Por lo general, uno no es capaz de prever qué revés le depara la existencia. Afortunada ignorancia, sin la cual es muy probable que no pudiéramos existir con una mínima confianza y tranquilidad. Sin embargo, cuando el golpe llega y pone ‘patas arriba’ nuestro día a día, se hace más necesario que nunca un soporte que facilite en cierta medida las cosas y simplifique, al menos, lo más básico.
Para el doctor Juan José González ese soporte llegó desde distintos frentes cuando un día de 2001 se encontró solo de pronto, con dos hijos de corta edad, y con una vida que reconstruir por completo tras perder a su mujer de forma repentina. Ella también era médico, así que el Colegio puso en marcha enseguida los ‘engranajes’ con los que la Fundación Patronato de Huérfanos y Protección Social de Médicos Príncipe de Asturias (FPH) da respuesta a las necesidades de los hijos de los colegiados.
Desde entonces, los suyos han estado recibiendo una prestación económica para cubrir los gastos educativos. Todo se gestiona de forma “ágil”, con la intención de “facilitarte al máximo la vida”, según explica este médico, para quien la importancia de este respaldo -posible gracias a la contribución que realizan los profesionales a través de las cuotas colegiales- va mucho más allá de lo pecuniario.
“No se trata solo de recibir una beca cuando falta un sueldo en casa y han mermado los ingresos. Lo más importante es la fuerte solidaridad que hay detrás de esa ayuda, y eso acompaña mucho. Saber que detrás de ese dinero hay compañeros que te están ofreciendo su apoyo, un apoyo que yo percibía, porque realmente me sentí arropado por los amigos y compañeros y por el cariño que recibí del Colegio. Es algo que siempre he intentado transmitir a mis hijos, para que no se les olvide que lo que han recibido es, sobre todo, mucha solidaridad”, asegura.
Juan José cuenta que su hija, que entonces tenía 8 años, estuvo percibiendo una prestación educacional mensual hasta que cumplió los 21. Pero luego la ayuda tampoco cesó. A partir de esa edad, la Fundación pone a disposición de los huérfanos una prórroga destinada a costear su educación -en este caso, universitaria- que se prolonga hasta la finalización de los estudios que elijan. Mientras, su hijo, que ha optado por continuar la saga familiar y dedicarse a la Medicina, sigue recibiendo la cuantía mensual que establece el Patronato para los menores de 21 años.
“Yo soy médico, y tengo un sueldo digno, así que cuando recibí estas ayudas pensé en lo bien que les vendrían a otros, por lo que me considero muy afortunado, ya que, gracias al respaldo de la Fundación, que es el de los compañeros, he podido proporcionar a mis hijos un desarrollo personal y psicológico pleno, como su madre tenía planificado”, subraya el doctor González, para quien el soporte ofrecido desde el Colegio de Médicos es la máxima y más positiva expresión del ‘corporativismo’ médico, un “corporativismo solidario”, dice.
“El apoyo económico te ayuda muchísimo. De hecho, la formación de mis hijos la ha pagado en una proporción muy importante la Fundación. Pero lo que más destacaría es que desde el principio me he sentido acompañado afectivamente; cada vez que he entrado en el Colegio de Médicos he sentido que estaba en mi casa, me he sentido acompañado y querido. La atención que me han ofrecido desde el presidente hasta el personal de administración ha sido estupenda, y agradezco a todos y cada uno de los colegiados que estén contribuyendo con sus cuotas a esta labor. Yo estoy contento de poder hacerlo para que alguien se pueda beneficiar de ello”, sostiene.
Con sus palabras, el doctor Juan José González pone sobre la mesa una de las señas de identidad más relevantes de esta Fundación para la Protección Social de la OMC, el órgano de solidaridad de todos los médicos de España.
Y es que son los propios colegiados los que, mediante el pago voluntario de las cuotas establecidas, aportan los recursos necesarios para el desarrollo de las actividades de la entidad. También los empleados de cualquier colegio de médicos, del Consejo General o de la FPH, siempre que decidan voluntariamente pertenecer como asociados a la fundación y abonar la cuota correspondiente. El gesto no es baladí. Como recuerda el doctor González, contribuciones solidarias de este tipo marcan muchas veces la diferencia entre poder “ser alguien” y carecer de oportunidades para ello. “La cuota incluye una parte muy importante de servicio social y humano, y a veces no le damos importancia a estas cosas hasta que nos ocurre algo; por eso, yo animaría a participar en estas aportaciones, entre otras cosas, porque nunca se sabe lo que te puede pasar”, apunta.
Las ayudas económicas para cubrir los gastos educacionales de los huérfanos de médicos no son, ni mucho menos, las únicas ayudas que pone la entidad a disposición de los beneficiarios. Su respaldo se traduce en un amplio catálogo de servicios que incluye prestaciones asistenciales, de conciliación y de promoción de la salud.
El origen de la Fundación se remonta a 1917, con la creación del Patronato de Huérfanos y, poco después, del Patronato de Protección Social, aunque se constituyó como tal en 1999. Su misión es “atender y dar respuesta de forma integral a los miembros de la profesión médica y a sus familias ante necesidades especiales de protección social”, una labor que desarrolla “desde los principios de universalidad, solidaridad, integralidad y participación”. En la actualidad, la institución presta asistencia a más de 3.000 personas, entre ellas, huérfanos de médicos en edad estudiantil o huérfanos mayores, médicos enfermos o jubilados, y viudas de colegiados. Para ello, distribuye cada año más de 15 millones de euros gracias a la aportación de los Colegios de Médicos provinciales; gracias, en definitiva, a la solidaridad de los colegiados que, con el poder ‘transfomador’ de sus cuotas, facilitan la vida de quienes más complicada la tienen.
Deja una respuesta