidiendo con la integración de los hospitales universitarios en el Insalud. ¿Cómo lo recuerda?
Fue una etapa complicada y cuya problemática no se ha terminado todavía. Defendíamos el carácter fundamentalmente docente de los hospitales universitarios, frente al carácter fundamentalmente asistencial de los hospitales de la Seguridad Social. Esa situación no la entendió bien el Ministerio de Educación que era al que le correspondía y lo dejó en manos de Sanidad que es quien lo ha controlado desde entonces. Pienso que sigue habiendo una deuda pendiente con aquel concepto docente que defendimos y no se ha resuelto el problema.
Ahora, desde la distancia, ¿cómo ve el hospital salmantino?
Va cambiando muy deprisa, bastante diferente a como era antes. No digo quesea mejor ni peor, sino que los tiempos, la situación, el sistema, han cambiado y desde luego no es lo mismo.
¿Qué balance hace de su vida profesional?
Estoy satisfecho con lo que he hecho. Podía haber hecho más cosas, pero siempre en la vida te quedan cosas por hacer. En conjunto estoy satisfecho.
¿De lo que más satisfecho está?
De haber sobrevivido a todas las luchas que he mantenido a lo largo de una vida que no ha sido fácil.
Lo dice como si hubiera sido muy dura.
Sí, ha sido una vida dura, porque los tiempos también eran duros. A nuestra generación, nacida en la guerra, nos ha tocado vivir un periodo histórico de transición siempre peculiar, vivimos en una dictadura, pasamos a una democracia con todas sus turbulencias, y al final siempre hemos estado en el borde de la ola, sin una situación estable. Por ejemplo, los accesos a cátedra que me tocó vivir no se parecen en nada a los actuales, eran unas oposiciones realmente agotadoras y duras… en fin todas las situaciones eran distintas.
Le noto un poco pesimista.
Sí, porque en nuestra generación siempre hemos estado cambiando y al final lo piensas y dices, este esfuerzo no me ha servido para mucho. A nivel académico y a todos los niveles. Fueron cambios bruscos de sistema que te rompen el ritmo y afectan a todos los niveles. Cuando nos íbamos asentando en algo, venía otra cosa, y eso se nota. Por eso ha sido duro.
¿Alguna espina clavada?
La de poder haber hecho las cosas mejor y la de no haber hecho algunas cosas, pero eso nos ocurre a todos.
¿Arrepentido de algo?
No.
¿Qué le ha dado esta profesión?
Muchas satisfacciones. Sin duda alguna me ha compensado en todo. Estoy contento con cómo me ha ido. Las satisfacciones han compensado con creces los sinsabores.
“De mi maestro me marcó su visión y concepto de la Medicina en general y de la Dermatología en particular, su envidiable capacidad docente.
¿Le ha quitado algo?
Tiempo para otras cosas, tiempo para mis hijos, para mi familia en general. Ahora me hubiera gustado haberles dedicado más tiempo, por eso lo estoy compensando con los nietos.
Si volviera para atrás, ¿qué cambiaría en su vida?
Creo que repetiría lo mismo.
¿Volvería a ser médico?
Sí y casi con seguridad dermatólogo.
Sus planes al terminar la carrera, ¿se parecían en algo a lo que luego ha sido su trayectoria?
Pues no del todo. Fueron cambiando con el tiempo, la influencia de mi maestro fue decisiva en todas las decisiones posteriores.
¿Qué fue lo que más le marcó de su maestro?
Su visión y concepto de la Medicina en general y de la Dermatología en particular, su envidiable capacidad docente. Para mí ha sido el profesor que mejor explicaba un tema a cualquier nivel. Tenía fama de su maestría en la docencia. Y como persona era una excelente persona.
¿Sobre Miguel Armijo algo que destacar?
Que fue un gran profesional, un gran maestro y que puso en marcha, entre otras cosas, la cirugía dermatológica en Salamanca.
¿Algún discípulo?
Sí, muchos. Realmente desde que se fundó la cátedra con García Pérez hasta mi jubilación han pasado alrededor de100 dermatólogos que se han formado aquí y están repartidos por toda España. De ellos al menos hay cuatro catedráticos en universidades como Málaga, Zaragoza o Salamanca.
Agustín Martín Pascual nació el 27 de marzo de 1935 en Moraleja (Cáceres). Hijo de Antonio Toribio (ganadero natural de Vallejera de Riofrío) y Josefina (ama de casa natural de Moraleja (Cáceres)) es el tercero de seis hermanos.
Realizó los estudios primarios en el pueblo extremeño. El bachillerato en Cáceres. Primero estuvo como alumno interno en los Franciscanos y después, una vez que sus padres ya vivían allí, terminó en el Paideuterion, un colegio muy conocido de Cáceres. De esa época le quedan buenos recuerdos de D. Aurelio, director del Pauditerion, y de D. Eliseo, profesor de griego, latín y filosofía, que “nos hizo trabajar mucho la memoria, aprendiendo poesías en griego y en latín”, recuerda.
En 1956 comienza la carrera en Salamanca, ciudad a la que vino por su tradición universitaria y por afinidad a la tierra de su padre. Tras el preparatorio en la Facultad de Químicas, llega a la Facultad de Medicina. En esa primera época con el profesor con el que más relación tiene es con el catedrático de Anatomía, el profesor Fernando Reinoso. “Allí fui jefe de mesa y fue el que me inició en la docencia, allí también coincidí con Ricardo Vázquez y otros que siguieron la docencia después”, recuerda Martín Pascual.
A mitad de carrera tenía claro que su orientación era la Medicina Interna, cátedra en la que fue alumno interno. Sin embargo, en el último curso (1962-63), llegó a Salamanca Antonio García Pérez, primer catedrático de Dermatología. Animado por él se pasa como alumno interno a Dermatología y a partir de ahí… “me gustó, me convenció y de ahí no me he movido, aunque mi idea inicial era a hacer cardiología”. En 1963 acaba la carrera. Desde entonces y hasta su jubilación en 2005 su vida está vinculada a la facultad salmantina, primero como profesor ayudante de clases prácticas, después como adjunto interino, después como adjunto titular y desde 1979 como catedrático. Durante esos años compagina la docencia con la labor asistencial en el hospital. Obtiene la Jefatura de Servicio de Dermatología poco antes de que 1975 comenzara a funcionar el Hospital Universitario, donde continuó en el mismo puesto hasta su jubilación.
Entre 1967 y 1985 aproximadamente también tuvo abierta consulta privada en Salamanca.
En 1980 fue vicedecano de hospital y gerente del hospital (1980-1982). En esta época se cedieron los hospitales universitarios al Insalud. El Decanato lo ocupaba entonces el doctor Juan Montero y como rector estaba D. Pedro Amat. Martín Pascual recuerda que fue una época complicada para la Facultad de Medicina, porque los hospitales pasaban a ser gestionados por la Seguridad Social y hubo problemas en el concepto de hospital universitario. En 2005 se jubiló y permaneció dos años como profesor emérito. Durante su carrera ha dirigido una docena de tesis y cerca de veinte tesinas. Ha escrito un libro, numerosos artículos científicos y ha colaborado con capítulos en diferentes manuales de dermatología. Durante varios años fue secretario de la Academia Española de Dermatología y Venereología. En 2005 fue presidente de honor del XXXIII edición del Congreso Nacional de Dermatología y Venereología celebrado en Salamanca.
En un plano ya más personal, en 1967 contrae matrimonio con la salmantina Milagros Clavijo Hernández. Con ella ha tenido cuatro hijos, dos varones y dos mujeres, que le han dado cinco nietos. De los cuatro hijos, sólo uno, el segundo, ha optado por la Medicina y por la misma especialidad que el padre. Trabaja como jefe de servicio en el Hospital Universitario de Birmingham (Reino Unido). El resto de hijos cursaron estudios en otras materias.
Entre sus hobbies en la actualidad se encuentran la lectura y el campo. “Leo de todo, física, astronomía… excepto Medicina”, señala. Posee una finca con ganado (vacas y cerdos) cerca de Salamanca y la visita al menos dos veces a la semana. Aparte de andar, hace bicicleta. Pasa los veranos en la localidad de Candelario, a la está muy vinculado. Allí casi todos los días hace 25 o 30 kilómetros en bicicleta por las carreteras de la zona.
“En política como en religión respeto profundamente la ideología de cada cual”
Con la visión que permiten los años, ¿cómo ve a la Medicina actual y al médico de hoy?
Los tiempos han cambiado mucho y también la tecnología. Es una Medicina diferente a la que yo conocí, pero sigo pensando que los conceptos básicos médicos deben de seguir teniendo el mismo valor que antes. La tecnología habrá cambiado, pero el concepto de cómo se debe atender a un enfermo no debería haber cambiado mucho.
¿Qué cambiaría en la Medicina de hoy?
Ahora mismo no tendría sentido hacer cambios con la mente de hace años. No encajaría mi concepto. Por eso mandé a mi hijo a hacer la especialidad al Reino Unido para que viera una perspectiva distinta a la de su padre.
¿Los médicos de hoy lo tienen más fácil?
Creo que no. Aunque las cosas vayan cambiando, las dificultades están ahí, porque existe competitividad y ésta obliga inevitablemente a un esfuerzo para mantenerse.
¿El médico sigue teniendo el peso social que tenía entonces?
La verdad es que a la Medicina la están devaluando constantemente, pero creo que sobrevivirá a todos estos avatares.
¿La dermatología es una especialidad en auge o no?
Creo que sí, cada vez más. Es una especialidad muy completa pese a su apariencia de superficialidad. El dermatólogo desde hace más de un siglo estudiaba las enfermedades de la piel macroscópicamente y también histológicamente, cosa que no sucedía en otras especialidades donde todas las exploraciones eran indirectas. La dermatología ha ido siempre en cabeza de las especialidades anatomoclínicas.
“La piel es importante, porque es el órgano mayor y más complejo del organismo”
¿Cómo valora los avances que se han producido en la especialidad?
Muy positivos y con un futuro abierto a nuevos progresos como en todas las ramas de la Medicina.
El hecho de que esta especialidad se centre en lo más superficial del cuerpo, ¿la hace menos importante?
No, creo que ya lo he explicado. La piel es importante, porque es el órgano mayor y más complejo del organismo.
A los jóvenes que se inician en esta profesión, ¿le da algún consejo?
Le daría muchos, pero es mejor que se los dé el maestro que tengan en la actualidad. Los míos posiblemente le valdrían menos. Yo me bajé del tren hace más de cinco años y el tren actual es de alta velocidad, por eso ya mis consejos no…
En un plano ya más social, ¿qué sensaciones le causa la sociedad actual?
No es muy diferente de la anterior. Se ve vapuleada por momentos históricos que van pasando y eso puede parecer que cambie, pero en realidad creo que la sociedad sigue enganchada a principios que no cambian tan fácilmente.
Pero según usted hay crisis de valores
Sin duda alguna. A la vista están. A todos los niveles, político, falta de valores éticos, corrupción, tolerancia de regímenes autoritarios, etc.
También se ha progresado muchísimo.
Sin duda alguna y además es un progreso que no se va a detener. El ritmo del progreso es increíble y no concebible hace años, ha desbordado cualquier expectativa anterior, pero precisamente por eso la adaptación de la sociedad a ese progreso va más lenta que el propio progreso y ese desfase supongo que se hará notar.
¿Cómo ve a Salamanca?
Cuando una cosa se ve con el corazón, se suele ser poco objetivo. Salamanca me gusta con todos sus inconvenientes y con todas sus virtudes. Creo que es una ciudad donde se puede vivir agradablemente y a estas alturas de mi vida no la cambiaría por otra.
Usted es un hombre de campo.
El campo me ha gustado siempre y siempre he tenido conexión con él, aunque no he vivido del campo. La afición me viene por razones familiares, mi padre era ganadero, y mi afición viene de ahí. Después, por cuestiones de la vida, me tocó hacerme cargo de la ganadería y esa es la razón por la que sigo con ella.
De política, ¿cómo andamos?
Nada. Soy apolítico. Nunca me ha gustado. No creo que tenga aptitudes políticas. Y como desde el principio no estoy de acuerdo con el sistema, la he dejado al margen.
Pero sí tiene sus ideas. ¿Conservador? ¿Progresista?
Ni lo uno ni lo otro. En política como en religión respeto profundamente la ideología de cada cual aunque no las comparta, porque pienso que los ideales de cada uno son personales e intransferibles. Por tanto, ni defiendo los míos ni critico los de los demás. Quizás sí estoy más cerca de la derecha, pero soy bastante flexible sobre todo por respeto a los demás.
¿Y en el plano religioso?
Lo mismo. Tengo mis ideas. Es una cuestión personal e intransferible.
¿Su concepto de la familia?
Siempre he pensado que la familia es el centro de la sociedad y en ese sentido he defendido los vínculos familiares, pero en los momentos actuales ni siquiera sé si lo que yo defendía es loque vale hoy. Van cambiando tanto las cosas… que en el futuro lo que será de mis hijos, mis nietos, no lo sé…
¿Y de la amistad?
Es de las cosas que más valoro. Creo sinceramente en ella y en algunos casos la valoro por encima de la propia familia.
¿Cómo le gustaría que le recordaran?
Como una buena persona, nada más.
Para terminar, y cumpliendo la tradición, le pregunto por el Colegio de Médicos de Salamanca, ¿cómo lo ve?
Muy bien, con un presidente espléndido, activo y competente. Y con un equipo colaborador envidiable.
UN LIBRO
Lo facilón es decir “El Quijote”.
UN DISCO O MÚSICA
Me gusta el flamenco.
UNA PELÍCULA
Al cine voy muy poco. Las películas las veo en la tele.
UN PLATO
El huevo frito, con o sin algo.
UN DEFECTO
Tengo muchos, pero destacaría que quizás idealizo demasiado algunas cosas.
UNA VIRTUD
La honradez en el sentido amplio de la
palabra.
UN AMIGO
Puedo presumir de tener más de un amigo.
UN ENEMIGO
En principio no conozco ningún enemigo declarado, aunque supongo que tendré alguno..
UNA RELIGIÓN
En la que cada uno crea sinceramente.
UN CHISTE
Se ríe. A bote pronto no se me ocurre
ninguno. Lo pensaré.
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